LECTIO DIVINA "EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA" ENERO 2016 "Joven, a ti te digo, levántate" ORACION INICIAL Prepárate para entrar en el diálogo con el Señor, en la oración desde la Palabra. Éste es el momento más importante del día. Deja a un lado tus ocupaciones restantes. El Padre está contigo y te ama. Escucha lo que te dice: Tú eres mi hijo amado. Jesús, la palabra, te va a manifestar su verdad y su vida. Y el Espíritu, que es el amor y la vida del mismo Dios, te va a inspirar el sentido de la Palabra y te va a animar para que la lleves a la práctica. Invoca al Espíritu: PORTADORES DE ESPÍRITU Ven, Espíritu de Dios, haz de nuestro corazón tu casa y haznos portadores de Espíritu, transparentes a la luz y a la verdad. Ven, Espíritu de Dios, y conduce todo lo que hay en nosotros de don para que seamos don para los demás. Ven, Espíritu de Dios, y realiza en nosotros tu obra de santificación. Sin ti no podemos percibir los signos de los tiempos, ni recordar las palabras del Maestro, ni alimentar los sentimientos de ternura del Padre de la parábola. Ven, Espíritu de Dios, entra en lo más íntimo de nosotros para que podamos reconocer la huella de Dios que nos habita, la presencia que nos desvela el misterio, la alegría que colma nuestro corazón LECTIO (Lectura): ¿Qué dice el texto? La Palabra escuchada "En aquel tiempo, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, a ti te digo, levántate». El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina". Lc 7, 11-17 LECTIO DIVINA "EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA" El encuentro de las dos procesiones (Lucas 7,11-12) Lucas es como un pintor. Con pocas palabras consigue pintar el cuadro tan bonito del encuentro de las dos procesiones: la procesión de la muerte que sale de la ciudad y acompaña a la viuda que lleva a su único hijo hacia el cementerio; la procesión de la vida que entra en la ciudad y acompaña a Jesús. Las dos se encuentran en la pequeña ciudad, junto a la puerta de la ciudad de Naín. La compasión entra en acción (Lucas 7,13) Es la compasión que lleva a Jesús a hablar y a actuar. Compasión significa literalmente: “sufrir con”, asumir el dolor de la otra persona, identificarse con ella, sentir con ella el dolor. Es la compasión que acciona en Jesús el poder, el poder de la vida sobre la muerte, poder creador. "¡Joven, a ti te digo, levántate!" (Lucas 7,14-15) A veces en momentos de gran sufrimiento provocado por el fallecimiento de una persona querida, las personas dicen: “En aquel tiempo, cuando Jesús andaba por la tierra había esperanza de no perder a una persona querida, pues Jesús podría resucitarla”. Ellas miraban el episodio de la resurrección del hijo de la viuda de Naín como un evento del pasado que apenas suscita añoranza y una cierta envidia. La intención del evangelio, sin embargo, no es suscitar añoranza ni envidia, sino ayudar a experimentar mejor la presencia viva en media de nosotros. El está hoy con nosotros, y ante los problemas y el sufrimiento que nos azotan, nos dice: “¡Te lo ordeno: levántate!” La repercusión (Lucas 7,16-17) Es el profeta que fue anunciado por Moisés (Deut 18,15). El Dios que nos vino a visitar es el “Padre de los huérfanos y de las viudas” (Sal 68,6; Cf. Judit 9,11). MEDITATIO (Meditación): ¿Qué me dice el texto? La Palabra comprendida Este texto, nos centra principalmente en la vida y los diferentes caminos y puertas que en ella encontramos. El Señor se acerca a mí, para darme la vida, su propia Vida. ¿Salgo a su encuentro? El Señor viene a mí para consolarme con su presencia y su gozo: ¿Le recibo? El Señor quiere verme resucitado y lleno de su Vida. ¿Me dejo contagiar? El Señor quiere que sea portador de vida y esperanza hacia los marginados y desanimados. ¿Qué hago por ellos? En mis momentos de meditación, ¿He reflexionado entre el camino de la muerte y el camino de la vida? ¿Qué tanto es mi deseo de ir en la procesión de la vida que Jesús nos ofrece? LECTIO DIVINA "EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA" Ante el sufrimiento y dolor de los demás, ¿Qué tan compasivo soy con ellos? ¿Soy capaz de acercarme a ellos como lo hizo Jesús y darles una esperanza de vida?, ¿Les pongo en medio de su sufrimiento y dolor, la presencia viva de Jesús? ¿Cuál es mi actitud ante las experiencias difíciles de dolor que sufro? ¿Qué le aporta mi cristianismo al sufrimiento? ¿He experimentado o sentido la presencia de Jesús y su palabra que no sólo es purificadora, sino que restituye la vida? ¿Cuándo? ORATIO (Oración): ¿Qué le digo? Mi palabra responde a la Palabra Llevas tiempo acompañando a Jesús, formas parte de su comitiva de vida; ¡Cuantas veces has sido testimonio de la fuerza de su palabra! Has podido acompañar, con Él, a jóvenes, madres, padres, niños... amenazados por la muerte, por peligros, por abandonos, por fracturas familiares, por la pobreza y la explotación... En compañía de Jesús te has dado cuenta del mal que impera y se apodera de la vida de los más débiles. Contempla la compasión de Jesús, icono del Padre compasivo y misericordioso. Una compasión que pasa por intentar consolar a la mujer: “no llores”, por “acercarse” y “tocar”. Compadecerse y tocar no revelan de Dios un sentimiento débil, postizo, distante..., sino que es la expresión más viva y punzante de la esencia de Dios: Dios es compasión y misericordia. Contempla el Jesús portador de vida nueva. Dirá: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,25). Con Jesús aprendes que, más que horrorizarte, de lejos, por las grandes desgracias que afligen a la humanidad, debes ser capaz de compadecerte con ternura de las personas más cercanas, acompañarlas con tu palabra adecuada y tus gestos eficaces. Jesús, aquel que ha consolado a la madre y ha tocado el féretro, es el “Señor”. Con el título de “Señor” se quiere expresar la condición divina de Jesús. El Señor “visita” las situaciones más dolorosas y desesperanzadas de las personas. Señor, sé y creo que Tú eres el Resucitado que me ofreces toda tu vida. Pero, mira cómo ando desfallecido, decaído y desesperanzado con frecuencia. Espero de Ti que me grites, como al joven de Naín: Levántate. Y que esa Palabra resuene fuertemente en mi interior, me conmueva y así pueda seguirte como discípulo decidido hasta el fin. LECTIO DIVINA "EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA" CONTEMPLATIO (Contemplación): ¿Cómo interiorizo el mensaje? La Palabra encarnada A Jesús en ese acercamiento al que está sin vida y a la que llora sin consuelo. A Jesús, que viene a renovar nuestra vida, que nos regaló en el bautismo. A mí mismo, que me dejo llevar por los signos de muerte y de pecado. A mis hermanos, que me esperan para que les dé una palabra de ánimo y esperanza. Contemplar es ir adentrándose en el misterio, es ir dejando en nuestro corazón, en nuestra mente una sola frase que nos haga recordar la Palabra del Señor. Por ello repitamos varias veces hasta que quede en nuestra vida estas frases: " La presencia de Jesús y su palabra, me purifica y me restituye la vida.” Y repetir con nuestro propio nombre: “¡…. A ti te digo, levántate! ACTIO (Acción): ¿A qué me comprometo? La Palabra confrontada, compartida y en acción Para el momento de la acción nos proponemos hacer vivo el evangelio, la palabra del Señor y así cumplamos con el mandato que nos dejo, vayan por todos lados y llevan la buena nueva. En primer lugar, dentro del núcleo de nuestra familia, nuestra comunidad y nosotros mismo, entendamos los sufrimientos y dolores por los que estamos pasando, no importa si son grandes o pequeños, y pidámosle en oración que nos dé esperanza de vida y quedemos alegres por que el Señor está con nosotros. También busquemos en la parroquia, en un asilo de ancianos, en una casa de huérfanos, en el hospital u otro lugar que tú consideres, a personas que veamos que necesitan de nuestro aliento de esperanza, que necesitan escuchar que Jesús está con ellos.