CULTURA ENSAYO Por: Elisa G. McCausland Vicente Luís Mora Felipe Ortega y Joaquín Rodríguez Jaron Lanier El lectoespectador El potlatch digital Contra el rebaño digital Seix Barral Cátedra Debate El siglo XXI no es un país para ciegos. En una sociedad construida por la mirada, la imagen no basta; tampoco el texto. Es así como Vicente Luís Mora nos presenta al lectoespectador, «aquel receptor de una forma artística compuesta por textos más imágenes», —denominados «textovisuales»—; un sujeto que concibe el ciberespacio como un «espacio de comunicación de lo pensado», y que se convierte en «imagen sobre una pantalla». Expone en este ensayo algunas de las derivas y consecuencias de la ampliación del campo de batalla (hacia lo virtual); un nuevo mundo que él bautizó «pangea» en un trabajo anterior —«el nuevo espacio conformado por todas las realidades, viejas y nuevas»— y cuyos múltiples potenciales, positivos y negativos, son material de reflexión para filósofos y escritores. De esta producción cultural, derivada de los nuevos usos y costumbres, consecuencia del cambio tecnológico, hace Mora historia de la literatura y propone una superación de la posmodernidad en pos de su idea pangeática. Mirada tecnófila mediante e intención provocadora, este ensayo invita a la reflexión y al debate; un laboratorio de ideas que no debería dudar en profundizar en aspectos conflictivos de la actual producción de nuestra cultura, como son las relaciones entre mercado e inmaterialidad, o lo que es lo mismo, la capitalización de la Red de redes o Internet como procomún. El científico solitario ha dejado de ser suficiente para «atreverse a saber». Colaborar, poner en valor lo relacional frente a lo material, ese es el camino. «El triunfo del procomún y el conocimiento compartido», subtítulo de este ensayo escrito a cuatro manos por un antropólogo y un ingeniero, enmarca el discurso y Antonio Lafuente, en el prólogo, nos recuerda que Wikipedia, quinto portal más visitado del mundo, es «el lugar global de la memoria», una gigantesca ágora cuya dinámica interna propone otra manera de gestionar lo público. Presentado como «uno de los grandes experimentos colaborativos de gestión del procomún digital, de coordinación de la acción colectiva y propagación de las comunidades digitales», la pregunta que surge del modus operandi de esta enciclopedia —y sobre la producción de gran parte del conocimiento de la Red— es siempre la misma: ¿por qué la gente regala su tiempo y sus conocimientos? En ese ensayo se apela al «enorme bienestar psicológico tras la donación y la nostalgia por la comunidad perdida» pero, ¿con eso basta? También la disolución de las fronteras entre lo amateur y lo profesional es una de sus consecuencias, de ahí que este libro sea interesante en la medida en que obliga a profesionales como historiadores, economistas, sociólogos, antropólogos, juristas y politólogos a hacerse preguntas sobre una sociedad en constante mutación. nº 136 g marzo-abril 2012 Jaron Lanier, «estrella de la cultura contemporánea» según la revista Wired, es un escéptico de la cosa digital. Su relato es un cuento escrito desde dentro —el backstage y la entraña. Centrado en cómo la tecnología cambia a las personas, habla de «libertad radical» y «cultura libre» desde una perspectiva crítica, aunque un tanto superficial. Su discurso, decepcionado y decadentista en la primera parte del ensayo, insiste en Internet como un espacio que podría haber sido y que no deja de deteriorarse. La moda del anonimato o la capitalización de la «cultura red» son dos de los síntomas que advierten de esta degeneración. La segunda parte de este libro incide en la necesidad de más humanismo y menos tecnofilia, una vuelta a los orígenes donde se haga todo lo posible para no ceder ante la idea de la máquina y su supuesta superioridad. «Tenemos que pensar en los estratos digitales que estamos asentando ahora para beneficiar a las futuras generaciones. Debemos ser optimistas y pensar que la civilización sobrevivirá a este siglo desafiante, y esforzarnos para crear el mejor mundo posible». Evitar que la Red se traduzca en una pesadilla, dice Lanier, donde el «rebaño digital» marque el paso. Trabajar más el contenido y no delegar en la máquina, eso propone este pionero informático que, curiosamente, cree en el sector privado como impulsor de ese «mundo posible» antes que en la comunidad autorganizada de la que una vez formó parte. Profesiones g 47