32 MARTES 22 DE NOVIEMBRE DEL 2011 Conexión a internet: http://www.elperiodico.com SOCIEDAD La pobreza fuera de las zonas urbanas La crisis duplica las demandas de ayuda social en la Catalunya rural Ayuntamientos y entidades locales de poblaciones El envejecimiento de los habitantes y su dispersión pequeñas empiezan a abrir bancos de alimentos complican la labor de ayuda de las oenegés JOAN CORTADELLAS la iniciativa 800 TONELADAS DE COMIDA ‘GRAN RECAPTE’, DE NUEVO J Arroz, pasta, caldo, leche, harina, aceite... «Aceite, sí, uno de los productos más difíciles de obtener», dice Pedro Ormazábal, responsable del Banc dels Aliments de Tarragona, con sede en Reus (Baix Camp). Los próximos viernes y sábado, 25 y 26 de noviembre, cadenas de supermercados, mercados municipales y entidades como La Caixa participan en una nueva edición del Gran Recapte, una iniciativa que espera recoger 800.000 kilos de alimentos no perecederos, destinados al millón y medio de personas que se encuentran en riesgo de exclusión en Catalunya. 33 Botellas de aceite solidario elaborado por voluntarios en el almacén de alimentos que Cáritas tiene en Capellades (Anoia), ayer. MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA RAFAEL MORALES / TARRAGONA H asta hace poco «no eran de nadie. Ahora son de todos». Las aceitunas que hace dos años se quedaban sin recoger en los olivos de Capellades (Anoia) –«porque era más caro el esfuerzo que el rendimiento que de ellas se extraía», explica Francesc Guinart– son hoy aceite solidario. Brigadas de voluntarios han vareado este otoño los árboles del municipio –algunos, propiedad del ayuntamiento; otros, cedidos por particulares– y han elaborado un aceite que se entregará gratuitamente a las familias del pueblo que no llegan a fin de mes, cuenta Guinart, portavoz de Cáritas en el municipio barcelonés. La de Capellades (con poco más de 5.000 habitantes) es una de las iniciativas que están adoptando poblaciones rurales catalanas para ayudar a las personas sin recursos, que, al igual que en la ciudad, han multiplicado su volumen en los últimos años. Las fórmulas son variadas. Unos fabrican aceite y lo distribuyen gratis, otros crean fondos de ayuda humanitaria y promueven colectas populares, algunos más abren roperos, bancos de alimentos y comedores sociales. «Desde que empezó la crisis, la actividad fuera de los núcleos urbanos se ha, como mínimo, duplicado», asegura Raquel Avilés, coordinadora territorial de Cáritas en el Alt Penedès, el Anoia y el Garraf. Localidades donde hasta ahora la entidad no había tenido que intervenir han empezado a pedir ayuda a través de las parroquias, de los ayuntamientos o de pequeñas oenegés locales, certifica Mercè Relats, también coordinadora de Cáritas, en su caso en el Vallès Oriental. «En Sant Celoni, por ejemplo, se acaba de poner en marcha por primera vez un Los consistorios más pequeños, desbordados por las peticiones 33 Las parroquias, que tradicio- nalmente habían atendido a los pobres en los pueblos, no dan abasto. Primero, porque ya no hay cura en todas las poblaciones (los obispados concentran a los sacerdotes en las capitales de comarca). Y segundo, porque ahora hay más pobres que antes. 33 Tampoco los ayuntamientos, que pasan por un momento financiero complicado, pueden hacerse cargo. Muchos tienen los servicios sociales delegados al Consell Comarcal y se ven obligados a recurrir a oenegés locales. banco de alimentos, un recurso que hasta ahora no existía en la población», afirma Relats. MÁS PETICIONES DE AYUDA / La memoria de actividades de Cáritas del 2010 pone cifras al incremento: mientras la diócesis de Barcelona (eminentemente metropolitana) registró un aumento de demandantes de ayuda del 7% con respecto al año anterior, en Terrassa y en Sant Feliu de Llobregat (que son diócesis con un mayor porcentaje de población rural), las peticiones aumentaron el doble, un 16% y un 12% respectivamente. No es que la pobreza sea un fenómeno nuevo en el campo. Eso no. La diferencia, constata Enric Morist, coordinador de la Cruz Roja en Catalunya, «es que antes el problema era solo estructural y en el medio no Pasa a la página siguiente EN TODA CATALUNYA J El Banc dels Aliments ha dispuesto para ello 602 puntos de recogida en 186 poblaciones catalanas. «La verdad es que cuando lo que se pide es comida, la gente muestra toda su solidaridad. Otra cosa es el dinero...», reflexiona Isabel Bosch, del banco de Mataró (Maresme), creado hace tan solo dos años, en respuesta a la necesidad creciente de las oenegés de la comarca. SOLIDARIOS CON EL VECINO J «La proximidad hace también que las donaciones sean más fáciles», agrega Bosch. Dicho en otras palabras: «Cuando le explicas a un ciudadano que esos alimentos que está entregando van a ser para alguien del mismo pueblo, parece que hay más receptividad», dice. LA DEMANDA CASI TRIPLICA J «Si los tuviéramos, podríamos distribuir dos o tres veces más de los alimentos que recogemos», explica Ormazábal, en alusión al notable incremento que se ha dado en los últimos años de las personas que acuden al banco de alimentos. 33 MARTES 22 DE NOVIEMBRE DEL 2011 Vea el videocomentario de María Jesús Ibáñez sobre esta información LLL Viene de la página anterior resultaba tan visible como en las grandes ciudades». Si ahora en los pueblos empiezan a manifestarse casos de pobreza y marginalidad «es porque el volumen de gente en riesgo de exclusión ha crecido por la coyuntura global y los antiguos mecanismos de solidaridad, que siempre habían funcionado en las localidades pequeñas, ya no son suficientes», agrega Morist. En este momento, indica, la Cruz Roja reparte alimentos y tutela programas de apoyo social en más de 300 municipios, un tercio de los que hay en Catalunya. Pese a que la presencia territorial de la entidad es amplia desde hace ya varias décadas, «lo cierto es que en los últimos años, los servicios que se prestan son cada vez más de carácter humanitario», explica. AISLAMIENTO, ANONIMATO / Una de las circunstancias que complican el trabajo de las oenegés en los pueblos es «la dispersión de la población por el territorio», apunta Avi- «La solidaridad propia de los pueblos ya no basta», explica Cruz Roja lés. Hay ayuntamientos que llegan a tener hasta una treintena de núcleos de población, en ocasiones, con carreteras de acceso complicadas. «Son personas, muchas veces ya mayores, que no tienen ni coche ni por supuesto moto, a las que hay que llevar la ayuda», relata. «Y está también el fenómeno de las urbanizaciones, que han dejado de ser segundas residencias para convertirse en domicilios permanentes de personas que han dejado la ciudad, precisamente porque tenían problemas económicos», señala Relats. Otro factor que han de manejar las oenegés en las poblaciones pequeñas es la exigencia del anonimato. En los pueblos, es sabido, todo el mundo se conoce y, por eso mismo, las familias que han de recurrir a la ayuda social, reclaman más discreción si cabe que en la ciudad. «Les da más vergüenza», dicen las asistentes sociales. H los nuevos necesitados MOLLERUSSA 3 LA POBREZA LLEGA A LAS FAMILIAS AUTÓCTONAS «Ando 3 kilómetros para pedir» Cada jueves, a las dos y media de la tarde, una mujer camina por la carretera que une El Palau d’Anglesola y Mollerussa (Pla d’Urgell) con un bolso de la compra. Es Casimira Galán, de 44 años. Va apresurada: quiere coger un buen puesto en la cola de una iglesia protestante en la que sabe que reparten comida ese día. «Ando tres kilómetros para pedir, vengo de El Palau, y como dan número por orden de llegada, algunas veces ya no me toca. No puedo estar antes porque tengo que dejar al niño en la escuela». Y mientras lo cuenta se le escapaban algunas lágrimas. El último jueves estuvo a punto de hacer el viaje en balde. Queso, macarrones o zumo son algunos de los alimentos que le entregan Liliana Novello y Roberto Presta, los pastores argentinos de la iglesia evangélica Deu d’Amor. RAMON GABRIEL 33 Liliana Novello (izquierda) entrega alimentos a Casimira Galán. LES BORGES DEL CAMP 3 EL REGRESO A CASA DE HIJOS HUNDE ECONOMÍAS YA FRÁGILES «Es vergonzante para ellos» Faltan cinco minutos para las nueve de la mañana y una señora mayor ya aguarda con un cesto a la puerta del local de Cáritas en la plaza de la Església de Les Borges del Camp. Es uno de los días fijados para el reparto de alimentos. Las dentelladas de la crisis también se están dejando notar en este pueblo agrícola del Baix Camp, que tiene 2.000 habitantes y 141 parados. Una docena más de personas van llegando a partir de que Rosa Amenós abre las puertas del local. En las estanterías de una pequeña habitación están perfetamente colocados paquetes de comida. La delegación de Cáritas que gestionan las jubiladas Amenós y Misericordia Gispert reparte alimentos a 15 familias en coordinación con los servicios sociales. «En los últimos meses han au- XAVI MOLINER 33 Rosa (sentada) y Misericordia atienden a una joven con un bebé. Los 420 euros que recibe su marido en paro como ayuda familiar quedan cortos después de pagar 370 de alquiler. Este mes no tiene para la factura de la luz. Los pastores argentinos llevan cuatro años ayudando a personas necesitadas con el apoyo del banco de alimentos y fruta retirados del mercado que impulsa el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural. Muchas mandarinas este año. Lo que comenzó como ayuda a personas de su comunidad se ha convertido en punto de referencia en Mollerussa para quienes menos tienen, antes solo inmigrantes y cada vez más nativos de la localidad y pueblos de los alrededores, como Casimira. «Con la crisis viene mucha gente de aquí, y me llama la atención que los que más se acercan son hombres a los que les queda poco para jubilarse», explica Liliana, que cuenta también que en Mollerussa antes no se veía a nadie buscar comida en los contenedores de basura. Ahora sí. H ROSA MATAS mentado los vecinos necesitados que son del pueblo de toda la vida», explica Marta Sentís, responsable de Cáritas en el Baix Camp. «La mayoría son personas que vivían con su pequeña pensión y a las que se les ha complicado la economía con el regreso de hijos debido a separaciones o a que no pueden pagar la hipoteca en la ciudad», añade. Una joven que ha llegado con un bebé se lleva aceite, caldo, cereales, arroz y leche para sus cuatro hijos. «Piden lo que necesitan, como en una tienda», detalla Amenós. De esta forma intentan que la dignidad de las personas no se vea herida y que no haya excesos. «Esta situación es especialmente vergonzante para los vecinos del pueblo de siempre. Para evitarles molestias, intentamos llevarles la comida a casa», aclara Sentís. Cáritas del Baix Camp atiende habitualmente a 245 familias. En toda la diócesis, el año pasado ayudó a 65.614 personas en su programa de acogida. H RAFAEL MORALES