Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ÁMBITO FARMACÉUTICO Historia de la farmacia Alquimia, hermetismo, alquimistas, piedra filosofal, oro de los filósofos, elixir de la inmortalidad; palabras enigmáticas, vinculadas a un proyecto singular: la redención y la purificación de la naturaleza y del hombre, la obtención de la sabiduría y de la inmortalidad, gracias a un arte a la vez químico, farmacéutico y sagrado: el arte de Hermes, la alquimia. La farmacia alquimista Mujer sirena, rodeada de los cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Metales sanadores os alquimistas intentaban realizar en sus laboratorios la transmutación metálica, transformar los «metales enfermos» en oro filosófico mediante la acción de la piedra filosofal. Asimismo, obtenían medicamentos y quintaesencias y desarrollaron la metaloterapia por vía oral, que renovó la farmacia de los galenistas, que consistía en el empleo de las partes activas de las plantas, obtenidas mediante extracción acuosa. Dom Pertney definió a la alquimia como «el arte de trabajar junto a la naturaleza para perfeccionarla», un proyecto de redención, purificación y perfección, un anhelo espiritual y religioso expresado simbólicamente, que se planteaba en términos químicos. Un ideal con múltiples implicaciones: desde las farmacéuticas, porque en el laboratorio alquímico se empleaban medicamentos, hasta las simbólicas, porque L el adepto aspiraba a una perfección que sólo puede ser expresada simbólicamente. Un ejemplo es La Flauta Mágica de Mozart, una ópera impregnada de hermetismo y simbología alquímica. Pero quizá la mejor definición de la alquimia sea del desconcertante Paracelso, a la vez un tradicionalista, un mago y un renovador: «Todo lo ha de completar el hombre. Y a este completar se llama alquimia y es un alquimista el que conduce a su fin determinado todo lo que crece en la Naturaleza en beneficio del hombre» Según la química anterior al atomismo, sólo existían cuatro elementos con cuatro cualidades, y sus mezclas y diferentes proporciones constituían todo lo existente. La teoría de los cuatro elementos fue formulada en Grecia por Empédocles, que los denominó raíces. Estas ideas alimentaron la posibilidad de la transmutación: mediante el JUAN ESTEVA DE SAGRERA CATEDRÁTICO DE HISTORIA DE LA FARMACIA. FACULTAD DE FARMACIA. UNIVERSIDAD DE BARCELONA. 84 O F F A R M VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ➤ arte alquímico podía obtenerse un principio capaz de actuar a modo de catalizador y hacer que unos cuerpos se transformasen en otros modificando las proporciones de los cuatro elementos. Además de los cuatro elementos estructurales, los alquimistas creían en la existencia de un quinto elemento o quintaesencia, un principio dinámico y catalizador, que actuaba sobre los cuatro elementos y producía en ellos modificaciones. Se relacionaba con el espíritu, con Hermes, y con el mercurio, un metal de propiedades desconcertantes, que parece plata líquida y es el único capaz de atacar al metal perfecto, el oro. Mercurio era además el enviado de los dioses, el intermediario entre el mundo natural y el arquetípico, el promotor de los intercambios y del comercio. Los alquimistas insistieron en la idea de que era preciso fijar al volátil y huidizo mercurio para que la obra tuviese éxito. Era preciso retenerlo para evitar que desapareciese y se volatilizase. El mercurio era uno de los dos vapores que según Aristóteles existen bajo tierra. El otro es el azufre. En muchos textos de alquimia se insiste en que el mercurio es el esperma de los metales, un principio regenerador que favorece la transmutación, mientras que el azufre es un principio pasivo, a veces una impureza que es preciso eliminar para que la transmutación tenga éxito. Azufre y mercurio son los principios que forman los metales. Paracelso, en el Renacimiento, los reivindicó como los principios hipostáticos que constituyen el cuerpo humano y les añadió el principio salino: la sal, el azufre y el mercurio reemplazaron a los cuatro elementos tradicionales: agua, aire, tierra y fuego. Manuscrito alquímico griego con la imagen del Ouroboros, el dragón que se muerde la cola. Metaloterapia Los orígenes de la alquimia se vinculan con la metalurgia. Los señores del fuego son capaces de manipular y fundir los metales, decisivos en la historia de la humanidad. Los metales adquirieron un valor a la vez simbólico y real. El oro y la plata son los metales más preciados. Los alquimistas fueron deslumbrados por el valor de los metales, por el poder del oro. Quisieron obtener el oro perfecto, el oro filosófico, diferente del oro real, todavía imperfecto y sin las propiedades que atribuían al oro de los filósofos. Los alquimistas son los descendiente de los señores del fuego, de los herreros y metalúrgicos, de quienes pusieron el fuego al servicio de la civilización y de la industria. No se detuvieron ahí y dieron un paso más: transmutar los metales, sanarlos, perfeccionarlos. Los metales reales estaban enfermos y los alquimistas los curaban, los purificaban. También los hombres padecían enfermedades y podían ser sanados mediante los metales. La alquimia fue una farmacia subterránea, paralela al galenismo, una farmacia de la regeneración, que aportó a la farmacia tradicional el arte de la destilación y de la manipulación de los metales. Era una farmacia sagrada, vinculada con el valor simbólico de los metales. Para los galenistas, en cambio, los metales eran peligrosos por su elevada toxicidad y debían emplearse con sumo cuidado. Surgieron así dos farmacias: la galenista, vegetal, y la alquímica, metálica. Ambas vivieron separadas durante la Edad Media y convergieron en el Renacimiento, en buena parte gracias a la obra de Paracelso. VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005 Retorta en la que se desarrolla un niño, a partir de la unión de los contrarios en el fondo de la vasija. O F F A R M 85 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ÁMBITO FARMACÉUTICO Historia de la farmacia ➤ La interpretación junguiana C.G. Jung dio su propia interpretación de la alquimia, considerándola una parte de la historia de la espiritualidad, un fenómeno más psíquico que químico o farmacéutico. Jung se dio cuenta de que sus pacientes tenían en sus sueños imágenes análogas a las descritas por los alquimistas, y llegó a la conclusión de que la alquimia era un fenómeno transferencial: los alquimistas proyectaban al exterior los símbolos del proceso de individuación y creían estar haciendo química sagrada cuando en realidad estaban encontrando, en el exterior, los símbolos y arquetipos que mediante el psicoanálisis se consiguen integrar en la personalidad para avanzar hacia lo que Jung llamaba el Sí Mismo. Las analogías entre el opus alchimicum y el proceso de individuación son evidentes: en la alquimia, se parte de un metal enfermo, se vuelve a la materia prima original o nigredo, se reconstruye la forma metálica y Jung utilizó las imágenes del Rosarius Philosophorum para sostener que la alquimia era una psicología de la transferencia. mediante la piedra filosofal se alcanza la perfección del oro filosófico. En la psicología junguiana se parte del yo, se lo enriquece con los contenidos del inconsciente colectivo, se integra a la sombra en la personalidad y se renueva ésta avanzando hacia el Sí Mismo. Jung afirmó que la piedra filosofal era un símbolo del Sí Mismo y que la alquimia es el mejor ejemplo de cómo los contenidos inconscientes que no se integran en De la cosmología a la farmacia Los objetivos del alquimista procedían de una visión sagrada del mundo, de un proyecto redentor, pero la práctica alquímica daba por supuestos esos objetivos y consistía en química, si bien el alquimista quería que su química redimiese al hombre, mientras que los químicos producían objetos sin aspirar a una visión religiosa de su arte. Miles de alquimistas dedicaron su vida a la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir rojo, del oro filosófico. La alquimia empieza a desmoronarse cuando se cuestiona la teoría de los cuatro elementos y la ciencia se orienta hacia la experimentación. Entonces, la alquimia ya no está en consonancia con la visión científica y empieza a ser una extravagancia. Si los cuatro elementos no son los constituyentes exclusivos de los metales y los metales no son mezclas de cuatro elementos, entonces la transmutación es, a la vez, absurda e imposible. Boyle, en El Químico Escéptico, 1661, indica que la teoría de los cuatro elementos es insatisfactoria y que la química no ha de ser una química aplicada, sino una ciencia 86 O F F A R M la personalidad se proyectan en la materia dando lugar a fenómenos espirituales. Una explicación parecida considera que los símbolos centrales del cristianismo, como la Virgen María, el diablo y Jesucristo no son sino proyecciones al exterior de los símbolos del ánima, de la sombra y del héroe civilizador. La interpretación junguiana de la alquimia ha tenido seguidores entusiastas y firmes detractores. Los primeros han reducido la alquimia a psicología, y como los neojunguianos han derivado hacia el esoterismo, la alquimia ha pasado a enriquecer el variopinto universo de las energías alternativas y de los diferentes espiritualismos. Los detractores de la interpretación junguiana consideran que se trata de una explicación genial pero no por eso menos falsa. Jung realizó una interpretación ahistórica de la alquimia y cogió de ella lo que le interesó para elaborar su teoría, pero la alquimia no es sólo psicología. ■ que permita conocer las reacciones entre los elementos. Boyle sembró las dudas y los químicos posteriores, como Boerhaave y Lavosier, demolieron la ciencia que daba sustento a la alquimia. El proceso de decadencia de la alquimia fue largo y contradictorio. Robert Boyle, que asestó un severo golpe a la alquimia, no parecía ser consciente de ello. Defendió la posibilidad de la transmutación y sostuvo que prácticamente cualquier cosa podía hacerse de cualquier otra, una de las ideas centrales de la alquimia. Jamás cuestionó que los metales fueran compuestos y no desdeñó la posibilidad de la transmutación. Intercambiaba fórmulas secretas de alquimia con John Locke e Isaac Newton, dos ilustres autores aficionados al Arte de Hermes. Expulsada del pensamiento científico del que había formado parte, la alquimia se escinde en esoterismo y farmacia, dos ramas sin contacto alguno: el espiritualismo alquímico liberado del trabajo de laboratorio y el abandono del simbolismo para obtener, mediante la espagiria, nuevos medicamentos y enriquecer la farmacia obteniendo los principios activos o arcanos y eliminando de los materiales farmacéuticos los ingredientes inertes o perjudiciales. VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ÁMBITO FARMACÉUTICO Historia de la farmacia Ilustración del Rosarius Philosophorum, el león-mercurio devora al oro-sol. El hermafrodita, con atributos pertenecientes al rey rojo y la reina blanca, de cuya unión procede, acompañado del pelícano, el árbol de la vida y la serpiente domesticada. Dos mundos en apariencia antagónicos, que sin embargo derivan de un tronco común, constituirán dos fenómenos muy diferenciados: el esoterismo de los alquimistas tardíos y la espagiria de los farmacéuticos en busca de los principios activos de los metales y de las plantas mediante el empleo de la tecnología de procedencia alquímica, que utilizaba la destilación, la calcinación y la sublimación, procedimientos ajenos a la farmacia galenista. La quinta esencia de los tratados pseudolulianos es el alcohol, que enriqueció y renovó la farmacia medieval, pues a la extracción acuosa de los galenistas se añadió la extracción alcohólica procedente de los textos árabes y de los manuscritos pseudolulianos y de otros tratados de alquimia. El contenido farmacéutico del Liber de Quinta Essentia es considerable. Describe muchos medicamentos, que hay que disolver en alcohol y que los pacientes tienen que beberse. Además de remedios habituales, como el ruibarbo, la escamonea, el opio y la mandrágora, aplica la quinta esencia para curar enfermedades que carecían de medicación. Enumera remedios para recuperar la juventud, curar a los leprosos, paralíticos y endemoniados, e incluso hay una receta para sanar a los desahuciados, siempre que éstos no hayan fallecido todavía. Al valenciano Arnau de Vilanova, el médico más famoso de su época, médico de monarcas y papas, también se le han atribuido numerosos tratados de alquimia. En sus tratados auténticos emplea la medicación galénica, los vegetales descritos por Dioscórides y otros autores, y apenas aparecen los metales y los minerales. En las obras de alquimia que se le atribuyen se muestra partidario del empleo del oro alquímico y cree en la transmutación metálica y que los metales, mediante el arte alquímico, prolongan la vida. Hay frases del verdadero Arnau que contradicen al supuesto Arnau alquimista. En su Liber de vinis dice sobre el oro alquímico: «A causa de las materias agudas y extrañas a la naturale- Quintaesencias Ramon Llull rechazó en sus escritos la posibilidad de la transmutación, pero se le han atribuido más de setenta tratados de alquimia. Algunos no tienen nada que ver con la obra del mallorquín, pero otros son la aplicación a la alquimia del Ars Magna luliano, por lo que no es extraño que se los haya considerado obras de Llull. Son, sin duda, obras de algún alquimista admirador del mallorquín. Él no escribió las obras, pero son lulianas en el sentido de que sus verdaderos autores eran lulianos alquimistas, personas que después de leer a Llull pensaron que su Arte se podía aplicar a la alquimia. Los tratados de alquimia pseudoluliana buscan la transmutación y la obtención de medicamentos. Son textos muy orientados hacia la farmacia, que combinan la búsqueda de la transmutación metálica y la obtención de quintaesencias dotadas de efectos medicinales, parecidas a los arcanos de Paracelso. 88 O F F A R M VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ➤ za humana que entran en su sofisticación, resulta dañoso para el corazón y para la vida». El texto apócrifo Epistola alchimica ad regem neapolitanum, en cambio, es un encendido elogio de las virtudes medicinales del oro alquímico, convertido en panacea. Ramon Llull y Arnau de Vilanova no fueron alquimistas, pero siguen apareciendo como tales en muchas historias de la alquimia, un tipo de libros que no se caracteriza precisamente por su rigor. Los tratados de historia de la química y de la farmacia, más rigurosos, consideran apócrifos los textos de alquimia atribuidos a ambos autores. Contribución a la farmacia Las aportaciones de los alquimistas enriquecieron los mundos de la espiritualidad, de la química y de la farmacia. Sus repercusiones en el medicamento fueron de gran trascendencia. Favorecieron la búsqueda de los principios activos o arcanos y de ese modo contribuyeron a que la farmacia aportase medicamentos específicos contra una determinada enfermedad, combatida por el principio activo que la farmacia había aislado y depurado. Ampliaron los procedimientos de extracción y añadieron la extracción alcohólica a la extracción acuosa de los galenistas, por lo que contribuyeron al empleo en farmacia de las formas farmacéuticas alcohólicas. Emplearon la destilación, la calcinación y otros procedimientos químicos para obtener medicamentos. Renovaron la tecnología farmacéutica y ello dio frutos en dos direcciones: el empleo de la tecnología química para obtener medicamentos tradicionales —hasta la fecha sólo utilizados mediante la tecnología de los galenistas—; y el empleo, prometedor aunque temerario, de la metaloterapia por vía oral. Los galenistas eran partidarios del empleo de las plantas y eran reacios al uso de los remedios químicos por su elevada toxicidad. Sólo los utilizaban sin prevención en las enfermedades dérmicas, pues como los metales son fríos los creían adecuados para la administración tópica, pero su administración por vía oral era infrecuente. Los alquimistas, habituados a emplear metales y a esperar de ellos la redención y la salud, recomendaron su uso por vía interna y, aunque intoxicaron a sus pacientes, abrieron el camino hacia una tecnología farmacéutica capaz de modificar los metales y los minerales mediante el arte de la espagiria, para, separando lo puro de lo inerte y lo beneficioso y de lo tóxico, administrar metales y minerales. Hermetismo y sexualidad Muchas imágenes alquímicas están impregnadas de sexualidad y recurren a la cópula para expresar la unión de los opuestos. El rey rojo y la reina blanca se unen sexualmente para alumbrar el rebis, que se describe en las imágenes como un niño o como un hermafrodita. Algunas de esas escenas son de una considerable crudeza para le época y sólo se comprenden si se tiene en cuenta que la alquimia fue un arte secreto ajeno en buena parte a los criterios estéticos y morales del cristianismo. Los alquimistas derivaban del paganismo hermético, una filosofía de la naturaleza opuesta en muchos aspectos al cristianismo. Después de la coniunctio o cópula se alcanzaba la coronación de la obra, la aparición del hermafrodita, el hijo de los filósofos. La unidad primordial había sido restaurada mediante la conjunción de los opuestos, el misterio de la conjunción. VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005 Mujer desnuda reinando sobre el sol y la luna, el oro y la plata. Para el alquimista no hay una diferencia esencial entre el mundo animado y el inanimado. Todo tiene vida, el universo es un gran organismo viviente, todas las cosas tienen alma y están relacionadas entre sí. El mundo está animado, la piedra filosofal tiene vida y se representa como un homunculi, un niño obtenido en el laboratorio al que hay que alimentar para que crezca. También los metales tienen vida y están sexualizados. Los minerales son embriones o semillas que permanecen en tierra, madurando, transformándose lentamente en aquello que llegarán a ser con el tiempo. Las minas son úteros que albergan a los minerales y metales, que con el tiempo se transformarán en los metales perfectos, el oro y la plata, porque todas las cosas tienden espontáneamente a la perfección. Lo que detiene y dificulta el tiempo, lo acelera el arte, la alquimia. El alquimista aceleraba esa transformación y con su esfuerzo conseguía en poco tiempo lo que por sí mismo tardaría siglos: la perfección, la conversión de los metales en sus esencias, el oro y la plata. ■ O F F A R M 89 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ÁMBITO FARMACÉUTICO Historia de la farmacia Una química platónica Las personas materialistas creen que llegamos a adquirir la idea de la belleza a partir de la observación de cuanto nos parece atractivo. Las cosas bellas crean en nosotros la idea de la belleza. Los idealistas, entre ellos los seguidores de Platón, creían lo contrario: si una mujer nos parece hermosa y otra fea es porque tenemos previamente la idea de la belleza y unos seres se corresponden con esa idea y nos parecen bellos, mientras que otros, que no tienen las características que asociamos con el arquetipo de la belleza, nos parecen feos. El alquimista era un idealista de la acción, un pragmático de la quimera, un seguidor del platonismo que utilizaba la química y la farmacia para manipular las ideas, los arquetipos. Para seguir con el ejemplo de la belleza, un alquimista se apoderaba del arquetipo de la belleza, lo destilaba y sublimaba en su laboratorio, lo reducía a su forma primitiva y lo recreaba obteniendo finalmente su quintaesencia, convertida en algo material, que de ser ingerida, nos transformaría a todos, haciéndonos bellos. Una quimera que combina, de forma curiosa, el más crudo materialismo con el más absoluto idealismo. ■ Mercurio alado contempla al rey devorando a su propio hijo: el retorno a la materia prima original. Las aportaciones farmacéuticas de la alquimia no deben hacer creer que los alquimistas fueran solamente unos farmacéuticos extravagantes. Sus ideas eran incompatibles con la ciencia moderna, sus objetivos eran quiméricos, su rigor en la experimentación brillaba por su ausencia y su mezcla de idealismo y materialismo es una singularidad y una rareza. Que la alquimia es un fenómeno paradójico lo demuestra la atracción que ejerce todavía en la actualidad y que haya sido explicada por Jung como un proceso psicológico y no químico. De haber quedado recluida en el mundo de los símbolos, la alquimia habría sido un fenómeno espiritual más. Su tendencia a la verificación física de los símbolos y su práctica de laboratorio hicieron que la química y la farmacia aprovechasen parte del legado alquímico y se hayan beneficiado, como herederas, de un antepasado extravagante. También los alquimistas escribían recto con los renglones torcidos. ■ Bibliografía general Materialismo e idealismo: el poder de la naturaleza y las oraciones del sacerdote, o la obra representada en forma de misa. 90 O F F A R M Eliade M. Herreros y alquimistas. Madrid: Taurus; 1959. Esteva de Sagrera J. La química sagrada. De la alquimia a la química en el siglo XVII, Madrid: Akal; 1991. Esteva de Sagrera J. El empleo en España de los remedios químicos. En: La recerca a la Facultat de Farmàcia de Barcelona. PPU. 1996; 551-61. Esteva de Sagrera J. Historia de la farmacia. Barcelona: Masson; 2004. García Font J. La historia de la alquimia en España. Madrid: Editora Nacional; 1976. Holmyard EJ. Alquimia. Madrid: Redecilla; 1961. Jung CG. Psicología y alquimia. Buenos Aires: Santiago Rueda; 1957. Jung CG. Paracelsica. Buenos Aires: Sur; 1966. Jung CG. La psicología de la transferencia. Buenos Aires: Paidós; 1961. López Pérez M. Asclepio renovado. Alquimia y medicina en la España moderna (1500-1700). Madrid: Corona Borealis; 2003. Luanco JR. La alquimia en España. 2 vols. Barcelona: 1889-1897. Puerto J. El hombre en llamas. Paracelso. Madrid: Nivola; 2001. Puerto J. La panacea áurea. Alquimia y destilación en la Corte de Felipe II (15271598). Dynamis. 1997;17:107-40. Read J. Por la alquimia a la química. Madrid: Aguilar; 1959. Rey M. Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias. Madrid: Corona Borealis; 2002. Sherwood F. Los alquimistas. México DF: Fondo de Cultura Económica; 1957. Thorndike L. History of magic and experimental science. 8 vols. Nueva York: Columbia University Press; 1923-1958. VOL 24 NÚM 7 JULIO-AGOSTO 2005