BASES PARA UNA PASTORAL PENITENCIARIA INTEGRAL I.- FUNDAMENTO TEOLÓGICO El Dios que se revela en la Biblia es un Dios de Amor Liberador (Gn 3,15; 9, 17; Ex 3,7-9 et passim) que interviene en la historia para salvar y liberar, no para condenar ni privar de libertad al ser humano. Se muestra como el que hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y otorga la libertad a los cautivos (Sal 146,7 y 68,7). Esa es también la misión liberadora del Siervo del Señor que hace saltar los cerrojos de los cepos para sacar a los presos de la cárcel y del calabozo a los que viven en tinieblas (Is 49,9; 51,14; 56,1; 58,6; 61, 1 et passim). Toda la acción redentora y liberadora de Dios se consuma en Jesucristo. Desde su primera predicación pública (Lc 4,19) al anuncio de su juicio escatológico (Mt 25,31 ss.) hace referencias explicitas al infortunio de los encarcelados y a su necesidad de salvación religiosa y de solidaridad humana. Su solidaridad con las personas privadas de libertad llega al extremo de identificarse Él mismo con el encarcelado, no sólo porque padeció injustamente un proceso penal y posterior condena de muerte, sino porque no dudó en ponerse a la cola de los pecadores, hacerse uno de tantos e invitarnos a descubrir con la luz de la fe al Dios escondido en la carne maltratada y a contemplar el rostro de Cristo detrás de cada persona encarcelada.1 La acción de la Iglesia con las personas encarceladas es continuadora de las palabras y de los gestos del mismo Cristo que inició su vida adorado por pastores (mal vistos en su época) y la culminó muriendo entre ladrones. El mismo Señor había sido traicionado, arrestado, interrogado, torturado, juzgado, condenado y ejecutado. Pasó por todas las fases procesales como todos los reos y siendo de condición divina se despojó de su rango para hacerse uno de tantos (Flp 2, 6 ss.). Él actuó en los márgenes de la sociedad, pero no dejó de llamar al hondón del corazón de cada persona. Para la Iglesia, sacramento de salvación, son normativas sus palabras de perdón y liberación integral a los pecadores, su compasión para con los “heridos de la vida”2 y su escandalosa amistad con publicanos y pecadores. De parte de Dios, brindó a los pobres la más esperanzadora de las bienaventuranzas y “canonizó” personalmente a un peligroso delincuente condenado a muerte (Lc 23,43). En definitiva, el que Jesús pasase “por el mundo haciendo el bien, porque Dios estaba con Él” (Hch 10,38), constituye una referencia inexcusable en el quehacer de la Iglesia en el medio penitenciario. El mismo Cristo que perdona a la mujer adúltera (Jn 8, 1s.), cogida en un flagrante delito de difícil defensa jurídica, cuestiona el papel de los jueces sin misericordia, atados a las leyes humanas y aun religiosas, que desconocían que la compasión es la única medida de una ley que pretenda ser justa. (Cfr. CIC, cn. 1752: “Salus animarum, suprema lex”). Es la Palabra de Dios la que provocativamente llega a decirnos que “la misericordia se ríe del 1 Cf. Card. R. R. Martino, Discurso de apertura en el Congreso "Preservar la dignidad humana de cada persona, descubrir el rostro de Cristo en cada preso”, Ciudad del Vaticano, 2007. 2 Mensaje de Navidad de Juan Pablo II, 25 de diciembre de 2001,2. juicio” (Sant 2, 12-13). Por eso, celebra la alegría del perdón y cuestiona la cicatería justiciera del hermano menor (Lc 15,31) o de quien no deja al Señor “ser bueno” más que “justo” (Mt 15,20). En efecto, “Dios quiere salvar a todos sus hijos, especialmente a aquellos que, habiéndose alejado de Él, buscan el camino del retorno. El Buen Pastor sigue continuamente las huellas de las ovejas descarriadas” (MJ 1c) 3 y mira con infinita compasión a las que permanecen sin pastor que las atienda (Mt 9,36). En el culmen de su grandeza reconciliadora, convierte en primer testigo de su divinidad al ejecutor de su sentencia de muerte (Mt 15, 38). La Iglesia participa de la fuerza del Espíritu Santo y es consciente de que se trata de un Espíritu de libertad: “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gal 5,1). Por eso, desde Pentecostés se torna en sacramento de salvación y de liberación integral. Fiel a su misión, el mayor servicio que la Iglesia ofrece a los hombres y mujeres de todos los tiempos, de todas las latitudes y en todas las circunstancias, es el de evangelizarlos 4: llevar la Buena Nueva de Dios especialmente a quienes reciben malas noticias por diferentes razones, una de ellas, sin duda, es la privación de libertad. La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, afirma que la evangelización es para la Iglesia su “dicha y vocación propia... su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar”5. Para provocar el encuentro del hombre con Cristo, su cometido fundamental es “dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo, ayudar a todos los hombres a tener familiaridad con la profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús”.6 Es claro que los hombres y mujeres privados de libertad son destinatarios privilegiados, por razones teológicas, cristológicas, pneumatológicas y eclesiológicas, de la Buena Noticia consistente en anunciar la libertad a los cautivos (Lc 4,18). II.- LA PASTORAL PENITENCIARIA: ACCIÓN DE LA IGLESIA Pertenece a la esencia de la identidad eclesial la salvaguarda del depósito de la fe: el mensaje liberador del Evangelio y lo mejor de su tradición y de la Doctrina Social de la Iglesia en la defensa del Reino de Dios y de su justicia. Por tanto no es de extrañar el consejo a las comunidades cristianas “Acordaos de los presos como si estuvierais encadenados con ellos” (Hb 13,3). No extraña tampoco que desde el nacimiento de la Iglesia, la realidad de los encarcelados y perseguidos haya formado parte de sus atenciones prioritarias de todos los tiempos. En efecto, “la Iglesia reconoce en los pobres y en todos los que sufren la imagen de su Fundador... y abrazando a todos los afligidos se esfuerza en aliviar sus necesidades y servir en ellos a Cristo” (LG 8). En ese sentido, la acción pastoral es la continuación por la Iglesia del ejercicio del ministerio de 3 MJ se refiere siempre al importante Mensaje de Juan Pablo II para el Jubileo en las cárceles de julio del 2000. 4 Card. R. R. Martino, o.c. 5 Evangelii nuntiandi, 14. 6 Redemptor hominis, 10. Cristo, guiada por el Espíritu en incansable peregrinación hacia el Padre. Más en concreto, la Pastoral Penitenciaria tiene como meta hacer partícipe de la salvación que anuncia Jesucristo a los hombres y mujeres presos, posibilitando restaurarlos en Cristo en su dimensión personal, espiritual y comunitaria. Supone la acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo penitenciario por medio del anuncio del Evangelio, la celebración de la fe, y la vivencia de la caridad y de la justicia. Como acción apostólica de la Iglesia pone de manifiesto la misericordia de Dios privilegiando el servicio fraterno a “los más pobres de entre los pobres” privados de libertad. Evangelizarlos es hacer presente la fuerza transformadora y vivificante del Evangelio en su entorno. Como dice la Encíclica Deus Caritas est, "el amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, también el tiempo" (DCE 6); por eso, el “tiempo de condena es también un tiempo de Dios” (MJ 3c). De ahí que la Pastoral Penitenciaria, como toda acción pastoral eclesial, considera que el “hombre es el camino de la Iglesia” (RH 14; CA 53). Se trata de un "proceso que siempre está en camino" (DCE 17), y constituye mucho más que un sentimiento, o un mero chispazo (ibíd.). De manera sintética, Juan Pablo II concebía la Pastoral Penitenciaria como la acción evangelizadora de la Iglesia que pretende: llevar a los hombres y mujeres privados de libertad la paz y serenidad de Cristo resucitado (MJ 1-b).7 ofrecer a quien a quien delinque un camino de rehabilitación y reinserción positiva en la sociedad (MJ 5-b).8 hacer todo lo posible para prevenir la delincuencia (MJ 5-b).9 Su identidad eclesial se realiza y actualiza en la misión, a través del triple munus ecclesiae: anuncio de la Palabra, celebración de los sacramentos y servicio a la causa de la dignificación, liberación y redención de las personas encarceladas. 1ª. El anuncio de la Palabra, porque “la Palabra de Dios no está encarcelada” (2 Tm 2,8) y salva de “la pobreza del olvido de Dios” (TMA 52), permitiendo “el encuentro con cada ser humano, en cualquier situación en que se halle” (MJ 1c) y “profundizar su relación con Dios” (MJ 7d). Mensaje del Papa Juan Pablo II para el Jubileo en las Cárceles: “Pensando en estos hermanos y hermanas, mi primera palabra es desearles que Cristo resucitado, que entró en el Cenáculo estando las puertas cerradas, pueda entrar en todas las prisiones del mundo y encontrar acogida en los corazones, llevando a todos paz y serenidad” (1-b) 8 Ibid.: Estamos lejos aún del momento en que nuestra conciencia pueda permanecer tranquila de haber hecho todo lo posible para prevenir la delincuencia y reprimirla eficazmente, de modo que no siga perjudicando y, al mismo tiempo, ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y de reinserción positiva en la sociedad” (5-b) 9 Ibid.: “Según el designio de Dios, todos deben asumir su propio papel para colaborar a la construcción de una sociedad mejor. Evidentemente esto conlleva un gran esfuerzo incluso en lo que se refiere a la prevención del delito” (5-d) 7 2ª. La celebración de los sacramentos que continúan haciendo presente la acción redentora y libertadora del mismo Cristo, porque “el encuentro de Jesús con el hombre es su salvación. Una salvación que, por otra parte, es propuesta, no puede ser impuesta” (MJ 2a) 3ª. El ejercicio de la diaconía, que supone en nuestro caso la lucha por la justicia, la reivindicación incansable de los derechos humanos, y la liberación y dignificación de las personas presas en todas sus dimensiones materiales y espirituales desde el amor que “disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites y aguanta sin límites” (1 Cor 13,7). Se fundamenta en que “Jesús es compañero de viaje paciente, que sabe respetar los tiempos y los ritmos del corazón humano” (MJ 2a) acompañando a “cada uno a su propio ritmo a la salvación” (MJ 3b). La Pastoral Penitenciaria, como toda acción apostólica, considera que el “hombre es el camino de la Iglesia” (RH 14, CA 53). Por eso, en el caso de la persona presa, se trata del hombre entero, dotado de inquebrantable dignidad, titular de derechos inalienables y siempre perfectible (el ser humano siempre es mucho más que su comportamiento, por terriblemente dañino que haya sido). Para la Iglesia, nadie hay definitivamente perdido. La persona que yerra gravemente supone un reto para su acción evangelizadora (Lc 15,4) que sabe que siempre y hasta el final Dios regala una oportunidad a cada ser humano para abrir su corazón a un amor siempre más grande que su comportamiento, pues "la dignidad del preso es siempre mayor que su culpa" 10. Ciertamente, “redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial, es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante que la Iglesia está llamada a realizar” (Christifideles Laici 37). III.- ARTICULACIÓN DE LA PASTORAL PENITENCIARIA. La Pastoral Penitenciaria es de una acción de la Iglesia Católica en cuanto que el sujeto que la desarrolla es la Iglesia misma. Como toda acción pastoral, su ejecución reclama una adecuada articulación que permita el cumplimiento de sus fines. En el caso de la Iglesia local, el Obispo de la Diócesis es su último responsable, aunque habitualmente delegue en un responsable diocesano, encargado a su vez de animar y coordinar la acción de los capellanes y de los voluntarios cristianos de las capellanías de cada centro penitenciario o de quienes se ocupen de las personas encarceladas de la Diócesis internadas en otros lugares. Para una adecuada articulación de la Pastoral Penitenciaria en el ámbito de la Diócesis, será conveniente tomar en consideración los siguientes aspectos: 1º) Se trata de una pastoral integral en cuanto que responde a los requerimientos del ser humano globalmente considerado. Trata de atender 10 Card. D. Castrillón, Seminario Internacional de marzo de 2005 sobre los Derechos Humanos de los presos: "Preservar la dignidad humana de cada persona, descubrir el rostro de Cristo en cada preso”. primariamente a sus necesidades religiosas y espirituales, pero también a las sociales, a las jurídicas o de cualquier otra índole, de modo que, efectivamente, el tiempo de privación de libertad sea un tiempo de Dios (MJ 3c). En efecto, la Pastoral Penitenciaria como reflejo de ese amor de Dios hacia los encarcelados se dirige al hombre y a la mujer presos tomados en su integridad y en las circunstancias concretas en que se encuentran. Es lo propio del amor, "abarcar al hombre en su integridad", por ello considera “todas las potencialidades del hombre" (DCE 17) sabiendo que "nunca se da por concluido y completado". "El amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres" (DCE 19). Muy bien lo decía también el Concilio: "La acción caritativa puede y debe abarcar hoy a todos los hombres y todas sus necesidades" (AA 8). Se trata, en suma, de constituir una auténtica Buena Nueva para el encarcelado, aportándole “ayuda material y sosiego del alma (DCE 28b), sin olvidar que, como toda promoción humana, "debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre" (GS 76). 2º) Ha de ser una acción pastoral integrada. Consiguientemente, no debe entenderse a modo de mundo aparte, sino que ha de estar integrada en la Pastoral de Conjunto de la Diócesis, implicando sus distintos niveles (parroquias, arciprestazgos, delegaciones, vida consagrada, movimientos, etc.). La Exhortación postsinodal Sacramentum Caritatis 59, señala la necesidad de los presos de "sentir la cercanía de la comunidad eclesial”. Por eso, dice el Papa: "pido a las Diócesis que, en lo posible, pongan los medios para una actividad pastoral que se ocupe de atender espiritualmente a los presos” (ibid.). Ésta si quiere superar el asistencialismo habrá de trabajar para un cambio profundo en el planteamiento general. Este cambio habrá de ser ideológico, social, político, jurídico y eclesial. 3º) Supone una actuación eclesial continuada. Ello presupone que la situación de la persona en prisión es necesariamente provisional. Por ello, hay que intentar, primero de todo, que no entren en la cárcel atendiendo a las causas socioeconómicas facilitadoras de su ingreso (prevención), que reciban la mejor atención una vez dentro (intervención penitenciaria) y que se asegure que no vuelvan a entrar y normalicen por completo su vida (reinserción social). Ello reclama una “nueva imaginación de la caridad” (NMI 50) y “un replanteamiento de cara a una cierta revisión” (MJ 3-c) para lograr “un cambio de mentalidad” (MJ 6-a) repensando la cárcel y el resto de instituciones jurídicas, así como la propia pastoral penitenciaria, desde fuera de la misma cárcel. Si ciertamente la pastoral penitenciaria se origina en la cárcel, ésta no se entiende sólo desde la prisión, ni, por consiguiente, su acción pastoral se agota en ella. Se trata de poner en acto y diacrónicamente la misericordia de Dios, “siempre nueva en sus formas”, que ayuda a ser creativos y a generar “nuevas ocasiones de recuperación para cada situación personal y social, aunque aparentemente parezca irremediablemente comprometida” (MJ4b). 4ª) Finalmente, reclama articulación con otros actores desde su apuesta por el diálogo universal: “La Iglesia se hace diálogo” (Ecclesiam Suam 29). En el caso de la Pastoral Penitenciaria, este diálogo se desarrolla no solo con sus interlocutores “naturales” (las personas presas), sino también con otras confesiones religiosas y aun con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que se empeñan en humanizar el sistema penal y penitenciario y asegurar la vigencia de los Derechos Humanos. De manera singular son interlocutores privilegiados las víctimas de los delitos, necesitadas de no menor soporte humano y conforto espiritual. Del mismo modo, el diálogo fraterno se mantiene con las personas que trabajan en la prisión y con las autoridades políticas, policiales, judiciales y penitenciarias con el fin de avanzar hacia el sueño de Dios: otorgar auténtica libertad integral a todos “los que habitan en las mazmorras” (Is 42,7). Por esta razón, el talante dialogal, la interdisciplinariedad, la apertura al diferente, la flexibilidad y la buena disposición a la coordinación con otras iniciativas (“nihil humanum alienum est ecclesiae”) sirven para articular eficazmente de esta acción pastoral sectorial de la Iglesia Católica. Organizativamente, la Pastoral Penitenciaria se articula en tres niveles territoriales: el primero, vinculado a la Conferencia Episcopal del Estado, el segundo, dentro de la Diócesis, y el tercero, ubicado en el centro penitenciario concreto: a) El Departamento o Secretariado de Pastoral Penitenciaria integrada en la Comisión correspondiente de la Conferencia Episcopal Estatal tiene como fines: promover el compromiso cristiano con el mundo marginal penitenciario, potenciando los servicios y personas que, como instituciones y miembros de la respectiva Iglesia Diocesana, trabajan en la pastoral penitenciaria e impulsar el desarrollo de la pastoral penitenciarias en las prisiones, en las parroquias y en las Diócesis, a fin de que la levadura del evangelio recorra aguas arriba, desde su desembocadura en la cárcel, el largo rio penitenciario, ayudando a superar las dolorosas secuelas de tantas familias rotas y desestructuradas y las situación de marginación social en que malviven tantos seres humanos. b) La Delegación Diocesana de Pastoral Penitenciaria es un organismo diocesano, no jurídico sino funcional, que colabora con el obispo en la dirección, promoción y coordinación de la actividad pastoral en todas las dimensiones del mundo penitenciario. Entre otras tareas, le representa ante las instituciones eclesiales y civiles, da a conocer a la Diócesis el Proyecto Diocesano de Pastoral penitenciario, promueve recursos personales y materiales para desarrollarlo, promueve la colaboración con otras instituciones (eclesiales y no eclesiales), procura la formación específica de los agentes de esta pastoral, sirve de puente entre la cárcel y la sociedad, coordina los recursos, actividades y servicios de las instituciones y personas que desempeñan misión pastoral penitenciaria en el ámbito de la prevención, en el de la detención / internamiento / prisión o en el de la reinserción, atiende a las familias de personas privadas de libertad que soliciten ayuda, y acoge a las víctimas de los delitos a través de servicios de mediación, reparación y reconciliación. c) La Capellanía penitenciaria es la comunidad o grupo de fieles cristianos internados temporalmente en un establecimiento penitenciario, constituida de modo estable, como grupo especial en la parroquia en cuya demarcación se halla el establecimiento penitenciario y encomendada por el obispo diocesano a un capellán. IV. NOTAS DE LA PASTORAL PENITENCIARIA Algunas notas características de la acción pastoral de la Iglesia en su cometido penitenciario pueden concluirse del Mensaje del Papa Juan Pablo II para el Jubileo en las cárceles (MJ): Pastoral de encuentro personal : o “Cristo busca el encuentro con cada ser humano, en cualquier situación en que se halle” (1-c) o “Jesús es un compañero de viaje paciente, que sabe respetar los tiempos y ritmos del corazón humano, ...” (2-a) o “Se trata de un camino a veces largo, pero ciertamente estimulante, porque no se recorre en solitario, sino en compañía y con el apoyo del mismo Cristo” (2-a) Pastoral de Libertad: o “El objetivo del encuentro de Jesús con el hombre es su salvación. Una salvación que, por otra parte, es propuesta, no impuesta” (2a). Es una pastoral liberadora, vivificadora que posibilita la rehabilitación personal espiritual y humana del recluso. Jesús ofrece la auténtica libertad a todos los seres humanos, prescindiendo de condición circunstancias personales (Gal 4,1-8). De ahí que la Pastoral penitenciaria asuma el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total” (EN 30). Pastoral de Integración: o “En este sentido, llega un llamamiento enérgico desde innumerables cárceles diseminadas por todo el mundo, donde están segregados millones de hermanos y hermanas nuestros” (6-a) o “... ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y de reinserción positiva en la sociedad” (5-b) o “La exigencia humana de alcanzar un equilibrio interior también en esta difícil situación puede encontrar una ayuda decisiva en una fuerte experiencia de fe” (2-c) Pastoral de Comunión: o “Pensando en estos hermanos y hermanas ...” (1-b) o “... llega un llamamiento enérgico desde innumerables cárceles diseminadas por todo el mundo, donde están segregados millones de hermanos y hermanas nuestros” (6-a) o “A los reclusos y a las reclusas de todas las partes del mundo les aseguro mi cercanía espiritual, saludando a todos con un abrazo espiritual como hermanos y hermanas en humanidad” (7-g) Pastoral de Esperanza: o “Cristo espera del hombre una aceptación confiada, que abra la mente a decisiones generosas, orientadas a remediar el mal causado y a promover el bien” (2-a) o “ ... por un lado, el Jubileo quiere ayudarnos a vivir el recuerdo del pasado aprovechando experiencias vividas; por otro, nos abre al futuro en el cual el compromiso del hombre y la gracia de Dios deben construir juntos lo que queda por vivir” (2-b) Pastoral de Animación y Promoción: o “Jesús es un compañero de viaje paciente, que sabe respetar los tiempos y ritmos del corazón humano, aunque no se cansa de animar a cada uno en el camino hacia la meta de la salvación” (2a). ● Pastoral del perdón. La pastoral penitenciaria, es pastoral de la misericordia. La misericordia auténticamente cristiana es [...] por consiguiente también la encarnación más perfecta de la justicia”. (Dives in Misercordia,14). El Señor no la recomienda o aconseja. El Señor la manda: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc, 6,36). Para que sea autentica misericordia ha de practicarse sin distinción de personas, a semejanza del Padre celestial.11 ●Pastoral de la Justicia reconciliadora. Finalmente, aunque no se nombre explícitamente late por debajo del mensaje Papal la idea de una Pastoral que promueva la justicia restaurativa o reconciliadora más centrada en la reparación del daño y en la responsabilización del infractor que en el castigo meramente retributivo. “La justicia restaura, no destruye; reconcilia en vez de incitar a la venganza” exclamó con voz firme Juan Pablo II en el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, 1998, nº 1. “Bien mirado, su raíz última se encuentra en el amor, cuya expresión más significativa es la misericordia. Por tanto, separada del amor misericordioso, la justicia se hace fría e hiriente” (ibid.)12 Ello supone un cuestionamiento de la utilización de la prisión, e incluso de la prisión misma, pues, en último término, “Los poderes públicos... no son señores del tiempo del preso”(3a). Aún más explícitamente, lo sintetiza el Compendio de 11 R. R. Martino la DSI: “La finalidad a la que tiende <la pena> es doble: por una parte, favorecer la reinserción de las personas encarceladas; de otra parte, promover una justicia reconciliadora, capaz de restaurar las relaciones de convivencia armoniosa rotas por el acto criminal” (CDSI 403,1). V. OBJETIVOS GENERALES DE LA PASTORAL PENITENCIARIA El objetivo último consiste en evangelizar al mundo penitenciario, anunciando la liberación integral a los cautivos, colaborando en la formación de su conciencia, en la vivencia de la fe y en su promoción humana integral, con miras a la formación de comunidades cristianas vivas, solidarias y participativas integradas plenamente en la Iglesia particular. Para el Papa Juan Pablo, II la Pastoral Penitenciaria tiene como objetivos: Ofrecer la salvación traída por Cristo, para que produzca abundantes frutos de bien según el designio de Dios, que quiere salvar a todos sus hijos (Cf. 1-c). Contribuir al establecimiento de procesos de redención y de crecimiento personal y comunitario fundados en la responsabilidad (Cf. 5-d). Procurar la abolición, en las legislaciones de los Estados, de las normas contrarias a la dignidad y a los derechos fundamentales del hombre (Cf. 6-a). Teniendo en cuenta las características señaladas de una Pastoral Penitenciaria bien articulada e integral y, sobre todo, considerando el despliegue a lo largo del tiempo que esta acción de la Iglesia reclama, se pueden señalar tres grandes objetivos generales abarcantes de los diferentes momentos de esta Pastoral: 1.- Procurar que entren en prisión los menos posibles (PREVENCIÓN). Ello requiere el compromiso de la Iglesia con la justicia, pues la acción evangelizadora es “la promoción de una liberación integral de la persona, en su dimensión terrena y trascendente, contribuyendo así a la construcción del Reino último y definitivo” (DP 475 CELAM). Por consiguiente, “el mejor servicio que puede prestarse al hermano es la evangelización que lo libera de las injusticias, lo promueve integralmente y le dispone a realizarse como hijo de Dios” (DP 1145). Igualmente, el Sínodo de los Obispos de 1971 reconoce que “la acción a favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva” (Intr. f). Jesus no se limitó al anuncio de una Buena Noticia, sino que buscó que esa Buena Noticia se convierta en Buena Realidad. No se limitó a hablar del Reino de Dios y de su justicia, sino que se esforzó porque esa justicia se implantase en la humanidad.13 En ese sentido, como recuerda Juan Pablo II, “estamos lejos aún del momento en que nuestra conciencia puede permanecer tranquila de haber hecho todo lo posible para prevenir la delincuencia […]; según el designio de Dios, todos deben asumir su propio papel para construir una sociedad mejor”(MJ 5b y d). Sin duda, uno de los desafíos más urgentes de la pastoral penitenciaria es la defensa de los derechos humanos de las personas privadas de su libertad, como obra de misericordia de vital importancia14. El respeto efectivo de los derechos económicos, sociales y culturales, el apoyo a la familia, a las madres solteras y a las desestructuradas constituyen las mejores y más eficaces actuaciones preventivas de la criminalidad. 2.- Tratar de que aquellos que entraron en la cárcel, estén el menor tiempo posible, en las mejores condiciones de vida posibles, evitando el “riesgo de despersonalización” viendo atendidas todas sus necesidades materiales y espirituales (INTERVENCION PENITENCIARIA). La Iglesia habrá de llevar a las personas privadas de libertad “paz y serenidad” y con toda la sociedad tendrá que ofrecerles “un camino de rehabilitación”, pues “abstenerse de acciones promocionales en favor del recluso significaría reducir la prisión a mera retorsión social, haciéndola solamente odiosa” (MJ 1b, 5b, 4b). 3.- Esforzarse en que los egresados no vuelvan más a la cárcel (REINSERCIÓN). La represión de los delitos que una sociedad segura reclama no sólo no es incompatible con la búsqueda de la pronta normalización social de los infractores, sino que más bien la exige. Por ello, al tiempo que sanciona la conducta socialmente desviada, debe “ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y de reinserción positiva en la sociedad” (MJ 5b). Para ello, habrá de lograr que funcionen “las estructuras que deberían ayudar a quien sale de prisión, acompañándolo en su nueva inserción social” (MJ 6c). VI. ÁMBITO Y OBJETIVOS ESPECÍFICOS DE LAS ÁREAS DE LA PASTORAL PENITENCIARIA El ámbito de la Pastoral Penitenciaria se extiende a calabozos, depósitos de detenidos, penitenciarías, centros de internamiento de extranjeros, centros de refugiados, centros de cumplimiento de medidas de seguridad, centros de J. A. PAGOLA, “Iglesia Diocesana y prisión”, en Corintios XIII 41 (1986) 125. Cf. Actas del Seminario Internacional sobre los Derechos Humanos de los Presos, organizado conjuntamente por el Pontificio Consejo «Justicia y Paz» y la Comisión Internacional de la Pastoral Penitenciaria Católica, Roma, 1 – 2 de marzo de 2005. 13 14 privación de libertad y, en general, a todos aquellos espacios en que se encuentran las personas involuntariamente privadas de libertad. Si el Ministerio de la Palabra y de los Sacramentos reclaman el concurso de creyentes bien formados, de hondo calado espiritual y profunda calidad humana, la Diaconía al servicio de la dignificación y la liberación integral de la persona exige la participación de trabajadores sociales, juristas y otros profesionales voluntarios cristianos que ayuden en el ministerio de la redención de los cautivos. Ello justifica que en algunos lugares el Departamento de Pastoral Penitenciaria dependa por completo de la Conferencia Episcopal, y en cada Diócesis de su Obispo, y articule su trabajo en torno a tres áreas, al frente de cada cual sitúa a una persona competente : a) Área religiosa (atención espiritual, celebración de la fe, formación teológico-pastoral), b) Área social (programas de promoción humana y reinserción), c) Área jurídica (Defensa de los Derechos Humanos, orientación jurídica, propuestas de legislación, desarrollo de programas de mediación penal, etc.) . Se trata de cumplir una tarea mucho más amplia y compleja de lo que parecería a simple vista: “En este campo, es importante la actividad que los capellanes de las cárceles están llamados a desempeñar, no sólo desde el punto de vista específicamente religioso, sino también en la defensa de la dignidad de las personas detenidas” (CDSI 403,2) En general, el AREA RELIGIOSA deberá: -Constatar, evaluar y atender las necesidades espirituales de los hombres y mujeres presos. -Promover y facilitar la vivencia de la fe y la reconciliación de las personas en el ámbito penal y penitenciario. -Preparación y celebración de los sacramentos. -Promover y facilitar estudios teológicos que fundamente, orienten y animen la Pastoral Penitenciaria. A tal fin será conveniente la implicación de teólogos, pastoralistas y la comunidad universitaria. -Procurar el diálogo ecuménico e interreligioso para mejor atender las necesidades religiosas de las personas encarceladas. Por su parte, el AREA SOCIAL procurará: -Cuando fuera preciso, asegurar que se hagan llegar los mínimos vitales a las personas privadas de libertad. -Promover y/o desarrollar programas de promoción humana y preparación para la vida en libertad. -Promover y/o gestionar recursos para la reinserción social. -Promover y posibilitar la aplicación de alternativas a las penas de prisión. -Detectar los cambios de perfil en las personas encarceladas y sus necesidades específicas (extranjeros, enfermos mentales, discapacitados, etc. -Desarrollo de programas específicos para colectivos vulnerables. Por la suya, el AREA JURIDICA deberá: -Garantizar los derechos humanos de las personas presas. -Procurar la efectividad del derecho a la defensa en todas las fases de la ejecución penal. -Promover cambios legales, en particular contra la pena de muerte, las condenas desmesuradas y a favor de las alternativas a la prisión. -Extender la idea de la justicia reconciliativa o restauradora, impulsando medidas como la mediación penal. -Involucrar a la comunidad jurídica (jueces, abogados, fiscales, profesores y alumnos de Derecho) en la humanización del sistema penal y penitenciario. Atendiendo a los momentos en que se despliega la acción de la Pastoral Penitenciaria (antes, durante y después de la privación de libertad) y considerando las áreas que le sirven de desarrollo, a la luz del magisterio pontificio, se consideran los siguientes OBJETIVOS ESPECÍFICOS: * PREVENCIÓN O PRE-PRISIÓN ÁREA DE LO PASTORAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Colaborar en la construcción de una sociedad mejor previniendo el delito” (MJ 5-d). o Contribuir al establecimiento de procesos de redención y de crecimiento personal y comunitario fundados en la responsabilidad. (MJ 5-d). ÁREA DE LO SOCIAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Contribuir en un cambio de mentalidad que favorezca una conveniente adaptación de las instituciones jurídicas (MJ 6-a). o Favorecer una valoración serena del funcionamiento de las instituciones penales y de los los fines que la sociedad se propone para afrontar la criminalidad (MJ 7-a). o Fomentar iniciativas para una renovación mentalidad y de las instituciones (MJ 7a). auténtica de la ÁREA DE LO JURÍDICO: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Colaborar en dar forma jurídica a procesos de redención y crecimiento y en la adecuación del sistema penal a la dignidad de la persona humana y sus derechos fundamentales (MJ 5-b). o Animar la revisión del sistema carcelario para adecuarlo cada vez más a las exigencias de la persona humana e impulsar el recurso más frecuente a penas que no priven de libertad (MJ 7-b). * PRISIÓN “Las dificultades vividas en el complejo mundo de la justicia y, más aún, el sufrimiento que hay en las cárceles, manifiestan que todavía queda mucho por hacer” (MJ 5-b) ÁREA DE LO PASTORAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS Favorecer un encuentro con Cristo que facilite decisiones orientadas a remediar el mal causado y a promover el bien (MJ2-a) o Facilitar la vivencia de la cárcel como tiempo de Dios, ocasión de verdad, de humildad, de expiación y también de fe” (MJ 3-a) o Posibilitar que las personas presas se involucren en proyectos de solidaridad y de caridad (MJ 7-d) ÁREA DE LO SOCIAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Favorecer la personalización del individuo, el progreso en el descubrimiento gradual de la verdad sobre sí mismo y acelerar su paso hacia la salvación (3-b) o Favorecer los contactos regulares de los presos con su familia y los seres queridos” (6-c) o Prever iniciativas concretas que permitan a los detenidos desarrollar actividades que faciliten su reinserción, acompañamiento y estrategias que la conviertan en lugar de redención” (7-c) ÁREA DE LO JURÍDICO: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Colaborar en la adecuación de las estructuras carcelarias y en la revisión de la legislación penal” (6-a) o Favorecer en la sociedad civil, las autoridades y los juristas la reflexión sobre el sentido de la pena y abrir nuevos horizontes para la colectividad” (5-a) * REINSERCIÓN SOCIAL O POST-PRISIÓN “El compromiso del hombre y la gracia de Dios deben construir juntos lo que queda por vivir” (MJ 2-b) ÁREA DE LO PASTORAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Crear nuevas ocasiones de recuperación para cada situación personal y social (MJ 4-b) ÁREA DE LO SOCIAL: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Prevenir la delincuencia y reprimirla eficazmente o Ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y de reinserción positiva en la sociedad (MJ 5-b) o Favorecer el desarrollo de la reflexión sobre la reinserción positiva ÁREA DE LO JURÍDICO: OBJETIVOS ESPECÍFICOS o Facilitar los contactos regulares con su familia y los seres queridoso Estimular la capacidad de ayuda reinsertadora de las estructuras y acompañar a quien sale de prisión en su nueva inserción social” (MJ 6-c) En Conclusión: la Pastoral Penitenciaria es una pastoral sectorial especializada a través de la cual la Iglesia particular, presidida por el Obispo, anuncia la Buena noticia a los encarcelados, desplegando su acción antes y después de la privación de libertad, procurando dar cobertura a las necesidades básicas del ser humano en todas sus dimensiones.