TITLE: ENCIERRO Y RESISTENCIA EN LAS CARCELES DE MUJERES EN ARGENTINA AUTHORS: Marcela Nari, Andrea Fabre, Silvia Hauser, Nilda Calandra, Noemí Fraguas y Jacqueline Friedman AFFILIATON: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires PREPARED FOR DELIVERY AT THE 2000 MEETING OF THE LATIN AMERICAN STUDIES ASSOCIATION, HYATT REGENCY HOTEL MIAMI, MARCH 16-18, 2000 Esta investigación comenzó en 1994 cuando un grupo de egresadas de la Carrera de Especialización en Estudios de la Mujer de la Universidad de Buenos Aires (UBA) decidimos conformar un grupo de investigación al que denominamos Taller de Estudios de Género. Nos reunía una preocupación política e intelectual por la situación actual de las mujeres en Argentina, y los diferentes campos científicos de los que proveníamos (sociología, medicina, psicología, letras, historia, luego se incluyó una antropóloga) nos daban confianza para abordar un tema, una cuestión en común. Ese mismo año, comenzaba a implementarse el Programa UBA XXII (que posibilita el cursado de carreras universitarias en las cáceles) en el Instituto Correccional de Mujeres, Unidad 3 del Servicio Penitenciario Federal (SPF), ubicado en la localidad de Ezeiza. Desde hacía nueve años, el Programa funcionaba en dos cárceles de varones de la ciudad de Buenos Aires (Devoto y Caseros). Una de nosotras era la encargada de organizarlo y ponerlo en funcionamiento. Uniendo intereses y expectativas, decidimos presentar a la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (convocatoria 1994-1997) un proyecto de investigación acerca de la educación en las cárceles de mujeres en mayo de 1994. Antes de conocer los resultados de la convocatoria, buscamos la oportunidad de realizar un taller de reflexión con las internas dentro de la cárcel de Ezeiza. El taller se efectivizó con las alumnas de UBA XII y realmente fue una experiencia muy provechosa para comenzar a conocer y comprender las preocupaciones y necesidades de las mujeres encarceladas. El proyecto de investigación fue aprobado por la UBA, pero sin finaciamiento, con el rótulo FI 223 y el Area Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (ahora Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género) de la Facultad de Filosofia y Letras de la UBA fue nuestro lugar de trabajo. Nuestro primer objetivo había sido investigar, analizar y evaluar las actividades educativas que se desarrollaban en el Instituto Correccional de Mujeres de Ezeiza, y qué motivaba o qué desalentaba a las mujeres a concurrir a dichas actividades. Para ello, era necesario conocer los intereses y expectativas de las internas y si las ofertas educativas respondían o no a ello; y los factores de la vida carcelaria que influían en el acceso o deserción de las internas a dichas actividades. Sabíamos, en la práctica, que el nivel de deserción era alto y, por lo tanto, nos interesaba conocer cuál era la concepción educativa del SPF y cómo se llevaba a cabo; así como evaluar la influencia de la situación objetiva y subjetiva del encierro en las internas y en su posible disposición a iniciar o retomar actividades educativas. Sin embargo, los resultados del primer taller en la carcel y la ausencia de investigaciones acerca de la vida cotidiana en las cárceles de mujeres en Argentina, reformularon nuestras ideas originales más hacia el estudio del contexto, de la cárcel, de la vida en la cárcel, que hacia el análisis de las actividades educativas en si. En realidad, no las abandonamos pero comprendimos que era necesario indagar acerca de otras cuestiones como salud, trabajo, comunicaciones con el exterior, sexualidad, hijos, relaciones entre mujeres presas, etc., para poder acercarnos mejor incluso a la dinámica de las actividades educativas. En el marco de la educación formal, el SPF solamente implementa los estudios primarios obligatorios dentro de la unidad. Los estudios secundarios no están desarrollados, a pesar de que ha habido algunos intentos por lograrlo. En ese sentido, las propias internas con educación media completa ofician como monitoras preparando a sus compañeras para rendir en calidad de libres las materias correspondientes al bachillerato 1 común en una escuela cercana. Otras actividades educativas están constituidas por los talleres de laborterapia, donde las internas realizan trabajos de artesanía, tejido, adornos infantiles, etc. Los productos son comercializados por el SPF, pero las internas no reciben ningún tipo de peculio en retribución por su producción. En ocasiones, ellas canjean esos productos por artículos personales de primera necesidad. Por último, están los cursos organizados por el Consejo Nacional de Educación Técnica, mediante los cuales se pretende brindar algún tipo de capacitación en diversos oficios. La enseñanza técnica que reciben las mujeres en la cárcel se limita a actividades tradicionalmente femeninas, como tejido y peluquería o a la manufactura de productos de escaso requerimiento en el mercado, como la confección de tarjetas de salutación, entre otros. Finalmente, la UBA dicta el Ciclo Común Básico de ingreso, la carrera de Sociología, cursos de idiomas y talleres extracurriculares (por ejemplo, teatro). Con respecto a nuestra metodología de investigación, básicamente trabajamos con entrevistas semiestructuradas en profundidad a internas, realizadas fuera del penal, y al personal profesional, de seguridad y jerárquico del SPF dentro de la Unidad, y con talleres de reflexión para las internas. No fue fácil realizar la investigación. Tuvimos muchas trabas. Los talleres fueron dificiles de implementar. Algunos, aún avalados por el Ministerio de Justicia de la Nación, no pudieron realizarse. Los pedidos no eran rechazados pero su implementación se demoraba hasta el infinito. Las entrevistas a las internas decidimos realizarlas fuera de la carcel, con mujeres que recién habían salido o que tenían salidas condicionales para trabajar, por dos motivos: era más práctico, evitábamos la burocracia del pedido, la demora y la incertidumbre; y comprobamos que se desarrollaban en un ambiente de mayor confianza, menos controlado, en donde podía generarse un mejor vínculo para la entrevista (APENDICE 1: MODELO DE ENTREVISTA). Los talleres de reflexión consistieron en experiencias prolongadas (entre cuatro y seis horas) y solo pudimos realizarlos con presas-alumnas de la Universidad de Buenos Aires. Estuvieron rodeados de experiencias de huelgas de hambre y motines en las cárceles argentinas en lucha por conseguir un plazo máximo para que los presos procesados tengan una sentencia firme, por mejorar las condiciones de vida en el contexto de crecimiento notable del número de presos, especialmente entre las mujeres. A pesar de las interrupciones por parte del personal del SPF y el clima generalizado de control y encierro (los talleres se realizaron en el espacio que cuenta la Unidad 3 para las tareas educativas), pudo generarse una relación fluida y positiva entre las internas, y entre las internas y nosotras (APENDICE 2: METODOLOGIA DE TALLERES). A pesar de mantener estructuras similares, los talleres tuvieron características y objetivos diferentes: en un primer momento, nuestro objetivo fue conocer las necesidades y preocupaciones de las mujeres encarceladas. Más adelante, indagar en relación a situaciones conflictivas y favorecer el aprendizaje de metodologías de resolución de conflictos. Además, de acercarnos a una valiosa información, los talleres constituyeron un espacio de contención que permitió generar un clima de confianza y contribuyó a mejorar la comunicación entre las mujeres. Finalmente, se realizaron entrevistas a agentes del SPF, tanto del cuerpo profesional como de seguridad y autoridades. También se trataba de cuestionarios semiestructurados en donde se les indagaba acerca de sus trabajos, relaciones con las internas, los objetivos de la institución, formación y capacitación personal (APENDICE 3: MODELOS DE ENTREVISTAS). Además de las entrevistas, tuvimos una reunión grupal 2 con el personal jerárquico y profesionales de la Unidad 3 del SPF en donde nos informaron acerca de los objetivos y dinámica de la institución y sus visiones de las mujeres encarceladas. También nos ofrecieron una visita guiada por los pabellones de presas de buena conducta, de madres (Unidad 31, Ezeiza) y del Centro de recuperación de drogadependientes. Como adelantamos, realizar esta investigación no fue, de manera alguna, una tárea fácil. Por un lado, se trata de una temática escasamente explorada, hasta hace poco desconocida, y doblemente silenciada por tratarse de mujeres y estar presas. En Argentina, los estudios existentes han tomado como parámetro las experiencias y características de la población carcelaria masculina. Por lo tanto, nuestras conclusiones serán muy básicas a la luz de la experiencia de investigación de otros países. Por otro lado, lo poco o mucho concretado por el grupo de investigación, fue efectivizado sin contar con apoyo económico alguno y debiendo enfrentar a una institución (como el SPF) que presenta altas resistencia a la penetración y exploración. Con este equipaje y estas dificultades, en esta ponencia nos proponemos reflexionar sobre los componentes del encierro carcelario, los espacios y tiempos en el adentro, sus efectos sobre la vida cotidiana y sobre la subjetividad de las mujeres presas, sus estrategias de adaptación y de resistencia. En consecuencia, hemos dividido el trabajo en tres partes: 1] el encierro carcelario y su sentido en nuestra sociedad; 2] los efectos del encierro en la vida cotidiana de las mujeres presas; 3] las prácticas y estrategias de resistencia de estas mujeres para sobrevivir en el encierro. El encierro carcelario En nuestra sociedad, la privación de la libertad es la pena por antonomasia con la que se castiga a quienes rompen las normas. Existen otras formas punitorias alternativas, algunas vigentes, otras en estado de proyectos, pero su aplicación es errática e ínfima comparada al encarcelamiento. Aún así, estas penas alternativas, desde el arresto domiciliario o la tobillera hasta -incluso- la pena de muerte, conllevan en definitiva un cuestionamiento al sistema carcelario, a la reclusión. Estas penalidades, alternativas a la privación de la libertad, son en realidad alternativas al encierro carcelario1. Efectivamente, nos encontramos ante conceptos diferentes. La privación de la libertad plasmada en un sistema de encierro carcelario implica mucho más que la prohibición de circular. El precio que hay que pagar por el delito cometido es un quantum de tiempo de la propia vida, tiempo del que se apropia el Estado2. Según las leyes, a las cárceles se les otorga un fin manifiesto de custodiar y rehabilitar a la persona que ha cometido un delito. Pero, para este supuesto fin, se ejerce tanta violencia que es imposible separar el encierro que se ha impuesto como castigo del degradamiento y la desestructuración de ese ser que se enuncia querer rehabilitar. Esta violencia no es independiente del encierro carcelario, circula en sus formas más variadas, desde la agresión física hasta los más simbólicos mecanismos de despersonalización y 1 Cf. Pavarini, Massimo: “¿Menos cárcel y más medidas alternativas?” en Política penitenciaria y doctrina oficial,, Asociació Catalana de Juristes Demócrates, Barcelona, Siglo XXI, 1993. 2 Cf. Foucault, Michel: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Barcelona, Siglo XXI, 1995; y Pavarini Massimo: Control y Dominación, Barcelona, Siglo XXI, 1993. 3 deshumanización. En su movimiento continuo, en las distintas órbitas que dibuja a su paso, la violencia clausura el espacio que la contiene: el espacio carcelario43. Un espacio cuyos límites físicos son los muros y las rejas, pero que se proyectan sobre el plano de lo simbólico estableciendo otras fronteras. Es el espacio de lo reglamentado. En su interior, los distintos lugares se distinguen por lo que está lo que no está permitido, lugares por donde se puede circular y por dónde no. Un espacio continuamente vigilado y observado que permite disponer de las personas y someterlas a una relación de vulnerabilidad. Un lugar delimitado, lugar restrictivo, donde se pueda ejercer un control exhaustivo y permanente sobre las personas y sus actos. En el tiempo carcelario, el afuera se desvanece y el adentro se expande. Los límites del encierro pretenden hacer desaparecer aquéllo que no contienen. La prisión intenta anular la dialéctica interior - exterior propia del espacio. Que sólo el adentro exista. Que no cuente el afuera. Adentro, las reglas son otras; adentro, hay otras personas y otras son las relaciones; adentro, los códigos también son otros. Lo anterior, lo del mundo del afuera, sólo existe como pérdida. La cárcel posee un conjunto de reglas de comportamiento, estrictas y exhaustivas, por las cuales se establecen la circulación, las presencias, las ausencias, se instauran unas comunicaciones, se prohiben otras, se vigila permanentemente la conducta. Esta coerción, ininterrumpida y constante, como la describe Foucault, constituye un importante mecanismo de disciplinamiento4. Sin embargo, junto a esta normativa estricta, se evidencia también una arbitrariedad total en su aplicación. Es que la arbitrariedad disciplina aún más que un control rígido unívoco. La discrecionalidad no deja lugar a dudas sobre quién tiene el poder total. "Lo correcto" y "lo incorrecto" son categorías cambiantes. En este contexto, establecer algún tipo de anclaje ético se vuelve difícil para las personas encarceladas. La anomia y la regresión contribuyen, dan su aporte a esa tarea básica de desestructurar el yo. Desestructuración que es condición de dominio. Mantener a las personas dominadas en este espacio parece ser la clave del sistema penitenciario para implementar sus criterios de seguridad y de resocialización. Disciplinamiento, castigo y aislamiento constituyen la tecnología penitenciaria. En el marco de esta ideología perversa, a la violencia se le atribuye una función pedagógica y correctiva que la legitima como metodología para enderezar a la personas "desviadas", estandarizar a las "anormales" e intentar recuperar a las "perdidas". Sin embargo, esta conjunción de encierro y mecanismos de disciplinamiento no alcanza para explicar el universo violento que es la cárcel. Existe también un poder de castigar que está naturalizado y legitimado y que opera ininterrumpidamente. A la cárcel no se va sólo a cumplir un castigo (la privación de la libertad) sino que se es castigado en forma diaria y continua. El poder de castigar tiene distintas dimensiones en la prisión. Una de ellas es la forma que puede adoptar el castigo. En la voz oficial de la institución, los castigos pueden abarcar desde la prohibición de visitas hasta la reclusión en celdas 3 Daroqui, Alicia: “Violencia carccelaria y universidad”, en Izaguirre, Inés (comp.): Violencia y Derechos Humanos, Buenos Aires, Eudeba, 1997. 4 De acuerdo con Foucault, Este espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo, en el que los menores movimientos se hallan controlados, en el que todos los acontecimientos están registrados, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro con la periferia, en el que el poder se ejerce por entero, de acuerdo con una figura jerárquica continua, en el que cada individuo está contantemente localizado, examinado y distribuido... todo esto constituye un modelo compacto de dispositivo disciplinario. Cf. Vigilar y Castigar, op. cit., p. 201, 4 de aislamiento. Son las llamadas "sanciones", los castigos institucionalmente legalizados. En una entrevista grupal que tuvimos con las autoridades de la Unidad 3 de Ezeiza, se precisó que: Las sanciones pueden ser graves para quienes cometen algún delito como agredir al personal o agredirse entre ellas o insultar. A estas internas, les corresponde un aislamiento de hasta quince días en celdas individuales. Las sanciones medias se corresponden con la privación de actividades en conjunto, llamadas telefónicas, salidas a recreo. Y las leves están constituidas por amonestaciones (1997). La celda de aislamiento o “tubo” fueron descritas por una interna, de la siguiente manera: El tubo es una celda que debe medir dos metros por uno de ancho. Ahí no tenés nada de nada, estás a oscuras. Te tiran un pedazo de gomaespuma y, a veces, puede ser que te den una frazada para taparte. No tenés ni inodoro. Si querés ir al baño tenés que matarte llamando a la celadora, que a las cansadas viene a buscarte... (Patricia, entrevista, 1997). Sin embargo, es necesario resaltar que la acción de castigar tiene otros alcances. A diario, silenciosamente, se castiga con una comida escasa y repugnante o con la desatención de la salud. Como refleja este relato: Yo me dejé de alimentar y ahí me enfermé. Tuve un deterioro físico porque la comida que hacían, el guiso, era incomible, entonces dejé de comer. Empecé a sentirme mal (Mónica, entrevista, 1995). También se somete con requisas salvajes y destructivas. Algunas internas sostenían: Me tocó una vez, cuando recién había ingresado, una requisa en que me sacaron todo. Me mezclaron la yerba con el azúcar, el arroz con los porotos. Te vuelcan todo y te dejan todo en el piso. Te sacan el colchón, te sacan la funda, si ten‚s una almohada hecha por vos, te la abren, te sacan todo el relleno. Nunca encuentran nada. Lo hacen para joderte (Inés, entrevista, 1996). ... y las requisas personales supuestamente son volantes, si te tocó, te tocó. Pero ellos también saben a quién se la hacen. Te hacen sacar toda la ropa, te la revisan toda y cuando estás en bolas te hacen agachar para mostrarles la cola y te hacen abrir la vagina, y te hacen levantar el cabello (Beatriz, entrevista, 1995). Otra dimensión de los castigos la constituyen las vías de su aplicación. Los que hemos mencionado se aplican directamente sobre las personas presas. Otros, en cambio, se sufren indirectamente: por ejemplo, las humillantes requisas a las que son sometidos los familiares y amigos que visitan a las internas en el penal. Allí, y justificado siempre por la "seguridad", las visitas reciben todo tipo de maltrato y de violación a la 5 intimidad. Sus cuerpos son groseramente expuestos y revisados; los objetos o alimentos que ingresan, destrozados y desparramados5. Una interna nos relataba: Las requisas a los familiares son realmente humillantes, mi familia no me contaba nada para que yo no sufriera, me decían que los trataban bien para no preocuparme. ¿Sabés que no pueden venir con ropa oscura? Ellos te dicen qué es lo que podés usar, lo que es ropa decente o indecente. No pueden usar nada que pueda parecerse a los uniformes de ellos (Patricia, entrevista, 1997). Los niños que concurren a ver a sus madres no lo sobrellevan mejor. Desde una mirada diferente, una asistente social del SPF sostenía: Es algo patético ver a los chiquitos cuando visitan a sus madres, vos ves en la entrada la larga cola de chicos, esperando y esperando, los tienen que revisar para que no los usen para entrar cosas... (entrevista, Unidad 3, 1997). Finalmente, otro elemento a tomar en cuenta es quiénes detentan el poder de castigar. Porque, aunque una sanción contemplada en los reglamentos sólo puede ser impuesta por una autoridad penitenciaria, los castigos y humillaciones continuos y diarios a los que son sometidas las internas pueden ser aplicados tanto por la celadora como por la maestra, la asistente social, el médico, la enfermera o un guardia externo. Para que la cárcel pueda ejercer este poder de castigar requiere de un complemento: el aislamiento, el cual también contiene diversas dimensiones. Es aislamiento respecto del mundo exterior, de la vida cotidiana del afuera. Aislamiento de los afectos, del trabajo, del pasado. La presa sabe y siente que está en manos de la institución y sus posibilidades de realizar cualquier tipo de acción libre han quedado suspendidas por el tiempo que dure su detención. Como sostiene Michel Foucault, ...(E)l aislamiento asegura el coloquio a solas entre el preso y el poder que se ejerce sobre él6. En un taller de reflexión, una de ellas nos decía: ... y si con tanto que te aíslan terminás dándote cuenta que ya no te pertenecés, le pertenecés a ellos, sos de ellos. No sólo porque te encierran acá , sino porque se apoderan de tu cabeza (Mónica, testimonio, 1996). El aislamiento se da en un encierro hacinado y violento, en ese espacio en el que la violencia circula sin interrupción tomando diferentes formas, en donde la arbitrariedad 5 Con respecto a las situaciones que deben soportar quienes visitan a los presos, Eva Giberti sostiene que la revisión de alimentos ... se efectuaba sobre una mesa larga, más alta que cualquier mesa y sumida en ostensible suciedad. Para escarbar la comida se utilizaban cuchillos que las empleadas se pasan de mano en mano limpiándolos a veces con algún papel que encuentran entre los envoltorios de los alimentos; o sin mediar limpieza alguna cortan alternativamente un biscochuelo, una tortilla o revuelven un dulce. Desde su pertenencia al género mujer, no ignoran los efectos de tall promiscuidad como tampoco desconocen lo que significa llevar un biscochuelo sobreviviendo un largo viaje, protegiéndolo para no dañarlo... Giberti Eva: “Mujeres carceleras, un grupo en las fronteras del poder” Ediciones de la ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS, Buenos Aires, 1989, p. 14. Sobre visitas de mujeres a cárceles de varones en Argentina, cf.: Girardi Renee: “Mujer e institución: visita femenina vs. Cárcel”, trabajo presentado a las V JORNADAS INTERESCUALES-DEPARTAMENTOS DE HISTORIA, Montevideo, 1995. 6 Foucault, M.: op. cit., p. 240. 6 está instalada y es muy difícil prever el próximo foco de conflicto. En la cárcel conviven dos grupos antagónicos: de un lado, las presas; del otro, las carceleras o carceleros, "la policía", un término importado del afuera para expresar una directa identificación entre el SPF y una fuerza represiva7. La policía, entonces, está afuera y adentro. Director, guardiacárcel, celadora, maestra o profesional, todo agente u oficial del Servicio es, para las presas, "policía". Así, se convive con el que domina, con el que somete. Pero también con otras dominadas y sometidas que no fueron elegidas, con las cuales no parecen existir, de manera espontánea e inmediata, intereses en común. En una entrevista, una interna nos describía la rutina del pabellón de esta manera: Hay mucho barullo. La música está fuerte desde las 8 de la mañana, música de cumbia. Llega un momento en que estás con los nervios destrozados... Una no puede decir que se callen... Ellas consideran que son presas de la policía. No se dan cuenta que también lo son de sus propias compañeras. Una le dice: "Bajá la radio que quiero leer". Y la ponen más fuerte y la dejan toda la noche. Y no podés decir nada... (Beatriz, entrevista, 1995). Y, en este espacio tenso, recortado por las relaciones de poder, la violencia se propaga con la rapidez del fuego. Los efectos del encierro en la vida carcelaria Cuando una mujer es llevada a la cárcel, lo primero que debe enfrentar es una requisa. Deber despojarse de toda su ropa para que personal de seguridad registre su cuerpo en busca de droga o armas. Un oficial la interrogará para abrir su legajo y, luego, le tomarán sus huellas dactilares. No encontrará jabón o un trapo para quitar la tinta de los dedos. Deberá frotar sus manos contra la misma pared donde otros cientos de manos negras, nombres y fechas hablan de las otras mujeres que por allí pasaron. Antes de entrar al "pabellón de ingreso", le quitarán sus efectos personales y cualquier objeto de valor. De ahí en más, paso a paso, comprobará cómo se la despoja también de todo aquello que constituía su cotidianeidad. Advertirá que su lenguaje no le sirve, no le alcanza. Tendrá que aprender códigos de comunicación diferentes. Palabras y gestos que antes carecían de significación adquirirán el valor de contraseña, de clave fundamental para sobrevivir en ese espacio. Sus hábitos y rutinas también seran cambiadas. Deberá compartir un espacio hacinado repleto de otras mujeres que, al igual que ella, piensan que ya van a salir, que sólo están allí por pocos días, que "la otra" es peligrosa. El día que llegué, una chica me prestó un pedazo de cama, ..., tenía miedo, yo no conocía a esa chica, ¿si estaba enferma?.. Estuve en Ingreso más de lo normal 7 Generalmente, presas y carceleras provienen de la misma clase social o, a veces, la procedencia social de las primeras es más elevada que la de las segundas. Esto aumenta las tensiones entre ambas puesto que frecuentemente las carceleras sienten que las presas sufren menos privaciones que ellas. Por ejemplo, una nos comentó ... yo que trabajo todo el día, no me alcanza el dinero para hacerme un análisis y, acá, se trata de brindarles todo... y es injusto a veces (1997). A su vez, las presas sienten que deben someterse a personas con una menos preparación intelectual que ellas. Sobre tensiones, cf. también el citado trabajo de Eva Giberti: “Mujeres carceleras...”, op. cit. 7 porque tenía miedo de irme. Si bien estaba terriblemente mal ahí, no sabía cómo era en otro lado. Me había hecho un grupo de cinco o seis personas que estábamos bien. Me quede casi un mes y medio. Me decían que me fuera pero yo quería irme con las cuatro o cinco chicas porque decían que te pegaban, que había un montón de lesbianas,.... Eso lo decían las chicas que ya habían estado presas, ... las que era la primera vez que estábamos teníamos miedo a todo. La puerta estaba toda quemada del lado de adentro porque habían quemado colchones...8 (Andrea, entrevista, 1996). Los primeros días fueron terribles. En Ingreso dormía en el piso, tapándome las orejas con las manos, de tantas cucarachas que había... (Inés, entrevista, 1996). El encierro corta abruptamente la cotidianeidad del afuera. Esa cotidianeidad que, aún en condiciones de vida desfavorables, y situaciones conflictivas, representaría, como sostiene David Le Breton (...) el refugio seguro, el lugar de los puntos de referencia tranquilizadores, el espacio transicional del adulto. Es el lugar en el que se siente protegido dentro de una trama sólida de hábitos y rutinas que se fue creando en el transcurso del tiempo, de recorridos conocidos, rodeado por caras familiares (...)9 La vida cotidiana, la del afuera antes del encarcelamiento, ha muerto y lo que sigue es el duelo. Un duelo que las presas describen como "muerte en vida", un prolongado período de depresión, de apatía, de angustia y de rebeldía. ¨¿Cómo sobrellevar la pérdida y soportar la angustia de esta nueva realidad que ni siquiera logra constituirse como tal para la persona? Imperceptiblemente, se pondrán en funcionamiento mecanismos de defensa con el fin de procurarse alguna forma de auto-protección. Los más usuales son las negaciones: "no voy a pedir que me traigan ropa porque me voy en dos días"; las racionalizaciones: "esto es un error, se equivocaron de persona"; y las proyecciones: ¨"qué hago yo acá rodeada de delincuentes"? En su libro On Death and Dying, Elizabeth Kubler Ross señala cinco etapas que atravesaría una persona al enfrentar la muerte10. Pensamos que dichas etapas pueden servirnos para analizar la "muerte en vida" relatada por las mujeres presas. Ante el choque emocional, la primera reacción es la incredulidad. Posteriormente, sobreviene la agresividad, la rebeldía. La manipulación es lo que caracteriza a la tercera etapa, en la cual comienzan los intentos de negociación para conseguir la libertad, presionando a los allegados, a los abogados, etc. Luego, la depresión y, con ella, un sentimiento de culpabilidad, especialmente en relación a los hijos y a la familia, se apodera de las mujeres presas, que caen en la apatía, duermen todo el día o recurren a drogas. Finalmente, la aceptación es, por lo general, muy dificultosa para estas mujeres que en lo que observamos parecen recorrer repetidas veces las cuatro primeras etapas. Uno de los momentos cruciales para las mujeres presas es, efectivamente, la aceptación de la realidad, de la pérdida de la libertad y del encierro. De alguna manera, 8 Durante la primera etapa de encarcelamiento (entre quince días a un mes), las presas son alojadas en un sitio denominado "pabellón de ingreso". En el momento en que se recogió este testimonio, dicho pabellón en la cárcel de Ezeiza tenía aproximadamente 40 metros cuadrados de superficie, 18 camas y un pequeño ventiluz. En él convivían entre 30 y 40 personas. El baño no tenía puerta ni techo y era el único lugar para lavar la vajilla y la ropa. 9 Le Breton, David: Antropología del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1995, p. 91. 10 . Kubler Ross, Elizabeth: On death and dying, New York, Mc.Millan Publishing, 1969. 8 esa realidad debe ser incorporada. Esa difícil y dolorosa incorporación se manifiesta, por ejemplo, en el aprendizaje y uso de los nuevos códigos de comunicación y comportamiento: ... es muy típico "luquear", que es cambiar una cosa por otra... lo que más se luquea son las tarjetas de teléfono, las pastillas, los cigarrillos. Hay una terminología para cada cosa: el "pique" es la llave que tiene la celadora para abrir las puertas; la "rocha" es la chorra... (Mariana, entrevista, 1996) ¿Cómo superar el debilitamiento y fracturas del psiquismo de la persona, la ruptura de sus redes sociales habituales? ¿Cómo enfrentar los efectos desvastadores de la violencia del encierro? A estas preguntas, muchas mujeres encarceladas responden con persistentes intentos por construir una nueva cotidianeidad en el adentro, por reconstituirse como sujetos sociales. Construir una cotidianeidad significa armar ciertos espacios confiables, establecer vínculos de mediana predictibilidad, incorporar los datos perceptuales de esa realidad con la significación específica que les otorga el encierro para poder ejercer algún dominio sobre ellos. Los gritos en la noche, las rejas que se golpean, las señas a través de las ventanas, la música a todo volumen. Construirse una nueva cotidianeidad significa, también, apropiarse de alguna forma de control del tiempo. Esta reconstrucción de la vida cotidiana en el encierro debe darse a partir de lo dado, impuesto por la realidad penitenciaria: las prohibiciones, las normas rígidas de un reglamento estricto y exhaustivo y las arbitrariedades en su aplicación, la violencia intrínseca, la convivencia compulsiva... Pero el sistema tiene sus fisuras y esta construcción también se afirma sobre ellas para lograr alguna reformulación del encierro. Entre lo dado y lo construido, entre las rupturas y el restablecimiento de los lazos sociales, el desafío se constituye en lograr comprender y ejercer algún tipo de dominio sobre los factores que interceptan la reconstrucción de lo personal y lo social, constantemente acometida por las arbitrariedades y violencias del sistema penitenciario, de las instancias jurídicas, de las otras mujeres encarceladas. La investigadora mexicana Elena Azaola sostiene que (L)as mujeres expresan coraje y se rebelan cuando se percatan de que están en la cárcel y de que la institución controla sus vidas. Después del primer año, sienten cómo sus familias las abandona, y el mundo de afuera les aparece cada vez má s lejano. (...) El coraje de las mujeres se expresa mediante una necesidad de control, de sentir que pueden manejar lo que les pasa y cuando les pasa. (...) lo que les permite sentir que tiene algún dominio sobre su situación. Hacen creer a sus custodios que acatan sus órdenes haciendo finalmente otras cosas. Esto se debe a que necesitan saber que todavía pueden tomar alguna decisión sobre sus vidas. De manera que adquieren poder en un sistema que la hace sentir "sin poder"11 Reconstituir lo personal y lo social, aprendido y aceptado en el afuera -aún cuando para cada una de ellas sea producto de experiencias singulares y heterogéneas -, resulta dificultoso en la cárcel. Reorganizar una nueva red de sostén, de soportes afectivos, rearmar formas de vida y de pensar, es una tarea ardua. Lo personal aparece inmediatamente invadido, y lo social, hostil. Por lo general, el resultado es un entramado 11 . Azaola, Elena: Las Mujeres olvidadas, México, Colegio de México, Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1996, págs. 46-47. 9 complejo, indiferenciado y confuso entre lo personal y lo social. Los parámetros aprendidos y aceptados de lo público y lo privado no sirven en la cárcel12. La cotidianeidad armada en el encierro es muy diferente de la quedó allá, en el afuera. En la cárcel, todo reaparece mezclado: se duerme, se juega y se trabaja en los mismos espacios, con las mismas personas, pero bajo la misma autoridad y con actividades diarias controladas por otros13. Los vínculos del afuera no siempre se pierden totalmente. En el encierro, pueden retornar como sostén y como carga, constituyéndose, casi siempre, en un vector de tensión insoslayable para la subjetividad femenina. Para el Director de la Unidad 3 del SPF, Las mujeres tienen otra inserción en la familia, lo que agrava más su situación de encarceladas, ellas no se desprenden de la función de madre. Si el hombre falta en la familia es una cosa, si falta la mujer es distinto. Las mujeres son más demandantes, les preocupa mantener sus lazos con la familia. La mayoría de los problemas que surgen son la preocupación por la familia, la pareja, los padres... (entrevista grupal, Ezeiza, 1997). Las visitas, las cartas, las comunicaciones telefónicas permiten, en algunos casos, mantener, transformados, los vínculos con el afuera; a la vez que marcan el paso del tiempo. El tiempo del crecimiento de los hijos, de la muerte de los padres. El tiempo de la vida que no se está viviendo. Afuera, generalmente tenemos incorporada una manera de vivir el tiempo asociada a intentar no perderlo, a una sensación de tristeza o de frustración por lo rápido que pasa. En el penal, es diferente. La vivencia del tiempo se transforma. Allí, todas quieren que el tiempo pase lo más rápido posible. Si afuera tememos perder el tiempo, adentro el tiempo ya está perdido. Adentro, es un tiempo de espera, un tiempo de condena y un tiempo de castigo. No es un tiempo de vida sino un tiempo muerto. Tiempo eterno. Sólo a través de la puesta en marcha de diferentes estrategias, las mujeres encarceladas consiguen reformular el tiempo y, de esta manera, el encierro. La reformulación del tiempo provoca la reformulación del espacio, un lugar que va más allá de lo geográfico, un lugar simbólico, de relaciones sociales, de alianzas y enfrentamientos. Lo inverso también ocurre: nuevas formas de vivir el espacio reformulan la vivencia del tiempo carcelario. En esta recombinación del tiempo y del espacio se encuentra la experiencia de la vida cotidiana. Prácticas cotidianas y estrategias de las mujeres encarceladas De alguna manera, superadas las primeras reacciones de negación y desesperación, propias del ingreso, las mujeres encarceladas comienzan a intentar reconstruir una cotidianeidad en el adentro, empresa constantemente amenazada e 12Aunque indudablemente constituyó una experiencia particular, Judith Filc analiza el complejo entramado entre lo privado y lo público en torno a las relaciones familiares de los presos y presas políticos durante la dictadura militar. Cf., Filc Judith: Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura 1976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997. 13Goffman, Erwin: Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu, 1972, p. 19. 10 interrumpida por las arbitrariedades y violencias del sistema. La vida cotidiana se reconstruye a través de prácticas y estrategias, individuales y colectivas, indispensables para sobrevivir, para adaptarse y resistir en el encierro carcelario. Se trata casi de una nueva socialización que debe llevarse a cabo en condiciones adversas y que sólo servirá mientras dure su estancia en la cárcel. Es un aprendizaje total, forzado y, a la vez, sentido como inútil para su vida posterior en el afuera. Las mujeres encarcelas consideran que casi nada de lo que aprenden en prisión será provechoso. El encierro las denigra, no las rehabilita. Sólo, desde ellas mismas, y en determinadas ocasiones, algunas experiencias vividas durante el encarcelamiento pueden ser convertidas en un aprendizaje útil: comprender errores previos, conocer mejor a la gente, armar vínculos con más cuidados. Cuando recuperó la libertad, Hilda tenía muy en claro: Creo que no lo voy a volver a hacer [al delito por el cual había sido detenida], pero no lo puedo asegurar... Pero lo que sí sé es que, si lo hago, lo hago por mí. Nunca más me como ésto por otro [su pareja]... (entrevista, 1995). Los aprendizajes se imponen desde el lenguaje. Como veíamos anteriormente, en la cárcel, deben conocerse una serie de términos y giros imprescindibles para interactuar entre ellas y con sus carceleras/os. Junto al lenguaje, se imponen, además nuevos códigos de comportamiento, una nueva escala de valores. Es un "saber decir" y "saber hacer" desconocidos para quienes nunca estuvieron en una prisión e indispensables para convivir con gente también desconocida, extraña y, muchas veces, hostil. Efectivamente, todos estos conocimientos, personales, individuales, se hallan inmersos e influidos por un contexto de relaciones sociales forzosas, muchas veces antagónicas. El aislamiento carcelario se complementa con la convivencia compulsiva con otras mujeres que no se conocen, que frecuentemente no son afines y de las cuales se desconfía. Pero entretejer algún tipo de relación social es fundamental no sólo para reconstruir una vida en el encierro sino para reconstituirse como sujetos sociales y, así, tejer una malla de protección para la propia identidad. Los primeros aprendizajes se adquieren en la relación con las otras mujeres presas. Gradualmente, se consolidarán algunos vínculos, a veces impuestos, otras elegidos, con objetivos y fines diferentes: defensa, conservación, adaptación, resistencia. Por un lado, se conforman las "bandas", grupos jerárquicos de presas liderados por una de ellas. Las bases del poder de las líderes pueden ser diversas, pero generalmente tienen como referente la fuerza física y de temperamento, la antigüedad en la cárcel y las experiencias acumuladas. Estos poderes son conflictivos y revocables. De alguna manera, deben ser ganados, sostenidos y pueden ser perdidos, lo cual genera y aumenta el clima violento de la cárcel. La pertenencia a una banda constituye, según los testimonios de las presas,, uno de los únicos, o de los más seguros, elementos de protección frente a las agresiones de otras internas. El sistema carcelario no limita sino, por el contrario, alienta los lideratos y los conflictos entre ellas puesto que le permite introducir y justificar su propia violencia, así como espiralar los conflictos en el penal. Inés nos relataba cómo, después de haber sido golpeada por otra interna, una celadora le había dicho: 11 Se ve que Usted no tiene instrucción carcelaria. , Ud. tiene que hacerse de un bando, ... de un grupito que la defienda... (entrevista, 1996). Las "ranchadas" son otro tipo de agrupación que se vincula, más específicamente, con los desafíos de organizar algunas actividades básicas de la vida cotidiana, como las comidas, el mantenimiento de la limpieza, etc. Frecuentemente, las mujeres encarceladas carecen de los elementos más básicos - sábanas, papel higiénico, jabón- para reelaborar una vida, aún de pobreza, como la que la mayoría llevaba en el exterior. El SPF sólo les da colchones y una comida que, en la medida de las posibilidades de cada una, se negarán a comer. Así, dependerán de las visitas de familiares o amigos, una vía muy incierta o improbable para algunas cuyos familiares viven muy lejos, son extranjeras, no reciben visitas o éstas no pueden proveerlas. En algunas ocasiones, entonces, las ranchadas pueden servir como instancia de socialización de algunos bienes. Sin embargo, en un contexto de privaciones muy agudas, queda poco margen para la solidaridad. Por otro lado, la cárcel importa y reproduce las relaciones de clase del afuera. Algunas internas disponen de bienes para intercambiar, para pagar servicios o protección. Julia nos describía, de esta manera, la situación: Yo tengo y vos no tenés, entonces me hacés de mucama... La protección se paga, hay algunas que no se lavan la ropa, que no planchan, tienen mercadería... la que no tiene, tiene que subordinarse... (entrevista, 1995). La cárcel también importa y reproduce las diferencias y relaciones de género. Esto es perceptible en muchos aspectos: en los comportamientos, en las prácticas y valores que las internas traen del afuera y se proponen o necesitan reconstruir en el adentro; en las relaciones con el otro sexo; en las relaciones entre mujeres; y, también, en la mirada del otro, de las autoridades y personal del SPF. Así, se repiten pautas de comportamiento, valores y creencias aprendidos en el afuera, casi siempre reforzados en el adentro por los otros o por ellas mismas. Aún cuando los componentes de género sean muy heterogéneos, ya que difieren de acuerdo a la clase social, la edad, las vivencias previas de las mujeres encarceladas, encontramos nudos muy fuertes provenientes tanto de la ideología hegemónica como de las experiencias de género. Por ejemplo, en la reconstrucción de lazos afectivos intramuros que intentan llenar o reemplazar las familias perdidas total o parcialmente o que, quizás, nunca tuvieron en el afuera. Coincidiendo con diversos estudios, podemos afirmar que las mujeres encarceladas tienden a recrear en el encierro relaciones de parentesco o "simil-familias", de amistad y de pareja, con gran compromiso emocional, en mucha mayor medida que los varones14. Entre las relaciones "familiares" más comúnmente recreadas, encontramos las de madre-hija, abuela-nieta, padre-hija o entre hermanas. 14Cf., por ejemplo, Pollock-Byrne, J.: Women, prison and crime, Brooks\Cole Publishing Company, 1990; Serna, Idella: Locked Down. A woman`s life in prison, New Victoria Publichers Inc.., 1992. Sobre la formación de bandas y ranchadas, jerarquías y enfrentamientos, en cárceles argentinas de varones, cf. Schocklender Sergio: Infierno y resurrección, Colihue, 1995. Una primera aproximación a estos temas la realizamos al II JORNADAS DE ACTUALIZACION DEL FORO DE PSICOANALISIS Y GENERO, Buenos Aires, 1996, con una ponencia titulada "Cárcel de mujeres: la construcción de la domesticidad como estrategia de sobrevivencia". Cf., además, el capítulo dedicado a las prácticas familiares, en la cárcel, de presos y presas políticos durante la última dictadura militar en el citado libro de J. Filc. 12 Frecuentemente, intentan reproducir un modelo ideal importado del afuera, quizás nunca experimentado antes. Las "madres" son nutrientes y afectuosas; las "hermanas" se aman y se pelean; los "padres" son autoritarios, controlan y protegen. Esta recreación de relaciones familiares entre las mujeres presas puede explicarse a partir de la existencia de una identidad social femenina que, cultural e históricamente, aún tiene un fuerte referente en la familia. Referente que se pierde al ingresar a la cárcel, aunque se mantengan vínculos con las familias de origen, con los cónyuges o los hijos, a través de las visitas. En uno de los talleres de reflexión realizados en la Unidad 3, una mujer manifestaba: ... como madres, nos quedamos sin hijos; como esposas, sin maridos; como hijas, sin padres... (Liliana, testimonio, 1994). Una estrategia de reestructuración de esa identidad social y personal es precisamente crearse un lugar dentro de un nuevo sistema de parentesco, inventado en el encierro, pero conocido puesto que en él se cumple un papel aprendido previamente. Ellas saben lo que las demás esperan de ellas, como hermanas, madres, abuelas. Es habitual que, entre ellas, y, ante otros, se denominen y comporten como "hermanas", incluso, después de haber recuperado la libertad. Algunas adoptan o son colocadas en un rol maternal. Ana nos contaba, por ejemplo, cómo por haber escrito y elevado a las autoridades unas cartas que le permitieron a otra mujer encarcelada ver a sus hijos, ésta: ... estaba tan agradecida conmigo que a la noche venía y me decía: "vos sos como mi mamá"... (entrevista, 1996). También, nos relataba: Un día dije: "Ay!, cómo extraño el mate cocido que me hac¡a mi mamá!" Y una señora comenzó a hacerme mate cocido (Ana, entrevista, 1996). En algunos casos, el rol que cumplían en sus familias de origen es tan fuerte que automáticamente es desplazado al adentro. Una señora que constantemente hablaba de su nieta, se convirtió en la "abuela" de su pabellón. También , hay "tatas" en la cárcel. Y, aquí, más allá del sexo biológico, se mantiene la importación y reforzamiento de la ideología y relaciones de género. La paternidad es asumida por internas frecuentemente descriptas como fuertes, con capacidad de liderato y que pueden ofrecer una protección eficaz, especialmente frente a la violencia física o institucional. A pesar de la presencia habitual de este tipo de relaciones, las "simil-familias" no agotan ni abarcan un universo tan heterogéneo como la cárcel de mujeres. Muchas se niegan explícitamente a creer en la posibilidad de reconstruir relaciones parecidas a las familiares en el encierro, o no lo juzgan deseable. Para Julia, por ejemplo, .. todo es un fin... en la cárcel. A veces, por necesidad económica o de protección, se entra en relación con otras, pero ... lo mejor es arreglarte vos sola, si tenés para comer, comés ... (entrevista, 1995). 13 Algunas consideran que sólo las más débiles intentan recrear familias dentro de la cárcel: Yo tengo bien claro que mi familia está muerta, sería muy loca si voy a buscar una familia en la cárcel... si una persona te ayuda es como una hermana para mí; pero está claro que no es mi hermana (Claudia, entrevista, 1996). De acuerdo con otras investigaciones realizadas, el porcentaje de relaciones homosexuales en cárceles de varones y mujeres es similar, aunque les otorgan significados diferentes. Algunos relatos autobiográficos también sostienen que, entre las mujeres, la homosexualidad se vincularía más a la necesidad de amor y afecto; mientras que, entre los varones, aparecería más relacionada a la necesidad de una descarga física, un intercambio económico, hasta adoptar, en ocasiones, la forma de la violación. Dejarse violar o ser seducido, abriría un camino de humillaciones y violencias permanentes hacia el “quebrado” que automáticamente pierde todo respeto y consideración por parte de los otros presos, que también mantienen relaciones homosexuales pero desde el rol "activo/viril"15. Tanto en la experiencia de mujeres y varones encarcelados, como en la mirada del investigador o investigadora, se cuelan preconceptos y prejuicios sexistas que obstaculizan, por ejemplo, reconocer en las mujeres la necesidad de experimentar placer y encontrar vías para ejercer la propia sexualidad más allá del amor; o aceptar en los varones la búsqueda amorosa de un compañero que los ayude a mitigar la hostilidad de la prisión. Así, las relaciones sexuales en el encierro son complejas y variadas, lo cual resulta casi una obviedad puesto que en este aspecto, como en muchos otros, la cárcel no constituye una isla dentro de la sociedad. Según nuestra experiencia, las relaciones homosexuales entre mujeres presas pueden adoptar diversas formas que van desde la formación de parejas "butch/femme" a relaciones íntimas de amistad y compañerismo profundo, que podrían describirse como relaciones sexuales sin genitalidad. La formación de estos vínculos de amistad-amorpasión dentro de la cárcel conlleva tensiones y conflictos parecidos a los del afuera y, más aún, al verse entremezclados con otros provocados por el contexto de encierro y violencia en donde, si bien pueden encontrarse manifestaciones de solidaridad, también existen las desconfianzas, los celos y los odios. Un tanto impresionada, Hilda contaba: Yo nunca pensé que dos mujeres se podían pelear de esa manera... Las palizas asustan a cualquiera. Y la lesbiana a la que se le mira la pareja ... Yo no entiendo mucho, pero sé que una hace de hombre y otra de mujer. La que hace de hombre, en la mayoría de los casos, tiene un aspecto masculino. Generalmente, es muy fuerte... o aparenta ser muy fuerte. Entonces, se hace un problema de celos... porque no se te ocurra mirarlo!... (entrevista, 1995). La experiencia y el aislamiento de la cárcel transforman, con frecuencia, las percepciones del lesbianismo que algunas mujeres tenían previamente. Por un lado, no resulta banal el dato de que las mujeres encarceladas son abandonadas por su pareja 15 Pollock-Byrne, J.: op. cit., pp. 140-144; Serna, Idella: op. cit., Shocklender, Sergio: op. cit., p. 139. 14 externa, en mucha mayor medida, y más rápidamente, que los presos varones16. Por otro, las relaciones de pareja en el encierro no sólo satisfacen las necesidades de sentir y dar afectos sino que se piensan, frecuentemente, como un lazo más fuerte que la coyuntura del encierro y ofrecen una ilusión de estabilidad. Un día vi a unas chicas que se estaban acariciando y me agarró una cosa... Cada uno que haga lo que quiera, pero que no lo hagan a la vista de todos .... Hay más de las que realmente uno cree, pero no es que sean lesbianas realmente. Tienen marido, hijos, pero estando ahí..., es estar juntas..., alguna es cariñosa... No estoy exenta de que me pueda llegar a pasar. Por ahí, un día estoy triste y no sé entonces... Yo no soy omnipotente (Mariana, entrevista, 1996). Por su parte, en el tema de la sexualidad -como en muchos otros aspectos, el SPF mantiene una doble política. De acuerdo a una interna, ... el Servicio Penitenciario empuja a las mujeres heterosexuales (en base a todas las trabas que les ponen para tener visitas íntimas con sus parejas) a mantener relaciones temporales con otras chicas... Pasado ésto, el mismo Servicio las castiga, las discrimina y normalmente culpan a las que son homosexuales desde la calle de incitar a las demás a ese tipo de relaciones (Luisa, testimonio del taller de reflexión, Ezeiza, 1994). A diferencia de los varones encarcelados, en las mujeres no se encuentra ninguna actitud "vergonzante" con respecto a la homosexualidad. Por el contrario, el lesbianismo no se oculta, sino que es reivindicado. Ana afirmaba, Todas mis compañeras y todo el Servicio saben que soy homosexual y lo saben porque mi pareja está detenida también y hace tres años que estamos juntas y nos separan y logramos volver a estar juntas. Pero ... si alguna compañera desea hacer una maldad y hace alguna denuncia contra mi pareja y contra mí, sólo por el hecho de que le molesten las personas homosexuales o porque crea que los homosexuales son enfermos y tenga miedo por no se qué cosa, puede hacernos mucho daño, de todo tipo... Declarar ante algún expediente que sos homosexual, es el comienzo de todas las trabas. Trabas para la conducta y el concepto. Trabas para conseguir trabajo en algún taller... (testimonio del taller de reflexión, Ezeiza, 1994). Todos estos esfuerzos por recrear vínculos afectivos, no exentos de conflictos, permiten reformular las vivencias de los tiempos muertos y los espacios cerrados y grises. Una relación amorosa puede implicar también crear un espacio de intimidad. La fantasía de un espacio propio, privado, un refugio. Materialmente, esto queda plasmado en el esmero demostrado por las internas en arreglar sus celdas, colgar cortinas, en 16 Las visitas a las cárceles, tanto de hombres como de mujeres, son en su mayoría realizadas por mujeres (madres, hermanas, amigas etc.) Las parejas de las mujeres presas suelen distanciar las visitas y es común que dejen de hacerlas, según muestran otras investigaciones y los testimonios recogidos por nosotras. 15 intentar sentirlas como algo más propio colocando fotos, adornos, recuerdos, plantas. Algunas, incluso, intentan hacer un jardín de un patio de tierra. Por otra parte, estos lazos afectivos escapan al control de los carceleros. Los familiares, amistades o parejas del afuera, en cambio, se hayan sujetos a un régimen de visita con rígidas normas, controlado por el SPF. No cualquiera, ni en cualquier momento, puede visitar una presa17. Sin embargo, las internas intentan apropiarse de estos espacios. Las fuerzas en crear nuevos vínculos en el encierro no menguan el empeño en mantener las relaciones con el afuera, cuando éstas existen. A través de visitas, cartas o comunicaciones telefónicas, las mujeres presas luchan por sostener los hilos que las unen a su vida anterior. Durante toda la semana, esperan sus visitas y cocinan para ellas. Encerradas, las mujeres aún se sienten responsables de alimentar a sus hijos y familiares. De dulces estoy saturada -nos contaba Inés. Creo que las mujeres tratan, de alguna manera, de hacer que sus familiares las tengan presentes y cocinan muchas cosas dulces para la comida: postres para que se lleven, comida para compartirla durante la visita. Kilos y kilos de harina, ñoquis, ravioles, fideos, estofado, tartas... infernal! Y, después, lo dulce... Entre doce que estábamos había un nivel de quince tortas... Yo aprendí a hacerlo porque sino ya me parecía que era una mala madre... (entrevista, 1996). Estos preparativos no ahorran frustraciones. Mónica nos contaba, por ejemplo, que ... para hacer la comida o calentarla, a veces, te tenías que pelear. Y, a lo mejor, te habías peleado con alguien [otra interna], y te dejaban plantada [las visitas] (entrevista, 1996). Algunas que, por determinados motivos, no reciben visitas, comparten las de sus compañeras, contrarrestando, en parte, el individualismo feroz alentado por el sistema. En el marco de las relaciones familiares en el encierro, la cuestión de las mujeres encarceladas con sus hijos/as merece un capítulo aparte. Según la reglamentación vigente, las mujeres condenadas por un delito pueden mantenerlos/las con ellas hasta que cumplan los 4 años18. En la Unidad 31 de Ezeiza, existe el "pabellón de madres" donde se alojan las mujeres con sus hijos y las embarazadas19. Son las propias mujeres quienes deben decidir conservar o no, con ellas, a sus hijos/as, en la situación de encierro. Esta decisión resulta muy conflictiva puesto que ellas saben que, si optan por la primera, fuerzan a sus hijos a crecer en un ambiente muy hostil y violento, a crecer encerrados, a compartir la condena de la madre en un mundo delimitado por las rejas de 17Las internas pueden ser visitadas por familiares y amigos, con autorización previa. Desde 1994, funciona el régimen de "visitas íntimas", mediante el cual las parejas de las presas, que acrediten el vínculo, pueden disponer de dos horas cada quince días para tener relaciones sexuales en un sector destinado a tal fin. 18 La maternidad encarcelada constituye uno de los puntos más conflictivos y críticos sobre el encarcelamiento de las mujeres y los diversos aspectos del tema exceden el alcance de este artículo. Las condenadas pueden convivir con sus hijos/as en el penal hasta los cuatro años de edad; para las procesadas, esta posibilidad se reduce a tres. Hasta 1996, el límite era dos años. 19De acuerdo a los datos proporcionados por el SPF, en 1997, había 44 madres detenidas con sus hijos en el pabellón de la Unidad 31. 16 la cárcel. Las internas nos comentaban que la primera palabra que los niños aprenden a decir es "cela" (apócope de celadora). Una de ellas que había decidido enviar a su hijo con su familia, afirmaba: Si yo no quiero todo esto para mí, menos lo iba a querer para mi hijo. No quería que mi hijo tuviera este recuerdo desde tan chico... Aparte pensé‚ que me iba a apegar mucho a él y cuando lo tuviera que sacar, qué? Iba a ser peor porque yo ya estaba acostumbrada a él y él a mí. Por eso fue mi decisión (Hilda, entrevista, 1995). Pero muchas veces la alternativa familiar no existe. En tal caso, el Juzgado de Menores puede colocar al niño con una familia sustituta, opción altamente conflictiva también para las mujeres encarceladas: ¿Qué pasa con ese nene alejado de su madre durante la noche, en sus nanas, en sus deseos? ¿Qué pasa con ese bebé‚ con su mamá lejos? ¿Alguien pensó en la ruptura del vínculo madre-hijo? Ese niño llora con un extraño que le hace mimos, que lo reta, al que con el correr del tiempo va a querer y cuando tenga que irse con su mamá va a tener un conflicto interno del cual seguramente va a tener secuelas (Claudia, testimonio del taller de reflexión, Ezeiza, 1994). Por estas u otras razones (como la necesidad de establecer un nuevo vínculo afectivo, de sentir algo como propio), muchas deciden conservar al hijo en la cárcel. La crianza del bebé les permite sostener una serie de actividades cotidianas similares a las que llevarían en el afuera. Para el SPF, la decisión de embarazarse o conservar hijos en el penal constituye una estrategia plenamente consciente de las mujeres para obtener beneficios. Cuando nos llevaron a conocer el pabellón de madres, una autoridad del SPF nos alertó: ... ellas no son madres como nosotras. Utilizan a los niños para obtener cosas, conseguir permisos... (testimonio, Unidad 31, Ezeiza, 1997). Cualquiera de las opciones a las que se ven enfrentadas las mujeres encarceladas, en tanto madres de niños/as pequeños/as, se constituye en una encrucijada. No se trata de elegir entre una alternativa buena y otra mala, sino entre dos malas. No podemos dejar de mencionar que hemos recibido, también, testimonios de mujeres que, al ser encarceladas, desconocían la posibilidad legal de mantener a sus hijos menores con ellas: Cuando me llevaron presa yo estaba con mis dos hijos pequeños, uno de pecho. Yo no sabía que podía tenerlos conmigo en la cárcel. Se los llevó una institución. En la cárcel, mis compañeras me explicaron que yo podía haber elegido. Recién ahí me enteré (Susana, entrevista, 1997). Otra de las estrategias adoptada para reformular el tiempo inacabable y los espacios del encierro es concurrir a los oficios religiosos, más allá de la fe que profesen. Algunas internas lo hacen una vez por semana; otras, en cambio, van en distintos días a 17 diferentes cultos. Los encuentros religiosos les posibilitan romper con el tiempo del pabellón y generar un espacio de comunicación con otras presas y con otros que vienen de afuera. La asistencia a actividades educativas es otra de las posibilidades de reformular el encierro, en especial la que no son obligatorias y, por lo tanto, no se hallan organizadas por personal docente del SPF20. Quienes son alumnas de la Universidad de Buenos Aires en la cárcel coinciden en sostener que este acceso a la educación les ofrece un sentimiento de libertad simbólica y apertura intelectual, así como la posibilidad de sentir que aprovechan el tiempo. Afirman que les permite defenderse mejor en el adentro y adueñarse de algo valioso para el afuera: A mí, me hizo muy bien estudiar. Me abrió el cerebro, las neuronas que tenía dormidas. Aparte de mi familia, fue el estudio lo que me sostuvo (Patricia, entrevista, 1997). La Universidad en la cárcel no es sólo un espacio de estudio. Es un lugar vivido y defendido como un recorte autodeterminado dentro del encierro impuesto. Un lugar privado y, precisamente por eso, libre. Muchas sostienen que es uno de los pocos o el único lugar en el cual no se sienten tratadas como presas. La Universidad de Buenos Aires es una de las pocas instituciones independientes que penetra los muros de la cárcel21. La educación universitaria genera y refuerza un interés por aprender y aprovechar los recursos legales disponibles. En su más alta expresión, ésto se manifiesta en el interés mostrado, tanto por parte de varones como de mujeres encarcelados, por estudiar leyes y abogacía. Más básicamente, escribir adecuadamente una carta a un juez es un recurso personal valioso y que, con frecuencia, se socializa. Como sostenía Mónica: Yo la ayudaba a una señora que no sabía leer ni escribir. Ella me decía: mi maestra (entrevista, 1995). De manera más general, la universidad ofrece una autoconfianza, una comunicación con el exterior a través de los profesores, una capacidad crítica con respecto al SPF, que no pasa inadvertida para el mismo. Como sostiene Mariana, existe una actitud de sospecha permanente: Ir a estudiar es una lucha constante entre el SPF y el preso. Te dicen: "¿Qué quiere salir doctora de aquí?” No entienden nada.¿Cómo le podés explicar a una 20El SPF implementa el cumplimiento de la educación primaria obligatoria. En la cárcel de Ezeiza, no se dictan clases de educación secundaria. Quienes desean realizar o terminar ese nivel de estudios deben preparar las materias en calidad de alumnas libres (generalmente con la ayuda de otras internas) y, a fin de año, profesores de una escuela de la zona vienen a tomar los exámenes. Desde 1995, dentro de la cárcel, se dictan clases del Ciclo Básico Común y de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, así como actividades de Extensión Universitaria. 21Sobre educación, universidad y cárceles en Argentina, cf. Laferriere Marta y Héctor Leis (comp.): Cárcel y democracia: un debate necesario, Buenos Aires, CEAL, 1990; y Zerba Diego y María Massa (comp.): El malestar en el sistema carcelario, Buenos Aires, Ediciones El Otro, 1996. 18 persona ignorante? Ellos tienen miedo que los profesores nos inculquen por el pensamiento (entrevista, 1996). Como destacábamos en otro artículo, la cárcel deteriora la salud22. Tanto los profesionales como las propias internas hicieron referencias a los problemas de salud física y mental provocados por el encierro: ya sea porque surgen nuevas patologías o porque se agravan las preexistentes. El jefe del Servicio Médico de la Unidad 3 sostenía que Las enfermedades más frecuentes, aquí, son ginecológicas, hipertensión, crisis asmáticas, somatizaciones, trastornos nerviosos (entrevista, 1997). Andrea, una interna, afirmaba: Lo que se genera ahí es todo nervioso, psicosomático, porque una persona vive en constante tensión, es inhumano (entrevista, 1996). Si bien existe en la cárcel de Ezeiza un servicio médico que cubre diversas especialidades, la instrumentación de la atención de la salud es visualizada por las internas como deficiente y precaria. Asimismo las trabas y limitaciones a las que se encuentran sujetas la consultas médicas no escapan a las arbitrariedades que afectan a todo lo carcelario. Por ejemplo, Mónica nos contaba: Yo pedía ir al centro médico y con una fiebre terrible me daban una aspirina y que me diera una ducha fría. Entonces, yo lo hacía y, así, estuve más o menos cuatro meses. Y lo que tenía era tuberculosis (entrevista, 1995). Por otro lado, las mujeres trasladan a la cárcel un conjunto de prácticas y hábitos incorporados históricamente en relación al sistema de salud. En mayor medida que los varones, aquéllas –como depositarias culturales de la atención de la salud familiar- han desarrollado un vínculo más fluído con los servicios y profesionales médicos. Esto no pasa desapercibido por los profesionales del SPF. Quienes tenían experiencia en cárceles de varones sostuvieron que las mujeres son mucho más demandantes que aquéllos en la atención de su salud física y mental. Por otro lado, en las entrevistas, señalaron que, para ellos, esta demanda no era ingenua ni sincera: Las mujeres son mucho más demandantes de atención médica, sobre todo de atención ginecológica... Utilizan su sexo para conseguir cosas... Desde mi trabajo médico en la Unidad, las hay muy demandantes. Nunca se satisfacen sus necesidades que, en muchos casos, son ficticias. Otras son más conformistas. Las más jóvenes son las más demandantes (entrevista, Unidad 3, Ezeiza, 1997). 22Hemos desarrollado el tema de la salud de las mujeres encarceladas, más extensamente, en Calandra Nilda y Silvia Hauser: "Mujeres encarceladas: salud puertas adentro", ponencia presentada a las II JORNADAS DE LA RED NACIONAL POR LA SALUD DE LA MUJER, Villa Giardino, C¢rdoba, 1996 19 Efectivamente, más allá del real deterioro en la salud constatado, la demanda de atención puede ser leída, también, como otra de las estrategias para salir de los pabellones, romper la monotonía diaria, tener acceso a otros espacios: la enfermería, la sala de espera, los consultorios, y ser escuchada por otros y otras: los profesionales y auxiliares, las otras internas que esperan también ser atendidas. A pesar de esta necesidad de ser escuchadas, la atención psicoterapéutica ofrecida por el SPF no resulta útil para las internas. Por un lado, como reconocieron algunos profesionales, ellos no tienen una preparación adecuada para tratar a mujeres encarceladas. Por otro, existe una lógica dificultad, por parte de las internas, para tener una disposición transferencial positiva con un terapeuta que ellas identifican como agente del SPF. La mayoría va y miente, porque tienen miedo que la psicóloga informe al juez por sus problemas. Van sólo por medicamentos y no a plantear problemas (Ana, entrevista, 1996). Efectivamente, los psicof ármacos circulan en forma habitual en la cárcel. Las internas los demandan para uso personal y el SPF los ofrece sin restricciones para “mantenerlas tranquilas”23. Durante una visita realizada a los consultorios médicos dentro de la cárcel, se constató que más de la tercera parte de las internas estaba recibiendo psicodrogas. En relación a este tema algunas señalaron: El SPF cuenta con psiquiatras que lo solucionan todo con psicofármacos que te dejan zombies (Diana, testimonio del taller de reflexión, 1994). Cuando una entra, lo primero que te aconsejan es ir al psiquiatra y ya te empiezan a medicar a la mañana, a la tarde y a la noche... te empastillan (Claudia, entrevista, 1996). ... entonces, cuando se ponen violentas, las llevan, las empastillan y las mandan de vuelta (Andrea, entrevista, 1996). Las psicodrogas forman parte de un conjunto más amplio de adicciones corrientes en el penal, como el tabaquismo y la comida. Las drogas ilegales también son habituales dentro del penal y objeto frecuente de trueques. A pesar de que existe un discurso manifiesto, punitorio y moralista, contra el consumo de drogas e, incluso, un Centro Modelo de Rehabilitación en la Unidad 3, de acuerdo a los testimonios recogidos entre las internas: ... la droga anda, va y viene, no sé qué es lo que controlan. Las chicas fuman y se siente un olor que voltea y las celadoras están ahí, saben. Yo nunca había probado la droga antes de entrar... (Susana, entrevista, 1997). 23Esta facilidad para recetar psicofármacos es aprovechada por las internas, también, para obtener elementos valiosos para el trueque dentro del penal: por ejemplo, se intercambian pastillas por tarjetas telefónicas. 20 Otra interna relataba, de esta manera, el doble discurso del propio SPF: Acá entra cocaína y marihuana, pero cuando saben quienes las traen, no las requisan. Cuando saben que no traen nada, las desnudan para cumplir con las formalidades (Julia, entrevista, 1995). Para el SPF, el trabajo constituye una pieza central del programa de rehabilitación de la población carcelaria. A juzgar tanto por el tipo de tareas que deben realizar las mujeres condenadas como por las ofertas de capacitación laboral existentes en la cárcel, el trabajo parece tener un fin más moralizador que perseguir una posible mejora en la reinserción social-laboral de la interna, cuando ésta recupere la libertad. Las tareas son siempre y fundamentalmente "femeninas" y han variado escasamente desde las épocas de las Hermanas del Buen Pastor24. Por un lado, están los trabajos que tienen que ver con el mantenimiento - cocina, limpieza - y, por otro, los talleres en donde se realizan trabajos para empresas externas - carpetas, borlas de cortinas, empaquetamiento de virulana. Estas tareas, además de ser rutinarias, repetitivas y visualizadas como inútiles para quienes las realizan, son escasas. Efectivamente, no hay trabajo para todas, algunos son esporádicos y la paga es ínfima. A esta paga se la denomina “pecunio”. Los pecunios pagados por determinados trabajos son irrisorios, no más de cinco pesos semanales y, por lo general, se realizan en órdenes de compra de la proveduría de la cárcel, la cual ofrece mercaderías mucho más caras que en los comercios de afuera. Esto también fue corroborado por las autoridades del penal. En la entrevista grupal, sostuvieron que ... el pecunio varía entre $20 a $30 pesos por mes (Unidad 3, Ezeiza, 1997). Ana, una interna, nos contaba: Cuando trabajaba con virulana, estábamos todo el día trabajando. Eramos 5 chicas y me pagaban más o menos $12 cada 15 días (entrevista, 1996). Dadas las características que asume y que el SPF le imprime, podemos sostener que el trabajo se constituye en una pobre estrategia para las mujeres encarceladas. Se vincula más a la disciplina que a la resistencia; responde más a la obediencia, al acatamiento de las normas internas, a la necesidad de dinero por ínfimo que sea, que a una posibilidad genuina de otorgarle al trabajo algún significado provechoso para ellas mismas. Pero, para el SPF, el trabajo es un elemento fundamental, en mucha mayor medida que la educación. La asistencia a algún tipo de trabajo influye en el puntaje de las internas, dentro del sistema de calificación de "conducta" y "concepto". De acuerdo al puntaje otorgado, las mujeres encarceladas pueden obtener o no determinados beneficios, conforme van avanzando en el "régimen de progresividad". Así, una calificación alta puede favorecer el acortamiento de la condena, las salidas transitorias o 24 Tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Capital Federal, el control y la custodia de las mujeres encarceladas estuvo en manos de una orden religiosa (Hermanas del Buen Pastor) hasta la década de 1970. Sobre la historia de la Casa Correccional de Mujeres, cf. Caimari, Lila: "Whose criminals are these? Church, State, and Patronatos and the rehabilitation of female convicts (Buenos Aires, 1890-1940), en The Americas vol. 54, nro. 2 octubre 1997. 21 laborales, etc. De acuerdo a las autoridades penitenciarias, un puntaje alto en "conducta" se vincula a la demostración de un comportamiento correcto, fundamentalmente en el área de trabajo. El "concepto", en cambio, se relaciona a las apreciaciones del propio SPF sobre el comportamiento de la interna. Es decir, es un juicio acerca de lo que el Servicio considera su "real" transformación y rehabilitación. Su objetivo es contrarrestar las posibles "simulaciones" de las presas. El puntaje otorgado al "concepto", entonces, abre un espacio para la arbitrariedad reglamentada. Como sintetizaba categóricamente una autoridad de la Unidad 3 de Ezeiza: Es decir, la "conducta" es lo que la presa hace; el "concepto" es lo que nosotros vemos que hace... (entrevista grupal, 1997). A pesar de estos límites, o precisamente por ellos, "hacer méritos" puede constituirse en otra de las estrategias individuales de las internas. La "buchona", la presa que colabora encubiertamente con el SPF, representa el extremo en la escala de ganarse su aprobación. Una interna sostenía: No hay presas que digan que colaboran con el SPF, pero las hay. Hay quienes van y cuentan todo lo que sucede, todo lo que se va a hacer. Generalmente, las que se creen líderes transan con el SPF (Andrea, entrevista, 1996). Existen otras estrategias de resistencia, formas que se insertan en mecanismos permitidos y formas que utilizan intersticios institucionales para manifestarse. "Hacerse oír" para denunciar, para demandar, constituye una imperiosa necesidad para las personas encarceladas. Enviar cartas al juzgado, pedir audiencias a las autoridades del penal, son formas tradicionales de canalizar denuncias o reclamos, comúnmente aceptadas por la institución. En estos últimos tiempos, sin embargo, las presas comenzaron a recurrir a otros métodos para hacer conocer sus problemas. Por ejemplo, a través de los llamados telefónicos a programas en vivo de radio o televisión para realizar alguna denuncia. Destaquemos que la instalación de teléfonos públicos en los pabellones del penal de Ezeiza, con horarios restringidos de empleo, sólo data de 1996. Las internas también suelen recurrir a medidas de fuerza, como las huelgas de hambre, de brazos caídos, los motines. Estas medidas las toman cuando pretenden modificar sus condiciones de existencia, para hacer evidente el hacinamiento, ante determinadas arbitrariedades manifiestas, por la lentitud del sistema judicial, por solidaridad con poblaciones carcelarias de otros penales, etc. Algunos sostienen que las mujeres presas utilizan estos métodos de protesta en mucha menor medida que los varones. Sin embargo, para realizar tal afirmación, habría que tomar en cuenta una serie compleja de factores: el peso cuantitativo y cualitativo que se le da a la población carcelaria femenina dentro del sistema penitenciario, la repercusión de sus protestas en los medios de comunicación, formas diferentes de resistencia que suelen desafiar menos el control y la seguridad de la institución. Indudablemente, lo que no se puede extraer como conclusión de esta aparentemente menor y menos violenta protesta femenina es que las presas "se encuentran bien" o que sus necesidades son menos apremiantes que las de los varones que protestan más. Los motines constituyen la forma más virulenta de protesta, ya que suponen la toma de pabellones y la captura de rehenes del SPF. Si bien se trata de una estrategia 22 colectiva, no todas las internas participan de los motines, pues algunas temen recibir represalias mucho más terribles por parte del Servicio, una vez acabado el motín, y cualquiera haya sido su resultado. Los motines no sólo representan un conflicto abierto con el SPF, sino que también constituyen una fuente de emergencia de conflictos entre las presas. En un taller realizado con posterioridad a un motín en Ezeiza, una interna afirmaba: Con todo esto surgió mucho egoísmo, mucha discriminación, se fomentó la división entre las compañeras y con eso más división. Es como el cangrejo: perdimos lo que habíamos conseguido. Cuando más necesitás estar con otros, más te aislás o más te aíslan (Andrea, testimonio del taller de reflexión, 1996). Todas estas prácticas y estrategias de sobrevivencia, de resistencia, suponen la existencia de un trabajo de restauración del yo por parte de las internas, demuestran una oposición consciente a las infantilización, a la cosificación a las que permanentemente son sometidas. La mayoría de ellas se basan en la conformación de una red de vínculos sociales que favorece la reestructuración subjetiva y social de la persona. Una interna nos ofrecía este testimonio de lucha interna y externa: Si no te sostenés tratando todo el tiempo de conservar tus pensamientos y de acordarte cómo te llamás, y todas esas cosas, estás lista. ¿Sabés cómo nos llaman ellos? Ellos nos llaman "paquetes". Dicen: "Bajo paquete, llevo paquete a la 3 o a la 5. Voy a buscar paquete". Yo despacito les digo: "Yo no soy un paquete ¿no ves que tengo manos, boca, cara, camino con mis piernas? No soy un paquete". Pero lo digo para mi, no para que ellos cambien. Nosotras somos seres humanos, personas, no somos paquetes y se nos tiene que meter bien en la cabeza (Mirta, testimonio del taller de reflexión, Ezeiza, 1996). Reflexiones finales Todo lo expuesto en este trabajo no es más que una aproximación a la vasta temática de la cárcel y a la forma en que esta institución opera sobre las mujeres detenidas, y cómo ellas intentan resistir a través de una reformulación del encierro. Intramuros, incesantemente, un brutal enfrentamiento se libra entre un sistema represivo que busca la cosificación de las personas detenidas y la capacidad de éstas para desarrollar una práctica social cotidiana que les permita sobrevivir como personas y, por lo tanto, resistirlo. La investigación nos revela que el encierro y todo lo que éste implica afecta las subjetividades tanto de mujeres como de varones. Este sistema represivo busca desestructurar sus identidades, destruir su fuerza yoica y disminuir su capacidad de reacción y acción como sujetos sociales. No podemos evitar señalar que cuando la tecnología penitenciaria despliega sus métodos sobre las presas, posiblemente se encabalgue en un sentido de la obediencia femenina, social e históricamente, construido. En nuestra sociedad aún sigue predominando una visión patriarcal que amenaza la autoestima de las mujeres, configurando subjetividades que dificultan la emergencia y ejercicio del juicio crítico. En la cárcel, un nuevo anillo de marginación intenta estrangular las condiciones de posibilidad de ser sujetos. Sin embargo, hemos podido comprobar que un contexto tan violento y amenazador no logra reducir totalmente a las mujeres a 23 sujetos pasivos. Al escuchar sus voces, al observar su vida cotidiana, advertimos que es a través de las diversas prácticas y estrategias que ellas logran reformular el encierro carcelario. Prácticas que contribuyen a sostener la integridad del yo, prácticas de oposición, de disputa, de negociación, de recreación, de integración. Estrategias para crear espacios de resistencia donde puedan establecerse relaciones solidarias, asumir compromisos afectivos y proteger su identidad. El principal objetivo que nos impulsa a presentar este artículo es instalar el tema de las mujeres encarceladas en tanto problemática de un grupo marginado, excluido, pero que integra constitutivamente el tejido social. Creemos que se trata de una realidad oculta, poco conocida y doblemente silenciada por tratarse de personas privadas de su libertad y mujeres. La mujer presa, aún cuando sólo se encuentre procesada, representa para el imaginario social a la anti-mujer. Representa a aquella que rompió con el pacto social y sexual; la que traicionó ese mandato social de género que la naturaliza como buena, abnegada, sumisa y altruista. Más allá de las pésimas condiciones de vida en la cárcel y del lento funcionar de la justicia, más allá incluso de la perversidad del sistema penitenciario, es preciso resaltar la indiferencia social que permite mantener a cientos de mujeres (y varones) en una situación de aislamiento que en la mayoría de los casos se prolonga a sus vidas luego de la excarcelación. Mientras la situación de las presas siga sumida en el silencio, las cárceles continuarán siendo para ellas campos de concentración legitimados. Si nos proponemos promover e incentivar el debate sobre el sistema carcelario es porque estamos convencidas de que es indispensable que la sociedad deje de dar la espalda y asuma la responsabilidad de pensar soluciones. El silenciamiento y la indiferencia social son formas de violencia que deben revertirse si se quiere realmente encontrar una salida que no pase por cristalizarlas en la culpa y perpetuarlas en una condena de marginación y exclusión social. 24 Bibliografía Azaola, Elena: Las Mujeres olvidadas, México, Colegio de México, Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1996. Caimari, Lila: "Whose criminals are these? Church, State, and Patronatos and the rehabilitation of female convicts (Buenos Aires, 1890-1940), en The Americas vol. 54, nro. 2 octubre 1997. Daroqui, Alicia: “Violencia carccelaria y universidad”, en Izaguirre, Inés (comp.): Violencia y Derechos Humanos, Buenos Aires, Eudeba, 1997. Filc Judith: Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura 1976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997. Foucault, Michel: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Barcelona, Siglo XXI, 1995. Giberti Eva: “Mujeres carceleras, un grupo en las fronteras del poder” Ediciones de la ASAMBLEA PERMANENTE POR LOS DERECHOS HUMANOS, Buenos Aires, 1989. Girardi Renee: “Mujer e institución: visita femenina vs. Cárcel”, trabajo presentado a las V JORNADAS INTERESCUALES-DEPARTAMENTOS DE HISTORIA, Montevideo, 1995. Goffman, Erwin: Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu, 1972. Kubler Ross, Elizabeth: On death and dying, New York, Mc.Millan Publishing, 1969. Laferriere Marta y Héctor Leis (comp.): Cárcel y democracia: un debate necesario, Buenos Aires, CEAL, 1990. Le Breton, David: Antropología del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1995. Pavarini, Massimo: “¿Menos cárcel y más medidas alternativas?” en Política penitenciaria y doctrina oficial,, Asociació Catalana de Juristes Demócrates, Barcelona, Siglo XXI, 1993. Pavarini Massimo: Control y Dominación, Barcelona, Siglo XXI, 1993. Pollock-Byrne, J.: Women, prison and crime, Brooks\Cole Publishing Company, 1990. Schocklender Sergio: Infierno y resurrección, Buenos Aires, Colihue, 1995. Serna, Idella: Locked Down. A woman`s life in prison, New Victoria Publichers Inc.., 1992. 25 Zerba Diego y María Massa (comp.): El malestar en el sistema carcelario, Buenos Aires, Ediciones El Otro, 1996. 26 APENDICE 1 ESTRUCTURA de ENTREVISTA a MUJERES ENCARCELADAS FICHA PERSONAL Nombre: Edad: Estado civil: Hijos (edad): Clase social (actividades que realizaba antes, de qué vivía): Lugar de origen: Nivel de educación alcanzado: Tiempo que lleva en penal: Reincidente (?): (en caso afirmativo, el cuestionario debe ser comparado con anteriores experiencias carcelarias) Si tiene condena, tiempo que le queda por cumplir: 1. PABELLONES a. En que tipo de pabellón vive? Descríbalo. b. Ha estado o conoce otros pabellones en esta unidad? Descríbalos. Cuáles fueron las razones de los traslados? c. Ha estado alguna vez en celdas de castigo, aislamiento? Como describiría esa experiencia? e. Describa un día común en el pabellón. 2. ALIMENTACION a. Que tipo de alimentación recibe? b. Obtiene comida de otras fuentes? c. Dónde come? Con quiénes? Quiénes cocinan? Hay restricciones en los alimentos? 3. SALUD a. Ha estado enferma alguna vez? b. Ha notado algún tipo de cambio en su salud (física o mental) desde que entró en el penal? (no olvidar obesidad, cigarrillo, trastornos menstruales, drogas) c. Ha recibido algún tipo de tratamiento psicológico? Porque? d. Como es la atención de la salud (mental y física) en la cárcel? e. Quiénes están a cargo de la atención de la salud en el penal? f. Como calificaría a los profesionales que están a cargo de la atención de la salud? g. Quiénes la atienden y cuidan si se enferma? h. Le hicieron alguna vez un chequeo de salud y/o PAP? i. Cómo son las condiciones de higiene dentro del penal? (por ejemplo, baños). EMBARAZO/PARTO: controles prenatales; donde se atendió el parto y quien lo hizo; si recibió algún tipo de ayuda material y/o psicológica del SPF, otras instituciones, compañeras, familiares; complicaciones puerperales, etc. Mantuvo el hijo/a en el penal los dos años establecidos? si/no, porqué? SIDA: portadora o enferma; desde cuándo lo sabe; como se infectó (dentro o fuera de la cárcel); si recibe atención médica (describir); actitudes preventivas hacia ella y hacia los/las demás (cuáles); si nota discriminación entre sus compañeras, el SPF, los profesionales de salud. 4. EDUCACION a. Ha recibido algún tipo de educación dentro de la cárcel? Cuál? Que le ha parecido? Como calificaría a los docentes? 27 b. Concluyó o abandonó sus estudios? Porqué? c. Porque ha decidido estudiar en la cárcel? d. Piensa que el estudio ha influido, de alguna manera, en su vida dentro del penal? e. Que le gustaría estudiar o en que le gustaría capacitarse dentro de la cárcel? 5. TRABAJO a. Ha realizado algún tipo de trabajo dentro de la cárcel? Porque? b. Que tipo de ofertas de trabajo existen dentro de la cárcel? c. Cuáles trabajos se remuneran y cuáles no? (Con respecto a los primeros), Cuanto? Como? (sistema de pago). d. cuáles son los horarios de trabajo? En qué lugares de la cárcel se realizan? e. Quiénes controlan o dirigen el trabajo? f. Existen interferencias entre el trabajo y las posibilidades de estudiar? 6. Además del trabajo y/o el estudio, realiza otro tipo de actividades en la cárcel? (charlas, visitas de religiosos/as, de asociaciones -caridad-, etc.). 7. RELACIONES ENTRE MUJERES ENCARCELADAS a. Como describiría las relaciones, la convivencia, con las compañeras de pabellón, de trabajo, de estudio, dentro de la cárcel? (desde situaciones de solidaridad, formación de redes y líderes entre las presas, hasta situaciones de conflicto, violencia; conformación de "pseudo-familias", de parejas; el lesbianismo en la cárcel) b. Cómo se recibe a una internada nueva? Recuerda su primeros tiempos en la cárcel? Describa su día de llegada. c. Como se comunican entre Uds. y/o como se enteran de lo que ocurre en otros pabellones? d. Existen códigos de convivencia internos? Cuales son? (qué es considerado "respetable" y qué no en la cárcel). e. Qué tipos de negociaciones existen? 8. RELACIONES CON EL PERSONAL DE SPF a. Como son tratadas por el personal del SPF? Distinguir entre autoridades, profesionales y de seguridad. b. Cómo se realizan las requisas? Qué puede originarlas? c. Con quienes pueden comunicarse mejor? A quiénes se dirigen cuando necesita algo? d. Que tipo de negociaciones pueden establecerse con ellos/as? e. Percibe alguna diferencia de acuerdo al sexo (si es varón o si es mujer)? f. Se comunica habitualmente por TE con su abogado/a? (El/ la abogado/a es de oficio o particular?) 9. Qué cosas han cambiado de su personalidad desde que está presa? En que medida cree Ud. que el sistema ha cambiado (o no) su vida? (tratar de medir "adaptaciones" y "resistencias"). 10. Que piensa de las protestas en la cárcel? (motines, huelgas de hambre)? Ha participado o presenciado alguna? Descríbala. 11. Piensa que la situación de los varones presos es idéntica a la de las mujeres? (Si contesta que no), que diferencias percibe y a que las atribuye? (tener en cuenta, por ejemplo, salidas laborales, visitas, régimen de vida -qué cosas pueden o no hacer). 12. LA FAMILIA a. Como era su familia de origen? (indagar por antecedentes) b. Como está compuesta su familia? Con quien vivía antes de caer presa? c. Recibe visitas? Quien? Frecuencia. Características de las requisas a los/as visitantes? 28 d. En qué medida la instalación de el TE modificó su vida en la cárcel? Con quiénes se comunica? e. En caso de tener pareja, como es su relación desde que cayo presa? (Régimen de "visitas íntimas:; si la pareja también esta presa, cómo se realizan las visitas de penal a penal; relato de los traslados). f. En caso de tener hijos/as, como es su relación desde que cayo presa? 29 APENDICE 2 Metodología de los talleres A continuación presentamos un esquema general de realización de talleres, adaptado y re-ordenado en función de cada temática a tratar. Momentos 1. Apertura 2. Encuadre 3. Reflexión y conceptualización (oral y escrita) 4. Intermedio 5. Plenario 6. Evaluación y previsión para futuros encuentros 1. Apertura: Habitualmente denominada "caldeamiento", es la motivación inicial para centrar el tema, la creación de un clima de confianza y trabajo, que permita a las participantes ambientarse, ubicarse, en la temática a abordar. En este momento, pueden utilizarse preguntas, problemas a resolver, juegos, etc. 2. Encuadre: Es el marco formal del trabajo, de modo que las reglas que regirán la tarea sean conocidas y sostenidas por parte de todas las participantes. Esto implica la necesidad de explicitar, en todos y cada uno de los talleres, la frecuencia de los encuentros, el tema, el tiempo de duración, los momentos, los roles, el horario del intervalo, etc. La correcta explicitación de estos aspectos es indispensable para el encauzamiento y re-encauzamiento de la tarea. Por ejemplo, permite y facilita intervenciones por parte de la coordinación que señale la pertinencia o no de las temáticas que afloran. 3. Reflexión y conceptualización: Básicamente, este momento apunta a posibilitar el proceso de producción y reflexión, que pasa por lo individual y lo interaccional. La producción puede pertenecer al orden de lo concreto y de lo real, así como de lo imaginario y lo simbólico. A lo largo de esta etapa, se hace "algo", se reflexiona sobre ese "algo", y se conceptualizan descubrimientos y logros. Esto implica privilegiar tres aspectos básicos: * vivencia o anclaje en el sentimiento y la acción; * experiencia reflexiva, en el sentido de intercambio de ideas o aparición de interrogantes; * información, basada en el trabajo intelectual, para provocar la ruptura de prejuicios, mitos y creencias, que estereotipan las conductas y obstaculizan muchas veces el aprendizaje. En esta parte del taller, la coordinación podrá apelar, según la dinámica del grupo, a diferentes técnicas (vivenciales, de actuación, auditivas y audiovisuales, visuales, etc.). Posteriormente, se promoverá la conceptualización (pasaje de lo vivencial al pensamiento), en un primer momento, en forma oral y conjunta; dando lugar a un segundo espacio, individual y escrito. El acto de escribir es de fundamental importancia dado que permite la revalorización del intercambio y del propio pensamiento, favorece la conversión de "saberes" en "conocimiento". 4. Intermedio: Uno de los momentos previstos en el encuadre es el intervalo, utilizado para almorzar, de manera conjunta internas y coordinadores. Es éste un momento de distensión que facilita la emergencia de aspectos diferentes (anécdotas, chistes, comentarios) que enriquecen la tarea realizada y brinda conocimientos y experiencias útiles para la realización de la etapa siguiente. 5. Plenario: Es el momento en el cual los grupos, que pudieron haber trabajado en forma 30 separada y con distintas coordinaciones la misma temática, se reúnen y comparten con los otros sus producciones, interrogantes y conclusiones. En este sentido, el plenario abarca tres fases: * intercambio * debate * nuevas conclusiones (orales y escritas) 6. Evaluación y previsión para futuros encuentros: En esta fase, se procurará que las participantes del taller realicen una evaluación, tomando en cuenta los siguientes items: * contenidos * metodología utilizada * comportamiento del grupo * comportamiento del equipo de coordinación En el mismo sentido, el equipo coordinador realizará, a posteriori, una evaluación, cubriendo los mismos items. En base a estas evaluaciones, se mantendrá o modificará el diseño de los talleres subsiguientes. 31 APENDICE 3 ESTRUCTURA de ENTREVISTA a PERSONAL DEL SERVICIO PENITENCIARIO FEDERAL (autoridades, de seguridad, profesionales) FICHA PERSONAL Nombre: Edad: Sexo: Nivel de estudios: Cargo y antiguedad: 1. Cuando y porqué decidió entrar al SPF? 2. Tuvo otras experiencias de trabajo en el SPF? Cuales? 3. En que consiste su trabajo dentro del penal? Cual es el objetivo de su cargo? 4. Cuales son las dificultades más comunes de su trabajo? 5. Ha trabajado alguna vez con presos varones? Cree Ud. que existen problematicas diferentes y, en consecuencia, la necesidad de tratamientos distintos, de acuerdo al sexo de la persona encarcelada? Porqué? Cuales? 6. Cómo describiría el comportamiento de una presa típica. Cómo clasificaría los diferentes tipo de internas? 7. Como se relacionan las mujeres dentro del penal? 8. Como se evalúa la "conducta" y el "concepto" de una interna? Para qué sirve un puntaje alto? Como caracterizaría los comportamientos de una presa de buena conducta y de una de mala conducta. 9. Aumentó la poblacion carcelaria en estos ultimos años? Cambiaron las caracteríticas de las mujeres que han ingresado al penal en los ultimos años? En que cambiaron? 10. En que consiste el tratamiento (de rehabilitacion social) de la interna? Que actividades/programas se implementan dentro del penal a tal efecto? 11. De poder hacerlo, qué cosas mantendría y qué cosas cambiaría en la A. organizacion, B. objetivos del SPF, C. en su trabajo en particular? PARA DIRECTIVOS y PERSONAL DE SEGURIDAD 1. Que pasos (tramites) deben seguirse cuando una procesada o condenada ingresa al penal? (Pasa por asistencia social, revisaciones medicas?) 2. Cuales son las modalidades de seguridad habituales en la carcel? 3. Que es una requisa? Porque se hacen? Cada cuanto se realizan? 4. Todas las presas pueden recibir visitas? Porque motivos no pueden recibirlas? Quienes pueden visitarlas? Con que frecuencia? Que tramites tienen que realizar? Que tipos de visitas existen? 5. Quiénes visitan habitualemente a las presas? Con que frecuencia? 6. Son frecuentes las protestas colectivas de las mujeres en la carcel? En general porque se originan? Qué se hace frente a un motin, una huelga de hambre? PARA PROFESIONALES de SALUD (física-mental) 32 1. Como es el estado de salud de las presas? 2. Cuando alguna persona se enferma tienen los recursos adecuados para atenderla? Es frecuente que tengan que derivarlas a servicios hospitalarios? En que casos? 3. Que tipos de enfermedad encuentra mas frecuentemente en la carcel? Es habitual la autoagresion por parte de las internas? 4. Se realiza algun tipo de revisacion/chequeo periodico a las internas? De qué tipo? 5. Conoce la poblacion carcelaria con HIV positivo? Que atencion reciben? PARA DOCENTES (primarias) 1. Que nivel de educacion deben y pueden recibir las internas? 2. Cree Ud. que las internas estan interesadas en educarse? Porque? Cuales son las caracteristicas (perfil) de las mujeres que se interesan? 3. Nota algun tipo de dificultad especifica en el aprendizaje de las internas? Con qué la relaciona? 4. En que medida cree Ud. que las internan aprovechan de los programas de trabajo y/o capacitacion para su reinserción social? PARA TRABAJADORAS SOCIALES 1. De quien dependen? Que relacion tienen con el Patronato de Liberados? 2. Cual es la tarea de una asistente social en la carcel? 3. Interviene en todos los casos de mujeres encarceladas o en casos especificos? Cuales? 4. Establecen nexos con la familia de la interna? De qué tipo? 5. Intervienen en la elaboracion de informes sobre las internas? Cuando y porque se hacen estos informes? Son tenidas en cuenta sus consideraciones? 33