2 – LOS PARTIDOS DE OPOSICIÓN El sistema canovista intentó integrar en el partido conservador o el liberal a los sectores más moderados de la oposición, pero dejó en la marginación (fuera del turno, e incluso fuera del Congreso) a los que no se integraron, como el carlismo, y sobre todo a los republicanos. Junto a estas 2 fuerzas políticas fueron surgiendo otras, los partidos obreros (PSOE) y nacionalistas, que analizaremos en otros apartados. Los republicanos habían sido los grandes perdedores de la restauración borbónica. En lo quedó de siglo, permanecieron muy desunidos en multitud de tendencias (unitarios/federales, prosocialistas/proliberales, legalistas/radicales, etc.) y con rencillas entre sus líderes. El Partido Posibilista de Emilio Castelar entró en el juego político de la Restauración, adoptando un papel testimonial. El Partido Progresista (Canalejas, Montero Ríos) se integró en el Partido Liberal de Sagasta. El Partido Federal (Pi i Margall) y el Partido Republicano Progresista (Ruiz Zorrilla) siguieron en la marginalidad y los intentos revolucionarios fallidos. Los republicanos empezaron a recuperarse a partir de 1886, obteniendo algunos diputados, y consiguiendo muchos concejales en las grandes ciudades. El sufragio universal revitalizó el republicanismo y permitió su reunificación en la “Unión Republicana”. 3 – EL MOVIMIENTO OBRERO Durante la Restauración se consolidó la industrialización, sobre todo en Cataluña, País Vasco y núcleos urbanos como Valencia, Madrid, etc. La situación del proletariado no mejoró en el último cuarto del XIX. Los salarios subieron un 30 % pero los precios lo hicieron un 70 % (sobre todo con la Guerra de Cuba). Surgieron barriadas sin servicios, con viviendas miserables. Las únicas mejoras fueron la reducción de la jornada laboral (10 h.) y del trabajo infantil. El movimiento obrero español se consolidó en el periodo de la Restauración en torno a las ideologías anarquista y marxista. Un régimen como el de la Restauración, que dejaba de lado las aspiraciones populares tanto a nivel político como social, es natural que contase con la oposición de estas ideologías. Por otro lado tanto liberales como conservadores opinaban de los obreros que eran “brutos sin cultura” que sólo podían conducir el país a la barbarie, y de las ideologías obreras que eran poco menos que la personificación del caos, la revolución, el desorden, todo lo que odiaban. El anarquismo se reorganizó a partir de 1881 con la fundación de la FTRE, pero luego vivió un periodo de gran desunión entre los partidarios de la lucha sindical y los de la lucha violenta, a pesar de lo cual tuvo una gran implantación en Cataluña (obreros) y Andalucía (jornaleros). La violencia anarquista se dejó ver en el levantamiento de los jornaleros de Jerez en 1892, el asesinato de Cánovas en 1897, las bombas del Liceo de Barcelona (1893) y de la procesión del Corpus en la misma ciudad (1896). Contra la violencia los gobiernos de la Restauración usaron la represión de los todos los movimientos sociales, muy especialmente de los anarquistas. Los partidarios de la lucha sindical convocaron numerosas huelgas durante este periodo, sobre todo cuando las condiciones del proletariado empeoraron como consecuencia de la Guerra de Cuba, aumentando la conflictividad social. El socialismo marxista se organizó en torno al PSOE (fundado en 1879) y su sindicato, la UGT (1888), teniendo su mayor implantación en Madrid y el País Vasco. Sólo a partir de 1890 tuvo una cierta presencia. 4 – LOS NACIONALISMOS La ideología liberal-burguesa tiene como eje central a la “nación” concebida como el conjunto de los ciudadanos con unas relaciones económicas, sociales y culturales comunes, que “sienten” su unidad y su diferencia con otros pueblos y que tienen el derecho a gobernarse a sí mismos (soberanía nacional). De aquí surgen los nacionalismos, movimientos políticos que luchan por la identificación de los Estados con las Naciones. En muchos países europeos surgió un nacionalismo integrador (Francia, Italia, Alemania), mientras en otros surgían conciencias nacionales dentro de Estados ya existentes (Austria-Hungría, Rusia, Imperio Turco). ´ En España la burguesía centralista había intentado crear una conciencia nacional integradora, continuación de la “España Imperial”, alrededor de Castilla (con muchos fallos: olvidó la importancia de los símbolos). Como no confiaban en la soberanía “nacional” (pueblo), el nacionalismo español descansaba sobre conceptos abstractos, “espirituales”, como la religión católica, la “grandeza” de España, el recuerdo del “Imperio”, la “unidad de destino en lo universal”. Pero al mismo tiempo marginaba a las regiones periféricas en el gobierno del Estado, en la política económica (vía capitalista agraria) y a sus rasgos culturales por la pretensión de imponer una cultura castellanizada. En muchas de estas regiones periféricas había un sustrato cultural, lenguas y una tradición política propias (mantenidos en la memoria colectiva por las reivindicaciones foralistas carlistas) que se sintieron marginadas por el sistema de la Restauración. A ello hay que sumar la aparición de una burguesía industrial o de negocios, cuyos intereses no siempre eran idénticos a los de la burguesía terrateniente castellana, y que se consideró marginada de las decisiones políticas importantes. Las aspiraciones de poder político chocaron con el centralismo de la burguesía terrateniente castellana. Estos movimientos nacionalistas, todavía muy débiles, no alarmaron a la clase política de la restauración, y no se oyeron sus pretensiones, pero ponían en peligro una de las bases del Estado liberal-burgués, la unidad del Estado Español, por lo que ya en el XX fueron considerados como uno de los principales problemas, causantes en gran parte de la crisis de la Restauración y de los grandes conflictos del S. XX en España (II República, Guerra Civil, Franquismo, todavía hoy se les ve así) EL CATALANISMO A partir de 1830 surgió en Cataluña un movimiento cultural, la “Renaixença”, dentro del contexto internacional del Romanticismo. Se proponía la recuperación de los rasgos culturales y la lengua propios, pero carecía de pretensiones políticas. Cataluña era la región más desarrollada e industrializada de España, con la mayor renta per cápita, el mayor número de proletarios y de burgueses, y la más urbanizada. Había, por tanto, una diferencia socioeconómica). La recuperación de la conciencia nacional a nivel político estuvo relacionada con la aparición del carlismo y el republicanismo federal. Cuando el régimen de la Restauración dejó fuera del gobierno a la burguesía industrial catalana, ésta empezó a recoger las ideas de un mayor autogobierno, recordando la entidad política propia existente hasta 1715. La primera formulación del catalanismo político la realizó Valentí Almirall, quien fundó en 1882 el Centre Català. Se trataba de una organización que pretendía sensibilizar a la opinión pública catalana para conseguir la autonomía. En 1885 publicó un “Memorial de Agravios” que denunciaba la opresión a Cataluña y reclamaba los intereses catalanes. Un grupo de intelectuales (de tendencia conservadora), entre los que destaca Enric Prat de la Riba, fundó en 1891 la “Unió Catalanista” (asociación cultural). Su programa quedó fijado en las “Bases de Manresa” (1892), que defendían una organización confederal de España y el autogobierno en materia de política interior. El impacto de la Guerra de Cuba y el desastre de 1898 fue muy importante para la expansión social del catalanismo político. La oferta de autonomía a la isla, y el fracaso en la gestión de la crisis hicieron que la burguesía catalana se distanciase del sistema de la Restauración y se acercase a planteamientos nacionalistas en 1901 con la fundación de un partido político, la “Lliga Regionalista”, de carácter conservador, católico, burgués, que denunciaba la corrupción del sistema canovista y reclamaba la autonomía para Cataluña (no la independencia) para poder defender mejor los intereses económicos propios (proteccionismo). Entre sus líderes estaban Prat de la Riba y Francesc Cambó (ya en el XX, multimillonario). Fue la fuerza hegemónica en Barcelona hasta 1923, a pesar de las pocas simpatías entre el proletariado. EL NACIONALISMO VASCO En el País Vasco la situación económica, cultural, lingüística y política era similar a la catalana. La abolición de los fueros en 1876 (pago impuestos, servicio militar, educación en castellano desde 1857) dio origen a un movimiento que reivindicaba la restauración foral. Por otra parte, la rápida industrialización y la fuerte inmigración pusieron en peligro la sociedad agraria tradicional vasca, y dio lugar a un movimiento cultural que pretendía defender los rasgos propios frente a la invasión castellana. Sabino Arana: De familia acomodada vasca (propietarios de astilleros Euskalduna), y de educación jesuítica, tenía una ideología nacida del carlismo y el foralismo: religioso, antiliberal, tradicionalista, racista y conservador. Crea un nacionalismo “espiritual” incompatible con el español (también “espiritual”), que difundió con todo tipo de estrategias (gran propagandista y manipulador). Fundó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Estudioso y recuperador del euskera, creó también todos los símbolos del nacionalismo vasco (Ikurriña) y sus bases ideológicas: - Separación de España: creación de un Estado Vasco independiente (Euskalherria) que incluye Navarra y los territorios vascos franceses (Iparralde). - Radicalismo antiespañol: los “maketos” habían invadido y esclavizado Euskadi, por lo que Arana deseaba todos los males a España. - Exaltación racista y xenófoba de la etnia vasca, hecho diferencial básico. Superioridad racial de los vascos frente a la “vil y despreciable” raza española. Se oponía a la inmigración de españoles. - Integrismo ultracatólico, que se traducía en la creación de un Estado casi teocrático (educación en Jesuitas). - Promoción del Euskera y recuperación de la tradición cultural vasca frente a la invasión española. - Apología del tradicional mundo rural vasco, todavía sin contaminar por el industrialismo, el liberalismo, el socialismo, la democracia y el españolismo. Las guerras coloniales de 1898 debían ser un ejemplo para Euskadi. Al mismo tiempo, el inicio de la crisis de la Restauración y el rebrote del nacionalismo español, aumentó el éxito del nacionalismo vasco. El nacionalismo de Arana tuvo una escasa acogida entre los medios urbanos y los intelectuales vascos, que lo consideraban antimoderno, ruralista y clerical. Pero sí se extendió entre la baja burguesía y el medio rural de Vizcaya y Guipúzcoa (no de Álava y Navarra). Le sucedió Ramón de la Sota, cuyo dinero y moderación hicieron que el nacionalismo vasco se extendiese en el resto del País Vasco. NACIONALISMO GALLEGO La sociedad gallega seguía siendo esencialmente rural y en buena parte analfabeta, no como la vasca o la catalana. Tenía una escasa y débil burguesía, mientras las clases dominantes eran la baja nobleza y el clero. El regionalismo fue mucho más tardío y débil pese a contar con una población rural muy homogénea que conservaba las tradiciones y la lengua propias. A mediados del XIX se inició también un movimiento cultural, “O Rexurdimento” que redescubrió la literatura y la lengua gallegas, y contó en sus filas con personajes como Rosalía de Castro. El nacionalismo gallego sólo arraigó en las minorías más cultas, y no adoptó la forma separatista, sino de reivindicación del olvido a que la Restauración tenía condenada a Galicia, que creaba el subdesarrollo y forzaba a la población a la emigración. La formulación política del nacionalismo gallego no llegó hasta 1918, durante la primera asamblea de las “Irmandades da Fala”. En la II República se fundó ORGA. VALENCIANISMO POLÍTICO La burguesía valenciana, agraria, se identificó siempre con los intereses de la burguesía terrateniente castellana, por lo que no tuvo una conciencia nacional propia hasta muy tarde, y aún entonces muy débil. La recuperación de las tradiciones y lengua propias (Renaixença) se inició en 1878 con la creación de la asociación cultural “Lo Rat Penat”, y continuó con la celebración de los “Jocs Florals”, la obra de intelectuales como Constantí Llombart, muchas publicaciones en “valenciano”, pero siempre dentro de un folklorismo poco reivindicativo. El valencianismo político surgió en 1904 con la fundación de “Valencia Nova”, y en 1908 con “Joventut Valenciana”, pero no pasó del regionalismo autonomista. ANDALUCÍA En Andalucía empezó el regionalismo alrededor del Ateneo de Sevilla ya a principios del S. XX. Era un movimiento muy débil, regionalista, autonomista, y sin calado social fuera de algunos círculos intelectuales.