Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIALES EDITORIAL ¿Como puede ayudar la medicina? Epidemia de los accidentes de tráfico 165.429 José Juan Jiménez-Moleón y Pablo Lardelli-Claret Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública. Universidad de Granada. Granada. España. Está claro que los accidentes de tráfico y sus consecuencias son un problema de salud pública. Sin embargo, aunque la población entiende que dependen de factores conocidos, modificables y, por tanto, evitables, el concepto de «accidente» como algo ligado al azar y a la mala suerte sigue fuertemente arraigado en nuestro subconsciente, lo que en parte dificulta su prevención y control. Además, y ya en la esfera sanitaria, es esencial asimilar que el objeto último de la prevención no es el accidente en sí mismo, sino los problemas de salud que éste genera y, en definitiva, los que motivan su importancia. Por ambas razones creemos que sería conveniente, al menos desde el ámbito de la salud pública, reemplazar como objeto de estudio el término «accidente de tráfico» por el de «lesiones a consecuencia del tráfico» (LCT). Hace 3 años aproximadamente, Plasencia y Cirera1 proponían, desde esta misma tribuna, un decálogo de medidas para salir de la etapa presanitaria en la que, a su juicio, se encontraba el problema de salud generado por los accidentes de tráfico. Desgraciadamente, ha pasado el tiempo y su propuesta continúa vigente. En el año 2004, las LCT fueron la primera causa de muerte en población española de 5 a 34 años y la primera causa de años potenciales de vida perdidos en el varón y la segunda en la mujer2. Entonces, ¿por qué la sanidad sigue sin hacer lo que debería y podría hacer para un abordaje más eficaz de las LCT? Si bien el decálogo propuesto por Plasencia y Cirera1 responde, al menos parcialmente, a esta pregunta, el sector sanitario tiene la sensación de que el papel fundamental en la prevención y el control de las LCT depende de otros sectores ajenos a él. En nuestra opinión, gran parte del problema está en que los profesionales sanitarios, al igual que otros estamentos implicados, todavía no han entendido y asimilado el modelo causal de las LCT y, por tanto, el papel que han de tener en él. Como para cualquier otro problema de salud, la prevención de las LCT requiere el conocimiento de sus causas. La investigación epidemiológica ha permitido formular un modelo causal adecuado para encajar los distintos factores dependientes del vehículo, el entorno y el individuo en las últimas décadas, factores que se superponen y actúan conjuntamente en prácticamente el 100% de las LCT. Modelo causal que, a diferencia de lo que ocurre con otras enfermedades, los profesionales de la salud no han terminado de asumir. De tal forma que los conceptos que se tiene sobre los accidentes y sus causas no difieren mucho de los de la población general, basados en tópicos que no siempre son Correspondencia: Dr. J.J. Jiménez-Moleón. Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública. Facultad de Medicina. Universidad de Granada. Avda. de Madrid, 11. 18012. Granada. España. Correo electrónico: jjmoleon@ugr.es Recibido el 2-8-2006; aceptado para su publicación el 8-9-2006. 178 Med Clin (Barc). 2007;128(5):178-80 verdad y que con frecuencia proceden de fuentes de información de cuestionable validez. Por ejemplo, existe la sensación generalizada de que los únicos responsables de los accidentes de tráfico son los conductores, mayoritariamente varones jóvenes, implicados en conductas de riesgo relacionadas con la velocidad excesiva y el consumo de alcohol. Lo que no siempre es así. El siguiente ejemplo trata de ilustrar mejor las ideas que se pretende transmitir. Supongamos a un conductor joven que conduce un coche con las ruedas desgastadas y sin sistema de frenado ABS, circulando de noche, por una carretera sin arcén, a una velocidad superior en 10 km/h a la recomendada en esas circunstancias. En una de las curvas, un peatón ebrio y sin chaleco reflectante invade su carril, lo que le obliga a efectuar una frenada brusca que hace que el coche derrape y quede atravesado en el carril contrario. Eso lo hace colisionar con otro vehículo que circulaba en dirección contraria, cuyo conductor –un varón de 75 años, con una tasa de alcoholemia de 0,6 g/l, que circulaba a una velocidad adecuada– no pudo frenar a tiempo, perjudicado también por la existencia de un badén no señalizado. Sin el cinturón de seguridad puesto, la colisión proyecta violentamente contra el parabrisas delantero a este segundo conductor, que sufre un traumatismo craneoencefálico grave. Avisada por el primer conductor, que resulta ileso, la asistencia sanitaria llega 15 min después. El herido se traslada en ambulancia al hospital comarcal, en lo que se invierte otros 15 min. Sin embargo, el agravamiento de su estado general hace recomendable su traslado al hospital de tercer nivel más cercano, al que finalmente no consigue llegar con vida. La reflexión que se hace habitualmente ante un accidente como el descrito es la siguiente: «Este accidente no se habría producido si la persona responsable no hubiese cometido la infracción que lo causó». Una reflexión excesivamente simplista y no siempre cierta. Así pues, y según esta forma de pensar, la clave para evitar accidentes se traduce principalmente en modificar los comportamientos imprudentes de los usuarios de las vías: conductores, pasajeros y peatones, olvidando otros factores relacionados tanto con la producción del accidente como con la atención posterior de las víctimas. En el ejemplo, incluso preguntas aparentemente sencillas como por qué se ha producido el accidente o quién ha sido el responsable son extremadamente difíciles de responder. A diferencia de lo que tratan de transmitirnos los medios de comunicación, e incluso los responsables de la seguridad vial, todos los accidentes de tráfico son intrínsicamente multicausales. De ahí la necesidad de una intervención coordinada y dirigida desde muy diversos sectores3, desde las autoridades responsables de la seguridad vial hasta la empresa automovilística, pasando por el sector sanitario, entre otros. Pero aún hay más. Al contrario de lo que en un principio podría suponerse, la respuesta a la pregunta sobre quién es el culpable del accidente tiene muy poco que ver con lo que Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. JIMÉNEZ-MOLEÓN JJ ET AL. ¿COMO PUEDE AYUDAR LA MEDICINA? EPIDEMIA DE LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO realmente interesa desde una óptica sanitaria. Lo que de verdad debería interesar es cómo se podría haber evitado el traumatismo craneoencefálico y, como consecuencia, la muerte del segundo conductor. De nuevo, en contra de lo que a diario tratan de transmitirnos los medios de comunicación, e incluso los responsables de la seguridad vial, y a diferencia también de lo que puede ser de interés prioritario para jueces y compañías aseguradoras, nuestro objetivo no es buscar responsables, sino prevenir daños corporales. Sólo cuando los sanitarios nos alejemos de planteamientos convencionales y seamos capaces de asumir este cambio de perspectiva, entonces estaremos en disposición de actuar de forma eficaz en la prevención y control de las LCT. Cualquier modelo epidemiológico multicausal de las LCT debe extenderse antes y después de la colisión en sí misma. Así se puede definir un modelo de causalidad con cuatro eslabones bien diferenciados4. El primero se determinaría por la intensidad de la exposición al riesgo de sufrir un accidente, que se traduce en el tiempo o distancia de los trayectos que un sujeto recorre como conductor, pasajero o peatón por unidad de tiempo. El segundo eslabón lo representaría el concepto de accidentalidad, es decir, el riesgo de sufrir un accidente por unidad de exposición. El tercer elemento de la cadena causal sería el constituido por el impacto inmediato de la energía cinética liberada y transferida en el instante de la colisión, de tal forma que a más energía transferida mayores consecuencias para la salud. Y el último eslabón dependería de todos los factores que afectan al pronóstico de las víctimas una vez ocurrida la colisión y determinan las consecuencias últimas del accidente para la salud de los implicados. Asumido el hecho de que esta cadena causal está presente en todas las LCT, es evidente que las medidas de prevención pueden y deben actuar en sus cuatro eslabones. Puesto que los factores que modulan esta cadena causal también son múltiples (en el ejemplo anterior se podría citar más de 12 causas que contribuyen al fallecimiento en las que se podría haber intervenido) y su origen es muy diverso, cualquier estrategia de prevención de las LCT debería integrar, coordinar y priorizar los esfuerzos procedentes de sectores muy diversos, uno de los cuales es, sin duda, el de los profesionales sanitarios. Teniendo clara la cadena causal de las LCT, es el momento de intentar responder a la pregunta original, aunque ligeramente modificada: ¿qué pueden hacer los profesionales sanitarios, y más específicamente los médicos, para atenuar el problema de salud que representan las LCT en España? En el marco de la propuesta general formulada por Plasencia y Cirera1, que marcaba las grandes estrategias de actuación y aún es pertinente, aquí sólo pretendemos aportar algunas ideas más concretas. Ideas centradas en el profesional sanitario y cómo éste podría intervenir en cada uno de los eslabones del modelo causal que se ha descrito. Nuestro objetivo no es hacer una revisión exhaustiva de todas las intervenciones posibles, sólo a partir de determinados ejemplos invitar primero a la reflexión de los profesionales sanitarios y después a su actuación. En relación con el primer eslabón de la cadena, la reducción de la intensidad de la exposición, es esencial el consejo sanitario oportunista orientado en tres vertientes: la promoción de la realización de actividad física, el fomento del transporte público y la atención especial a grupos de riesgo. En este sentido, plantear la posibilidad de ir caminando al trabajo o a los lugares de ocio en lugar de hacerlo en automóvil puede, además de favorecer un estilo de vida saludable, reducir la intensidad de la exposición. De igual forma también puede reducirse la exposición mediante el fomento del transporte público (ya sea rodado o por raíl) en detri- mento del transporte particular, que se asocia siempre a mayor exposición y de más riesgo. Otro aspecto interesante sería la atención a grupos de riesgo especial: como los peatones y las personas con discapacidades temporales o permanentes. En relación con los primeros, es esencial inculcar la idea de que el riesgo de atropello está directamente relacionado con la exposición al tráfico rodado. Evitarla es relativamente sencillo: basta con no circular por la calzada y, en caso de necesidad (cruzar una calle), hacerlo por las zonas señalizadas para ello y sin olvidar nunca «mirar antes de cruzar». Probablemente, el consejo del médico a los adultos sobre este aspecto sea poco eficaz5, pero quizá lo sea mucho más si se aconseja a los padres sobre la necesidad de ejercer un «rol ejemplar» ante sus hijos («que tu hijo nunca te vea cruzar una calle con el semáforo en rojo»). Respecto al segundo grupo, son múltiples las enfermedades que directa o indirectamente aumentan la accidentalidad y ante las cuales el médico no debería olvidar recomendar a su paciente la conveniencia de «dejar de conducir». Estrechamente relacionado con este punto, la conducción a edades avanzadas es una situación cada vez más frecuente que, a falta de un protocolo específico de actuación, debería ser objeto de una cuidadosa valoración por parte del profesional. Al margen de la educación sanitaria, pero también en relación con el papel del médico en la reducción de la exposición, se sitúan las revisiones médicas para la obtención y renovación del carné de conducir. El diseño del sistema para la obtención del certificado médico, la elección de centro (que depende del propio conductor), el desconocimiento de su historia clínica (basada habitualmente en la palabra del conductor) e incluso los intereses comerciales son factores que, con independencia de la utilidad real de las revisiones correctamente efectuadas, hacen que con relativa frecuencia estos certificados se expidan como mero trámite para la obtención y renovación del permiso de conducir. La educación sanitaria es también la estrategia principal que el sector sanitario puede aportar en el segundo y el tercer eslabón de la cadena causal. No es ahora el momento de enumerar todos los mensajes a este respecto que, aun siendo sobradamente conocidos por los profesionales sanitarios, no son efectivamente transmitidos a sus pacientes. Si nadie pone en duda la necesidad de persuadir a los pacientes para que dejen de fumar, entonces, ¿por qué no se les recomienda que conduzcan más despacio cuando se sabe que la velocidad excesiva o inadecuada para las condiciones de circulación es el factor que se relaciona más estrechamente con las LCT y que ésta es la principal causa de años potenciales de vida perdidos en población española? En esta misma línea, y particularmente en el caso de los pediatras, una buena estrategia de intervención puede ser apelar a la responsabilidad de los padres en la seguridad de sus hijos. Igualmente, cabe destacar también el papel de los profesionales sanitarios ante los pacientes particularmente receptivos a este tipo de mensajes: los que acaban de sufrir una LCT. Experiencias como la intervención educativa sobre el consumo de alcohol en sujetos atendidos por LCT en un hospital de Barcelona6 subrayan la necesidad de profundizar en esta línea de trabajo. Respecto al cuarto eslabón de la cadena relacionado con los factores que afectan al pronóstico de las víctimas: la asistencia y el manejo de los lesionados, la prevención de posibles secuelas y, en su caso, la rehabilitación y la reinserción del sujeto en su ámbito social y laboral dependen, fundamentalmente, del sistema sanitario y sus profesionales. En el caso de los accidentes de tráfico, la asistencia debería iniciarse en todos los casos por profesionales adscritos Med Clin (Barc). 2007;128(5):178-80 179 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. JIMÉNEZ-MOLEÓN JJ ET AL. ¿COMO PUEDE AYUDAR LA MEDICINA? EPIDEMIA DE LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO a los servicios de emergencias, altamente cualificados en el tratamiento, la estabilización y el transporte del paciente crítico. Por ejemplo, en Andalucía, el 13% de las llamadas recibidas por la Empresa Pública de Emergencias en 2001 fueron causadas por LCT7. La rapidez en la atención y la evacuación de los accidentados a un centro hospitalario es uno de los factores más importantes en el pronóstico de las lesiones. Aproximadamente la mitad de los pacientes que mueren después del accidente lo hacen antes de ser trasladados al hospital o atendidos en una unidad de cuidados intensivos. De igual forma se ha comprobado que la letalidad de estas lesiones aumenta en función de la distancia al centro asistencial8. De ahí la necesidad de una asistencia rápida y de calidad, así como una buena coordinación entre los servicios de emergencias y el hospital receptor. Una vez que el sujeto se ha estabilizado, se requiere una buena oferta y coordinación entre servicios, con la participación de múltiples profesionales: traumatólogos, rehabilitadores, psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales o trabajadores sociales, entre otros, que participen tanto en la prevención de las secuelas como en la mejora de la calidad de vida de los sujetos con lesiones permanentes. Por tanto, la continuidad en el proceso asistencial y la coordinación entre niveles y entre los profesionales de un mismo nivel son clave en los resultados finales. Aspecto éste susceptible de mejora. Según Queipo de Llano et al7, en España no hay un sistema de cuidados integrales al paciente traumatológico bien definido y común en todo el territorio; la diversidad de los cuerpos responsables de los servicios de urgencias (intensivistas, médicos de familia…) contribuye a que haya una variabilidad significativa en la atención al paciente politraumatizado. Es posible que sean necesarios nuevos centros, con una filosofía de salud más integral y global que la que a priori se puede dar desde una unidad hospitalaria. Por último, no hay que olvidar la necesidad de disponer de fuentes de información válidas para poder monitorizar el impacto de las LCT en la salud, así como sus posibles determinantes. En este sentido, el papel de los profesionales sa- 180 Med Clin (Barc). 2007;128(5):178-80 nitarios es fundamental, cumplimentando adecuadamente los registros asistenciales, incluso de cara a un futuro enlace de registros policiales y sanitarios, hasta el presente imposible. En conclusión, estamos ante un problema multicausal en el que los profesionales sanitarios pueden y deben tener un papel muy importante en la prevención de las LCT y sus consecuencias. Su actuación puede extenderse a los diferentes niveles de la cadena causal. No obstante, como paso previo sería necesario que los profesionales sanitarios se den cuenta de la trascendencia de su implicación en el problema y que, por supuesto, fuesen provistos de los recursos necesarios para el desempeño de tal fin. Todo ello sin olvidar que la prevención de las LTC debe ser resultado de la actuación conjunta e integrada de sectores muy diversos, cuya acción coordinada se hace necesaria. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Plasencia A, Cirera E. Accidentes de tráfico: un problema de salud a la espera de una respuesta sanitaria. Med Clin (Barc). 2003;120:378-9. 2. Instituto Nacional de Estadística. INEBASE. Defunciones según la causa de muerte. España, 2004 [citado 15 Jul 2006]. Disponible en: http://www.ine.es/inebase/cgi/um?M=%2Ft15%2Fp417%2Fa2004%2F& O=pcaxis&N=&L=0 3. Peden M. Global collaboration on road traffic injury prevention. Int J Inj Contr Saf Promot. 2005;12:85-96. 4. Farchi S, Molino N, Giorgi Rossi P, Borgia P, Kizyzanowski M, Dalbokova D, et al. Defining a common set of indicators to monitor road accidents in the European Union. BMC Public Health. 2006;6:183. 5. Status Report of Insurance Institute for Highway Safety. Special issue: What works and doesn’t work to improve highway safety. Arlington: 2001. p. 36. Disponible en: http://www.iihs.org/sr/pdfs/sr3605.pdf 6. Rodríguez-Martos A, Santamariña E, Torralba L, Escayola M, Marti J, Plasencia A. Efectividad a corto plazo de las intervenciones breves realizadas en pacientes lesionados por accidente de tráfico con alcoholemia positiva. Gac Sanit. 2005,19:45-9. 7. Queipo de Llano E, Mantero Ruiz A, Sánchez Vicioso P, Bosca Crespo A, Carpintero Avellaneda JL, De la Torre Prado MV. Trauma care system in Spain. Injury Int J Care Injured. 2003;34:709-19. 8. Durkin M, McElroy J, Guan H, Bigelow W, Brazelton T. Geographic analysis of traffic injury in Wisconsin: impact on case fatality of distance to level I/II trauma care. WMJ. 2005;104:26-31.