EL VALOR DE LA MEMORIA 1. INTRODUCCIÓN Desde pequeña, a principios de los noventa, ya oía comentar a profesores jóvenes que las cosas no había que aprenderlas de memoria, que había que razonar, pero por suerte yo tuve como maestra, y digo maestra como término cariñoso y digno en extremo, a Doña María Ángeles en el colegio “Caballeros de Santiago” de Córdoba, una docente ya jubilada que nos hacía aprender de memoria poemas, fábulas, canciones, y con la que recitábamos la tabla de multiplicar. En fin, con ella aprendimos a valorar el uso de la memoria. También mi madre y mis abuelas me enseñaban pequeñas composiciones que a mí me agradaba repetir; muchas de ellas todavía las recuerdo. Después de Doña María Ángeles vinieron otros maestros, pero yo ya estaba encauzada. Ahora en mi reflexión, como enseñante a mi vez, me pregunto: ¿cómo se puede razonar desde la nada? ¿Cómo se puede llegar a una conclusión sin elementos sujeción en los que apoyarse? Si el aprendizaje debe ser un juego, decían algunos pedagogos modernos, podemos enseñar divirtiendo a los niños. Aunque esta afirmación no es del todo falsa (ni tampoco novedosa, porque mezclar utile dulci, lo útil con lo agradable, ya lo recomendaba Horacio en su obra didáctica Ars poetica, allá por el siglo I antes de Cristo), lo cierto es que el estudio requiere un esfuerzo y una atención que debemos valorar. El niño debe darse cuenta poco a poco de que su trabajo diario se traduce en su formación como persona, formación por la que se le va a valorar y reconocer dentro de la sociedad. Y en esos esfuerzo y trabajo la memoria es un elemento primordial. Lamentablemente, nuestro sistema de enseñanza tiene subestimado el papel importantísimo de la memoria en el aprendizaje, crucial para la adquisición de conocimientos históricos y geográficos, para el cálculo mental, etc. 2. LA MEMORIA: FASES Y FACTORES MODULADORES La memoria es la adquisición, la formación, la conservación y la evocación de informaciones (ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, etc.). La adquisición también se llama aprendizaje: sólo se "graba" lo que que ha sido aprendido. La evocación también se llama recuerdo, recuperación. Sólo recordamos lo que hemos grabado, lo que hemos aprendido. Existen tres fases en la memoria: adquisición, consolidación y evocación de las informaciones. Pero tampoco la memoria es toda igual. Por sólo hablar de su persistencia, existen varios tipos: 1 - Corta duración: es la memoria que dura pocas horas. Requiere las mismas estructuras que la de larga duración, pero envuelve procesos distintos. Es bastante resistente a muchos agentes que afectan a los mecanismos de consolidación de la memoria de larga duración. Es crucial para el entendimento del lenguaje oral y escrito. - Larga duración: la memoria declarativa de larga duración necesita de un tiempo mayor para su consolidación. En las horas siguientes a su adquisición es inestable y susceptible a las interferencias de otras memorias. La memoria de larga duración permite que el discente pueda evocarla, después de que su versión definitiva esté totalmente consolidada. - Remota: es la memoria de larga duración que permanece muchos meses o años. Es la que permite a las personas de avanzada edad acordarse con todo detalle de sucesos acaecidos en su infancia. Los factores moduladores de la memoria, por así decir los que inciden en su calidad son: - La atención, que ejerce un papel fundamental. - La motivación. Un bajo nivel de motivación provoca dificultades en la atención, y consecuentemente se produce un impacto sobre el proceso de adquisición de nuevas informaciones, o sea, no habrá formación de registros (memorias), ejerciendo una influencia importante sobre el aprendizaje. - El nivel de ansiedad. Un cierto nivel de ansiedad puede ser considerado útil para que determinados procesos de memorización se desenvuelvan con la máxima eficacia. Sin embargo, la ansiedad en niveles muy elevados tiene un efecto inhibidor, pudiendo hacer que caiga de forma significativa el desempeño del cérebro en adquirir y, principalmente, consolidar nuevos recuerdos. Cuando explico qué es la memoria a largo plazo referida a la enseñanza y el aprendizaje académicos, fruto de un estudio diario, de un trabajo cotidiano que no tiene que ser de muchas horas, pero sí constante, me gusta comentar la experiencia de mi abuela Isabel Jiménez, licenciada en Filología Clásica en los años cuerenta del pasado siglo, a quien a principios de los sesenta, cuando ya tenía a sus hijos en edad escolar, contrataron en Almería en una escuela de Maestría Industrial. En ella los alumnos aprendían una profesión además de cursar estudios para alcanzar el título de Bachillerato Elemental, título que que pocos conseguían al no aprobar la Reválida de 4º curso, debido precisamente a sus carencias en la asignatura de Latín. Aunque había sido contratada simplemente para vigilar a los alumnos mientras realizaban sus trabajos de carpintería y metalurgia, en tanto que manejaban sus herramientas, mi abuela les hacía recitar las declinaciones y conjugaciones. El resultado fue que aquel año todos los alumnos que se presentaron a la Reválida de 4º consiguieron el título de Bachillerato Elemental. Y conviene recordar que en aquella época era de gran valor, pues con tan sólo tres años más de estudio era posible alcanzar el título de Maestro, Enfermero, Perito... La cultura de una persona se mide por lo que guarda en su cabeza. Como ya decían los romanos, tantum scimus quantum memoria tenemus, “tanto sabemos cuanto retenemos en la memoria”. Nadie puede depender por completo de un vade mecum, aunque adopte la forma de un Notebook con muchos gigas de memoria y acceso a Internet. ¿No sería impensable que un conductor tuviera que recurrir 2 constantemente a una base de datos para interpretar las señales de tráfico? Pues así es en todas las facetas de la vida. Y no sólo es la profesional aquella en la que es necesario dominar ciertas materias. Muy mal quedaríamos en muchas ocasiones si no supiéramos, por ejemplo, las fechas de nuestra última Guerra Civil, o ignoráramos qué país tenemos como vecino al otro lado de los Pirineos, o fuéramos incapaces de repartir 20.000 euros entre 45 personas; nuestra economía y nuestra tranquilidad se verían en grave riesgo si no entendiéramos los términos en que está redactado un contrato laboral, o no comprendiéramos las cláusulas que nos hace firmar una entidad bancaria. Además, puede afirmarse que no hay aprendizaje sin memoria: gracias a la memoria, a los procesos amnésicos, retenemos lo que aprendemos. Sin memoria los procesos de aprendizaje estarían siempre iniciándose, comprometiendo todo el proceso de adaptación del ser humano, porque es a partir de aprendizajes retenidos que procesamos nuevos aprendizajes. Es la memoria la que permite que los aprendizajes se mantengan y puedan ser usados cuando sea necesario. Asentada, pues, la importancia de la memoria, conviene saber cómo cultivarla, tanto en el aula como en la vida cotidiana. Aquí son de aplicación las reglas mnemotécnicas, esos trucos de que nos valemos para recordar algo en concreto como, por ejemplo el año de inicio de la Revolución Francesa: como los tres últimos dígitos son correlativos, y se produjo en el siglo XVIII, no es difícil retener el número 1789. Es útil para un hablante del español, que sea estudioso de la fonética de su lengua, saber que las consonantes oclusivas sordas son las contenidas en la palabra petaca, en tanto que las sonoras correspondientes son las que aparecen en el vocablo bodega. O aquella frase jocosa que nos enseñó un profesor de Literatura para recordar los nombres de los trágicos griegos: Eurípides, no te Sofocles que te Esquilo. Es muy interesante que toda persona, sea o no estudiante, se habitúe a crear sus propias reglas mnemotécnicas como recurso que le ayudará a retener los datos que necesita, y que también se acostumbre a aprovechar los que le brindan otras personas, profesores, padres, amigos... La música es otra herramienta maravillosa que puede ayudarnos mucho en el estudio. Las canciones que de niños aprendemos las recordamos toda la vida, y si estaban llenas de información, en cualquier momento la podremos aprovechar. El ritmo que marca el verso, la rima, la acentuación..., también contribuyen a que conocimientos útiles estén siempre con nosotros. Muchos recordaremos aquella pequeña composición: Treinta días trae Septiembre con Abril, Junio y Noviembre. Los demás tienen treinta y uno, excepto Febrero mocho, que sólo tiene veintiocho. Los Romances históricos antiguos ayudaban con su rima y su encanto a guardar la memoria de sucesos pasados (aunque a veces bastante falseados). Muchas generaciones conservaron vivo el episodio de la conquista de Granada gracias al famoso Romance que comienza: Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla. —¡Ay de mi Alhama!— 3 Cartas le fueron venidas — que Alhama era ganada. Las cartas echó en el fuego — y al mensajero matara, —¡Ay de mi Alhama!— Un soneto de Lope de Vega nos enseña la estructura de esta forma poética, el tipo de versos, su número de sílabas y su rima: Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tanto aprieto; catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto, mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, y parece que entré con pie derecho pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo y aun sospecho que voy los trece versos acabando: contad si son catorce y está hecho. En el refranero, fuente inagotable de la sabiduría popular, la rima también nos ayuda para retener la información. He aquí algunos de ellos referentes a la enseñanza y el aprendizaje: No hay mejor gozo que aprender de todo. El que desea aprender, muy cerca está de saber. Lección bien aprendida, tarde o nunca se olvida. Memoria no ejercitada, pronto menguada. La memoria de la niñez dura hasta la vejez. Este tipo de composiciones, canciones, poemas, dichos populares, son propias de todas las lenguas y culturas, lo que demuestra su indiscutible eficacia como recurso mnemotécnico. 3. LA MEMORIA EN LA VIDA COTIDIANA La información que recibimos, una vez procesada, va quedando almacenada en nuestro cerebro. La memoria es un proceso cognitivo que consiste en la capacidad de retener y recuperar información. La información, cuando es recuperada, no es reproducida del mismo modo como fue almacenada. Por eso se afirma que la memoria es un proceso activo, dado que sus materiales sufren alteraciones: mucha información se pierde, otra se transforma con el correr del tiempo y con las experiencias vividas. No reproducimos fielmente lo que hemos adquirido, lo que hemos retenido: seleccionamos, excluimos, alteramos. 4 Según el modelo de estructuras de memoria propuesto por Atkinson y Shiffrin, el flujo de información se mueve a través de distintos almacenes de memoria y en cada almacén tienen lugar distintos procesos. Existen tres almacenes que son estructuras del sistema de procesamiento de la información. Cada estructura de memoria se diferencia por el tipo de información que contiene, la cantidad de información que puede albergar y el tiempo que puede permanecer esa información en el almacén. Para facilitar el recuerdo es aconsejable el uso de estrategias internas o externas. Las externas pueden presentar muy variopintas formas: agendas, calendarios, notas, archivos, diarios, listados de objetos y acciones, listines, relojes de alarma... Las estrategias internas, por su parte, se basan en operaciones cognitivas no observables que pueden llegar a ser facilitadoras de la adquisición, mantenimiento y recuperación de la información que en cada momento necesitemos. El olvido, siempre que no proceda de un deterioro físico del cerebro, no es una enfermedad de la memoria, sino un proceso inherente a la memoria. Si retuviésemos todo, sería imposible recibir nuevas informaciones. Gracias al olvido seleccionamos las informaciones más significativas, apartando las que son innecesarias, inútiles o generadoras de conflictos. Por eso se puede afirmar que el olvido tiene una función selectiva y adaptativa. Pero con los años el cerebro va perdiendo capacidades, y a menudo vemos que las personas mayores se quejan de falta de memoria. Sacar el mayor rendimiento posible a la atención, desarrollar imágenes, asociar un nombre a un determinado rostro, son estrategias internas no observables que resultan ser eficaces técnicas en la mejora de la memoria de las personas mayores. Las distintas estrategias internas básicas basadas en la elaboración de información visual, siguiendo a Fernández Ballesteros, son: a) La atención conlleva que la persona realice ejercicios para que se dé cuenta de la importancia de prestar atención cuando se quiera recordar con precisión y de la optimización de los recursos atencionales. b) La asociación entre un elemento que se quiere recordar y algo presente en el estímulo que hay que nombrar. c) La organización de la información en categorías de significado mejora el recuerdo. d) La agrupación o clasificación de los elementos facilita la organización del material numérico o verbal que se desea recordar ya que, con ello, se reduce la cantidad de unidades de información que se va a almacenar. e) Los ensayos de repetición interior, la búsqueda alfabética y la elaboración del material mediante la creación de historias, esquemas o resúmenes, ejercicios de fluidez verbal, de aptitudes numéricas, entre los más destacados. En definitiva, aunque hace mucho que sabemos que la memoria no es todo en la construcción del aprendizaje, hay que reconocer que es la clave de la bóveda: ese pequeño punto que, si llegara a fallar, podría tirar por tierra todo todo el edificio. Merece la pena intentar fomentarla desde el principio, y después, hacer por conservarla. 5 Bibliografía Abarca, M.P.(Coord) (1989). La evaluación de programas educativos. Madrid: Escuela Española. Ballesteros Jiménez, S. (1995). Procesos Psicológicos Básicos. Madrid: Editorial Universitas. Bartlett, F.C. (1995). Recordar. Madrid: Alianza. Fernández-Ballesteros, R. (1996): Psicología del envejecimiento. Madrid:Universidad Autónoma de Madrid. 6