CLAUDE DEBUSSY Prélude à l´après midi d´un faune Cuando el 22 de septiembre de 1894, en la Sala Harcout de París, Camille Doret, ante la Orquesta de la Société National de Musique, marcó un nueve por ocho y sonó el Do sostenido de la flauta, quedaba inaugurada la música moderna. Esto es lo que se desprende de las palabras de Pierre Boulez y, al margen de cualquier natural chauvinismo, señala hasta qué punto ese arabesco inicial rompía con los modelos melódicos al uso, ponía en evidencia el factor timbre, y desencadenaba una revolución formal que todavía no ha acabado. La obra había sido escrita entre 1892 y 1894 y la intención de Debussy era componer el preludio, una paráfrasis y un final para el maravilloso poema de Stéphane Mallarmé de ese título, pero la novedosa perfección del Preludio quizá le disuadió de continuar. Son los ensueños del fauno en el calor de la siesta, cansado ya de perseguir ninfas. Se siente el verano, se respira un aire de tremenda voluptuosidad. Pero todo es impalpable, evocación, sensación emotiva. Nada más lejos de la descripción o del seguimiento de un programa. El tema del fauno en la flauta, que se mueve en el ámbito mágico de un tritono, da cohesión a lo que parecería una sucesión de instantes evanescentes que, sin embargo, configuran una estructura formal diferente, desde luego, a las conocidas, pero absolutamente eficaz, nueva, verdaderamente genial. Son sólo diez minutos, pero diez minutos que cambiaron toda la música. Incluso el público que asistía al estreno debió sentirlo así, pues deparó a la obra un éxito que nadie se esperaba y que obligó a repetirla. La Mer La verdadera sinfonía, que no se llama así, de Debussy son los «tres esbozos sinfónicos», titulados La Mer, iniciados en 1902, tras Pelléas et Melisande, y que Camille Chevillard estrenó en los parisinos Conciertos Lamoureux el 15 de octubre de 1905 con una acogida hostil. La obra tiene un gran trazo formal, pese a la evanescencia de una orquestación genial que emplea el timbre como un elemento constructivo. Comienza la pieza con «Del alba al mediodía», una estructura cerrada, ausente de toda repetición, que es una sensacional evocación del movimiento de los fluidos tan novedosa que no todos la entendieron. Así, Satie decía mordazmente que a él lo que le gustaba era «la ola de las once menos cuarto». «Juegos de olas» es una sutil pulverización del tempo musical en una sucesión de fugaces episodios muy coherentemente engarzados. «Diálogo del viento y el mar» no es menos experimental pero introduce un elemento de dramatización con la utilización de un estilizado rondó que llega a una culminación que el timbal zanja abruptamente. Obra magnífica, que no se parece a ninguna otra, ni siquiera a las de su propio autor, y que, junto a la que figura también en este programa, nos da la verdadera dimensión de uno de los más grandes músicos de todos los tiempos en su actual 150 aniversario. PIOTR ILICH CHAIKOVSKI Sinfonía núm. 5 en Mi menor, op. 64 El compositor la había concebido, bajo la obsesión por el destino, en los meses primeros de 1888, pero el trabajo principal se desarrolló en verano. El propio autor la presentaría bajo su propia dirección en San Petersburgo el 5 de noviembre de 1888 con un éxito moderado de público y algunas críticas particularmente feroces. Con efectivos nada exagerados, el autor logra una de las orquestaciones más refinadas de su carrera y un gran esfuerzo formal, cosa que él decía que le costaba mucho. El primer movimiento es una Andante-Allegro con anima introduciendo el tema cíclico desde la lenta introducción con una orquestación particularmente sombría. El primer tema es vibrante, aunque no carezca de inquietud pese a las explosiones en fanfarrias de los metales. El segundo tema es más apacible y agreste desembocado en un movimiento valsado que inicia un desarrollo fuertemente contrastante. La reexposición es variada y en la coda volvemos a oír, esta vez en las trompetas, el tema del destino. El Andante cantabile con alcuna licenza se ha hecho muy célebre por el patetismo del solo de trompa que se desarrolla en una melodía amplia y expansiva. Aunque los temas secundarios son más consoladores, el tema del destino vuelve en las trompetas y en la coda se hará más oscuro en los trombones. El Allegro moderato es un vals, danza que Chaikovski nos propone para sustituir al habitual scherzo. La propuesta no es impertinente, puesto que el propio scherzo había sustituido al Minueto cuando este último se había quedado anticuado. El Andante maestoso-Allegro vivace, aún siendo el movimiento final, resulta el más amplio y desarrollado de la sinfonía. Se inicia con una notable transformación del tema del destino que se hace coral. Luego, el Allegro nos dará una especie de mosaico temático en el que se va trufando el tema del destino, que volverá más tarde como coral, pero esta vez verdaderamente grandioso. La coda es amplia y arrolladora, un tanto ambigua como expresión, puesto que unos ven en ella el triunfo del destino y otros el de la esperanza. © Tomás Marco