Tema 2

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Tema 2. La primera fase de la revolución liberal (1808-1814)
1. Los prolegómenos de la guerra
Tras la derrota naval en Trafalgar (1805) frente a Inglaterra, Napoleón intentó
derrotarla económicamente cerrando los puertos continentales europeos al comercio
británico. Para consumar este bloqueo, Napoleón necesitaba la alianza de España para
invadir Portugal, aliada de los ingleses. El tratado de Fontainebleau (1807), firmado por
Godoy y Napoleón, tenía como objetivo, como así constaba en el documento, repartirse
Portugal y sus extensas posesiones de ultramar entre los dos estados. Para llevar a cabo la
conquista de Portugal, numerosos contingentes de tropas francesas entraron por los
Pirineos.
Pero, en realidad, Napoleón no pretendía solamente ocupar Portugal, sino controlar
toda la Península Ibérica, especialmente los cuatro puntos estratégicos de la Península:
Madrid, Barcelona, Cádiz y Lisboa. Precisamente hacia estas ciudades partieron los
diferentes contingentes del ejército francés. Pero muy pronto quedaron de manifiesto las
intenciones de Napoleón de ocupar el territorio español, por lo que Godoy convenció a la
familia real de que se trasladara a Sevilla para huir, si fuera necesario, hacia los territorios
españoles de América.
El plan del primer ministro fue considerado ofensivo por una parte de la Corte, que
consideraba que esta acción constituía, en la práctica, una rendición de Godoy ante las
aspiraciones de Napoleón. El príncipe de Asturias, Fernando, y los sectores de la corte
contrarios al primer ministro Godoy instigaron un motín popular que se produjo en Aranjuez
en el mes de marzo de 1808 y que se saldó con la ocupación violenta del palacete en el que
residía Godoy.
El motín de Aranjuez provocó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar en
favor del príncipe de Asturias, quien el 19 de marzo de 1808 asumía el trono con el nombre
de Fernando VII con el beneplácito de Napoleón. Aquellos hechos fueron un exponente de
la debilidad de la monarquía española: padre e hijo se disputaban el poder y recurrían al
arbitraje de Napoleón, mientras las tropas francesas ocupaban los puntos estratégicos de la
Península.
Ante este panorama, Napoleón aceleró sus planes para España. Convocó a Carlos
IV y a Fernando VII en la ciudad fronteriza de Bayona, donde los forzó a abdicar a favor de
su hermano José Bonaparte (las abdicaciones de Bayona). Durante los meses siguientes,
una asamblea de notables españoles aprobaba en Bayona una constitución (la Constitución
de Bayona) entregada por Napoleón que proclamaba a José I rey legítimo de España.
Posteriormente, se reunieron algunos de los órganos consultivos del Reino, como el
Consejo Supremo de Castilla, que aceptaron al nuevo rey.
Pero el pueblo español se levantó contra los planes napoleónicos. El levantamiento del
dos de mayo de Madrid, preparado por algunos oficiales de artillería (Pedro Velarde y Luis
Daoíz) y protagonizado por éstos y por gentes del pueblo, fue el acto inicial de un
levantamiento casi general contra los franceses, una vez que se conocieron las noticias de la
brutal represión derivada de los sucesos de Madrid y de las renuncias de Bayona.
2. La Guerra de la independencia
2.1.
El carácter de la guerra
La guerra contra la invasión de las tropas napoleónicas tuvo un carácter de guerra de
liberación nacional. No fue una guerra política, sino nacional: no sólo el ejército, todo el pueblo
participó activamente en ella.
Pero la guerra también tuvo un carácter revolucionario contra unas autoridades que
habían sido puestas por Godoy y que no demostraban ninguna intención de oponerse a los
invasores. La desconfianza hacia las viejas autoridades (Junta de Gobierno, Consejo de
Castilla, Capitanes Generales) fue causa de que los sublevados buscasen nuevos dirigentes.
Así surgieron las Juntas (locales, primero; enseguida provinciales), embrión de un poder
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revolucionario que sustituiría gradualmente al viejo orden establecido. Estas juntas recogieron
la autoridad, la soberanía, del pueblo en armas y otorgaron la dirección a una Junta Suprema
Central (25 de septiembre) integrada por diputados de las juntas provinciales.
Del levantamiento sacaron consecuencias radicalmente distintas las clases medias
(clero urbano, abogados, profesores, escritores) y las clases populares. Los jovellanistas y los
liberales intentaron aprovechar la crisis del poder político ocasionada por la guerra para llevar a
cabo la reforma que el Estado precisaba (ver Cortes de Cádiz). Las clases populares, por su
parte, dirigidas por un clero rural y provinciano, no sacaron más consecuencia de su
levantamiento que ésta: las renuncias de Bayona habían sido impuestas por la fuerza y el
engaño, y por tanto no eran válidas; había que echar a los franceses y reponer en su trono a
Fernando.
Por otra parte, un grupo de cortesanos de ideas ilustradas se ofreció para colaborar
con el nuevo monarca, José I. Eran ilustrados que vieron en la nueva situación política la
oportunidad para sacar al país del vacío de poder en el que se encontraba. También
creyeron que era el momento de llevar a la práctica muchas de las reformas ilustradas y
liberales en la sociedad española y en su organización política que no se habían podido
llevar a cabo en las décadas anteriores por la oposición de los sectores conservadores,
fundamentalmente la nobleza y el clero. Estos colaboradores de José I recibieron el nombre
de afrancesados y fueron su principal apoyo durante los seis años que reinó (1808-1812).
2.2.
El desarrollo de la guerra
En el desarrollo se pueden diferenciar varias fases. En la primera fase de la guerra,
los generales franceses, sorprendidos por el levantamiento generalizado de cuerpos de
ejército y de grupos guerrilleros, establecieron un plan para acabar con la resistencia. Sin
embargo, el dominio del Levante español se hizo imposible por el heroísmo de dos ciudades
estratégicamente situadas sobre los dos caminos que conducen a aquel: Zaragoza y Gerona
(los sitios). Los refuerzos enviados desde Barcelona fueron derrotados por los somatenes en el
Bruch. Por su parte, el ejército organizado por las Juntas de Sevilla y Granada obtuvo la victoria
de Bailén, cuyas consecuencias más importantes serán el levantamiento de los asedios de
Zaragoza y Gerona y la retirada de la mayoría de los franceses, incluido el propio José
Bonaparte, tras la línea del Ebro. La campaña, pues, había resultado un fracaso.
Napoleón acudió entonces personalmente a la Península con un ejército de 250000
hombres y venció a las tropas españolas, logrando recuperar el control de Madrid
(noviembre de 1808) y el repliegue de las tropas inglesas que, al mando de Moore, habían
acudido a apoyar a los españoles y que se vieron forzadas a reembarcar en La Coruña.
A partir de ese momento se inició la ocupación efectiva del país por parte de los
franceses. Las tropas de Napoleón consiguieron controlar las principales ciudades, excepto
Cádiz, aunque no lograron imponerse en la mayor parte de las zonas rurales. Durante tres
años, el ejército francés sufrió una terrible guerra de desgaste frente a la guerrilla, en la que
destacaron algunos jefes de partidas importantes, como Espoz y Mina, el cura Merino o el
Empecinado. Las partidas de guerrilleros de Castilla, Andalucía, Cataluña, Valencia y otros
lugares tenían en jaque a las unidades militares y asestaban golpes continuos en los
transportes de recursos o en las guarniciones que contaban con pocos efectivos.
En 1812 un ejército británico, dirigido por el general Wellington, desembarcó en
Portugal e inició una larga guerra contra las tropas francesas, a las que venció en Arapiles
(cerca de Salamanca). Persiguió a las unidades que protegían la huida de José I hacia
Francia y las derrotó, en 1813, en Vitoria-Gasteiz y en San Marcial (junto a San SebastiánDonostia).
La participación de los británicos en la guerra de la Independencia fue decisiva para
acabar con las potentes y organizadas unidades del ejército napoleónico; pero se puede
afirmar que la acción guerrillera tuvo mayor importancia que la de los ejércitos regulares. El
proceso continuado de erosión de los efectivos franceses y la apertura del frente ruso fueron
factores decisivos en la retirada y derrota de los franceses.
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3. Las Cortes de Cádiz
En el seno de La Junta Central se formuló la idea de reunir las Cortes no solo para
coordinar la acción contra los franceses sino para reformar políticamente al país. Con esa
finalidad, se realizó una consulta al país en 1809, que mostró la necesidad de cambiar el
sistema político del Antiguo Régimen.
En enero de 1810 se inició el proceso electoral con sufragio universal. El lugar de la
reunión de las Cortes sería en la ciudad de Cádiz, libre del dominio francés, centro comercial y
de ambiente cosmopolita. La primera sesión de Cortes tuvo lugar el 24 de septiembre de 1810
en la actual San Fernando, con la presencia de tan solo 104 diputados, la mitad de los cuales
eran "suplentes" elegidos entre los residentes en aquel momento en la ciudad.
La composición social de las Cortes estaba marcada por la fuerte presencia del clero
(un tercio del total), seguido de abogados, funcionarios y militares. Ideológicamente se
diferenciaron pronto dos grupos: los liberales (Muñoz Torrero, Agustín Argüelles, el conde de
Toreno) y un grupo absolutista contrario a las reformas (Inguanzo, Ostolaza, el obispo de
Orense).
La obra revolucionaria realizada por las Cortes de Cádiz presentaba dos dimensiones
distintas y complementarias. Por una parte, la Constitución de 1812 aspiraba a crear un nuevo
régimen político, un Estado liberal. Por otra parte, las Cortes de Cádiz iban a llevar a cabo,
mediante una serie de leyes y decretos, una acción típica de toda revolución burguesa: la
configuración de un nuevo modelo social y económico (sociedad clasista y liberalismo
económico) mediante la liquidación de los fundamentos económicos y jurídicos en que se
asentaba la vieja sociedad estamental. El punto de partida para ambas cosas fue el primer
decreto de las Cortes en el que se proclamaban representantes de la soberanía nacional, se
establecía la división de poderes y no se reconocía las abdicaciones de Bayona. También fue
esencial para este proceso de reformas la admisión de la libertad de imprenta.
Las Cortes emprendieron la tarea de configurar una nueva sociedad basada en los
principios teóricos del liberalismo: libertad, igualdad y propiedad. Estos principios se subordinan
al objetivo del hombre: la felicidad, identificada con la riqueza y la propiedad. Para cumplir este
objetivo, es necesaria la libertad (libertad de propiedad, de comercio, de industria, de trabajo...)
y la igualdad (ante la ley, para acceder a los cargos o a los patrimonios, ante los impuestos). La
propiedad, en virtud de las distintas capacidades o dedicaciones de los individuos, determinará
las diferencias sociales (sociedad clasista).
La más importante de las reformas sociales fue la abolición de los señoríos
jurisdicionales y de todo privilegio exclusivo (6 de agosto de 1811). Los señoríos jurisdicionales
quedaban incorporados a la nación, y el nombramiento de justicias y demás funcionarios se
haría como en los pueblos de realengo. Los señoríos territoriales quedaban convertidos en
propiedad particular, siempre que sus poseedores acreditaran sus títulos de compra.
El intento de extinguir los mayorazgos se limitó a la supresión de mayorazgos inferiores
a 3.000 ducados de renta anual.
Un decreto de 1813 prohibía las pruebas de nobleza y todas las muestras que
contribuyesen a fomentar la desigualdad legal.
Se adoptaron medidas desamortizadoras con respecto a los bienes pertenecientes a las
órdenes religiosas cuyos conventos quedaran suprimidos por tener menos de 12 profesos.
El Tribunal de la Inquisición fue suprimido el 5 de febrero de 1813.
Con objeto de liberalizar las actividades económicas se adoptaron las siguientes
medidas: libertad de cercamiento y explotación de la tierra; desaparición de los privilegios de la
Mesta; libertad para establecer fábricas y libertad de trabajo, con lo que se abolía la
reglamentación gremial.
4. La Constitución de 1812
Sin duda, la decisión más importante de carácter político que tomaron las Cortes de
Cádiz fue la aprobación de una Constitución. Los trabajos para redactar la Constitución ya
habían comenzado antes de la formación de las Cortes con la creación de diferentes
comisiones (Instrucción Pública, Legislación, Hacienda, Materias Eclesiásticas, etc.) que
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recibieron instrucciones directas del político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos,
destacado miembro de la Comisión de Cortes de la Junta Central. El trabajo de estas
comisiones se basó en una “consulta al país”, una especie de encuesta a la que
respondieron muchas personas e instituciones.
Los debates fueron intensos, pero finalmente la Constitución fue proclamada el 19 de
marzo de 1812, aniversario de la subida al trono del rey Fernando VII. La constitución de
Cádiz, conocida popularmente con el nombre de “la Pepa”, por haber sido aprobada el día
de San José, es la primera constitución española (si exceptuamos la de Bayona de 1808) y la
más larga de todas ellas.
La Constitución se ve influida decisivamente por el pensamiento anglofrancés
(Montesquieu, Rousseau, Locke...) y alumbrará una nueva organización política, fundada en un
conjunto de principios revolucionarios (liberalismo), rigurosamente opuestos al absolutismo:
El principio de la soberanía nacional frente a la soberanía del rey. "La soberanía
reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente
el derecho de establecer sus leyes fundamentales" (art. 3º).
El principio de la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) frente al poder
concentrado e indiviso del monarca, con el objetivo de garantizar el respeto a los
derechos individuales.
o "La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey" (art. 15º). Las
Cortes se definen como "la reunión de todos los diputados que representan la
Nación ", elegidos por los ciudadanos mediante un procedimiento indirecto juntas electorales de parroquia, de partido y de provincia-, a razón de uno por
cada setenta mil habitantes.
o "La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey" (art. 16º) El monarca
está obligado a jurar y acatar la Constitución; no puede impedir que se celebren
Cortes, ni suspenderlas, ni disolverlas; no puede imponer contribuciones ni
conceder privilegios exclusivos; y no puede privar a ningún individuo de su
libertad. No obstante, el Rey conserva mucho poder: comparte con las Cortes el
poder legislativo, tiene derecho de veto, monopoliza el poder ejecutivo, ejercido
a través de los secretarios del despacho, etc.
o "La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales reside en los
Tribunales establecidos por la ley" (art. 17º). Las Cortes, mediante tres
Decretos, establecieron la estructura orgánica que, en lo esencial, configuraría
el Poder Judicial del régimen liberal: los jueces letrados de primera instancia, las
Audiencias, y el Supremo Tribunal de Justicia.
El reconocimiento de derechos inalienables a los ciudadanos frente a los súbditos
sin derechos: libertad civil y de propiedad, inviolabilidad del domicilio, libertad de
imprenta, ciertas garantías penales y procesales. Por el contrario, no se reconoce
la libertad religiosa.
La igualdad frente a los privilegios: el libre acceso a los cargos públicos, la igualdad
legal y la igualdad fiscal.
La unidad de la Nación frente a las diferencias territoriales (fueros) y el régimen
señorial. Surge así un nacionalismo liberal, vinculado a un Estado unitario y
centralizado. Esto supone el fin de los fueros y de sus particulares instituciones
sustituidas por una nueva organización de la Administración local y provincial igual
en todo el territorio nacional: los ayuntamientos y las diputaciones provinciales.
Milicia nacional; enseñanza primaria gratuita.
Aunque no se puede negar la influencia de la Constitución francesa de 1791, la
Constitución española no sólo debe ser calificada como original, sino que resultó muy influyente
en otros países (Portugal, Italia, América española). Por otra parte, la Constitución de 1812 fue
la bandera que enarbolaron los liberales durante las tres primeras décadas del siglo. Los
pronunciamientos contra el absolutismo, fracasados o exitosos, tuvieron como primer objetivo
restaurar dicho texto legal.
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