Banquete Alan Saint Martin Aquellos que deseen asistir, comensales De este blanco mantel, Se deben rasgar con las uñas los ojos. Invitación a un blanco mantel Francisco Brines La comida está lista, la mesa servida y los invitados dispuestos a ocupar sus lugares. ¿Cuál será el menú de esta ocasión? Se preguntan mientras terminan de alistarse. Unos ríen, otros gritan, todos festejan. El anfitrión choca el cubierto con la copa pidiendo la atención de los presentes. Blanco mantel. Es un error: pues no hay color, ni hay lugar prevenido, ni nada que soporte lo que habrá de ser luz, o lo indeciso. Toma su lugar. Los comensales, estupefactos, lo observan acomodarse la servilleta debajo del cuello. ¿Qué habrá querido decir con eso? Comienzan a servirse las copas con un líquido viscoso. El sabor es extraño, como si fuese algo oxidado. Las charolas son descubiertas; no hay platillo alguno. ¿Acaso es una broma? Aunque el anfitrión ni siquiera se inmuta. Mira a los presentes, da un trago a la bebida. Cierra los ojos, respira profundamente. Acerca su mano derecha al ojo del mismo lado y con fuerza aprieta hasta sentir brotar la sangre. No grita, no siente dolor alguno. Es su ojo el que está en el plato, transmitiendo, aún, las imágenes hacia el cerebro. Se mueve para los lados capturando desde su nueva posición. El anfitrión toma, ahora, el cuchillo para la carne dirigiéndolo hacia su oreja. De un solo corte desprende la carne y la acomoda en el plato junto al ojo. A diferencia del primer sentido, éste ya no tiene respuesta. Es sólo una parte más del cuerpo. Piensa sus acciones fríamente; Programa de Escritura Creativa debe continuar el festín. Las reglas son claras: desprender cada uno de sus sentidos, compartirlos con las personas importantes en su vida, no manchar el blanco mantel si no sufrirá. No hay que tener miedo al dolor, es la única forma de defensa del cuerpo. No le temas pues no existe el dolor que se aproxime. Te privarás de cada sentido. Serás parte de tus seres queridos. El anfitrión vuelve a cerrar el ojo que le queda, abre su boca. Con una mano estira la lengua y con la otra corta. La coloca, al igual, en el plato. La sangre escurre, abundante, por su barbilla y mancha su traje, mientras evita el contacto con el blanco mantel. Recuerda que no debes mancharlo. Faltan dos sentidos, ¿cuál seguirá? Dejar de oler o ya no sentir. Tienes que hacer la selección para que tus invitados puedan comer. Alguien intenta gritar pero no hay canto que oír. El mismo cuchillo que ha servido para desprender el gusto y el oído, ahora comienza su trayecto por el brazo izquierdo para buscar el lugar perfecto y cortar. Penetra con fuerza en la muñeca hasta chocar con el hueso. Como si fuera un reloj, baja poco a poco. Con el único ojo ve el trayecto del mismo desprendiendo esa parte. Con mucho cuidado rebana el brazo hasta que, extrañamente, ahora sí un escalofrío recorre su cuerpo y el dolor comienza a incrementar. ¿Por qué demonios me duele, qué hice mal? No sólo le zumba el brazo, sino la lengua, el oído y el ojo. El ojo aventurero en el plato observa cómo el blanco mantel comienza a teñirse de rojo. No recordó que la sangre de la mano sale con presión siendo la que provoca el dolor y si lo manchas —recuerdas las indicaciones— ya puedes conocerte. La presión le aceleró el corazón hasta detenerlo.P&O Pasiones & Obsesiones 2