El socialismo del siglo xxi 239 convencido de la necesidad de ceder su lugar en la historia y que según sus lecturas de antaño se derrumbaría como un castillo de naipes. Algunos de ellos, incapaces de asimilar los desafíos que plantea la nueva coyuntura, se arrepienten de sus antiguas certidumbres y se alucinan con imperios benévolos y multitudes nómadas que, mágicamente, se convierten en revolucionarias al abandonar sus terruños originarios.4 Un lugar común de toda esta teorización sobre el “giro a la izquierda” es la distinción entre una “izquierda seria y racional” y la otra, aludida frecuentemente como “radical”, “populista” o “demagógica” según los diversos autores. La primera incluye como ejemplos paradigmáticos los casos de la Concertación chilena y los gobiernos de Luiz Inacio “Lula” da Silva y Dilma Rousseff en Brasil e incluso los de Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay. Ejemplos rotundos de la segunda serían los de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador, para mencionarlos por orden de aparición. La confusión es la nota predominante de esta interpretación sobre la reorientación de la política latinoamericana. El kirchnerismo en sus dos versiones (la de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner) provoca reacciones encontradas entre los teóricos del “giro a la izquierda”. Una pléyade de publicistas de la derecha no vacila en caracterizarlo como ambivalente, pero con una indisimulada –y creciente– inclinación hacia el polo “radical-populista”: su retórica, su estilo de gobernar y algunas de sus ideas evocan inequívocamente las estridencias de los años 60 y 70 y, tarde o temprano, aseguran estos publicistas, el kirchnerismo encontrará su lugar junto a Fidel, Chávez, Evo y Correa. Esta es la tesis de la visión más conservadora, representada por Castañeda y Oppenheimer.5 A diferencia de los autores antes mencionados, la izquierda tiene para nosotros una connotación mucho más precisa y exigente. Mal podría aplicarse ese rótulo a gobiernos como los de la Concertación en Chile, que continuaron y profundizaron la reaccionaria reestructuración de la economía, la sociedad y la política iniciada por la dictadura de Pinochet a lo largo de los lineamientos planteados por el Consenso de Washington y que terminara haciendo de Chile uno de los países más inequitativos e injustos de América Latina, la región más desigual del planeta. En cierto sentido, algo similar se podría decir del gobierno del pt (Partido de los Trabajadores) y sus aliados en Brasil: si bien el programa Bolsa Familia sacó de debajo de la línea de la pobreza a unos 30 millones de brasileños, no queda claro cuán por encima de esa línea quedaron situados los sectores emergentes. Un logro, sin duda importante, pero que se empaña cuando se constata que la reforma agraria está prácticamente estancada, o avanza a un ritmo exasperadamente lento; o al comprobar que los 4 Tesis que Hardt y Negri desarrollan en su libro, Imperio. Para una crítica de esta perspectiva véase Boron, 2002. 5 Oppenheimer, 2005, pp. 183-186; Castañeda, dirección url: www.foreignaffairs. org/20060501.