ORAR DE PIE EXPLICACIÓN Si es propio del hombre reír ¿qué pensar de la postura vertical que lo diferencia de los animales? Recordad los primeros pasos de un niño. Qué alegría en los padres al ver que va dejando de andar a gatas para enderezarse y sostenerse orgullosamente de pie, símbolo incluso de nuestra evolución histórica! El pequeño intenta el equilibrio y experimenta así el descubrimiento del tiempo. Cuando crezca se sentirá impulsado a mantenerse de pie, derecho, a la altura de la cara ante el misterio del otro. A lo mejor elevará su mirada hacia el cielo y conocerá el horizonte hacia el que debe caminar, descubriendo en el camino de la vida la verticalidad de una oración y la alteridad de una presencia. GEOGRAFÍA DEL CUERPO Hay toda una geografía del cuerpo que recoge nuestro ser para ofrecerlo al Padre. Si se extienden los brazos, el cuerpo toma forma de cruz. Abrazamos el mundo con Cristo, como un árbol enraizado en el suelo despliega sus ramas hacia el cielo. ¿No hemos sido creados para abrir los brazos y para amar? En el centro del cuerpo en pie está el corazón, lugar de la más sincera oración, punto de unión de lo horizontal y lo vertical, alianza de la tierra y el cielo, encuentro entre lo exterior y lo interior. María es un bella imagen de un corazón abierto y ofrecido. El Stabat Mater, de pie, al pie de la Cruz, se eleva con el Hijo para no ser más que ofrenda, cuerpo y alma. Las manos pueden expresar distintas actitudes: levantadas al cielo en gesto de ofrenda, cruzadas ante el pecho en señal de escucha, juntas para la atención y la presencia de Dios, con los dedos entrecruzados para la súplica y el recogimiento en Dios, con las palmas abiertas como signo de acogida: MANTENERSE EN PIE Es importante tener conciencia del propio cuerpo cuando uno está de pie para orar en público o en privado. Los pies descanan sólidamente en el suelo, juntos o ligeramente separados, plantados en la tierra de nuestra humanidad. Conviene que se sienta el suelo que nos une humildemente a la tierra. La pelvis está derecha para conservar el equilibrio y la estabilidad. La espalda erguida, sin esfuerzo y sin tensión. Los hombros relajados y distendidos en la confianza de un Dios que nos conoce y nos acoge. La cabeza, no muy baja, nos acerca al cielo. La mirada', puede estar fija en una cruz o en una imagen; a continuación se cierran los ojos para dejar hablar al corazón o formar un solo cuerpo con el silencio, al ritmo lento de la respiración, como un reflujo de amor. Si el sitio lo permite, se puede rezar sin zapatos. Nos acerca todavía más al suelo. El hecho de quitarse el calzado hace que entremos en una profunda humildad espiritual. * El estar de pie expresa respeto y atención ante Dios * Orar de pie es esperar al Señor vigilantemente: * La posición erguida expresa también disponibilidad para escuchar al Señor, para obedecer a la misión que nos confíe. * El estar de pie no es una posición militar de firmes, sino una actitud de atención y de disponibilidad ante Dios. * En la Eucaristía los fieles se ponen de pie para escuchar el Evangelio. * Orar de pie es vivir en la espera de la resurrección. A LA ESPERA DE LA RESURRECCIÓN + Para un cristiano la posición vertical evoca la resurrección. La palabra «resucitar» significa «despertarse, levantarse, ponerse en pie». Jesús invita a adoptar esta postura que es tradicional en la mayoría de las religiones: «¡Levantaos y orad!» (Lucas 22, 16). + Estar de pie es la postura litúrgica más antigua. Los primeros cristianos celebraban el domingo en pie porque festejaban la resurrección de Cristo. Vivían como «resucitados», en pie por la fe, como verdaderos discípulos de Cristo. El Concilio de Nicea (325) incluso prohibió arrodillarse en domingo y durante los cincuenta días de Pascua. Orar de pie es también manifestar la esperanza cristiana, como lo subraya el obispo Basilio el Grande en el siglo IV. + En la postura vertical se levantan espontáneamente los ojos y las manos hacia Dios, que permanece en el cielo. El mismo Jesús oraba así: «levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió el pan» (Mateo 14, 19). Señor, has abierto los ojos de nuestro corazón para conocerte solo a ti, Altísimo. Te rogamos que seas tú nuestra ayuda y nuestra salvación. Purifícanos con la verdad, endereza nuestros pasos, que nuestra vida te sea agradable. Danos vivir en concordia y paz como se la concediste a nuestros padres que te invocaron con rectitud de corazón. San Clemente de Roma Siglo I EJERCICIO PRÁCTICO 1 De Simón el Nuevo Teólogo Toma tu libro. Lee más o menos tres hojas con atención, después ponte de pie para rezar. Mantente derecho, firmemente, concentrando tu pensamiento en vez de dejarlo revolotear en otras cosas, junta las manos, lo mismo los pies, inmóviles sobre el suelo llano. Cierra los ojos. No disperses tu pensamiento, sino elévalo, lo mismo que todo tu corazón, hacia el cielo, hacia Dios. Que los salmos alimenten la expresión de tu arrepentimiento y compunción (Catequesis I) El cuerpo es un compañero precioso en la oración. Jamás se ora sin él. A cada cual le toca encontrar la postura acertada que le ayude a descender al fondo de su corazón: allí la oración construirá su casa. EJERCICIO PRÁCTICO 2 Busca un lugar tranquilo. Ponte erguido, los pies bien plantados en el suelo. Relájate practicando unas respiraciones. Recita una oración que conozcas o guarda silencio cayendo en la cuenta de que estás vivo y eres la gloria de Dios. Junta lentamente tus manos junto al corazón o bajo la nariz, la cabeza ligeramente inclinada. Estás convencido de que has sido llamado a la resurrección, al seguimiento de Cristo. Levanta los brazos al cielo y di ante Cristo lo que sientes.«Jesús, creo en ti, pero aumenta mi fe, tú sabes que te amo, permanece conmigo.» Concéntrate en lo que le dices. Tus manos vacías esperan todo de él. Te abres a la presencia de su Espíritu.«Ven, Espíritu Santo, mantenme con tu aliento. Hazme disponible a tu impulso, atento a la Palabra de Dios.» Permanece algunos segundos o minutos en esta oración tan sencilla y profunda. Después vuelve con más paz a tus asuntos. Orar con el cuerpo es levantarse cada mañana con Cristo, que nace y resucita en mi. Me refresca el alma con el primer rocío de oración como si anduviese al alba con los pies desnudos. Orar con el cuerpo es estar en pie con otros creyentes en una iglesia o en la calle, celebrando a Cristo resucitado, que es palabra y rostro, ausencia y presencia Me gusta rezar de pie. Me gustaría que me enterraran de pie, signo de plegaria de resurrección, signo de espera en la resurrección. (Jean-Frangois Six) Me he apoyado en: Orar con el cuerpo de Jacques Gauthier y Oraciones de Cuaresma de Rosa Mac Mahon