`Andrea Chénier` abre la temporada del Liceu tras 22 años de

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JUEVES, 20 SEPTIEMBRE 2007
JULIÀ GUILLAMON
Catalán básico
E
n una de esas carteleras del metro paralelas
a las escaleras mecánicas veo un cartel del
Ayuntamiento de Barcelona, el Consorci de
Normalització Lingüística y la Generalitat
de Catalunya que anuncia Cursos Básicos Gratuitos
de Catalán. La campaña parece dirigida, sobre todo,
a los inmigrantes: en el recuadro de color azul verdoso de la propaganda municipal aparece la leyenda
Barcelona t'ensenya català, con la traducción al castellano, inglés, francés, ruso, chino y árabe. La imagen
presenta a tres personajes: un tendero de los de antes, con guardapolvo, una señora jubilada, que lleva
en la mano una pieza de fruta, y un chaval, con una
pelota de baloncesto y una camiseta que luce en el
pecho una gran C. Sobre la fotografía, una serie de
rótulos con palabras que designan objetos y vituallas: alls, tomàquets, taronges, pilota, botiguer, caixa,
vorera y cistell.
Los gráficos para la enseñanza de lenguas no tienen por qué reproducir la realidad. Uno empieza a
aprender alemán y en la primera lección los protagonistas van al restaurante y piden un wiener schnitzel.
Es una convención: pueden pasar años antes de que
el alumno del método Deutsch 2000 seleccione el plato preferido de Herr Fuchs. Aun así, la fotografía da
que pensar. Se supone que, además de anunciar los
cursos, el cartel debe transmitir la idea de que, incluso en Barcelona, el catalán es una herramienta de socialización y que hablarlo representa una ventaja. La
imagen del tendero y la señora que compra naranjas
provoca más bien, a mi modo de ver, la impresión
contraria.
En Crónicas marcianas, Ray Bradbury cuenta la
historia de un terrícola, Tomás Gómez, que circula
por una carretera construida por marcianos. Entra
en un pueblo muerto, se deja envolver por el silencio
y a los cinco minutos oye un ruido. Aparece un ser
extraño montado en una máquina de color verde jade. “Vaig a un festival que hi ha al canal, prop de les
Muntanyes Eniall –dice el fantasmagórico Muhe
Ca”. “Què dius, ara? –le responde Tomás–. Aquesta
ciutat és morta fa
milers d'anys. Hi
¿QUIÉN SE
ha pedregots pels
carrers i aquells catomará en serio el
nals són buits”.
“Els carrers són
catalán presentado
nets i els canals són
plens de vi d'espícomo la lengua
gol –replica el marciano–. Que no
del colmado?
veus les llums del
carnaval? Hi ha barques bellíssimes,
gràcils com dones. I dones bellíssimes, gràcils com
barques. Ara hi vaig, al festival: surarem per les aigües tota la nit, cantarem, beurem, farem l'amor. No
veus el que et dic?” Tomás Gómez le explica: “Vaig a
la Ciutat Verda. És la nova colònia que hem construït, prop de la carretera d'Illinois. A cops de martell, hem aixecat dos dels poblets més bonics que mai
hagis vist. Avui n'inaugurem un. Vindran un parell
de coets de la terra. Ens hi duen les mullers i les amigues. Hi haurà ballaruga de la bona i whisky...” Hace
un año que los terrícolas llegaron a Marte, pero para
Muhe Ca la Tierra no es más que un punto lejano en
el firmamento. Siente frío, la carretera y la luz le parecen extrañas. “Per un moment, he tingut la sensació
de ser l'últim home viu d'aquest món”.
Imagino un encuentro en la calle de al lado. Mientras me dirijo a comprar naranjas con un cesto, Tomás Gómez llega con la camiseta de la selección de
fútbol de Ecuador y dos bolsas de plástico del Mercadona. Qué rabia me da. Hay miles de personas en
Catalunya que consideran una prioridad enseñar catalán a los inmigrantes. Pero ¿quién puede tomarse
en serio los anuncios del Consorci de Normalització
Lingüística que presentan el catalán como la lengua
del colmado?c
LA VANGUARDIA 37
C U L T U R A
El autor y su obra
GIORDANO
Melodrama histórico,
enriquecido
n El estreno (1896) de Andrea Chénier
en la Scala de Milán –en el que, por
cierto, el papel de Maddalena lo
interpretó la catalana
Avelina Carrera– fue un
éxito absoluto. Aquel
mismo año se estrenó
en Nueva York y sólo
dos años después
inauguró la temporada
del Liceu, con
decorados de Maurici
Vilomara y Francesc
Soler i Rovirosa, tras
triunfar en otros
muchos países y
escenarios. La
popularidad de Andrea Chénier fue –y
es– muy considerable entre los buenos
aficionados a la ópera italiana. Su
autor, Umberto Giordano, tenía sólo
29 años.
Andrea Chénier fue escrita para
agradar. Para ello, Giordano soltó el
lastre del verismo más turbador –el
genuino de Cavalleria
rusticana de Mascagni,
de Mala vita! del mismo
Giordano o de Il
tabarro de Puccini– y se
orientó hacia el
acreditado drama
histórico romántico,
protagonizado, aquí,
por el poeta francés
André Chénier, que fue
realmente guillotinado
el 25 de julio de 1794.
La vieja fórmula
funcionó porque Giordano la
enriqueció con algunas aportaciones
veristas: un argumento –situado en
plena Revolución Francesa– tratado
con una sensibilidad contemporánea
capaz de mostrar la crueldad pero
también la justicia del proceso
revolucionario, una música escrita al
servicio del drama con una capacidad
descriptiva brillante y, aún, tercer
factor, una pasión amorosa –el
aspecto más convencional del
argumento– que resulta emocionante
porqué las voces la expresan con la
contundencia de arriesgados agudos
que son “como perlas engarzadas en
la totalidad de la partitura” según
escribió M.-J. Bertran, el historiador
del Liceu y crítico entonces de La
Vanguardia, en su crónica del estreno
barcelonés.
RAMON PLA I ARXÉ
‘Andrea Chénier’ abre la temporada
del Liceu tras 22 años de ausencia
JORDI BELVER
Carlos Álvarez, Deborah Voigt, Pinchas Steinberg y José Cura, ayer en el Liceu
MARINO RODRÍGUEZ
BARCELONA. – La temporada operística del Gran Teatre del Liceu se abre el
próximo martes, día 25, con una producción alquilada, procedente del Nuevo
Teatro Nacional de Tokio, de Andrea
Chénier, de Umberto Giordano. Popular
título del gran repertorio antaño, es una
obra bastante menos programada en los
últimos tiempos y si el Liceu solía escenificarla cada cuatro o seis años, ahora hacía 22 que no la presentaba.
La producción se ofrecerá en 14 ocasiones hasta el 17 de octubre con un triple
reparto. El primero lo encabezan tres
grandes figuras internacionales: el tenor
argentino José Cura, que ha hecho del papel de Andrea Chénier uno de sus caballos de batalla desde hace diez años (“más
batalla que caballo”, ironiza), la soprano
estadounidense Deborah Voigt, que debuta en el papel de Maddalena de Coigny, y el barítono malagueño Carlos Álva-
Once montajes
El Gran Teatre del Liceu ofrece
esta temporada once montajes
operísticos (dos con dos piezas breves) y una versión de concierto (La
valquiria, con Plácido Domingo).
Regresan al teatro de la Rambla La
Fura dels Baus (Castillo de Barbazul y Diario de un desaparecido) y
Comediants (Cenerentola). Se reponen la Aida de Mestres Cabanes y
el Don Giovanni de Bieito, y se estrena en España Muerte en Venecia, de Britten. Dos obritas de Balada, Elektra, Lucrezia Borgia, Tannhäuser y Luisa Miller completan la
lista. Entre las voces: Gruberová,
Podles, Bros, D'Arcangelo, DiDonato, Polaski, Seiffert, Keenlyside,
Dalayman...
rez, que encarna a Carlo Gérard.
La dirección musical la asume el reputado Pinchas Steinberg, en su primer trabajo en el nuevo Liceu, quien no duda en
afirmar que desde el punto de vista musical “Giordano no tiene nada que ver con
el verismo, en contra de lo que se suele
decir. Es un autor sui géneris, particular,
heredero de Verdi y sin relación alguna
con Puccini”. El veterano director israelí
tuvo entre sus maestros a un amigo del
propio Giordano, que le contó una jugosa anécdota: “Me dijo que tras el estreno
en la Scala el compositor exclamó: ‘¡pero
que he hecho!’ refiriéndose a la orquestación de la obra. Y lo cierto es que si se
toca la obra como pide la partitura sonaría como una sinfonía. No se escucharía a
los cantantes, pues la orquesta está muy
por encima de ellos. Es imprescindible
que el director modifique esa relación de
fuerzas y cree la atmósfera sonora en la
que los cantantes puedan lucirse”.
José Cura añade al respecto que “como
en todas las obras hiperorquestadas, los
cantantes estamos en manos de los directores y los hay que no entienden que una
ópera no es una sinfonía, sino que es principalmente canto. El astro argentino
–aplaudido ya en el Liceu en Sansón y
Dalila, El Corsario y Otello– afirma también que la obra “tiene tesituras muy duras para los cantantes, es quizá por eso
que ahora se programa poco”.
El montaje de la obra que se presenta
en el Liceu está concebido por el francés
Philippe Arlaud, que debuta aquí tras
una larga carrera en los más destacados
teatros. Con fama de esteticista, Arlaud
afirma que ha buscado “resolver el problema de montar una obra basada en hechos y personajes históricos de un periodo tan convulso como la Revolución
Francesa, dando a cada acto un colorido
particular” –que recuerda a pinturas de
Fragonard, Watteau, Delacroix, Goya o
Caspar David Friedrich–, y usando un
vestuario “neohistórico” y una escenografía “metafórica” inspirada “en el objeto
emblema del llamado periodo del terror:
la guillotina”.c
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