LECTURA PROBLEMA DE LA ESCENCIA DEL ACTO MORAL Gustavo Escobar Valenzuela Este problema está encaminado a caracterizar al acto moral. Entre las preguntas que se formula están: ¿qué es un acto moral?; ¿cuáles son las condiciones o requisitos que reclama un acto moral?; ¿cuáles son los elementos esenciales que conforman al acto moral? El acto moral, como se verá, entraña todo un proceso en que se interrelacionan una serie de elementos o pasos. Podríamos definirlo diciendo que es el proceso mediante el cual un sujeto moral realiza un comportamiento susceptible de ser valorado bajo un sentido moral (bueno o malo). En relación con los requisitos que nos permiten efectuar un acto moral, cabe mencionar la libertad y conciencia del sujeto. Un acto adquiere el calificativo de moral cuando ha sido realizado en una forma libre y consciente. De esta manera, la libertad es una condición fundamental y necesaria en la esencia del acto moral; pues, por ejemplo, el acto de un individuo que ha sido realizado bajo una coacción interna o externa no cae en la esfera de la moral. Lo mismo podemos decir de los actos inconscientes. Frecuentemente se dice: las acciones de los niños (seres sin plena conciencia moral), de los imbéciles o de los locos no tiene calidad moral, pues ellos no saben lo que hacen. Según John Dewey, en su obra Teoría de la moral, los requerimientos que debe poseer un sujeto para realizar un acto moral son: a) debe saber lo que está haciendo; b) debe escoger ese acto y escogerlo por él mismo (libertad); c) debe ser el acto moral la expresión de un carácter formado y estable, y d) el acto debe ser voluntario, manifestar una elección como expresión de la cia y disposición general de la personalidad. Considerados en forma aislada, muchos actos de la vida diaria pueden ser indiferentes a la moral, por ejemplo: levantarse por la mañana, vestirse, desayunarse, ir a trabajar, etc. Sin embargo, estos actos, pensados en una totalidad, adquieren un sentido moral. Los actos cotidianos son insignificantes aisladamente, pero son importantes en su conjunto. Por ejemplo, como dice Dewey, “si un hombre que tuviera que acudir a una cita importante por la mañana, rehusara levantarse de la cama por pura pereza, la calidad moral indirecta de este acto, aparentemente automático, sería evidente. Se realiza un gran número de actos que parecen triviales en sí, pero que en realidad son apoyos y puntuales de otros actos, en los que están presentes consideraciones morales definidas. La persona que pasara por alto completamente la conexión de la gran cantidad de actos más o menos rutinarios con el pequeño número de aquellos que tienen una clara consecuencia moral sería una persona totalmente irresponsable e indigna de confianza”. Así pues, los actos morales cobran todo su sentido en su conjunto en su interna conexión; hay actos aparentemente intranscendentes que ninguna música celebra, que no provocan el menor elogio, que permanecen callados e ignorados, pero que juntos hacen posible el surgimiento de la moral y, por lo tanto, la aprehensión de valores. En realidad el acto moral involucra todo un proceso, en cuyo análisis puede intervenir la psicología prestándole un gran apoyo a la ética. La vida moral es estimulada por ciertas necesidades de la existencia moral y social; en el primer aspecto intervienen sentimientos, ideales, motivos, valoraciones, elecciones, elementos todos que dan sentido al acto moral. Estructura del acto moral. Siguiendo los lineamientos que presenta el maestro A. Sánchez Vázquez, pueden distinguirse los siguientes elementos que integran el acto moral: a) El primer elemento del acto moral es el sujeto moral. El sujeto moral es un individuo dotado de conciencia moral. Este sujeto no es un ente abstracto o ideal, sino un ser concreto, ubicado en una determinada circunstancia histórica y social. Por ello también se le llama sujeto real. b) Motivos o intensiones. Cuando nos preguntamos qué es lo que nos lleva a actuar o a perseguir un determinado fin, nos estamos refiriendo a los motivos o intenciones de nuestros actos. Podemos decir que un mismo acto puede realizarse por diferentes motivos: buenos o malos, conscientes o inconscientes. Pero, en todo caso, los motivos inconscientes son desterrados del mundo moral, por lo que, el acto moral, se centrará solamente en los motivos conscientes del sujeto. Los motivos o intenciones constituyen uno de los factores más interesantes del acto moral por las discusiones que han suscitado. Por ejemplo, las teorías motivistas o éticas de los motivos o de las intenciones consideran que lo bueno de una acción descansa en los motivos del sujeto. Como representante de esta postura tenemos a Kant. Según la teoría motivista, podemos hablar de los actos que son realizados con buenas intensiones pero cuyos resultados no son, por diversas circunstancias, buenos o positivos. Estos actos, a pesar de todo, serán positivos. En cambio, se puede hablar de actos que son realizados con malas intensiones y cuyos resultados, a la postre, son exitosos y hasta juzgados como buenos. Sin embargo, como estos actos no surgieron de una intensión o motivación positiva debemos calificarlos como malos. c) Conciencia del fin que se persigue. Se entiende por ello la anticipación ideal del resultado que se pretende alcanzar. La conciencia del fin le da al acto moral el carácter de voluntario. El sujeto moral tiene capacidad para sopesar los alcances, las consecuencias, las secuelas que pueda traer consigo su acto moral y de esta manera poder prever con anticipación situaciones indeseables que en muchos casos pueden ser graves. Cabe señalar que este momento del acto moral es de vital importancia para cualquier sujeto moral, puesto que todavía no se ha realizado efectivamente el acto, pudiendo, así, orientarlo hacia un sentido más positivo. Por ejemplo dos sujetos visitan a un amigo mutuo que está enfermo: • El primero espera que su visita reconforte y apoye moralmente a su amigo • El segundo, en cambio, espera que mediante su visita, su amigo –que es persona influyente- lo tome en cuenta para procurarle un ascenso en la vida política. d) Decisión. La decisión le otorga al acto moral su carácter autónomo y voluntario, ya que la decisión debe ser expresión de la propia voluntad y responsabilidad del sujeto, y no de una voluntad ajena (heteronomía). Podríamos definir la decisión como la capacidad que tiene el sujeto para actuar por sí mismo, en concordancia con lo que cree que es la mejor elección o alternativa. e) Elección. La decisión implica una elección entre varias fines posibles. En un acto moral uno siempre se pregunta: ¿Cuáles son los fines preferibles para llevar a cabo el acto? Un ejemplo de elección es el que nos proporciona Dewey en su obra ya citada: “Una persona va a abrir una ventana porque siente necesidad de aire fresco; ningún acto podría ser más natural”, más moralmente indiferente en apariencia. Pero recuerda que su acompañante es un minusválido muy sensible a las corrientes de aire. Ve ahora su acto bajo dos aspectos diferentes, dotados de dos valores distintos y tiene que hacer una elección. ¿Cuál es el fin adecuado: la satisfacción de un placer personal o la satisfacción de las necesidades de otro? Podemos observar, a propósito de la elección, que para una ética como la de Sartre (existencialismo ateo) la elección viene siendo un elemento crucial. Como el hombre está condenado a ser libre no puede substraerse de la elección. Solo que no hay una guía o norma necesaria que nos sirva de apoyo para realizar cada elección. La elección descansa en la pura libertad del sujeto. Este es el sentido de su frase “El hombre inventa al hombre”. f) Medios. Se necesita, además, la conciencia de los medios para realizar el fin escogido. Los medios deben ser tan morales como los fines. Recuérdese que Maquiavelo considera que los fines justifican los medios; si el asesinato o la conspiración piensa, conducen al fortalecimiento del Estado, entonces éstos son buenos por haber demostrado su efectividad. g) El resultado. El empleo de los medios permiten alcanzar, al fin, el resultado deseado. El acto moral se consuma en el resultado, o sea, en la realización de fin perseguido. Es preciso recordar aquí las teorías consecuenciales o éticas de los resultados, que sostienen que la licitud o ilicitud de una acción dependen únicamente del resultado, o consecuencia, que tenga (por ejemplo, el utilitarismo). Dentro de este criterio el delincuente es castigado, porque el castigo tiene como resultado impedir la realización de otros delitos semejantes. h) Las circunstancias. Además de los elementos mencionados, se habla de las circunstancias como otro ingrediente del acto moral. Se entiende por éstas las diversas situaciones que rodean el acto moral. El hecho de llamarse circunstancias no significa que carezcan de importancia para la valoración del acto moral. Según Austin Fagothey, una forma de enumerar las circunstancias que enmarcan el acto moral sería a través de preguntas como: ¿quién?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿a quién? ¿con qué medios?, ¿cuán a menudo?, pero no ¿qué? o ¿por qué?, ya que estos interrogantes se refieren al acto mismo y su motivo. Nótese que, para Fagothey, el sujeto moral, los medios y otros elementos quedan subsumidos en lo que denomina circunstancias del acto moral. Según Fagothey, algunas circunstancias pueden ser indiferentes al acto moral considerado como tal; en cambio, otras resultan ser esenciales para calificarlo. “Algunas circunstancias –explica este autor- nada tienen que ver con la moralidad, por ejemplo el que uno envenene con estricnina o cianuro, que calumnie en inglés o en francés, que robe con la mano derecha o la izquierda. En cambio otras circunstancias si afectan la moralidad; por ejemplo, el que uno robe a un rico o a un pobre, asesine a un extranjero o a un amigo o pariente, tenga relaciones sexuales con una persona casada o soltera; dañe la reputación de otra persona en privado o en público; cargue precios exorbitantes para los alimentos en tiempos normales o cuando la gente se muere de hambre.” En el acto moral concurren una serie de elementos o momentos: todos ellos deben ser cumplidos de manera positiva para que nuestro comportamiento sea moralmente bueno en una forma plena. En realidad, el análisis del acto moral nos sirve de pauta para distinguir entre actos responsables e irresponsables. Solo los actos responsables, esto es, concientes y libres, caen dentro del dominio de la moral. Esto nos lleva a tratar un poco el concepto de “responsabilidad moral”, así como la noción concomitante de “conciencia moral”. La responsabilidad moral puede definirse como la capacidad y la obligación moral que tiene el sujeto de responder plenamente de los actos realizados, siempre y cuando éstos tengan su origen en un comportamiento libre y consciente. Entre los factores que obstaculizan o nulifican la libertad del sujeto y que por lo tanto lo eximen de responsabilidad moral, están: factores de tipo inconsciente (demencia, estados patológicos como enfermedades mentales), ausencia de libertad para obrar por cuenta propia (todo tipo de coacción: interna o externa). La responsabilidad moral está ligada íntimamente al concepto de “conciencia moral”. En virtud de la conciencia moral somos capaces de dictaminar acerca del valor moral de una acción. Defínase la conciencia moral como “un conjunto de sentimientos, creencias, ideas y juicios que nos inducen a distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo”. La conciencia moral es privativa del hombre. El animal está determinado por su naturaleza y su comportamiento meramente instintivo; en cambio. “la conducta específicamente humana no está determinada por fuerzas ciegas, que actúan de la forma ineludible que es propia del instinto animal. La conducta del hombre, tanto si está de acuerdo como si está en contra de las exigencias de su verdadero ser, depende de la intervención de su razón, de su autodeterminación. Esta disposición a la autodeterminación propia de la naturaleza del hombre es el fundamento de la responsabilidad, de la conducta humana y del nacimiento del fenómeno de la moralidad en el hombre”