Identidades de la pobreza Honestos, chorros y piqueteros en el

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE
Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2003
Resumen: S-007
Identidades de la pobreza
Honestos, chorros y piqueteros en el Gran Resistencia.
Pratesi, Ana R.
Carrera de Relaciones Laborales – UNNE.
San Juan 434 - (3400) Corrientes - Argentina.
Tel./Fax: +54 (03722) 430350 - E-mail: anapratesi@gigared.com
ANTECEDENTES
Este trabajo es parte del Proyecto “Población pobre objeto de políticas sociales”, Nº 690 de la Secretaría General de
Ciencia y Técnica de la UNNE, que se desarrolla en distintos barrios del Gran Resistencia.
En las prácticas políticas y sociales predominan las concepciones que naturalizan la desigualdad social, sin embargo
este mecanismo no es suficiente, la pobreza constituye un problema que provoca malestar en la sociedad, y es necesario
ocuparse de él.
Los programas sociales pueden ser vistos como uno de los instrumentos por los cuales se logra el consenso y se ejerce
el liderazgo moral; complementan de este modo a los instrumentos coercitivos por los cuales se mantienen las
desigualdades sociales
Nos preguntamos, y a ello apunta este proyecto, cuál es la concepción propia del sentido común, es decir de las
opiniones populares aceptadas o los prejuicios acerca de la vida y la realidad (Gramsci, 1993), en este caso acerca de la
pobreza y las intervenciones sobre la población pobre.
MATERIALES Y METODOS
Abordamos a la población en tanto configuración social, es decir el entramado de personas interrelacionadas que
orientan recíprocamente sus conductas, donde cada una ocupa una posición social y desarrolla su personalidad (Elías,
1993).
En la población pobre objeto de políticas sociales, son elementos estructurantes de esa configuración los integrantes de
la comunidad, sus líderes, los técnicos, funcionarios públicos, evaluadores, voluntarios, miembros de ONGs, intendente,
curas, pastores, etc. Desde esta perspectiva es posible establecer de qué manera los sujetos son atravesados por las
relaciones que establecen.
Los objetivos particulares de este trabajo son conocer cuáles son los atributos de los individuos-sujetos interpelados en
tanto destinatarios de los programas y cuáles son los sistemas de ideas - valores que se ponen en juego en las
interacciones.
Las técnicas utilizadas fueron la observación participante, la entrevista y la revisión de la prensa local.
DISCUSION DE RESULTADOS
En las definiciones y caracterizaciones de las políticas sociales, la población objetivo aparece como un conjunto
homogéneo, las diferencias en su interior estarían dadas por los grados de pobreza, indigencia, vulnerabilidad; o por
diferencias de género o momento del ciclo vital. No se plantean ningún tipo de diferenciación en cuanto a conductas,
actitudes o relaciones desarrolladas por los sujetos de esta población; es decir no se consideran sus identidades
concretas.
Sin embargo, para los protagonistas de la ejecución de los programas, verificamos que existe un consenso en cuanto a la
caracterización de la población pobre como un colectivo heterogéneo, cuyas diferencias tienen que ver con la posición y
estrategias de acción seleccionadas de un campo posible de decisiones, con oportunidades limitadas para decidir (Elías,
1996).
En ese consenso se distinguen tres categorías: el honesto, el chorro y el piquetero. Esta caracterización, basada en
actitudes y actividades, también tiene correspondencia con los usos y adjudicación del espacio y del tiempo.
El/la pobre honesto/a
Es aquel a quien se le adjudican fundamentalmente tres atributos:
o
Es trabajador/a, en las frecuentes situaciones de desocupación se dedica a buscar trabajo y/o a prestar servicios
por subsidios
o
Es limpio/a, cuida su higiene, su salud y – fundamentalmente – la de sus hijos.
o
Es participativo/a, en tanto toma parte en las actividades que se le proponen.
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Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2003
Resumen: S-007
El pobre honesto es el buen beneficiario de los programas sociales y posee las condiciones para hacer una carrera
social en el marco institucional que aportan estos programas. Se trata de una carrera que está graduada según el tipo de
inserción que se logra en el programa.
Recorre y recurre cotidianamente a los edificios designados como nodos de las prestaciones, estos pueden ser salones
comunitarios, escuelas, casas de familias, etc.
La jornada del beneficiario está pautada por la planificación de organismos externos. Las actividades ocupan la mañana
y parte de la tarde; Las actividades durante la tarde o la noche no son aconsejables –en particular- para el buen nombre
de las mujeres, porque dan lugar a habladurías de los vecinos
Para la población en general el pobre debe ser “digno” de recibir una ayuda, y lo que “dignifica” la obtención de un
subsidio o ayuda es trabajar.
En el caso del subsidio al desempleo bajo la forma “Plan Trabajar” o “Plan Jefes y Jefas de Hogar”, se insiste en que las
personas que lo reciben deben prestar algún servicio comunitario, aunque la suma recibida (150 pesos en bonos) no
llegue a la cuarta parte de una canasta familiar. Por lo tanto muchos de ellos trabajan en comedores comunitarios,
cuidan niños, limpian las calles, entre otras tareas; para quienes sostienen el argumento de la “dignidad del trabajo” es
importante verlos, constatar su cumplimiento.
Pero la gran mayoría de quienes reciben el subsidio realizan algún trabajo informal, más estable para las mujeres que
son empleadas domésticas y en forma ocasional para los hombres que realizan tareas ocasionales o “changas” como
albañiles, pintores, electricistas, jardineros, ayudantes de comercio, etc. Los ingresos obtenidos de esta manera son
magros y en ocasiones se les paga con ropas usadas o alimentos, de modo que el subsidio pasa a ser el ingreso más
importante y seguro.
Pero también se dan situaciones de trabajo “aparente”, cuando el destinatario de los programas no produce ningún bien
ni presta ningún servicio; simplemente se presenta en un lugar determinado que puede ser un organismo público u
ONG, cumple un horario, firma planillas de asistencia, todas ellas acciones que justifican la recepción de una ayuda.
Esta actitud también se encuentra en los “chicos de la calle” de Resistencia, que ofrecen servicios aparentes – como son
cuidar autos u otros vehículos – a cambio de algunas monedas. (Roze y otros, 1999)
Una cualidad ligada a la condición de trabajador es la de ser participativo. Aquel que tiene una disciplina laboral
también es disciplinado como “beneficiario”, y concurre a las reuniones, asambleas, cursos que se le propone desde
distintos programas.
El buen pobre es limpio, los hábitos higiénicos constituyen otro aspecto bajo observación, en especial el cuidado que las
madres tienen con los niños. La higiene es uno de los contenidos importantes en la capacitación de la población,
especialmente las mujeres a quienes se les adjudica la responsabilidad de esos cuidados.
Pero, en todo momento se suceden relaciones que podríamos denominar como una micro biopolítica, es decir una
intervención sobre la vida de la población; “la población como problema biológico y como problema de poder”
(Foucault, 1993: 176), pero a un nivel de relaciones de persona a persona. El cuerpo del niño es un verdadero campo de
batalla en el cual se enfrentan las madres biológicas y los ocasionales cuidadores, generalmente otras mujeres.
El pobre chorro
El “chorro” o “chorizo” es el ladrón, esta denominación comprende tanto al que en forma subrepticia roba objetos de
poca monta - el “ratero” -; al que actúa con armas blancas o de fuego para asaltar a sus víctimas y al que interviene en
el tráfico de drogas.
Invariablemente son varones jóvenes y adolescentes que actúan en grupo, excepcionalmente integrados por mujeres, es
más frecuente que éstas – cuando infringen la ley - se dediquen a la prostitución.
El pobre chorro usa la calle como lugar de encuentro entre pares, la señal del encuentro es un silbido que llama a
reunirse al joven que está en su casa.
El pobre chorro también accede a los beneficios de los programas, ya sea a través de la asistencia alimentaria,
subsidios, capacitación o guarderías para sus hijos; los niños pequeños en las guarderías hablan con naturalidad de la
situación: “mi papá es chorro” ; “ mi papá vive en la cárcel”.
Esta condición los hace beneficiarios evitados, por el temor que siente el prestador de ser posible víctima de un delito.
Así, a la nena que dice “mi papá es chorro” se le comenta risueñamente “bueno, que venga a buscarte tu mamá
nomás”.
Suelen capacitarse en oficios, los responsables de la capacitación hacen una diferenciación entre aquellos que son de
confianza y otros que no conocen bien, hacia quienes ponen más distancia. Los jóvenes chorros tienen preferencia por
cursos como reparación de bicicletas o ciclomotores, uno de los botines preferidos.
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Hay una visión generalizada de peligrosidad de los barrios donde “ni la policía entra”; esta idea, sostenida por gran
parte de la población, de las fuerzas de seguridad impotente ante una organización delictiva se desarticula revisando los
hechos. Los agentes de policía entran al barrio ocasionalmente, pero se trata de episodios en las cuales la represión se
desata sin medida e indiscriminadamente contra todos los habitantes.
El pobre piquetero/a
Se denomina piquetero al pobre que integra los movimientos de trabajadores desocupados, es decir que por su propia
definición como trabajador participa de las cualidades positivas del pobre honesto, pero a la vez se diferencia de él en
cuanto a la actitud de protesta asumida ante la situación de pobreza.
Para la jornada de la protesta el día y la noche no es una división relevante, aquí la dimensión temporal crucial es la
permanencia, cuanto más tiempo dura el corte de la calle, más contundente es la protesta; el fin de la jornada piquetera
está marcado por el triunfo o la derrota.
Ser miembro del movimiento de desocupados implica incorporarse a un régimen disciplinario particular, cuyas
exigencias y sanciones nos remiten al disciplinamiento de los partidos de izquierda.
Lo fundamental es la presencia en el piquete, donde el delegado toma asistencia, y la permanencia aún bajo condiciones
de rigor climático – altas y bajas temperaturas, lluvia – o de represión por parte de la policía.
La realización de un piquete implica gastos: traslado desde el barrio al centro de la ciudad o a las rutas y alimentos para
la “olla popular”; para esos gastos los piqueteros hacen un aporte para el “fondo de lucha” , que por lo general se hace
efectivo cuando cobran el “Plan Jefes y Jefas de Hogar”.
Participan de reuniones y asambleas en las cuales se toman decisiones acerca de las actividades de la organización y se
eligen los delegados.
De lunes a viernes preparan el almuerzo para los niños, elaboran panes y dulces y los venden a domicilio; el producto
de esa venta lo destinan al fondo de lucha.
El no cumplimiento de estas actividades y aportes deriva en una sanción que puede ser la postergación de la inclusión
del aspirante en las listas de receptores de alimentos o subsidios conseguidos, y para el que ya lo recibe puede significar
la baja.
La disciplina también implica cierta clausura del grupo hacia el afuera, dado que sus actos de protesta muchas veces son
reprimidos y sus dirigentes detenidos, se mueven en una suerte de semiclandestinidad.
Los pobres honestos se refieren a los pobres piqueteros con ambigüedad, como un personaje de importante presencia
pero extraña a ellos. Aluden al hecho de organizarse en piquetes como una posibilidad lejana, francamente rechazable
o hasta graciosa.
Desde el nivel gubernamental se enfrenta al piquetero con un discurso, el de la politización y una acción, la
criminalización.
El contenido del argumento de la politización está centrado en adjudicar a los piqueteros la intención de “desestabilizar”
al gobierno, porque sus acciones están dirigidas por “activistas” o desviadas por “infiltrados”, que operan a favor de los
sectores de izquierda o de la oposición en general.
Por otra parte, la criminalización es una operación que se realiza predominantemente en acciones más que en discursos.
En distintas acciones políticas ocurrieron hechos catalogados como “policiales” por parte de funcionarios del gobierno
y como “represión” por parte de los activistas.
CONCLUSIONES
Si bien en el sentido común estas identidades aparecen muy bien definidas, debemos decir que en las estrategias
implementadas por los sujetos hay una oscilación hacia una u otra. Los distintos miembros de una familia suelen ocupar
posiciones diferenciadas a fin de lograr los recursos disponibles, esto los ubica en clasificaciones identitarias.
Es el pobre honesto el que desarrolla estrategias adaptativas afines a las condiciones que imponen los programas
sociales, y eso los coloca en una posición favorable para desarrollar una carrera en ese entramado social.
Con respecto a las ideas – valores en juego tenemos que:
Aparece como “beneficiario” de los recursos de la sociedad el sector de la población que ha sido damnificado por las
políticas públicas y en esa posición es objeto de políticas sociales.
La extendida ideología de la “dignificación” a través del trabajo oculta la indignidad – en su sentido de inmerecido – de
la vida como mera supervivencia. Hay una exigencia de trabajo a cambio de un subsidio que es insuficiente para la
reproducción de la vida misma.
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El miedo es la emoción que flota en el ambiente barrial. Lo que encontramos es que la amenaza omnipresente
representada por los chorros, a cuyo ámbito –que es el mismo ámbito de los honestos - no se debe ingresar porque “ni
la policía entra”, oculta la violencia concreta de la autoridad, de la policía cuando entra.
Juan Carlos Marín (1993) piensa que estamos ante una “democratización del delito”, en el sentido de que todos los
delitos se han igualado, que la figura del delito se ha vaciado de su valor negativo y que a partir del no castigo a delitos
como el genocidio argentino, y los delitos de autoridad, todos pueden aspirar a al perdón; vaciado el delito, vaciado el
castigo.
El miedo – junto a la vergüenza – es una de las emociones que según Elías se transforman con el proceso civilizatorio.
“Disminuye el miedo inmediato que el hombre causa al hombre y en cambio aumenta el miedo interior en relación con
aquél, miedo producido por la mirada y por el super-yo”. (Elías, 1993: 505) Siguiendo con esa idea podríamos decir
que el aumento de los miedos exteriores, a los peligros del afuera, estarían indicando un retroceso en el proceso
civilizatorio.
Hay una fascinación hacia el “piquetero” como figura que atrae y a la vez produce rechazo. Aparece entonces en el
sentido común desplazándose, con un movimiento pendular entre el pobre honesto, en su condición de trabajador
aunque desocupado, y el pobre chorro, por sus acciones que lo colocan en los límites de la legalidad.
BIBLIOGRAFIA
Elías, Norbert (1993) El proceso de la civilización. México: Fondo de Cultura Económica.
-------------------- (1996) La Sociedad Cortesana. México: Fondo de Cultura Económica.
Foucault, Michel (1993)Genealogía del Racismo. Montevideo: Altamira y Nordan.
Gramsci, Antonio (1993) La política y el Estado moderno. México: Planeta-Agostini
Marín, Juan Carlos (1993) El no – delito, ¿tan sólo una ilusión? En: Delito y sociedad. Revista de Ciencias Sociales.
Año 2; nº 3, 1º semestre de 1993. Buenos Aires.
Roze, Jorge; Ana Pratesi; Andrea Benítez y Liz Mobilio (1999) Trabajo, moral y disciplina en los chicos de la calle.
Buenos Aires, Espacio Editorial.
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