reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg

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Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado |
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Vol. XXV / Nº 2 / 2011 / 11-35
Reformulación de la teoría del desarrollo moral
de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez*
Resumen
El siguiente artículo se propone dar cuenta de la reformulación que realiza Habermas de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg. Dicha transformación tuvo
como principal resultado el hacer compatibles y coherentes una teoría del desarrollo
moral con una teoría general de la sociedad, y eso es lo que se presenta a continuación. Ahora bien, a pesar de la importancia central que posee dicha reconstrucción
en la formación teórica de la ética del discurso y de la misma teoría de la acción
comunicativa, el tema ha sido tratado únicamente en el ámbito de la sociología
alemana (Dux 1982) y en la literatura en español no ha sido discutido. En ese
sentido, el artículo constituye un aporte para una más completa comprensión de la
obra de Habermas en nuestro contexto de habla hispana. Este trabajo permite un
primer acercamiento al tratamiento de la cuestión ética en la segunda generación
de la Escuela de Frankfurt y puede ayudar a realizar investigaciones empíricas que
busquen indagar en cuestiones normativas en diversos campos sociales.
Palabras clave
Teoría del desarrollo moral, ética del discurso, teoría de la acción comunicativa,
Kohlberg, Habermas
*
Sociólogo Pontificia Universidad Católica de Chile; magíster en Trabajo Social, de la misma Universidad;
DPhil (c) Social and Political Thought, Universidad de Sussex, Inglaterra. Docente Escuela de Trabajo Social Universidad Santo Tomas. La reformulación habermasiana de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg se encuentra a la base del modelo conceptual que sustenta las investigaciones Fondecyt Nº 1095186:
“Transformaciones del referencial normativo de las políticas públicas en sociedades complejas”, y de
Fondecyt N° 1110428: “Instituciones formales y redes informales en políticas públicas. Interferencias
procesuales y normativas en políticas de pobreza, obras públicas y medio ambiente en Chile”. Agradezco
a Patricio Miranda sus ideas, comentarios y críticas a este trabajo. De sus errores es responsable el autor.
Correo electrónico: demartin@uc.cl.
12 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
Reformulation of Kohlberg’s moral development theory by Habermas
Abstract
The following article’s aim is to shed light on Habermas’ reformulation of Kohlberg’s
moral development theory. The main outcome of this transformation was to formulate a theory of moral development that was compatible and coherent with a
general theory of society; what follows below is an account of this. Despite the
relevance of this reconstruction in the theoretical formation of discourse ethics
and the theory of communicative action itself, the topic has been developed exclusively in the sphere of German Sociology (Dux 1982); it has not been discussed
in Spanish literature. In this sense, this article is a contribution towards a wider
comprehension of the Habermasian oeuvre in our Spanish-speaking context. The
paper also provides a first approach to the study of ethics in the second generation
of the Frankfurt School, and it can provide assistance in conducting empirical
research related to normative concerns in diverse social areas.
Keywords
Theory of moral development, discourse ethics, theory of communicative action,
Kohlberg, Habermas
Introducción
La tensión entre elementos descriptivos y normativos en la teoría social constituye un problema de larga data y no resuelto en la discusión (Horkheimer 2000,
Habermas 1987b, Wagner 1997, Löwith 2007, Miranda 2009, Chernilo 2008).
Este artículo se inscribe en un programa de investigación de más largo aliento y
su contribución específica va en la línea de dar cuenta de forma pormenorizada
de la reconstrucción de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg (1981, 1984)
que realiza Habermas (1985, 2000). Más específicamente, lo que se intenta en este
artículo es dilucidar la reconstrucción que realiza Habermas del modelo de etapas
de Kohlberg, trabajo que hace compatibles y coherentes una teoría del desarrollo
moral con una teoría general de la sociedad (Habermas 1987a).
Este trabajo constituye un aporte en sí mismo, pues en la bibliografía especializada de habla castellana el tema no ha sido trabajado. Ahora bien, se debe
considerar que existen trabajos y debates en torno a la obra de Habermas, concretamente respecto de la reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg,
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sobre todo en la sociología de habla alemana (Günther Dux 1982). En ese sentido,
Dux (1982) reconoce cierto eurocentrismo en Kohlberg y Habermas, y desde ahí
desarrolla su propia concepción del desarrollo moral. Además del citado autor, en
este debate participaron Robert Selman, Traugott Schöfthaller y Sohan y Celia
Modgil; sin embargo, para la elaboración de este trabajo no se pudieron encontrar
referencias bibliográficas donde explícitamente se desarrolle la mencionada crítica.
Por lo anterior, la inexistencia de materiales que aborden la reconstrucción
desarrollada en el mundo de habla castellana supone una limitante para el trabajo
sociológico, pues gracias a esta reconstrucción se podrían informar adecuadamente
investigaciones que busquen indagar en el referencial normativo de diversos campos
de lo social. Por último, cabe señalar que otro rendimiento de este artículo tiene
que ver con que ayuda a adentrarse en el pensamiento de la segunda generación
de la Escuela de Frankfurt y, como se indicaba, a una arista inexplorada en la
literatura de habla castellana.
En términos estrictamente teóricos, resulta interesante y a la vez problemático
el hecho de que en el mundo de habla castellana no se le haya prestado suficiente
atención a la reconstrucción habermasiana de la teoría de Kohlberg. Decimos que
es problemático debido a que este trabajo resulta de importancia sustantiva en el
desarrollo de la ética del discurso y de la misma teoría de la acción comunicativa,
pues es gracias a la reformulación que Habermas puede sostener la universalidad
no sólo filosófica y normativa, sino evolutiva de la acción orientada hacia el entendimiento. En ese sentido, la teoría de la acción comunicativa supone la tensión
manifiesta entre elementos descriptivos y normativos: es descriptiva, en tanto al
igual que Kohlberg define un proceso evolutivo en cuanto al paso desde niveles
inferiores de racionalidad a otros superiores; es a la vez normativa, ya que permite
un juicio crítico frente a la realidad social (Habermas 1987a).
Más allá de seguir introduciendo el tema que nos convoca, invitamos al lector
a recorrer a través de las siguientes secciones la reconstrucción habermasiana de la
teoría del desarrollo moral de Kohlberg. En primer lugar se presentan los elementos
constitutivos de la teoría de Kohlberg (I); luego se trabajan las continuidades (II);
y, finalmente, la reformulación propiamente tal (III).
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David Martínez
I. Elementos constitutivos de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg
Hipótesis básicas del modelo
La teoría del desarrollo moral es un esfuerzo por encontrar estructuras morales
universales en el desarrollo de los individuos (Kohlberg 1981, 1984). Piaget (1971,
1985) es un antecedente clave en esta línea de indagación respecto del desarrollo
cognitivo, identificando estadios universales de evolución del razonamiento humano. En esa medida, Kohlberg es heredero de la tradición de psicología cognitivista
inaugurada por Piaget, pero también lo es del formalismo deontológico, representado por Kant (2005) y Rawls (1995), pues necesita de una teoría ético-filosófica
universalista para construir sus niveles morales.
Para Kohlberg (1981, 1984; Habermas 1985), la evolución del juicio moral va
desde la niñez hasta la edad adulta, pasando por la juventud, según un modelo
invariable. Dicha evolución tiene como punto normativo de referencia una moral
constituida por principios, y en esa medida se puede reconocer en ella la ética
discursiva en sus rasgos esenciales (Habermas 1985).
Otro elemento relevante y constitutivo de la teoría de Kohlberg tiene que ver
con la relación que se establece entre la psicología del desarrollo moral y la reflexión
ético-filosófica. Kohlberg estuvo desde el inicio de su carrera convencido de que
para definir las etapas morales eran necesarias consideraciones filosóficas acerca de
la naturaleza del juicio moral y normativo, las que hacen posible sostener que un
estadio superior es más adecuado que uno inferior (Kohlberg 1984). Ahora bien,
los puntos filosóficos en los que se funda el modelo de Kohlberg son explicados
con mayor detalle más adelante, cuando se observan las continuidades existentes
entre la teoría del desarrollo moral y la ética del discurso.
Modelo de etapas del desarrollo moral
El modelo de Kohlberg está constituido por etapas (1981, 1984), en las que el autor
distingue tres niveles de la conciencia moral: el nivel preconvencional, en el que sólo
se enjuician consecuencias de la acción; el convencional, en el que ya se enjuician
la observancia y la transgresión de normas; y, finalmente, el nivel posconvencional,
en el que se enjuician las normas a la luz de principios (Kohlberg 1984, Habermas
1987a). Subsiguientemente, dichos niveles se dividen en seis etapas del juicio moral
que en las dimensiones de la reversibilidad, universalidad y reciprocidad, se pueden
entender como un acercamiento paulatino a las estructuras del juicio imparcial o
justo de los conflictos de acción moralmente relevantes (Habermas 1985).
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Ahora bien, el modelo del desarrollo del juicio moral de Kohlberg (1981, 1984)
se sostiene con ayuda de tres hipótesis sólidas (Habermas 1985):
i. Las etapas del juicio moral constituyen una secuencia invariante, irreversible
y consecutiva de estructuras discretas. Con este supuesto queda excluido:
• que diversas personas alcancen el mismo objetivo a través de diversas
vías evolutivas,
• que la misma persona retroceda desde un escalón más alto a otro
más bajo, y
• que, en el curso de su evolución, se salte una etapa.
ii. Las etapas del juicio moral constituyen una jerarquía en el sentido de que
las estructuras cognitivas de una etapa superior ‘superan’ (aufheben) las correspondientes de las etapas inferiores, esto es, que las sustituyen al tiempo que las
mantienen en una forma reorganizada y diferenciada.
iii. Cada etapa del juicio moral se puede caracterizar como una totalidad estructurada. Con este supuesto queda excluida la posibilidad de que una persona en
un momento determinado se vea obligada a enjuiciar diversos contenidos morales
en diversos niveles.
Según Habermas:
La segunda hipótesis constituye el meollo del modelo. Es posible flexibilizar y modificar las otras dos hipótesis, pero la idea de un modelo
de etapas evolutivas depende de modo absoluto de la de una vía de
desarrollo que se puede describir por medio de una serie de estructuras
jerárquicamente ordenadas. (Habermas 1985:151)
Respecto de lo anterior, sólo falta destacar que en las etapas superiores se reaplican
las distinciones que constituyen a las etapas inferiores, pero a un nivel superior
de generalización. A continuación se desarrolla el elemento psicológico cognitivo
del modelo.
Momento cognitivo
En primer lugar, cabe destacar que Kohlberg le asigna un papel preponderante al
momento cognitivo del desarrollo moral (Kohlberg 1981, 1984; Reed 2008), el
que se manifiesta en la adquisición de estructuras simbólicas de interacción (Kohlberg 1981, 1984; Mead 1993). Según Kohlberg, “es imposible seguir principios
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morales si uno no los entiende o no cree en ellos. Sin embargo, uno puede razonar
en términos de esos principios y no vivir en conformidad con ellos” (1984:172).
Existen diversos factores que influyen finalmente en las acciones de los individuos
y, por lo mismo, el estudio del desarrollo moral se debe centrar en el razonamiento
y no en las conductas.
En el mismo sentido, James Rest (uno de los más destacados discípulos de
Kohlberg) señala que entre las ideas de Kohlberg que han guiado sus propias indagaciones se encuentra el énfasis en lo cognitivo. En palabras de Rest, el individuo
en desarrollo es algo así como un filósofo moral, que intenta darle sentido a su
experiencia social buscando conceptos normativos. “Con el objeto de entender
la conducta moral, Kohlberg argumenta que debemos entender cómo la persona
construye un sentido del mundo” (Rest, Bebeau y Narváez 1999:1).
Ahora bien, existen otros autores como Rubio (1987) que comparten dicho diagnóstico, pero subrayan que en Kohlberg el énfasis en lo cognitivo no implica una
prescindencia de las experiencias sociales. La maduración del juicio moral resulta de
la combinación de dos factores: el desarrollo lógico y la adopción de roles sociales.
Sin embargo, “es cierto que incluso la asunción de los roles sociales la entiende en
términos cognitivos; pero ambos factores por separado no pasan de ser condiciones
necesarias, pero no suficientes, para el desarrollo moral” (Rubio 1987:505).
Como ya se ha puntualizado más arriba, siempre existe un énfasis en lo cognitivo, pues también la adquisición de roles sociales, de lógicas de acción, se entiende
en primer lugar como un producto cognitivo. Puede existir un desacoplamiento
entre el juicio y la acción moral, pero el hecho de que ellos estén en diversos registros no significa que las acciones no deban ser retrotraídas al espacio cognitivo:
actuamos como actuamos en relación con esquemas cognitivos previos. Sin esos
esquemas no podríamos actuar moralmente ni tampoco inmoralmente; de hecho,
no actuaríamos.
Dicha carga cognitiva no viene dada por mera casualidad. En efecto, el gran
mérito que Kohlberg atribuye a Piaget (1971, 1985) fue el demostrar la existencia
de etapas de desarrollo ‘universales y regulares’, y el que tales etapas tendrían
una base formal cognitiva. Los aspectos del juicio moral que no tienen una base
cognitiva común a todos los individuos no definen nunca etapas universales y
regulares de desarrollo moral.
El desarrollo moral es un proceso cognitivo que se manifiesta también en la
asunción de roles sociales. Lo anterior debe ser leído teniendo como telón de fondo
el que un modelo que tiene pretensiones de universalidad y regularidad, y que por
ello no puede hacer depender su fundamentación en roles sociales determinados y
particulares –por ende contingentes–, tiene mejores perspectivas de éxito basando
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sus hipótesis en características comunes a todos los seres humanos, como lo pueden
ser las capacidades cognitivas. Estas, a su vez, son habilidades que se desarrollan
paulatinamente, en forma independientes de condiciones sociales particulares. En
ese sentido, la teoría del desarrollo moral de Kohlberg supone una idea evolutiva,
de adquisición de pautas cognitivas, la que pasamos a revisar a continuación.
Momento evolutivo
También es un carácter distintivo de la teoría de Kohlberg el carácter evolutivo
de las etapas morales. De alguna manera, en las ‘tres hipótesis sólidas’ (desarrolladas más arriba) que Habermas identifica, ya se observa una lógica evolutiva de
adquisición de competencias morales. Kohlberg propuso que era posible hablar
de ‘avance’ o evolución cuando una constelación de conceptos está mejor desarrollada que otra; lógicamente, esto también tiene un correlato normativo, en el
cual existen niveles más avanzados que otros. A su vez, la evolución se explica
porque se trata de “transformaciones de estructuras cognitivas […] que deben ser
entendidas como sistemas de relaciones” (Kohlberg 1984:8). Estos ‘sistemas’ o
todalidades, van incorporando a los anteriores y por eso hablamos de evolución
o desarrollo moral.
Además, algunas perspectivas morales están mejor desarrolladas que otras y por
ende no son igualmente justificables. Algunas son más exhaustivas, coherentes, más
elaboradas –más desarrolladas– que otras. Es por esto que, en términos generales,
el desarrollo del juicio moral puede ser caracterizado como una evolución desde
ideas más simples a otras de mayor complejidad (Rest et al. 1999). Por lo mismo,
las etapas del juicio moral suponen un desarrollo diferenciado entre los individuos
y en los mismos individuos a lo largo del tiempo (Rest et al. 1999, Reed 2008).
Kohlberg (1984, Reed 2008) reconstruye este proceso evolutivo, subrayando un
modelo en que los estadios morales son estructuras cognitivas de orientación de
la acción, lo que se condice con los planteamientos del interaccionismo simbólico
(Mead 1993). El proceso evolutivo (Kohlberg 1984, Reed 2008) tiene como punto
de partida el concepto de ‘sí mismo’ (Self ), el que no es una especie de átomo que
preexista a la interacción; en efecto, el sí mismo es una construcción social que
poco a poco en su formación va incorporando la perspectiva de los otros actores.
El ‘sí mismo’ es un conjunto de patrones de respuesta frente a la interacción, y las
interacciones que lo van constituyendo están mediadas por estructuras cognitivas
o schemata, a través de las que el individuo construye sus relaciones y su propia
identidad. Los seres humanos interactúan en sus ambientes de acuerdo a ciertos
entendimientos que tienen de sí mismos y de los otros, los que se pueden denomi-
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nar schemata. Dichos schemata tienen un carácter evolutivo: se desarrollan en el
tiempo, pues cada vez interacciones de mayor complejidad rompen los patrones de
interacción previamente establecidos, y cuando ello sucede la persona reconfigura
sus interacciones con el ambiente y con los otros actores.
Críticas y reformulaciones
A continuación se presentan las principales críticas y reformulaciones que ha tenido
la teoría del desarrollo moral de Kohlberg. La primera reformulación se produjo
en 1973 (Turiel 1974) y consistió en una reelaboración de los datos relativos a
la frecuente regresión de la cuarta etapa a la segunda. Al considerar las investigaciones empíricas se ha podido observar que el desarrollo moral más frecuente
en los adolescentes al concluir los estudios medios, se sitúa en los estadios 4 y 5,
pero al iniciar la universidad se produce en muchos sujetos una ‘regresión’ a una
etapa mixta de los estadios 2 y 4. El primer intento de solucionar este problema
consistió en introducir el concepto de moratorium, donde se explicaba que existía
un avance funcional, aunque una regresión estructural (Rubio 1987). Pero, gracias
al aporte de Turiel, Kohlberg desechó tal explicación y concluyó que lo adecuado
es introducir una etapa intermedia entre los estadios 4 y 5: el nivel 4 ½ . Como
el mismo Kohlberg señala:
Algunas reflexiones adicionales que realizamos con Turiel (Turiel 1974;
Kohlberg 1973) nos llevaron a reconsiderar la hipótesis de la secuencia
de etapas y reconocer la falla en algunos detalles en la definición de los
estadios morales y los métodos de medición. De esa forma, el retroceso
al estadio 2 fue reinterpretado como el “estadio transicional 4 ½”, la
ruptura de la moral convencional sin la emergencia de una moralidad
superior. (Kohlberg, en Rest et al. 1999:ix)
En el punto II de este artículo se verá cómo Habermas resuelve esta cuestión
referida a la introducción del estadio 4 ½.
Ahora bien, la segunda revisión importante de la teoría es la de 1978, en la
cual se reajustan tres puntos centrales del modelo: la universalidad de la teoría en
todas las culturas, también en relación a ambos sexos y el problema del supuesto
particularismo liberal de la teoría.
Universalidad cultural: En diversos estudios llevados a cabo por Kohlberg –Bahamas y Belice–, no aparecían los estadios superiores. Sin embargo, fue el estudio
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realizado en Turquía el que aportó la evidencia de que no aparecían trazas del
sexto estadio, y el que llevó a Kohlberg a reconocer la no universalidad de dicho
nivel. Ello afecta a la pretendida universalidad del modelo, por lo que Kohlberg
debe reajustarlo y precisar que el llamado sexto estadio es más bien una forma
avanzada (o forma B) del estadio 5, lo que explicaría su carácter minoritario y
exclusivamente occidental (Kohlberg 1978).
Diferencias de género: En sus primeros estudios, Kohlberg no incluyó a mujeres, lo
que prejuzga ya la universalidad del modelo referido a ambos sexos. En numerosos
estudios, las mujeres quedaban en los estadios 3 y 4, lo que daba cuenta de un
aparente subdesarrollo moral en ellas, considerando el carácter jerárquico de los
estadios. Fue Carol Gilligan, en su estudio En una voz diferente de 1977 (1982),
quien críticamente coloca este problema. Las mujeres abordan los problemas éticos de forma diferente a como lo hacen los hombres; ellas consideran elementos
afectivos y afiliativos, y también el cuidado de las personas y las consecuencias; a
diferencia de los hombres, que tienden a ser mucho más objetivos y racionalistas.
Sin embargo, hay un punto que matiza las diferencias: los estudios de Gilligan
se enfocan en la práctica moral concreta (soluciones éticas correctas dadas a dilemas
morales reales, por ejemplo, interrupción del embarazo, etc.); los de Kohlberg,
en cambio, en el razonamiento moral (soluciones éticamente correctas a dilemas
morales hipotéticos). Para resolver este problema, Kohlberg introdujo la crítica de
su colaboradora en el modelo y agrega en su investigación el “dilema cuidado”,
como un catalizador que permita pasar del juicio a la acción (Rubio 1987:518).
Particularismo liberal: Los estadios superiores están construidos en función de las
tradiciones utilitarias-contractualistas y deontológicas, por lo que diversos críticos
indican que estos estadios superiores no son ‘naturales’ o innatos, sino que particulares y dependientes de una forma vital específica.
En este sentido, cabe destacar la crítica de Schweder (1982), quien señala
que para Kohlberg la historia del mundo y de la evolución de las personas es el
descubrimiento progresivo de los principios de la Revolución de Estados Unidos
(Schweder 1982). En definitiva, los elementos constitutivos del derecho natural
moderno occidental, que han sido sometidos a un duro cuestionamiento por pretender universalidad, cuando sólo representan los valores particulares occidentales.
Frente a esto, Kohlberg (1982) posteriormente admite que los estadios son
interaccionales, están mediados culturalmente y, por ende, no son evolutivos o
innatos. Sin embargo, todavía sostiene que aunque empíricamente no se puede
corroborar la existencia del estadio 6, este sigue siendo superior, pues mantiene
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su mayor adecuación moral. El criterio que fundamenta la jerarquía de los niveles es en primer lugar un problema ético-filosófico y no un problema empírico.
Ello tiene una ventaja: el modelo no cae en la falacia naturalista de identificar
lo fácticamente existente con lo moralmente correcto. Por otro lado, existe una
desventaja: la adscripción a un modelo ético particular: el contractualismo de
Rawls. En ese sentido, el mismo autor de Teoría de la justicia (Rawls 1995) ha
reconocido que su constructo tiene validez sólo en las democracias occidentales
y que además en ese contexto particular no es el único modelo ético posible. Por
ello, se puede argumentar en contra de Kohlberg su adhesión a una moralidad
específica, la occidental, con lo que la tesis de universalidad y jerarquización de
los estadios morales se pone en entredicho. De alguna manera, la propuesta de
Habermas resuelve a su modo este problema, en tanto la ética del discurso no
adscribe a principios éticos concretos, sino que sólo proporciona las reglas de un
procedimiento de fundamentación, que por ende tiene mejores perspectivas de
reivindicar un carácter universal. Obviamente, Habermas tampoco ha escapado
a la crítica de que su pensamiento sería eurocentrista, pero ese problema nos
ocupará más adelante.
II. Elementos de continuidad entre Kohlberg y Habermas
Hipótesis de complementariedad
La teoría del desarrollo de la conciencia moral de Kohlberg (1981, 1984) responde
al imperativo indicado por la tradición de la Escuela de Frankfurt de vincular la
investigación empírica con la reflexión filosófica práctica. En este sentido, Habermas indica que “Las intenciones expresadas de Kohlberg […] suponen un desafío
para todo aquel que no quiera reprimir al científico social o al filósofo práctico
que lleva dentro”. Y más adelante señala: “La teoría de Kohlberg es un ejemplo
de división del trabajo absolutamente peculiar; entre la reconstrucción racional
de las intuiciones morales (Filosofía) y el análisis empírico del desarrollo moral
(Psicología)” (Habermas 1985:47).
Surge entonces la pregunta sobre cómo se relaciona la reconstrucción filosófica
de las intuiciones morales con la explicación psicológica de la adquisición de este
conocimiento. Dicho problema ha dado lugar a dos tesis. La más fuerte indica
que ambas empresas son parte de una misma teoría. Esta ‘tesis de la identidad’
(Habermas 1985) sostiene que la explicación psicológica adecuada respecto de la
evolución moral y la explicación filosófica de que una etapa superior es más con-
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veniente que otra inferior, son partes de una misma teoría. Como indica Kohlberg
(1981), las afirmaciones sobre el deber que realiza el filósofo moral y las afirmaciones
empíricas del psicólogo moral, tienen una fuente común. En el mismo sentido, la
teoría científica que explica que las personas ascienden en los niveles morales, es
la misma que la teoría moral acerca de por qué los seres humanos deben preferir
las etapas superiores (Kohlberg 1971, 1981, 1984).
Esta concepción descansa sobre la idea constructivista de aprendizaje. Un sujeto que avanza de una etapa a la siguiente tendría que poder explicar por qué sus
juicios en la etapa superior son más apropiados que los de la inferior; y esta línea
de consideración de la moral de las personas comunes es la que recogen en sus
reflexiones los filósofos morales. Esta afinidad descansa sobre el hecho de que tanto
las personas en cuestión, con las que ha de vérselas el psicólogo, como también el
filósofo moral, tienen la misma cualidad de ser participantes en el discurso práctico
(Habermas 1985). Sin embargo, y gracias a su teoría de la acción comunicativa,
Habermas observa que las razones a las que apela el científico no son idénticas a
las dadas por los sujetos referidas a problemas morales; el psicólogo se orienta por
pretensiones de validez proposicional, no por pretensiones de validez normativa.
Es por ello que es más adecuado hablar de cierta complementariedad entre la
teoría filosófica y la psicológica. Dicha relación se refiere a que los criterios morales ayudan a la definición de las etapas psicológicas, y la investigación empírica
reacciona sobre aquellos ayudando a explicarlos. En ese sentido, la teoría del
desarrollo moral constituye un tipo particular de ciencia reconstructiva, donde la
investigación empírica no pierde el contacto con la reflexión filosófica (McCarthy
1998). Según Habermas, la formulación más clara de Kohlberg a este respecto es la
siguiente: “La ciencia puede comprobar si las concepciones morales de un filósofo
concuerdan fenomenológicamente con los hechos psicológicos. Sin embargo, la
ciencia no puede ir más lejos y justificar tal concepción moral, sosteniendo que
eso es lo que tiene que ser la moral” (Habermas 1985:53). Aclarada la hipótesis de
complementariedad, a continuación se pasa a exponer el concepto constructivista
de aprendizaje, que Habermas comparte con Kohlberg.
Concepto de aprendizaje
Uno de los elementos de coincidencia entre la ética del discurso y la teoría del
desarrollo moral tiene que ver con el concepto de aprendizaje que ambos modelos poseen. Kohlberg entiende la transición de una etapa a la siguiente como un
aprendizaje. El desarrollo moral significa que un adolescente pueda reconstruir y
distinguir las estructuras cognitivas preexistentes de tal manera que sea capaz de
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resolver mejor que antes la misma clase de problemas, esto es, la solución consensuada de conflictos de acción moralmente relevantes. En ese sentido, en cada etapa
superior deberá poder responder a por qué las soluciones que daba anteriormente
no eran completas. Y es por eso que, tal como Piaget (1971, 1985), Kohlberg
entiende este proceso como el aprendizaje de ciertas habilidades.
Dichas estructuras cognitivas no se explican por las influencias del medio
ambiente o a causa de procesos de maduración innatos, sino que, como todo
aprendizaje, se trata de una reorganización creadora de un inventario cognitivo
presente que se ve superado por la presencia de problemas que se plantean continuamente (Kohlberg 1984, Rest et al. 1999).
Según Habermas, la ética del discurso se ajusta a dicho concepto de aprendizaje
en la medida en que entiende la formación de la voluntad discursiva como la forma
reflexiva de la acción comunicativa, y exige un cambio de actitud para la transición
de la acción al discurso, cambio de actitud que los sujetos no pueden dominar desde
la niñez. Cuando se alcanza el nivel de la argumentación, los actores cuestionan
las pretensiones de validez que antes se elaboraban de modo inconsciente en la
praxis cotidiana de un mundo de la vida. A este nivel, los participantes asumen
una posición hipotética frente a los contextos vitales y todo ello supone un proceso
de aprendizaje. Como Habermas indica en su teoría de la acción comunicativa
(1987a), los sujetos aprenden y no pueden no aprender.
Es posible imaginar experimentalmente este proceso de la siguiente forma. En
un momento crítico, el adolescente toma una posición hipotética frente a los contextos normativos de su mundo vital. Se muestra la naturaleza del problema que se
presenta en la transición desde la etapa convencional a la posconvencional del juicio
moral. El mundo social, esto es, de las relaciones legítimamente reguladas, queda
desarraigado y pierde su carácter natural (Habermas 1985, 1987a). El adolescente
necesita reconstruir los órdenes normativos destruidos por la mirada hipotética.
Entre los elementos existentes para la recomposición se encuentran los restos de
lo desvalorizado, tradiciones puramente convencionales y en necesidad de justificación frente a la mirada crítica del mismo actor y de los otros participantes. En
primer lugar, son los principios universales (nivel 5 en Habermas) los que permiten
justificar las normas; en última instancia, la articulación de un procedimiento de
elección racional de principios y normas (nivel 6 en Habermas). En esta medida,
está ya implícito desde la transición de la acción dirigida por normas, al discurso
comprobador de las mismas, lo que Kohlberg señala como proceso de aprendizaje
en todas las etapas. A continuación se revisan los presupuestos filosóficos compartidos por ambas teorías.
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Presupuestos filosóficos compartidos
Cabe destacar que la teoría del desarrollo moral de Kohlberg se sostiene explícitamente sobre fundamentos filosóficos. Desde la aparición de la Teoría de la justicia
de Rawls (1995), Kohlberg utiliza esta ética vinculada a Kant para desarrollar sus
concepciones filosóficas sobre las etapas morales. En términos concretos, los conceptos que toma desde la ética son el cognitivismo, el universalismo y el formalismo.
De esta forma, los tres aspectos en los que Kohlberg se apoya para explicar
lo moral toman en consideración las éticas cognitivas elaboradas en la tradición
kantiana. Como es sabido, la posición defendida por Habermas, en cambio, tiene la
ventaja de que los supuestos fundamentales cognitivos, universalistas y formalistas
pueden deducirse del principio moral fundamentado a través de la ética discursiva.1
Ahora bien, estos tres elementos que configuran el punto de vista moral que comparten la ética del discurso y la teoría del desarrollo moral, se definen como sigue.
El cognitivismo (Habermas 1985, 2000) apunta a que los juicios morales no
expresan las actitudes afectivas, las preferencias o las decisiones contingentes de
los respectivos hablantes o actores. A su vez, el cognitivismo rechaza el escepticismo
ético, pues los juicios morales se fundamentan racionalmente. En esa medida es
posible distinguir entre juicios morales verdaderos y falsos.
El universalismo (Habermas 1985, 2000), que en el caso de la ética del discurso
emana del principio U, señala que todo el que participe en la argumentación puede
llegar en lo fundamental a los mismos juicios sobre la aceptabilidad de las normas
de acción. De esta forma se niega el relativismo moral que indica que los juicios
morales se miden a partir de una cultura particular. Si los juicios morales no pretendieran una validez general, una teoría del desarrollo moral, que trata de señalar
vías evolutivas con carácter general, estaría condenada al fracaso desde el principio.
El formalismo (Habermas 1985, 2000) permite eliminar las orientaciones morales concretas, imbricadas en la totalidad de una forma vital o de una historia
vital individual, por considerarlas contenidos no susceptibles de universalización.
Con la fundamentación de U, la ética discursiva se enfrenta a los supuestos básicos de las éticas materiales, que se ocupan de las cuestiones de la felicidad y, en
consecuencia, determinan ontológicamente un determinado tipo de vida ética.
El deontologismo delimita el ámbito de lo moralmente válido frente al de los
contenidos valorativos culturales.
1
Se hace referencia al principio (U): toda norma válida ha de satisfacer la condición de que las consecuencias y efectos secundarios que se derivan, previsiblemente, de su aceptación general para la satisfacción de
los intereses de cada particular, pueda ser aceptada libremente por cada afectado (Habermas 1985).
24 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
En función de los tres supuestos mencionados, desde el punto de vista moral
emerge una idea procedimentalista de ética. La moral a un nivel posconvencional
se fundamenta de esta manera, pues ya no se están agregando contenidos particulares a lo válido y legítimo moralmente.
A su vez, la idea básica del modelo de Kohlberg que ha tomado de la teoría
de la comunicación de Mead, acuñándola en el concepto de ideal role taking, se
manifiesta en el postulado ético-discursivo (D), según el cual toda norma válida
encontraría la aprobación de todos los afectados, siempre que estos puedan tomar
parte en el discurso práctico (Habermas 1985, 2000).
Finalmente, cabe señalar que en el procedimiento discursivo tienen lugar las
operaciones que exige Kohlberg para los juicios morales en la esfera posconvencional: la reversibilidad completa de los puntos de vista; la universalidad, en el
sentido de una inclusión de todos los afectados; y, finalmente, la reciprocidad del
reconocimiento igual de las pretensiones de cada participante por parte de los
demás (Habermas 1985).
Todos estos puntos filosóficos dan cuenta de las continuidades que se producen
a este nivel entre Kohlberg y Habermas. A continuación se desarrolla la tercera
sección de este artículo, donde se elaboran los elementos de ruptura y reformulación
que se llevan a cabo desde la ética del discurso a la teoría del desarrollo moral.
III. Reformulación propuesta por Habermas
El problema necesitado de solución en Kohlberg
El modelo del desarrollo moral de Kohlberg ha permitido la realización de un sinfín
de investigaciones vinculadas a los problemas éticos; sin embargo, Habermas observa que ciertos puntos de la teoría requieren ser fortalecidos con una justificación
conceptual, y para ello ofrece como propuesta la teoría de la acción comunicativa.
Para Habermas (1985), Kohlberg describe las perspectivas socio-morales de tal
manera que la secuencia de las etapas del juicio moral se hace evidente de modo
intuitivo. La plausibilidad se deriva del hecho de que la descripción de las condiciones socio-cognitivas de los juicios morales se mezcla ya con las estructuras de
esos mismos juicios. No obstante, las condiciones socio-cognitivas no están tan
perfiladas analíticamente de forma que resulte evidente, por sí misma, por qué la
secuencia expuesta haya de expresar una jerarquía en el sentido de la lógica del
desarrollo. Para resolver dicha tarea, Habermas sostiene que esta debe ser abordada
en términos analítico-conceptuales, a través de una hipótesis de reconstrucción. Es
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 25
Vol. XXV / Nº 2 / 2011 / 11-35
con ese fin que recurre a la teoría de la acción comunicativa y su ética del discurso
(Habermas 1985, Boladeras 1996).
Con objeto de explicar en mayor detalle el problema, se puede partir sosteniendo
que los juicios morales no emergen en el aire y desde la nada, sino que requieren de
ciertas condiciones socio-cognitivas que posibilitan a los sujetos elaborarlos, actuar
conforme a ellos y argumentarlos. Además, el desarrollo moral es un aprendizaje,
tal como lo es el desarrollo cognitivo. Sin embargo, no resulta evidente que tales
condiciones cognitivas de los juicios morales representen una jerarquía en el sentido
de la lógica del desarrollo, y es esto lo que Habermas convierte en problema. Por
ello, es preciso llevar a cabo una labor analítica para establecer los elementos que
caracterizan la lógica del desarrollo de las distintas etapas y elaborar una hipótesis
reconstructiva capaz de iluminar con nueva luz los datos empíricos (Habermas
1985). El fundamento para dicha reconstrucción, como ya se ha indicado, es la
teoría de la acción comunicativa (Habermas 1984, 1987a).
La justificación de por qué la ética del discurso puede ofrecer esta base de
apoyo a la reconstrucción vertical de las etapas de la conciencia moral, tiene que
ver con que esta se refiere a estructuras de una interacción orientada por normas
y mediada por el lenguaje, en la que está resumido lo que separa a la psicología
bajo los puntos de vista del juicio moral y de la acción (Habermas 1985).
La propuesta de solución aportada por la ética del discurso
Si la teoría de la acción comunicativa constituye un modelo de lógica del desarrollo,
en la cual se vinculen el juicio moral y la acción, es posible desde ella encontrar
una propuesta de solución al problema existente en Kohlberg. Como ya se indicó
más arriba, la dificultad a la que se enfrenta la teoría de Kohlberg (1981, 1984)
tiene que ver con que las condiciones socio-cognitivas no están perfiladas para
que la secuencia expuesta pueda responder a una lógica del desarrollo; y en ello se
juega la plausibilidad del modelo.
Ya en un trabajo de 1975, “Moral development and ego identity”, Habermas
(1981) observa que “las etapas morales satisfacen las condiciones de un lógica del
desarrollo desde el momento en que son reformuladas en el marco de una teoría
general de la acción (Habermas 1975, en Reid y Yanarella 1977:529). De lo anterior se puede desprender que el proyecto de Habermas de reconstrucción de las
etapas morales presentado en Conciencia moral y acción comunicativa constituye
un aporte elaborado sistemáticamente con un razonable tiempo de maduración.
Por otra parte, existen sólidas evidencias que permiten sostener que Kohlberg no
otorgó centralidad a los procesos de interacción en la constitución de su modelo,
26 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
sino que resaltó lo cognitivo (Habermas 1985, Reed 2008, Rest et al. 1999, Rubio
1987) y quizás por ello cae en la debilidad identificada por Habermas.
La teoría de la acción comunicativa proporciona una base para fundamentar
las etapas morales según un orden lógico-evolutivo, pues permite comprender la
transformación de las perspectivas socio-morales, en relación con el proceso de
descentración de la comprensión del mundo, y, por ende, les otorga un carácter
lógico evolutivo. Además considera las estructuras de la interacción, en cuyo horizonte el adolescente aprende los conceptos cognitivo-sociales. De esta forma,
existe un vínculo entre la acción comunicativa, las etapas de interacción y las
estructuras de perspectivas; y son estas últimas las que se ajustan sin violencia a
un orden lógico-evolutivo. “Por ello, cabe fundamentar las etapas del juicio moral
de modo tal que podamos retrotraer las etapas morales de Kohlberg, por vía de
las perspectivas sociales, a las etapas de la interacción” (Habermas 1985:152). Sucintamente, se trata de que desde las etapas de interacción lleguemos a las etapas
morales, pasando por las perspectivas sociales.
Después de estas aclaraciones iniciales, pasemos a observar en mayor detalle
la reformulación. En Conciencia moral y acción comunicativa, Habermas presenta
un esquema que resume la lógica del desarrollo releída en términos de ética del
discurso. Denomina este cuadro (Cuadro 1): “Etapas de interacción, perspectivas
sociales y etapas morales” (Habermas 1985:194-195). En lo que sigue se presenta
el modelo, que sin duda orienta la visualización del aporte de Habermas en la reconstrucción de las etapas del desarrollo moral. Después del cuadro, la presentación
se divide entre las estructuras de perspectivas con los tipos de acción adheridos
a ellas; luego se articula la idea de justicia de cada etapa. La principal razón para
elegir sólo estos dos elementos se basa fundamentalmente en que, entendiendo
estos, los otros elementos “se explican por sí mismos” (Habermas 1985:193).
Estructuras de perspectivas y tipos de acción: Como primer eje de lectura nos fijamos
en las ‘estructuras de perspectivas’ y desde ahí, posteriormente, nos dirigimos
hacia los ‘tipos de acción’ que se producen con cada etapa del desarrollo moral.
Las estructuras de perspectivas son las combinaciones yo-tú; observador y participante; y hablante y mundo.
Una etapa superior se constituye por la coordinación de los elementos presentes
en la etapa anterior, que antes todavía no estaban articulados. En la etapa convencional aparecen unidas las perspectivas del participante y del observador; esto es, dos
elementos que ya aparecían constituidos en la etapa preconvencional, pero que aún
no se habían coordinado. De modo análogo se integran en la tercera etapa aquellos
dos sistemas de perspectivas del orador y del mundo, que ya aparecen completamente
Coordinación
de perspectivas
de observador y
participante
Vinculación
recíproca de
perspectivas
de acción
Estructura de
perspectivas
Posconvencional:
Discurso
Integración de
perspectivas
de hablante y
mundo
Interacción
orientada por las
normas
Convencional:
Acción funcional
Cooperación
orientada por
intereses
Interacción
autoritaria
Preconvencional:
Tipos de acción
Regla de comprobación
de principios:
procedimiento de
fundamentación de
normas
Regla de comprobación
de normas: principio
Función social
Validez ideal vs. validez
social
Perspectiva
Autonomía
vs.
heteronomía
Conformidad con el
sistema existente de
normas
Conformidad con la
función.
Perspectiva
procedimental
(ideal role
taking)
Orientación a los
procedimientos de
fundamentación de
normas
Orientación a los
Perspectiva de
principios (prior principios de la
justicia
to society)
Perspectivas
de una
colectividad
(system’s point of
view)
Perspectivas
de grupos
primarios
Simetría de las
compensaciones
Complementariedad
de mando y
obediencia
Idea de la justicia
Perspectivas sociales
Lealtad con Perspectiva
egocéntrica
respecto a
las personas;
orientación
hacia
recompensa/
castigo
Autoridad interiorizada Deber vs.
inclinación
de albedrío
supraindividual = lealtad
Autoridad de personas
de referencia;
albedrío sancionado
exteriormente
Concepto de autoridad Concepto de
motivación
Autoridad interiorizada
de la voluntad colectiva
Funciones generalizadas impersonal = legitimidad
socialmente: sistemas de
normas
Modelo de
comportamiento
generalizado
socialmente
Modelo de
comportamiento
particular
Estructura de
expectativas de
comportamiento
Estructuras cognitivas
Cuadro 1
6
5
4
3
2
1
Etapas
del juicio
moral
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Vol. XXV / Nº 2 / 2011 / 11-35
28 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
constituidas en la segunda etapa, pero aún sin coordinar en ella (Habermas 1985).
Es así como la misma ‘estructura de las perspectivas’ revelada por Habermas da
cuenta de un modelo jerarquizado, donde cada etapa supera y contiene a la anterior.
En función de dichas combinaciones que componen cada ‘estructura de perspectivas’ (Habermas 1985), la etapa preconvencional se caracteriza por la reciprocidad
de perspectivas de acción de los participantes. Es el resultado de las perspectivas
del hablante en la acción, especialmente las perspectivas que emergen de la relación yo-tú.
La etapa convencional se entiende como un sistema de perspectivas de acción que
se origina en la coordinación de las perspectivas del observador con las perspectivas
de participantes, presente en la etapa anterior. Esta introducción del observador
tiene una serie de consecuencias. En primer lugar, surge la tercera persona, con
la que se articulan la primera y la segunda; en segundo lugar, se transforma el
conflicto en acción estratégica; en tercer lugar, surgen los componentes sociocognitivos que estructuran la acción regulada normativamente, y de esta forma
se articula un mundo social de relaciones interpersonales legítimas; por lo que,
en cuarto lugar, se constituye una actitud normativa.
En la etapa posconvencional, gracias a todos los recursos enumerados en la
etapa convencional, se generan las condiciones de posibilidad para la emergencia
de la acción comunicativa con la que se pueden coordinar los planes de acción de
los participantes en la interacción a través del entendimiento (Habermas 1985).
Considerando los otros tipos de acción analizados en las dos etapas anteriores, la
forma diferenciada de la acción comunicativa supone una tercera etapa de la interacción, escasamente relacionada con la acción. En este nivel emergen los procesos
de deliberación que sirven para juzgar las pretensiones de validez que aparecen en
la acción comunicativa. La participación en estos procesos viene determinada por
una actitud hipotética, en la cual las normas vigentes se diferencian entre aquellas
que son merecedoras de reconocimiento y entre aquellas no válidas (Habermas
1985, 2000; McCarthy 1998).
Por lo anterior, se observa con claridad que las estructuras de perspectivas tienen
una importancia central en la definición de los tipos de acción que florecen desde
los distintos niveles morales. Para aclarar más las principales diferencias entre las
etapas, puede ser conveniente utilizar una distinción aportada por Habermas: la
diferencia entre moralidad/eticidad. En términos concisos, las cuestiones morales se refieren al fundamento racional-universal de la justicia; la eticidad, a las
definiciones socioculturales de la vida buena (Habermas 1985). Del lado de la
moralidad, como paradigma se encuentra el pensamiento kantiano; del lado de
la eticidad, Aristóteles.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 29
Vol. XXV / Nº 2 / 2011 / 11-35
Releídas las etapas en función de esta distinción, lo preconvencional no alcanza
el nivel de ninguno de los lados de la distinción. La motivación frente a la acción
se funda en el egoísmo, y el actor intenta evitar castigos y obtener recompensas
(nivel 1). En el nivel 2, busca un intercambio instrumental donde se satisfacen los
intereses de cada cual. En la etapa convencional (niveles 3 y 4), el actor se orienta
por la eticidad de una forma concreta de vida, pues ha internalizado los valores
culturales de una comunidad vital; por ello, la acción no trasciende los límites
de su mundo de la vida específico. La cooperación social viene motivada por un
bien común por el que todos los individuos se sienten implicados y movilizados.
Siguiendo a Durkheim (1967), el individuo se orienta en función de lo propio de
la conciencia de la colectividad.
En la etapa posconvencional, los sujetos asumen una actitud dialógica, hipotética y reflexiva frente a las normas existentes. Las normas válidas moralmente
ya no aparecen como algo dado, sino como un punto de llegada a través de la
formación discursiva. En ese sentido, se asume la perspectiva de la moralidad
propiamente tal. Hechas estas aclaraciones, finalmente sólo queda indicar que
progresivamente se construyen estructuras de perspectivas cada vez más complejas,
que se orientan a una comprensión descentrada del mundo de sujetos actores,
que tratan de conseguir el entendimiento. Como lo resume Habermas: “desde
el punto de vista de una descentración progresiva de la comprensión del mundo, las
etapas de interacción ponen de manifiesto un desarrollo dirigido y acumulativo”
(Habermas 1985:196).
Idea de justicia: Para continuar explicando el modelo, esta vez desde el foco ‘idea
de justicia’, conviene partir preguntándose junto a Habermas, “¿Cómo el elemento normativo de las perspectivas sociales, esto es, la idea de la justicia, se deriva
del equipamiento socio-cognitivo de la correspondiente etapa de interacción?”
(1985:193). Para dar respuesta a dicha pregunta, Habermas vuelve a Durkheim
(1967), para quien “las redes de interacciones sociales normativamente integradas
tienen, en esencia, una índole moral” (1985:193). Es así como las redes de interacciones que producen sociedad llevan aparejado un componente normativo.
Con la construcción de un mundo social primero y, luego, con la transición a la
interacción orientada normativamente, todas las relaciones sociales adquieren un
carácter ético implícito. Además, se debe tener en consideración que sólo desde
las competencias socio-cognitivas de los agentes se puede garantizar un consenso
fundado no en la coacción sino en el entendimiento y el acuerdo que se produce
a partir de razones. Veamos a continuación cómo cada una de las etapas (preconvencional, convencional y posconvencional) articula la idea de justicia.
30 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
En la etapa preconvencional no tiene sentido hablar de idea de justicia al mismo
nivel que en las etapas restantes, pues todavía no se constituye un mundo social.
Los conceptos socio-cognitivos de los que se dispone carecen de una dimensión
claramente determinada de la validez deontológica, por lo que los puntos de
vista dotados de fuerza social vinculante se han de extraer de un inventario que
interpreta las perspectivas de acción recíprocamente integradas en el sentido de
las relaciones de autoridad o de las influencias externas. Las ideas de vinculación
y lealtades preconvencionales se apoyan, por lo tanto, bien en el carácter complementario del mando y la obediencia, o bien, en la simetría de las compensaciones.
En la etapa convencional, el mundo social coincide con el contexto del mundo
vital y aparece cargado con certezas propias de este. La moralidad aún no se ha
independizado de la eticidad de una forma particular de vida, esto es, desacoplado
en tanto que moral. Los deberes están tan unidos a las costumbres vitales concretas
que pueden deducir su evidencia de las certezas del trasfondo que proporciona el
mundo de la vida. Las cuestiones de la justicia se plantean aquí en el marco de
las de la vida buena.
En la etapa posconvencional desaparece la unidad entre moralidad y eticidad a
través de la introducción de una actitud crítica y que vuelve contingente el mundo
social. Este ya no coincide necesariamente con la validez deontológica y se da el
caso en que normas fácticamente existentes no son validas moralmente, y existen
otras justificables moralmente pero inexistentes en la realidad (McCarthy 1998).
El mundo social se descompone en convenciones necesitadas de justificación, ante
la mirada de un participante en la discusión; se articula así una idea deliberativa
de la justicia, donde el principio moral y no la facticidad garantizan la validez
(Habermas 1998).
De esa forma, la existencia fáctica de normas heredadas se divide en hechos
sociales, de un lado, y normas, del otro; estas ya no aparecen respaldadas por las
evidencias del mundo vital y han de justificarse a la luz de principios. De este
modo, la búsqueda de principios de justicia y, en último término, de procedimientos
del discurso fundamentador de normas, se deriva de la moralización inevitable de
un mundo social problemático. Estas son las ideas de justicia que sustituyen la
conformidad con las funciones y las normas en la etapa posconvencional. Los otros
dos elementos de ‘las perspectivas sociales’, ‘concepto de motivación’ y ‘perspectiva’,
tal como señala Habermas, no requieren de mayor explicación de la que aparece
en el cuadro. A su vez, los otros dos elementos de las estructuras cognitivas se
explican adecuadamente en el mismo cuadro. Indicada en sus puntos esenciales
la reconstrucción operada por Habermas, lo que resta desarrollar son las críticas
a Kohlberg que se resuelven a partir de la reformulación de Habermas.
Persona y Sociedad / Universidad Alberto Hurtado | 31
Vol. XXV / Nº 2 / 2011 / 11-35
¿Qué críticas a Kohlberg se resuelven con la reformulación habermasiana?
Respecto de las críticas a Kohlberg que pueden ser contestadas a través de la reformulación de Habermas, se encuentran: el cuestionado carácter universal de los
niveles posconvencionales y la propuesta de solución que proporciona la ética del
discurso para reivindicar el carácter universal del modelo; el carácter natural de
las etapas posconvencionales; los casos de regresión a etapas inferiores; y la integración de los relativistas y escépticos morales. Finalmente, se plantea un ángulo
de entrada de crítica a la reformulación de Habermas.
Universalidad del modelo: Como se observó en el Cuadro 1, Habermas reinterpreta
desde la ética discursiva las dos últimas etapas morales, distinguiendo entre la
búsqueda de principios generales, por un lado, y la búsqueda de un procedimiento
para la fundamentación de posibles principios, por el otro. De esta forma, los principios específicos no distinguen etapas morales particulares, sean estos utilitarios
o kantianos. De acuerdo con la reformulación, se establece una diferencia entre
dos etapas. En la etapa 5, los principios operan como un último recurso, que no
precisa de ninguna otra fundamentación, pues son universales, mientras que en
la etapa 6 estos principios no sólo pueden manejarse de modo flexible, sino que
pueden relativizarse expresamente en vista de los procedimientos de la justificación.
En esa medida, al considerar a Habermas, se resuelve la crítica realizada a
Kohlberg respecto de que las etapas superiores del desarrollo moral dependen de
construcciones éticas occidentales, y, por ende, contingentes y particulares. Por
ejemplo, en el caso de la etapa 5 de Kohlberg, puede darse la sospecha de que las
ideas de contrato social y de la mayor felicidad para el mayor número responden
a tradiciones particulares, extendidas especialmente en el mundo anglosajón, y
por lo tanto suponen un contenido cultural específico. Frente a ello, la ética del
discurso indica que el nivel posconvencional superior no supone contenidos específicos, sino que sólo el procedimiento de fundamentación, y de esa manera se
resuelve la crítica hecha a Kohlberg.
Carácter natural de las etapas convencionales: Respecto del supuesto carácter natural de las etapas morales del nivel posconvencional, Habermas rechaza dicha
concepción, pues según él no existiría razón alguna para extraer una interpretación
natural de las etapas del desarrollo. Además, la ética posconvencional supone un
proceso evolutivo de desacoplamiento de las evidencias concretas de un contexto
vital, que suponen una actitud hipotética que no se da de forma natural y que se
imbrica con el proceso evolutivo de desvalorización del mundo tradicional.
32 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
Regresión a etapas inferiores: En relación al problema referido a las regresiones en
las etapas morales que se han dado con posterioridad a la adolescencia, la solución
consistió en introducir una etapa entre los estadios 4 y 5, denominada estadio
4 ½. Esta sería una etapa de transición, siendo un orden posconvencional, pero
que aún no se rige por principios. Para Habermas (1985), el grupo de personas
que califica en este nivel lleva a cabo de modo incompleto la transición a la esfera
posconvencional. Como se puntualizó más arriba, con la clasificación de los seis
niveles (sin la etapa de transición), en los estudios longitudinales se daban casos
de regresión desde la etapa 4 a la 2. Con la nueva etapa de transición, se pudo
resolver el problema de las regresiones a etapas inferiores, y estos individuos fueron
incluidos en el nivel 4 ½.
Habermas reinterpreta todo esto a su modo, considerando el proceso evolutivo
explicado en los términos de la emergencia del nivel posconvencional como discurso. Volviendo a las consideraciones sobre el proceso evolutivo de desarrollo moral,
indica: “Al adquirir la capacidad para pensar de modo hipotético, el adolescente
cumple la condición necesaria y suficiente para independizarse de la forma convencional de pensamiento. Pero este paso no prejuzga aún la decisión entre las dos vías
alternativas de desarrollo” (Habermas 1985:217). La primera opción consiste en
avanzar al nivel posconvencional, la segunda da lugar al escepticismo y relativismo.
Relativistas y escépticos morales: A través de esta segunda vía se explican los supuestos
casos de regresión a etapas inferiores y además se les da un lugar en el modelo a
los escépticos. El proceso que se da en este caso puede ser descrito de la siguiente forma: el adolescente debe resolver la tensión existente entre sus intuiciones
morales, que determinan su acción cotidiana y el supuesto carácter ficticio que
observa de la moralidad meramente convencional, que aunque desvalorizada en
la reflexión, no pierde su fuerza en la vida cotidiana. En lugar de alcanzar el nivel
posconvencional, emergen reflexiones metaéticas en las que la moralidad aparece
como pura ilusión.
De esta manera se explican los casos de regresiones y los escépticos. Estos
individuos asumen una actitud hipotética frente a los contextos vitales en los que
habitan, y reflexivamente cuestionan su validez. Sin embargo, la existencia de
relaciones interpersonales implica que lo moral no desaparece del mundo vital,
y en ese sentido emerge el problema de su fundamentación. Estos individuos no
pueden remitirse a lo convencional, pues ha sido desvalorizado; y tampoco a lo
posconvencional, porque no pueden o no quieren alcanzar dicho nivel.
A partir de la explicación de Habermas, estos sujetos se pueden entender como
individuos que se encuentran en un nivel metaético, al modo del escepticismo de
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Weber, con su politeísmo de los valores, o como Popper, con su racionalismo crítico, o en sintonía con el relativismo de Rorty, quienes sostienen que las cuestiones
morales sólo pueden ser decididas a partir de los estándares que voluntariamente
elegimos.
Por el contrario, la teoría de la acción comunicativa es un intento de dar una
fundamentación plausible de por qué una persona socializada en un lenguaje y en
una forma de vida cultural no puede sino implicarse en prácticas comunicativas
y, por lo tanto, asumir ciertas presuposiciones pragmáticas, presumiblemente generales. En el mismo sentido, frente a los escépticos Habermas opone el principio
de universalización, el que puede ser definido como un elegante corolario de su
teoría y “que permite la adopción racionalmente motivada de estándares de valores” (Habermas 2003).
Crítica a la reformulación de Habermas: Para concluir sólo resta indicar un posible ángulo de crítica a la reformulación de Habermas, pero no desde el lado del
relativismo, sino que también desde la ética. Hablamos de Ricoeur (2008), quien
desde una ética que se resiste al destino de la elección de lo bueno o lo justo, de
lo contextual o de lo universal, sostiene el primado de lo bueno, y en ese sentido
argumenta que las normas morales no son la fuente primaria de lo ético. Las
normas morales están mediadas por la búsqueda de una ‘vida lograda’ con y para
los otros en instituciones justas. En ese sentido, desde su hermenéutica Ricoeur
no puede aceptar sin más que lo contextual, o la eticidad, quede definido en los
niveles preconvencionales y convencionales como sostendría Habermas.
Recibido noviembre 2010
Aceptado abril 2011
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