Homilía Mayo19de2016-Fr.HughMcKenna,ofm Este es uno de esos evangelios que uno no quisiera escuchar, ni detenerse mucho a contemplarlo. Sus imágenes son duras y causan espanto. Parecen un mundo lejano del amor y de la misericordia de Dios. Sería fácil enmarcar este evangelio en un contexto de cielo e infierno. Sería mejor entrar al reino de los cielos sin un ojo, sin una mano o sin un pie que ir con el cuerpo completo al infierno- si ésta es tu elección. Cuando se tiene esta visión, parece que se está más bien atemorizando a las personas para que tengan una relación con Dios. Y en tiempos pasados esto es precisamente lo que algunos predicadores trataron de adoctrinar. Pienso que hay otra manera de tratar este Evangelio. Jesús no habla acá del futuro- él está hablando de la realidad presente. La vida de muchas personas es un infierno viviente. No hay sentido en sus vidas ya que apresuradamente saltan de una cosa a otra, no son conscientes de los seres humanos que los rodean. Los mueve un deseo oculto de triunfar y de tener éxito, sin embargo sus vidas permanecen vacías. Otras personas viven en el infierno de la pobreza, de la enfermedad, de la guerra, de la opresión. Hoy tantas personas piensan que no tienen dignidad ni valor, que creen que son buenas solo para un montón de basura. De hecho, la palabra usada por Jesús, Gehena, infierno, expresa el montón de basura que ardía continuamente en las afueras de la ciudad de Jerusalén. Existe otra manera de vivir. Es el camino que Jesús nos enseña por medio de su vivir- el camino de la compasión y de la misericordia. La compasión da sentido a nuestras vidas. Es abrirse a la vida en la actividad de Dios en medio del mundo maravilloso y caótico en el que vivimos. Cuando nos situamos en la realidad de nuestra fe, la pregunta no es las doctrinas que aceptamos, los rituales de los que participamos, las devociones que hacemos, el camino que tomamos, o el grupo al que pertenecemos. La pregunta es: “Somos personas que vivimos nuestro discipulado por medio de actos de compasión y misericordia verdadera hacia los demás?” Jesús ha querido que sus discípulos sean personas que encarnen la compasión y la misericordia y que no haya nada que les obstruya el acercarse a los más necesitados. Jesús utiliza imágenes llenas de colorido, cuando señala que nada debe taponar el camino a ser discípulos. Jesús ha dicho que cuando las manos de los discípulos son ocasión de caída, ellos se las deben cortar, y lo mismo dice de sus pies. Cuando el ojo sea el obstáculo, es mejor sacárselo. Podemos decir lo mismo de cualquier cosa que amenace nuestro ser discípulos y siervos en el mundo. Podría ser que una actitud de superioridad y elitismo nos haría caer, pues anulémosla. Cuando el egoísmo se apodera de nuestra vida y obstruye la empatía hacia los demás, debemos arrancarlo. Cuando nos conduce la visión de juzgar a los demás que son diferentes de nosotros, extirpémosla. Que no haya muro alguno que cierre nuestro llamado a ser misioneros de auténtica misericordia. La misericordia tiene la prioridad en nuestras vidas. Sí, hoy nos confronta un desafío- es más inmediato que lo que nos sucederá después de la muerte. ¿Vamos a vivir vidas llenas de misericordia, a ser plenamente humanos y totalmente vivos? ¿O vamos simplemente a existir en un infierno viviente yen un egoísmo destructivo?