Hilos de aproximación. El catalanismo dialogante y los Congresos

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Publicado en la revista Ínsula, nº 684, diciembre de 2003.
Hilos de aproximación.
El catalanismo dialogante y los Congresos de Poesía*
Jordi Amat
Universitat de Barcelona
Ínsula dedicó el número de noviembre del año 1953 a la literatura catalana. Este
extraordinario representó un hito en el <acercamiento a los escritores catalanes>1 por
parte de un sector notable de la sociedad literaria castellana. Ha pasado ya medio siglo,
cincuenta años que permiten hacer un balance cabal de un momento de vitalidad
fundadora de la cultura española reciente. La idea del número surgió durante el primer
Congreso de Poesía, celebrado en 1952 en Segovia. Aquellos días de junio muchos
congresistas descubrieron a Carles Riba y a otros escritores -Foix, Manent, Garcés
(coetáneos los cuatro de los poetas de la joven literatura)-, cimentándose las bases de un
diálogo cuyos fundamentos había edificado hacía tan sólo unos meses un grupo de
intelectuales entre los que sobresalía Dionisio Ridruejo. Fue durante los tres Congresos
de Poesía que este diálogo tuvo su manifestación más evidente, pero en otros espacios
(en ocasiones no tan públicos: en cartas, reuniones o revistas universitarias...) se
desarrolló también un ambiente favorable para que la literatura escrita en catalán saltara
las barreras que le habían sido impuestas desde el final de la Guerra Civil.
Dionisio Ridruejo, factotum
<¡Séneca, ese asesino de la vida!>. La frase quedó grabada en la memoria de muchos de
los asistentes a la charla que Ridruejo ofreció en La Casa del Libro de Barcelona la
primera semana de diciembre del año 1951. El pretexto era la presentación del libro
Unamuno y Maragall. Epistolario y escritos complementarios, pero la repercusión de
aquella conferencia sobrepasó los derroteros habituales de un acto de promoción
Estas páginas sintetizan en parte las ideas que desarrollo en Los Congresos de Poesía. Crónica y
alcance del diálogo (1951-1954) cuya redacción estoy ultimando. Es necesario y de justicia agradecer la
ayuda (material, documental, ilusionadora) que me van dispensado tanto María Teresa Bermejo Vda.
Santos Torroella como Albert Manent, actores del diálogo que medio siglo después siguen cuidando la
poesía y la memoria.
1
José Luis Cano: Los Cuadernos de Velintonia. Conversaciones con Vicente Aleixandre, Seix Barral,
1986, p. 22.
*
1
editorial2 para convertirse en la primera manifestación de una voluntad notable de
acercamiento de un sector de la intelectualidad española a los núcleos más notorios del
resistencialismo cultural catalán.
Ridruejo propuso diálogo y su oferta la recogieron, entre otros y por ejemplo,
desde el veterano escritor Josep Pous i Pagès –presidente de las clandestinas Forces
Polítiques de Catalunya- hasta el joven (aún poeta) Albert Manent –que ya había
iniciado un largo periplo de activismo. La misma semana de la conferencia Ridruejo
ofreció una recepción a escritores catalanes en casa del editor Josep Mª Cruzet. Fue éste
otro signo de aproximación, una prueba más de un compromiso político que no era, ni
para uno ni para los otros, fácil de aceptar. ¿Qué estaba buscando Ridruejo? A finales de
aquel 1951, con aquellos gestos y de forma oblicua, estaba llamando por vez primera a
la puerta de Carles Riba –símbolo y realidad de la continuidad de la sólida vitalidad
cultural de anteguerra, que ejercía en Barcelona un papel equiparable al que encarnaba
Vicente Aleixandre en el ágora de Velintonia 3.
La presentación del epistolario Unamuno/Maragall (epistolario, por cierto,
donde se exponen ya las ideas rectoras del diálogo cultural peninsular) es un paso más
en el camino de aproximación de Ridruejo a la literatura catalana, un camino de
aproximaciones sucesivas que se inicia en plena guerra civil y culmina con su
introducción, de la mano de Rafael Santos Torroella, en la esfera más relevante del
catalanismo interior. La primera aproximación se escenificó en Burgos, en el Servicio
Nacional de Propaganda del cual él era el responsable de facto, apoyando la fundación
del semanario Destino. Política de unidad, una revista de título y tono falangista
dirigida a los refugiados catalanes que se habían instalado en la España Nacional. Poco
después, cuando entró con las tropas franquistas en Barcelona a finales del mes de enero
de 1939, entabló relación con los escritores Guillermo Díaz-Plaja y Samuel Ros. Como
recuerda Pedro Laín en Descargo de conciencia –un Laín que, en tanto que director de
Ediciones, era pieza esencial del equipo de Ridruejo- durante aquellos días barceloneses
y victoriosos, días de fe inquebrantable en el proyecto totalitario (esto último lo olvida
Reproduzco un fragmento de la crónica que Destino publicó sobre esta conferencia, firmada con
seudónimo y escrita probablemente por Enrique Badosa: <Más conceptual que lírica fue la conferencia de
Dionisio Ridruejo. Afirmó que Unamuno –vasco castellanizado- nos da una versión de Castilla áspera,
árida, dramática, de una gran profundidad, pero no auténtica. La Castilla verdadera sería, según el
conferenciante, la del Arcipreste de Hita, la de Santillana, una Castilla alejada del letal estoicismo
senequista>. Auditor: “Unamuno y Maragall”, Destino, de 8 de diciembre de 1951, nº 748, pág. 23. El
recuerdo de un espectador es el que Albert Manent ofrece en el retrato “Dionisio Ridruejo, una
consciència lúcida” incluido en el libro El Molí de l’Ombra. Dietari polític i retrats (1946-1975),
Edicions 62, 1986.
2
2
el memorialista), trataron de <incorporar a nuestras tareas a todos cuanto a ellas
mostraron ánimo abierto3>. ¿A todos? La verdad es que la mayoría de los mejores o
estaban en el exilio o no aceptaron, por coherencia con su pasado, mostrar un poco
probable “ánimo abierto”.
La aproximación más fecunda se produciría a partir del mes de mayo de 1943,
cuando Ridruejo fijó su residencia en Catalunya para cumplir una etapa más de su
“confinamiento”. Tenía treinta años cuando se instaló en Llavaneras –una pequeña
población del litoral- y vivió en Catalunya desde 1943 hasta 1948. Fueron cinco años de
maduración de su discurso ideológico, una maduración que supuso una rebaja creciente
del idealismo falangista en pos de una lectura de la realidad más apegada a las
necesidades múltiples, heterogéneas y nunca dogmáticas del presente español. Durante
esos cinco años Ridruejo siguió relacionándose con las gentes de Destino y a través del
crítico Juan Ramón Masoliver contactó con varios grupos de escritores radicados en
Barcelona: los miembros de la tertulia de Ester de Andreis, los poetas de Entregas de
Poesía o los novelistas que publicaban los editores Luis de Caralt o José Janés4.
Resultó clave en este proceso de maduración Josep Pla, cuya influencia atestigua
la entrada del veintiocho de junio del Diario de una tregua que Ridruejo escribió por
entonces:
Todo es relativo [...] Con él todo es de otra manera. Su cordialidad llena de filos
–paradoja, ironía, sarcasmo-, su sensibilidad extrema volteada por toda suerte de
contrafuegos utilitarios, su saber militante contra la gravedad, nos instala como
en un día suyo, diáfano y punzante, que excita y desmantela todos nuestros
castillos idealistas, todos nuestros jardines sentimentales, en un estar del todo en
la tierra que es igual que un estar del todo fuera del mundo5.
Ridruejo y Pla habían coincidido en la Barcelona de 1939, pero no trabaron una amistad
especial. Será en plenos cuarenta cuando su trato se haga más frecuente y Ridruejo
rentabilice las conversaciones con uno de los cerebros más preparados de la España de
por entonces. Porque si no deja de ser cierto que el Pla público –el Pla del “Calendario
sin fechas” de Destino- cultivaba el papel del payés escéptico (desencantado y militante
de la sorna, caracterizado por la boina, el tabaco de liar y una aparente escasez de
miras), la realidad es que Pla predicaba con la palabra escrita y de viva voz -<paradoja,
sabiduría, sarcasmo>- un liberalismo razonado que había hecho suyo tras muchos años
3
4
Pedro Laín Entralgo: Descargo de conciencia (1930-1960), Barral Editores, 1976, pág. 253.
Dionisio Ridruejo: “En la Cataluña de los 40”, Casi unas memorias, Planeta, 1976, págs. 255 - 278.
3
de periodismo internacional. Esta prédica era indesligable de una visión del mundo en
cuya base estaba un relativismo higiénico que ayudó a desmantelar juveniles <castillos
idealistas> y demás <jardines sentimentales>. El desencanto totalizador de Ridruejo
estaba pidiendo a gritos una bendición de sentido común como aquella.
Como puede leerse en la cita anterior (y en otras muchas páginas del libro),
Ridruejo quedó empapado por la prosa y el pensamiento del autor de El quadern gris
(libro que como es sabido Ridruejo, junto a su mujer Gloria de Ros, traduciría años
después). Pero Pla era un individualista, un outsider indigesto para el catalanismo
oficioso y clandestino. No solo estaba estigmatizado porque usara en parte el castellano
como lengua literaria (peaje necesario para la supervivencia suya y de tantos otros), lo
estaba sobre todo por su colaboración durante la guerra con la propaganda
antirrepublicana y a favor del alzamiento. Con esta amistad, pues, Ridruejo maduraba,
pero seguía sin relacionarse con los representantes más destacados del exilio interior
catalán.
Excluyentes y comprensivos6
Conseguirlo sería cuestión de tiempo, exigió una coyuntura distinta: los días de la
polémica abierta entre los “comprensivos y excluyentes”. Será a finales de 1951 cuando
Ridruejo empiece una nueva y definitiva aproximación. ¿Fue una casualidad? ¿una
iniciativa estrictamente personal? La apuesta catalanista de Ridruejo, como mostraré, no
fue circunstancial ni individual, sino que formó parte de un movimiento de forcejeo con
el sistema caracterizado por <la restauración práctica de un sentido de la tolerancia y la
evaluación racional que afectaría, entre otras muchas cosas, a las realidades nacionales
del Estado>, como ha analizado y sintetizado Jordi Gracia mejor que nadie7.
Las personas atentas a los latidos de la vida cultural detectaron rápidamente la
existencia de esta iniciativa. Juan Ferraté, desde las páginas de Laye, percibía ya en
1952 la existencia de un <movimiento, iniciado estos últimos meses y todavía en pleno
Dionisio Ridruejo: Diario de una tregua, Ediciones Destino, pág. 78.
El artículo “Excluyentes y comprensivos” lo publicó Ridruejo en el primer número Revista y es, sin
duda, el manifiesto de una política de actuación pública de contraataque contra el avance del
tradicionalismo involucionista y de la apuesta por formas de instauración de una lógica política flexible.
Sobre este período debe leerse el capítulo “De la desolación a la esperanza. Los años cincuenta” del libro
La España de Franco (1939-1975). Cultura y vida cotidiana escrito por Jordi Gracia y Miguel Ángel
Carnicer y publicado por la editorial Síntesis el año 2001.
7
Jordi Gracia: “Los años cincuenta y la vía española de un catalanismo liberal”, Sistema. Revista de
Ciencias Sociales, enero de 1993, nº 1112, pág. 94.
5
6
4
desarrollo, de acercamiento y simpatía hacia Cataluña8>. El artículo “De Alcalá a
Cataluña” era un primer dardo de la ferocidad polemista del autor de Dinámica de la
poesía. Ferraté saludaba el movimiento con optimismo, pero no callaba una duda: ¿era
una <maniobra oportunista>?. Oportunista o no (seguramente no del todo, seguramente
fue honesta en buena parte), este diálogo de los primeros cincuenta fue una maniobra
ideada e iniciada por Ridruejo y que fue acogida positivamente por la intelligentzia
falangista que en aquel momento, a través del ministerio Ruiz Giménez, volvía a aspirar
con entusiasmo a ocupar los centros de poder intelectual del país (centros de poder que
iban colonizando los tradicionalistas de la órbita del Opus Dei). Las pruebas de que el
equipo de Ruiz Giménez –Joaquín Pérez Villanueva, Pedro Laín y Antonio Tovarapoyó el diálogo son múltiples y una de ellas, entre otras muchas, será su concurrencia
y poder de decisión en la suerte de los tres Congresos de Poesía.
La apuesta decidida por la literatura catalana implicaba una rectificación. ¿Por
qué el cambio? Como estrategia, lo he dicho ya, pero también para paliar una injusticia
clamorosa que se había convertido en una tibia amenaza política. La persecución de la
cultura expresada en catalán fue una de las consecuencias del pastiche ideológico del
primer franquismo, una de cuyos pilares era la negación de <cualquier tipo de expresión
diferencial de carácter territorial9>. Esta reacción primaria de ataque a lo catalán muy
pronto se reveló como un error estratégico, que Ridruejo ya pronosticó durante los días
que pasó en Barcelona a finales del mes de enero de 1939.
El error tenía sus posibles justificaciones, pero eran ingenuamente endebles,
contrarias en última instancia a su objetivo. Me explico. Aunque es indiscutible que
durante los primeros años del siglo XX la literatura en catalán fue un ingrediente que
posibilitó la construcción de un proyecto político autonomista y que, por tanto, podía ser
vista como una amenaza ideológica en tanto que <expresión diferencial de carácter
territorial>, la larga lista de <prohibiciones>, <vetos> y <ordenanzas>10 contra la lengua
y la literatura catalana durante los primeros años del franquismo tuvo un efecto
contrario al deseado y acabó convirtiéndose en el trampolín que hermanó de nuevo
(acaso con mayor intensidad) la literatura con la política nacionalista. Y es que vetar y
prohibir eran consecuencias de un temor y de un paradójico olvido (paradójico para los
Juan Ferraté: “De Alcalá a Cataluña”, Laye, núm. 21, nov./dic. de 1952. Reproducido en Laureano
Bonet: La revista Laye, Península, 1988, Barcelona, págs. 207-209.
9
Ricardo Chueca y José Ramón Montero: “Fascistas y católicos: el pastiche ideológico del primer
franquismo”, Revista de Occidente, núm. 223, diciembre de 1999, pág. 15.
8
5
defensores de una política uniformizadora). Martín de Riquer, en el informe que
escribió algunos años después para el Consejo Nacional del Movimiento, lo veía
claramente: <en todo lo que afecta a Cataluña hay que partir siempre de la base de que
ésta es una región española, un pedazo de España. Aunque parezca lógico esto, tan
elemental, a veces parece haber sido olvidado estatalmente11>. Olvidarlo, prohibiendo y
censurando (esta fue la lógica de funcionamiento estatal), otorgaba un valor anormal a
los escritores en catalán, les concedía una plusvalía que iba más allá de lo literario y
hacía de la literatura y de los escritores símbolos de resistencia política. La
consecuencia de este olvido, pues, dotó de todavía más argumentos al catalanismo
liberal -una de las líneas moderadas que a la postre serían más influyentes en el
antifranquismo- convirtiéndolo en un filón útil para los movimientos de Ridruejo por
integrar discursos ligeramente heterodoxos en la mole reaccionaria que era el
nacionalcatolicismo hegemónico. Los Congresos de Poesía serían el mejor <pivote>
para limar la estrategia12.
El entusiasmo de Rafael Santos Torroella
El 1 de enero de 1993, en su dietario (inédito), Rafael Santos Torroella recordó y
escribió cuándo, cómo y por qué empezó a trabajar en la organización de los Congresos
de Poesía.
En 1951, en uno de mis frecuentes viajes a Madrid, mi antiguo condiscípulo
Joaquín Pérez Villanueva, a la sazón Director General de Enseñanza
Universitaria, que tenía mucha relación con Segovia, donde había estado de
Gobernador Civil y había creado unas becas para artistas plásticos en esa ciudad,
me propuso organizar “con un poco de dinero que dispongo” unos encuentros de
pintores y escultores. Mi inmediata y espontánea contra-propuesta fue la de
organizar unos encuentros entre poetas, y así propiciar el intercambio de ideas e
inquietudes entre los creadores de las distintas regiones españolas13.
Que Joaquín Pérez Villanueva –ex gobernador civil de Segovia y Salamanca, hombre
destacado de la política educativa del estado- le hiciera una propuesta de este tipo a
Las tres expresiones las empleó Ridruejo en “Unidad como libertad”, artículo que apareció en la revista
Alcalá el 10 de noviembre de 1952 y que está recogido en Casi unas memorias.
11
Carles Santacana: El franquisme i els catalans. Els informes del Consejo Nacional del Movimiento
(1962-1971), Afers, 2000, págs. 45 y 46.
12
La expresión <pivote> la utiliza aplicada a los Congresos Gregorio Morán en su sugestivo y
esquemático El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo.
13
María Teresa Bermejo leyó este y otros fragmentos del diario de su marido en la conferencia que dictó
en el acto que la Generalitat de Catalunya organizó para conmemorar la celebración de los Congresos de
Poesía.
10
6
Rafael Santos -excombatiente en el bando republicano (al que le conmutaron la pena de
muerte), crítico de arte y literatura a quien no le condecían el carnet de periodista- y que
la propuesta prosperara ejemplifica, aunque sea a pequeña escala, los muchas veces
zigzagueantes vericuetos de la historia cultural del franquismo.
Como en tantas otras cosas de entonces, la explicación no es sencilla, rehuye las
simplificaciones y viene de más lejos. Fue el año 1933, en el Seminario de Arte y
Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid donde
coincidieron Pérez Villanueva, Antonio Tovar y Santos Torroella. Los hilos que los
unieron son variados. Los tres asistieron al Seminario que dirigía D. Cayetano
Mergelina y los tres participaron activamente en la política universitaria (el primero,
como representante de los estudiantes católicos de la Facultad de Derecho; los otros dos
eran miembros de la FUE en el claustro universitario). Tovar y Pérez Villanueva eran
hijos de notarios de la ciudad y sus familias mantenían una buena amistad (tras la
guerra, Pérez Villanueva se casó con una hermana de Tovar). Tovar y Santos Torroella,
a parte de compartir inquietudes políticas, eran <inseparables>14; testimonio de aquella
amistad es la dedicatoria que Santos Torroella escribió en una antología de poesías de
Carles Riba que regaló a Tovar en mayo de 1935 (dedicatoria que acompañó con el
dibujo de un bodegón cubista en la primera página del libro)15. Durante la guerra estos
dos amigos se distanciaron, pero poco después se volvieron a encontrar, ahora en
Salamanca, y ya durante los primeros cuarenta reiniciaron una amistad que sólo pudo
interrumpir la muerte.
Con el nuevo orden, rápidamente, Tovar y Pérez Villanueva consiguieron
cátedras universitarias (de griego e historia respectivamente). Rafael Santos, por el
contrario, era un represaliado político. Al salir de la prisión, terminó la carrera en
Salamanca y después se instaló en Madrid, frecuentando el café Gijón donde se
relacionó con escritores y pintores (los postistas, Benjamín Palencia, Cela, García
Nieto...). Dificultades de orden material le llevaron, por fin, a la Barcelona del año
1947. Estos años centrales de la década coinciden con la entrada de Pérez Villanueva en
la política activa: primero como gobernador civil de Segovia (donde fundó en 1948 los
Cursos de Verano) y después de Salamanca. A finales del mes de julio de 1951, Pérez
Villanueva fue nombrado Director General de Enseñanza Universitaria mediante un
Jaume Vidal Oliveras: “El tiempo del arte. Conversación con Rafael Santos Torroella”, Kalias. Revista
de arte, 1997, nº 17-18, pág. 106.
15
Debo el conocimiento y copia de este documento a José Manuel Ortega y a su esposa María Antonia
Pérez Villanueva.
14
7
decreto firmado por Franco y el reciente ministro de educación Joaquín Ruiz Giménez
(con quien había coincidido hacía poco tiempo en Roma, por las mismas fechas en las
que Dionisio Ridruejo era corresponsal del diario Arriba en aquella ciudad). Ruiz
Giménez completó su equipo ministerial incorporando a los rectorados de Madrid y
Salamanca a Pedro Laín y a Antonio Tovar (dos amigos y camaradas de Ridruejo, que
seguían una evolución ideológica parecida a la del que fuera su director en el Servicio
Nacional de Prensa en Burgos).
Ubicados los protagonistas, es hora de volver a la cita del diario de Santos
Torroella. A través de Antonio Tovar, Santos había conectado con los hombres del
“falangismo evolucionado” y ganó la confianza del grupo al conseguir, después de la
petición que le hiciera Leopoldo Panero, que Salvador Dalí expusiera varios de sus
últimos cuadros en la I Bienal Hispanoamericana de Arte celebrada en Madrid a finales
de 1951. Dalí aceptó e hizó incluso más: el 11 de noviembre, en el teatro María
Guerrero, dictó la polémica conferencia “Picasso y yo”16. Esta reaparición del antiguo
surrealista provocó una polémica entre Federico García Sanchiz y Rirduejo, polémica
pública (en los diarios Madrid y Arriba) que reflejaba las posturas enfrentadas entre las
familias que controlaban la vida intelectual del régimen.
A pesar de su pasado político, gracias a sus dotes para la gestión cultural y una
nómina de amistades bien situadas, avalado por el caso Dalí, Rafael Santos entraba a
formar parte del grupo de los “comprensivos” como hombre relacionado con las artes
plásticas y más concretamente con las artes de vanguardia (pocos años antes, a través de
la revista y la editorial Cobalto, había reunido figuras destacadas de las vanguardias de
antes de la guerra). La oferta de Pérez Villanueva de <organizar “con un poco de dinero
que dispongo” unos encuentros de pintores y escultores> debe leerse en este contexto y
estaba pensada como actividad complementaria de los Cursos de Verano de Segovia.
Pero al final se cambiaron versos por lienzos. La pronta aceptación de la contra
oferta de Santos Torroella -<organizar unos encuentros entre poetas, y así propiciar el
intercambio de ideas e inquietudes entre los creadores de las distintas regiones
españolas>, idea paradigmática del talante de un Santos que se reivindicó siempre como
puente de culturas - encaja dentro del programa de aproximación a los catalanes que
Ridruejo había ido esbozando desde hacía meses17. Este intento de acercamiento, ya ha
Ian Gibson: La vida secreta de Salvador Dalí (trad. Daniel Najmías), Anagrama, 1998, págs. 588-591.
Programa que la revista Ínsula, en paralelo, también estaba llevando a la práctica (a través de Paulina
Crusat, que a parte de la crítica de novedades de libros en catalán también preparaba su Antología de
poetas catalanes contemporáneos para la colección Adonais).
16
17
8
quedado escrito, era otra de las maniobras para dar mayor entidad a la oposición
ejercida contra el sector de los “excluyentes”.
Hasta este momento de la narración de los hechos todo parece cuadrar. Viejas
amistades renovadas en el momento justo, encuentros aparentemente casuales... Los
sucesos han ido engarzándose en el programa de funcionamiento diseñado por el grupo
de Ridruejo (incluso contaban desde el 17 de abril de 1952 con una plataforma pública y
popular: el semanario Revista, una publicación financiada y editada en Barcelona), pero
faltaba un punto decisivo: desactivar las legítimas sospechas del otro foco implicado en
la ofensiva. Porque la pregunta, claro, es si los catalanes podían participar en un
proyecto de refundación ideológica del régimen (de esto se trataba, en el fondo)
capitalizado desde Madrid por el grupo intelectual falangista más activo desde 1939.
Los catalanes y el primer Congresos de Poesía
Primeros días de mayo de 1952. Tradición dominical. Tertulia en el piso de la calle
República Argentina donde vive el poeta Carles Riba con su mujer también poeta
Clementina Arderiu. Riba, sentado en uno de los dos sillones de su despacho, anuncia
que ha aceptado la propuesta de participar en un Congreso de Poesía financiado por el
Estado que persigue su lengua y su cultura. Santos Torroella se lo había ofrecido, Riba
lo consultó con actores principales del catalanismo clandestino (políticos, escritores,
pedagogos) y al final, tras conseguir que el catalán fuera lengua oficial del Congreso,
comunica a sus amigos que ha decidido firmar la convocatoria del Congreso (junto con
Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Rosales, Leopoldo Panero, Ridruejo
y el secretario Rafael Santos) y asistir. La idea, de entrada, no entusiasmó a todos los
contertulios.
Otro foco de acción. El día 5 del mayo, tras un largo viaje en coche, Rafael
Santos llega a Madrid para instalarse en [] y centrarse en la organización del Congreso.
Primer movimiento: <hablo por teléfono un par de veces con Dionisio. Le digo lo de
Riba, petición de que el catalán sea idioma del Congreso>. Ridruejo da la conformidad
y Santos escribe rápidamente a Riba: <la inclusión del nombre de usted [en la
convocatoria] obedece a petición de Aleixandre y mía, unánimemente aceptada. La
misma aceptación tuvo el deseo de que usted pronuncie una conferencia y de que les
9
dirija unas primeras palabras en catalán a los congresistas18>. Durante veinte días
Santos trabajará frenéticamente en el Congreso: preparación junto a José Luis Cano de
la exposición Medio siglo de publicaciones poéticas en España (confección del
catálogo inclusive), visitas a Aleixandre (que pensaba que en Segovia <quizá, si hay una
atmósfera de libertad, puedan decirse cosas que no podemos decir en Madrid>19),
petición a Eugenio d’Ors de que dictará la conferencia inaugural del Congreso...
Y de repente, el futuro de toda la empresa a punto de perderse. Dos cartas,
fechadas el 23 y el 24 de mayo, llegan desde Barcelona anunciando la negativa de los
catalanes: no asistirán. Las han escrito Riba y Marià Manent y les sobran los motivos.
Manent los sintetizaba con toda claridad en un párrafo de su carta (inédita):
Han ocurrido recientemente cosas que nos entristecen. Los agentes de la
autoridad recogieron los ejemplares de una revista catalana previamente
autorizada (y, naturalmente, censurada); se nos ha negado la autorización para
editar unos Quaderns de Poesia en nuestra lengua –a nuestro amigo Foix, que
fué a Madrid para solicitar el permiso, se le dijo que ni siquiera se admite el
diálogo sobre este tema-; en recientes días se ha encarcelado a dos escritores
catalanes, uno de ellos poeta y editor de libros de poesía. Nuestro estado de
ánimo no es, pues, el más adecuado para asistir a un Congreso que ha de ser una
reunión grata y gozosa; no quisiéramos de ningún modo enturbiar con nuestra
tristeza esa placentera excursión por las tierras admirables de Castilla.
Era, lo escribió Riba en su carta, <una política d’eutanàsia amb la nostra llengua> (¿es
necesario traducirlo?). El día 26 Santos Torroella recibió las dos cartas y se las leyó a un
impresionado Joaquín Pérez Villanueva. Porque lo cierto es que, a pesar de la voluntad
de acercamiento, la política de represión contra la cultura de expresión catalana seguía
siendo brutal. A los poetas catalanes, no hay duda, les sobraban los motivos para
adoptar la negativa: aquella invitación sí que podía ser una trampa, una treta para anular
su papel de oposición y resistencia desde la cultura. Los miedos de algunos contertulios
de Riba -<hemos de procurar que no nos engañen>, había dicho uno de ellos- no eran
tan infundados.
Pero no es menos cierto que la organización del Congreso era independiente de
las directrices más obtusas del régimen y esta independencia la había logrado a través de
la financiación que obtuvo Joaquín Pérez Villanueva, un hombre ilustrado que a pesar
de estar en el poder formaba parte del sector de los “comprensivos”. Así se lo aclaraba
Carta reproducida por Jaume Medina en Carles Riba (1893-1959), vol. II, Publicacions de l’Abadia de
Montserrat, 1989, pág. 144.
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10
Santos Torroella a Riba, en la contestación escrita el mismo día que recibió su carta:
<El Estado no interviene en modo alguno, y esto lo pusimos en claro ya desde el
principio. Toda la organización es de los Cursos de Verano para extranjeros, de
Segovia, no existiendo otra mira extrapoética que la de fomentar la difusión y el
prestigio de esos Cursos20>. Evidentemente, Santos Torroella sabía que con estas
palabras estaba rebajando el alcance real que los Congresos deberían y podían tener.
Tres días después, en una carta (también inédita) dirigida a Marià Manent,
Rafael Santos sí describiría el preciso sentido ideológico de los Congresos, su
incardinación en una ofensiva ideológica desde la cultura. La reproduzco entera, a pesar
de su extensión, porque es la mejor muestra de la vinculación de los Congresos y la
apuesta por el catalanismo con el programa que defendía Ridruejo y el equipo de RuizGiménez:
Mi distinguido amigo: acaso le haya dicho ya Carles Riba que le he escrito dos
cartas de respuesta a la que él me escribió comunicándome la penosa noticia de
que ustedes no asistiría a nuestro Congreso. He de insistirle a usted, en respuesta
a la suya, para que vuelvan de su acuerdo. Quiero aclararle algo que no le dije a
Riba. Y es que la presencia de ustedes en Segovia, no sólo servirá para que en lo
futuro se eviten atropellos como el que acaban de sufrir, sino también para que
se sumen nuevas fuerzas –las de ustedes- a la lucha que sostiene aquí lo mejor de
la intelectualidad [castellana añadido a mano] contra el oscurantismo y la
estrechez mental, causante tanto de lo que ha sucedido ahí como de la feroz
campaña contra Unamuno, Machado, García Lorca y Miguel Hernández21. No sé
si ustedes han seguido la polémica, de la que principalmente se ha hecho eco la
revista Ateneo. Pero puedo asegurarles que quienes han suscitado la cuestión, los
que siguen manteniendo la actitud de que todavía es preciso cerrarle todas las
puertas a los “vencidos”, han perdido ya mucho terreno, y que todo permite
confiar en una pronta imposición de criterios más amplios y tolerantes. No vean,
pues, lo sucedido ahí como algo que les afecta únicamente a ustedes, que se ha
perpetrado por odio a Cataluña, sino como algo que responde a la cerrazón
espiritual de individuos aislados –aunque situados en puestos de responsabilidad
y que proceden con la misma cortedad de miras frente a la cultura catalana que
frente a la del resto de la Península. Le insisto en que la batalla está ya casi
decidida, y muy pronto podrán comprobarlo ustedes. Pero es preciso que el
terreno que ahora se gane no vuelva a perderse. Y se perdería, en lo que a
Cataluña afecta, si cuanto representan ustedes sigue quedándose ahí, como
José Luis Cano: Los Cuadernos de Velintonia. pág. 26.
Jaume Medina: Carles Riba (1893-1959), vol. II, pág. 147. Una nota de Correo literario del 15 de junio
se expresaba en términos muy parecidos: <La Dirección de los Cursos de Verano de Segovia promueve la
institución de un Congreso en el que puedan plantearse todos los problemas relacionados con el mundo de
la creación poética y su proyección sobre la vida contemporánea>.
21
Entrada del 7 de febrero de 1952: <[Vicente] me habla después con indignación de los artículos de
Jorge Vigón en la revista Ateneo atacando a Unamuno y a Antonio Machado ... También Federico y
Miguel Hernández han sido objeto de los dardos de Vigón>. José Luis Cano: Los Cuadernos de
Velintonia. pág. 21.
19
20
11
mundo cerrado y aparte, insolidario a un esfuerzo que debe ser común. Créanme
que están con ustedes cuantos representan algo vivo y noble en la cultura
castellana. Que no sienten recelo hacia ustedes, sino verdaderos deseos de
comprensión e inteligencia mutuas. Tampoco teman un prurito de seducción,
digámoslo así, de amansamiento con hipócritas halagos a la resistencia que
hayan podido advertir en lo que ustedes representan. Antes al contrario, hay
respeto y deseos de colaboración, de reconocimiento y estímulo para el libre
desarrollo de la personalidad de la cultura catalana.
No sé que más podría decirle. Desearía que no generalizaran el caso
particular de la respuesta que se le dio a Foix aquí. Respuestas análogas, o de
análogo sentido, las han recibido también escritores no catalanes para
proyecto[s] de índole parecida; pero no se han cruzado de brazos. No lo hagan
ustedes tampoco. No desdeñen la mano que se les tiende, no renuncien al calor
de una amistad, de una solidaridad, que se les ofrece sin compromiso ni
intenciones segundas.
En cualquier caso, y si nos tenemos que resignar a que no nos acompañen
en Segovia, sepan que a cuantas personas de algún relieve les he hablado de lo
que acaba de sucederles, tales atropellos les han parecido incalificables. Y los
poetas amigos, Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, etc., nada ha
podido apesadumbrarles tanto como la noticia que ustedes han tomado. Su
mensaje, pues, será recibido con toda comprensión, con sincera condolencia...
Pero traigan ustedes mismos ese mensaje. Yo no puedo resignarme todavía a
aceptar, como definitiva, tal decisión.
Sí; remítame usted a las señas que conoce –que son las de la Secretaría
del Congreso- los libros que me anuncia. Hágalo, se lo ruego, a la mayor
brevedad posible, pues queremos inaugurar la exposición el día 16 de junio y
andamos apretadísimos de tiempo.
Sépame siempre su amigo. Afectuosamente le saluda
Rafael Santos Torroella
No había espacio para la duda. Santos hablaba del <oscurantismo> y <estrechez
mental> de personas situadas en <puestos de responsabilidad> contra los que se
desarrollaba <batalla>. “Excluyentes” versus “comprensivos”. Explicitaba que este
empeño necesitaba <nuevas fuerzas>, una de las cuales era el catalanismo moderado y
liberal que se afirmaba como tal y que encarnaban Riba y otros poetas. No era un
sacrificio sin nada a cambio: si se sumaban a la <lucha> sería una oportunidad de
encauzar un proceso de respeto por la lengua perseguida.
Finalmente, arriesgando, los catalanes aceptaron el pacto. Muchos, dentro y
fuera de Catalunya, consideraron que este grupo de escritores se había equivocado. El
debate en el seno del catalanismo –un diálogo recurrente: ¿qué tipo de relación debe
establecerse con Españ?a- volvía a empezar.
Coda
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Y Riba se convirtió en el protagonista de los Congresos de Poesía, porque era el
representante <oficial de la cultura catalana22>. En Segovia coincidieron jóvenes de la
generación del medio siglo –Lorenzo Gomis, José Mª Caballero Bonald- con nombres
destacados o menores de la joven literatura –Aleixandre y Gerardo, pero también
Romero Murube-, poetas de la última promoción de antes de la guerra –Luis Rosales- y
también los que empezaron a publicar versos justo después –Leopoldo de Luis, García
Nieto-. Asistieron europeos e hispanoamericanos, Cela y D’Ors, Ridruejo y Eugenio
Montes, Laín y Tovar. Pero lo más destacado fue la presencia de los catalanes.
Se inició así una buena temporada de difusión de lo catalán, una temporada que
mientras duró contó con la complicidad de algunos de los mejores y que se materializó
en más de una y más de dos iniciativas (cartas públicas en la prensa, prólogos,
traducciones, conferencias, números de revista -no solo el de Ínsula, también el de
Alcalá-). Desde entonces, seguramente, no se ha vivido un acercamiento colectivo igual.
¿Por qué? Es posible que las circunstancias posteriores al diálogo y las presentes no lo
demanden. Los catalanes y los “comprensivos” compartían enemigos y la sintonía de
los perseguidos contra el que adrede une. Por suerte, aquella <lucha> de la que hablaba
Santos Torroella ya no tiene sentido. Acercarse a día de hoy al <caudal de tradiciones
lingüísticas que existe en España23> no es ninguna obligación, simplemente es una
oportunidad de enriquecimiento cultural que algunos pueden desoír. Es una opción.
Pero haciendo oídos sordos, seguramente, algo nada desdeñable estamos perdiendo
todos.
22
23
Gabriel Ferrater: La poesia de Carles Riba, Edicions 62, 1983, pág. 105.
Valentí Puig: “Una o dos literaturas”, Revista de Occidente, septiembre de 2001, nº 244, pág. 48.
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