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Estilo de vida
LanzaDigital, Domingo 24 de Mayo de 2009
Especial Viajes
Vichy, el encanto decadente de la gran ciudad
termal de Francia
Lanza - 24/05/2009
Javier Carrión / Texto y Fotos
Bañada por el río Allier, al norte de la
región de Auvernia en la antigua provincia
de Bourbonnais, lugar de origen de los
Borbones, la ciudad de Vichy se alza como
uno de los principales destinos turísticos
franceses relacionados con la salud gracias
a las propiedades de sus aguas termales y a
sus lujosos balnearios. Pero también esta
villa de 30.000 habitantes atrae a muchos
visitantes por su pasado histórico. La sede
del Gobierno de la Francia de Vichy,
durante la II Guerra Mundial, guarda
todavía en sus calles la huella de aquella
etapa, que bajo el mandato del mariscal
Petain, se caracterizó por una política
colaboracionista con el régimen nazi.
En realidad, la fama de los manantiales y centros termales de Vichy arrancó históricamente cuando los
romanos descubrieron la calidad terapéutica de sus aguas y se instalaron en lo que simplemente era una
pequeña villa cerca del Macizo francés. Después, en el siglo XVII, los “milagros” que se producían con las
aguas de Vichy corrieron como la pólvora a raíz de que la Marquesa de Sevigné, escritora de profesión,
viese curada la parálisis que sufría en sus manos entre 1676 y 1677. A partir de ese momento otros
miembros de la realeza, como el propio Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo, y la aristocracia
empezaron a probar los beneficios de un agua que brotaba espontáneamente en más de una docena de
fuentes de la ciudad.
Todavía hoy, los habitantes de Vichy se desplazan a la Fuente de Célestins (Source des Célestins) con su
botellas vacías para llenarlas con este agua “milagrosa”, que surge de las entrañas de la tierra acompañada
de gas natural y una importante concentración de sal. Hombres y mujeres, de todas las edades, se la llevan
a sus casas, conocedores de sus propiedades para combatir las enfermedades digestivas y reumáticas, y de
paso se recrean en esta fuente embellecida con un vistoso pabellón construido en 1908, que recibe su
nombre de un viejo convento situado en el mismo lugar. En la actualidad, este agua mineral se sigue
embotellando y comercializando en todo el mundo con una producción anual de más de sesenta millones
de botellas.
Napoleón III eligió Vichy como su lugar de descanso estival entre 1861 y 1866. En una antigua ciénaga, que
convirtió en un bello jardín con más de 300 especies arbóreas diferentes, levantó su chalet todavía en pie,
separado de otro verde que designó para Eugenia de Montijo. La emperatriz española, sin embargo, se hartó
muy pronto de las infidelidades de su marido con una amante, Marguerite Bellanguer, y decidió
abandonarle. Napoleón III se enamoró de la ciudad, impulsó su expansión y la convirtió en la primera
estación termal europea creando edificios de gran belleza con un estilo “muy francés”.
El Ayuntamiento, la Iglesia de Saint-Louis, con interesantes pinturas murales en el presbiterio, o el jardín
de Napoleón III, limitado por un hermoso porche modernista, y sobre todo el Palacio de Congresos –antiguo
Casino- y la elegante Ópera son una prueba visible del esplendor de esa época en Vichy.
A principios del siglo XX, la ciudad termal sufrió una mejora de sus instalaciones balnearias con la creación
del Gran Establecimiento Termal (1899-1903), hoy ya considerado monumento histórico gracias en parte a
su bella cúpula, y el Vestíbulo de las Fuentes, que se levanta en la Esplanade de Napoleón III y que guarda
en su interior cinco fuentes canalizadas. Éste fue uno de los lugares emblemáticos para los enfermos que
buscaban en Vichy su curación y, por ejemplo, la mítica Coco Chanel colaboró en los años veinte como
“donante de agua” en esta instalación donde se agrupaban los “curistes” que tenían prescripción para
tomar las aguas de diferentes composiciones, temperaturas y propiedades.
Entre 1940 y 1944, la ciudad fue la sede del gobierno de la Francia de Vichy. Petain la eligió por su situación
geográfica en el centro del país, por su número de hoteles (más de 200) que permitían acoger los diferentes
ministerios y embajadas exteriores, y sobre todo porque contaba con la central telefónica más moderna de
la época. Hoy esos establecimientos hoteleros permanecen intactos aunque renovados en su mayoría con
sus imponentes fachadas que dan al majestuoso Palacio de Congresos..
El Vichy del siglo XXI sigue siendo una ciudad verde y muy viva. Sus defensores hablan de ella como “el
segundo París” y lo cierto es que su nombre está asociado a los productos que defienden y potencian la vida
sana. Eso es lo que buscan los miles de turistas que se acercan hasta este lugar anclado visualmente en el
tiempo, como si se hubiera detenido en el siglo XIX, con un halo decadente pero selecto que forma parte de
su particular encanto. Ya no se ven aquellos ancianos necesitados de combatir el reuma que abarrotaban el
encantador Parc des Sources, bajo su siempre alabada galería cubierta de hierro ideada por Emile Robert, el
enemigo es ahora el estrés. Adaptándose a los nuevos tiempos, los visitantes buscan tratamientos de relax y
belleza, mientras recorren también las bellas galerías, tiendas y brasseries que proliferan en el centro de su
casco histórico.
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