Editorial

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enero-febrero 2014 • nº 242
AÑO XXXI. Nº 242
ENERO-FEBRERO 2014
EDITA
UNIÓN DE PEQUEÑOS
AGRICULTORES
Y GANADEROS (UPA)
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D.L.: M-9227-1984
Esta revista está impresa en papel
con celulosa blanqueada
totalmente sin cloro, a partir de
materias obtenidas con criterios
ecológicos y sostenibles.
Editorial
La letra pequeña
medida que vamos conociendo los detalles concretos de cómo se va a aplicar la
nueva PAC en España, estamos cada vez
más preocupados. La estrategia del Gobierno no
ofrece dudas. Está utilizando el amplísimo margen
de gestión nacional que ofrece la nueva PAC,
apoyado en las amplias mayorías políticas que tiene el Partido Popular a nivel nacional y autonómico, para consolidar un modelo de reparto de los
recursos públicos europeos destinados al sector
agrario que beneficia claramente a un colectivo
–el minoritario de terratenientes clásicos y nuevos
propietarios de tierras baldías– y perjudica a otro,
el mayoritario que forman los cientos de miles de
verdaderos profesionales de la agricultura y la
ganadería.
Lógicamente, el discurso oficial es otro. En primer
lugar, por el pasteleo político-presupuestario de la
Conferencia Sectorial de Agricultura, en la que se
ha puesto sobre la mesa el cheque previsto de la
PAC para España hasta 2020 y se ha repartido con
criterios estrictamente territoriales, pensando más
en las fronteras y los intereses administrativos que
en los problemas reales de la actividad agraria productiva, la que aporta alimentos y materias primas,
la que genera vida y riqueza en el medio rural.
El problema es ya, por tanto, exclusivamente nacional. La Unión Europea ha marcado los límites y
el importe máximo del cheque. Cómo se gestione en
cada país, es cuestión de cada país. Y en el nuestro no se está haciendo bien. En primer lugar, porque se está dando la espalda a las organizaciones
que representan a los destinatarios de las políticas y
las ayudas europeas. Se nos informa –poco y mal–
de los hechos consumados, pero se nos ningunea
en el debate previo, se nos tapa la boca para poder
plantear y defender propuestas alternativas.
Pero lo más preocupante es la deriva que está tomando la letra pequeña y que vamos descubriendo, aunque se nos quiera ocultar. Como el hecho
A
de modificar los límites máximos y mínimos aplicados durante los últimos años a los perceptores de
menos de 5.000 euros anuales en ayudas –que son
la mayoría y que hasta ahora no sufrían recortes– y
los máximos a los que reciben más de 36.765 euros anuales, que son el 3% del total de perceptores
y cuyas ayudas se venían recortando en un 10%.
Ahora, la letra pequeña dice que el recorte se equipara y generaliza para todos en un 8,64%. La conclusión es evidente. Los mayores perceptores de
ayudas van a cobrar más (porque se les recorte menos) y los que menos reciben, recibirán aún menos,
con un recorte que no tenían.
Algo similar está sucediendo con el juego de fechas
a considerar y la realidad productiva de las tierras objeto de ayudas, las variaciones en porcentajes previamente comprometidos en las ayudas acopladas
(las destinadas a la agricultura productiva) o con los
matices de la definición de agricultor activo, entre
otras cuestiones que irán surgiendo, no cabe duda.
Todos ellos aspectos técnicos muy concretos, pero con una incidencia decisiva en la distribución de
los fondos comunitarios, cuyo objetivo no es –o no
debería ser– beneficiar con descaro a las tierras y los
propietarios ociosos, que solo aparentan actividad
para justificar su derecho a la ayuda. Por todo ello, y
aunque nos tapen la boca en los despachos, nos dejamos oír en la calle. Porque tenemos la fuerza de la
razón y somos una organización responsable, consciente de que nuestra acción sindical es decisiva para cientos de miles de hombres y mujeres del medio rural, sean o no afiliados nuestros.
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