“Se puede imaginar el aula del futuro con los elementos que conocemos ahora, pero el mes que viene la realidad habrá superado a la ficción” Ávila, 8 de julio de 2011 Manuel Angosto, ponente del taller del autobús tecnológico, habla a sus alumnos de TIC y atención a la diversidad. Está rodeado de dos pantallas clónicas de pizarra digital, que puede integrarse en un aula digital con tantos terminales como alumnos haya. Cada alumno puede ver al profesor, la pizarra común o su propio ordenador. La configuración en línea es siempre elegida por el técnico (diseñador del ambiente) o el profesor. “Existe un software específico para cada tipo de aula digital, en este caso para educación. Hay versión libre y comercial. Libertades, permisos, derechos, privacidad pueden ser determinados tanto por el alumno como por el profesor”. ¿Qué se puede hacer en el aula digital? “Compartir archivos; determinar qué alumnos acceden a qué materiales; vigilar qué sucede en cada terminal en cada momento. Y ya sin los estudiantes en red, fuera del aula: corregir, evaluar…” “En las pantallas, la metáfora de una aplicación: la programación básica, el tornillo; la herramienta de ajuste, la llave inglesa; y las extensiones del sistema, la escalera” “La pizarra digital permite interactuar de modo más versátil y plástico con los alumnos. En clase se multiplican las interacciones, se facilita la relación y, sobre todo, se potencia el trato personal, que a cada alumno se le pueda dar lo que precisa en ese momento adaptándolo a su perfil: es lo que se llama atención a la diversidad”. Con tanta tecnología; ¿va a desaparecer el profesor? “No, el papel del profesor se refuerza, su presencia se multiplica, aunque no sea física, sino a través del diseño de los recursos. Cada profesor es autor de si mismo. Todo lo que una persona quiera hacer, podrá hacerlo más fácilmente: publicar sus trabajos, diseñar planes de estudio, compartir documentos con personas de otros entornos, países, centros…” “La tecnología no enseña en sí misma. Puede hacerse lo mismo con herramientas convencionales, a base de libros y fotocopias. Pero el recurso tecnológico multiplica por mil cada una de las acciones emprendidas”. “Si piensas en cualquier materia que debas impartir y una adaptación que debas hacer, seguro habrá un recurso tecnológico que te ayude a llevarla a cabo”. “Lo importante es el diseño, el pensar, es la meta el objetivo, y es lo que debe hacer inexcusablemente el profesor, y nunca podrá hacer la máquina”. ¿Va a desparecer el boli? “Posiblemente evoluciones a otra cosa. Un instrumento de escritura a mano siempre existirá, pero se restringirá con el uso de soportes nuevos. La escritura evolucionará, habrá un sistema común, es necesario”. ¿El papel desaparecerá? “Lo veo lejanísimo. Pienso que se reducirá, pero no desaparecerá. Al menos hoy no sería viable”. ¿Qué otras cosas están en cuestión? ¿Las relaciones personales se restringirán a las redes sociales? “¡Claro que no! Somos personas. No van a desaparecer los vínculos amorosos ni el instinto de preservación de la especie. Siempre ha habido apocalípticos y agoreros. Cuando apareció el vídeo se dijo que mataría el cine. ¿Qué queda hoy? El cine permanece, el vídeo se ha ido a la basura”. ¿Cómo va a ser el aula del futuro? “Dependerá de la voluntad de loos políticos como transmisores y del país en general como organismo pensante que gestiona un sistema educativo. El profesor es co-gestor del sistema, el político, únicamente transmisor de las necesidades de la población. Si la población reclama menos impuestos y más horas lectivas, el profesor volverá al “cállate niño”. ¿Cómo sería entonces el aula ideal? “Un aula preparada para gestionar el futuro. Tendría una zona de trabajo con ordenadores (maquinas que nos ayuden a trabajar en digital): pantallas táctiles, teclados, tabletas, auriculares…” “Todo ubicado en un área wi-fi , y todo cargado de herramientas de cada asignatura, geografía, música, plástica… Ya se está experimentando con apósitos que colocados en el área del cráneo pueden leer los impulsos neuronales y manejar aparatos”. “Y eso, ahora mismo. Se puede imaginar el aula del futuro con los elementos que conocemos ahora, pero seguro que el mes que viene la realidad habrá superado a la ficción”. Aida Fernández