Bibliotecas en llamas El nombre de la rosa Jean-Jacques Annaud 1986 A lo largo de la historia, quemar libros ha sido una práctica que se ha ido repitiendo periódicamente. Quizá el recuerdo más antiguo que tengamos sea el de la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Los herederos de semejante devastación han proliferado y así, a lo largo de los siglos, se han repetido barbaridades similares. Por ejemplo la quema de libros en Florencia, en el siglo XV, en el episodio conocido como “la hoguera de las vanidades”. También se quemaron libros judíos en la época nazi, libros políticos tras el golpe de estado en Chile, y en Bagdad, y en Sarajevo. Demasiados incendios provocados ―en palabras de Heinrich Heine “donde se queman libros, se acaba quemando también a seres humanos”― por gentes que no admiten ideas contrarias o distintas a las suyas. Suelen ser personas ridículas capaces de quemar libros sobre el cubismo porqué les parece que tienen algo que ver con la Cuba castrista, por ejemplo. El cine nos presenta algunos momentos dramáticos de quema de libros y de desaparición del saber acumulado a lo largo de los siglos. Una de las escenas más cómicas la encontramos en la película Roller Ball cuando el bibliotecario se percata que el siglo XV ha sido eliminado del superordenador que conserva todos los documentos y apostilla: no importa porqué el siglo XV no presenta nada interesante, excepto Dante y algunos Papas corruptos. Pero sin duda hay dos películas que reflejan perfectamente la fascinación por el fuego. Una es Fahrenheit 451 de Truffaut quien, basándose en la novela homónima de Ray Bradbury, sitúa la acción en un futuro totalitario en el que los libros son considerados como inútiles y peligrosos y son destruidos por un grupo de bomberos especializados. La otra es El nombre la rosa. Trancurre en un monasterio benedictino, en el siglo XVI, al que acude un monje franciscano (Sean Connery) acompañado de su ayudante (Christian Slater) para intentar resolver las muertes de algunos monjes que han aparecido con la lengua negra y los dedos manchados de tinta. Las sospechas los conducen a la biblioteca pero no pueden entrar porque es lugar reservado, oculto y laberíntico. Cuando finalmente lo consiguen encuentran un viejo monje bibliotecario que intenta envenenarlos con el libro prohibido causante de la muerte de todos aquellos que han intentado leerlo. En la escena culminante y más recordada, el astuto protagonista se coloca unos guantes para ojear el libro, momento que aprovecha el viejo bibliotecario para arrebatárselo, empezar a comérselo y provocar un incendio que acaba con la biblioteca y el resto de dependencias. El film refleja la vida en los monasterios, dedicada al estudio, la lectura (los monjes eran los únicos que sabían leer) y a la copia de manuscritos en el scriptorium. Se aprecia su estructura piramidal con un abad que lo dirige todo y otros monjes ocupados en las tareas caseras (limpieza, alimentación, oración). Título: El nombre de la rosa Director: Jean-Jacques Annaud Género: Drama policíaco historico. Intèrpretes: Sean Connery, Christian Slater, Michael Lonsdale, Volker Prechtel, Fedor Chaliapine Junior. Valentina Vargas. Título original: Der Name der Rose País: Francia-Italia-Alemania. Año: 1986. Duración: 131 minutos. El nombre de la Rosa obtuvo numerosos y merecidos premios. Es una película con la trama centrada en la novela de Umberto Eco aunque los contenidos más filosóficos e intelectuales de ésta apenas se tocan. El director prefirió dar un enfoque más dinámico, con más acción, emociones violentas, efectos visuales, héroes que se salvan, malos castigados y espectadores contentos. Umberto Eco dijo que “los libros arden fácilmente”. Es una opinión compartida por otras personas que ahondan en la idea del dolor que se experimenta cuando arde una biblioteca. Arturo Pérez-Reverte lo explica de forma insuperable en un excelente escrito titulado “asesinos de libros” (http://arturoperez-reverte.blogspot.com). Jaume Centelles