Rodelinda Sinopsis ACTO I. En el Palacio Real de Milán, Rodelinda, esposa del rey Bertarido, presuntamente muerto durante la invasión del usurpador Grimoaldo, llora la pérdida de su esposo y su reino. Grimoaldo entra con Garibaldo, su secuaz, para pedirle la mano, pero la reina declara con orgullo, que el hombre que le ha arrebatado todo lo más preciado, nunca comprará su amor ("L'empio rigor"). Cuando ella se retira, Grimoaldo se lamenta a de que lo atormentan el rechazo de Rodelinda y la ira de Eduige, hermana de Bertarido, con la que está prometido. Ésta aparece para recordarle su promesa, y le ofrece de nuevo su mano y la posibilidad de reinar juntos como regentes hasta que Flavio, el hijo de Bertarido, alcance la mayoría de edad. Pero Grimoaldo, rechazado por ella antes, ahora se regocija declinando su oferta. Cuando él se retira, Eduige, haciendo uso de sus encantos, se ofrece a Garibaldo a cambio de que obligue a Grimoaldo a arrodillarse ante ella. A solas, Garibaldo, reflexiona sobre cómo utilizar el arte del amor para hacerse con el trono. En realidad, Bertarido está vivo. Disfrazado de huno, ha hecho correr el rumor de su muerte para ganar tiempo y poder recuperar su reino. En un bosque de cipreses, medita sobre la vana fastuosidad de la tumba que acaban de erigirle, anhelando la presencia apacible de su amada esposa. Es descubierto por Unulfo, su fiel consejero, quien le recomienda prudencia cuando Rodelinda se acerca con Flavio. Bertarido y Unulfo se esconden tras la tumba, mientras Rodelinda llora por el sino de su esposo. Llega el traicionero Garibaldo con un ultimátum de parte de Grimoaldo: si Rodelinda se casa con el usurpador, su hijo, reinará. Si lo rechaza, el niño morirá. Rodelinda, derrotada, envía a Garibaldo a que anuncie su consentimiento. Jurando que Grimoaldo pagará su traición con la muerte, se retira furiosa, dejando a Bertarido consternado por la infidelidad que aparentemente ha presenciado. Unulfo le instiga a ser valiente, y Bertarido asegura que Rodelinda lamentará su infidelidad. ACTO II. Garibaldo revela los planes de boda de Grimoaldo a la celosa Eduige, y reitera su promesa de defender su derecho al trono, pero le pide que se case con ella a cambio. Cuando él se retira, Eduige recibe a Rodelinda, y se sorprende al verla tan apesadumbrada, con el trono y el esposo que la aguardan. Furiosa con Grimoaldo, jura vengarse de las dos. Apenas se retira, llega Grimoaldo con Garibaldo y Unulfo. Rodelinda exige un precio a cambio de claudicar ante su petición de matrimonio: sólo se casará con Grimoaldo si mata a su hijo con sus propias manos y delante de sus propios ojos. Grimoaldo se niega, pero Rodelinda insiste en que nunca podrá ser madre del rey legítimo y abrazar al mismo tiempo al usurpador. Cuando ella se retira con Flavio, Unulfo le aconseja al desesperado Grimoaldo que siga sus nobles instintos y abandone sus propósitos. Pero Garibaldo le sugiere que acepte su condición, porque es sólo una artimaña de Rodelinda. Grimoaldo, consumido por la pasión, declara que prefiere ser preso de su corazón que conquistar su obsesión. Cuando Unulfo reprende a Garibaldo por su pérfido consejo, éste repite que aquél que gana un reino, lo gana con tiranía, y lo retiene con crueldad. Una vez solo, Unulfo decide encontrarse con Bertarido para asegurarle que su esposa es fiel. Eduige descubre a Bertarido lamentándose por la traición de la que ha sido objeto. Unulfo le trae la noticia de la fidelidad de Rodelinda, y Eduige jura ayudar al jubiloso Bertarido a rescatar a su mujer y a su hijo, apelando a la esperanza para que la apoye. Unulfo lleva a Bertarido a reunirse con su esposa. En sus aposentos, Rodelinda, no puede contener su alivio, cuando Unulfo le anuncia que Bertarido ha vuelto. Antes de abrazarla, Bertarido le suplica que le perdone por sus sospechas de infidelidad infundadas. Son interrumpidos por Grimoaldo, quien, a pesar de no reconocer a su enemigo, clama contra la hipocresía de Rodelinda, que se entrega a los brazos de un amante, mientras proclama fidelidad a su esposo. Para salvar el honor de su esposa, Bertarido revela su verdadera identidad, pero Rodelinda, dispuesta a sacrificar su virtuosa reputación para salvarle la vida, afirma que miente. Grimoaldo anuncia que su rival morirá de todas formas, sea cual sea su identidad, y deja a los amantes abrazándose por última vez. ACTO III. En el palacio, Eduige y Unulfo traman la liberación de Bertarido. Unulfo, lleno de esperanza, se retira para poner el plan en práctica, mientras Eduige se pregunta si su buena obra bastará para borrar el crimen que ha cometido. Garibaldo aconseja a Grimoaldo que ejecute a Bertarido, y se retira. El usurpador, desgarrado entre la codicia del poder y sus sueños de gloria, se ve atormentado por la envidia, el amor y el miedo. Bertarido, que, prisionero, se lamenta de la crueldad del destino, encuentra una espada en su celda. Cuando llega Unulfo, Bertarido, lo toma por su verdugo y le clava la espada a su amigo. Aun herido, Unulfo, consigue llevarse al arrepentido monarca por un pasadizo secreto. Eduige guía a Rodelinda y a Flavio hasta la celda vacía, y al ver allí las manchas de sangre fresca, Rodelinda teme lo peor. En los jardines del palacio, Grimoaldo, consumido por el remordimiento, intenta buscar sosiego en el sueño, y se queda dormido. Garibaldo, al verlo en una situación tan vulnerable, toma la espada del rey y se dispone a asesinarlo. Pero entonces, llega Bertarido, seguido por Rodelinda, y se deshace del asesino. Tras deshacerse de Garibaldo, Bertarido devuelve la espada a Grimoaldo, y le pide con desprecio al sorprendido tirano que se vengue de su salvador. Llegan Unulfo y Eduige, y confiesan haber tomado parte en la fuga de Bertarido. Pero Grimoaldo ha cambiado de parecer. Le pide a Eduige que lo tome por esposo, y devuelve el trono a Bertarido. Rodelinda celebra con alegría su dicha recuperada. Bertarido se una ella, y juntos dicen adiós a sus pesares, mientras todos aclaman un futuro más feliz.