XX Cuando Alfredo vio que la luz entraba lo suficiente por la ventana (eran las siete y los niños dormían), rebuscó en el chiribitil de sus recuerdos una figura artística, una expresión que se apegara a su Bárbara dormida junto a él, descubierta, dándole la espalda, vestida con una playera suya y calzón blanco semitransparente. La víspera habló de La joven con arete de perla de Vermeer y de la actriz Scarlett Johansson. Cómo comparar su belleza. Sería ridículo. Y ahora, el perfil de Bárbara como una pintura de John Kacere. ¡Exacto!, como sus obras hiperrealistas con mujeres acostadas de lado, vistiendo exquisita lencería: calzoncitos de encaje, ligueros, medias de nylon, piyamas, blusitas de seda, medio fondo; prendas que expresan esa exterioridad íntima de las mujeres y que además permiten entrever el pliegue de las nalgas en la quietud de un lecho. La imagen de Scarlett Johansson lo perseguía, primero con Vermeer y ahora con Kacere. ¿O acaso era Bárbara quien se parecía a ella? ¿Y ahora qué tenía que ver Johansson con John Kacere y la posición en que dormía Bárbara? ¡Mucho! Ambas, actrices; las dos le gustaban y en ese instante dormían del mismo modo: una junto a él y la otra en su mente, igual que al inicio de Lost in Translation. Lo único que no le aportaba la actriz estadounidense era la cercanía y el aroma de corolas y de cama. Consciente de que no era Scarlett quien dormía a su lado, deseaba tocar a Bárbara sin despertarla. Algo sí era seguro: la 225 Felipe Cuevas Ruiz imagen de las nalgas bajo el calzón semitransparente era más poderosa que su propia desnudez. Como en el videoclip de Los Teenagers dedicado, precisamente, a Johansson, se creyó él mismo filmado en la piel del dorso de Bárbara haciéndole el amor. «Tu piel es una pantalla de cine donde apareces de nuevo, amándome». En la pantalla de piel, la acción se ralentizó: una secuencia fílmica. Interrumpe el cunnilingus antes de ser atrapado por el útero; un breve instante en que un cordón de baba enlaza su boca con el pubis de la actriz. Se retuerce de placer como gusano cortado en dos. Entra Possesso en la voz de Ramón Vargas, su fiato interminable… El aire finísimo del trópico penetra la ranura de la ventana como navaja de lavanda. Añora los orgasmos femeninos sin tregua y el fumetto, la nota mental de Bárbara con sus pensamientos opresivos: el pájaro azul de Darío encerrado en la jaula de su cerebro. Luego, el silencio. Una postal bucólica. Disolvencia de rostros y cuerpos. Corte. Atrapado en la matriz, se ve cual gameto victorioso, como con su difunta esposa. 226