El Clarí-n de Chile De millonario a mendigo autor Rafael Luis Gumucio Rivas 2006-04-30 02:27:00 No pocas veces los millonarios han soñado con disfrazarse de mendigos, aun cuando sea por un solo dÃ-a: es que los humanos padecemos del vértigo de vivir existencias ajenas. A quién no le gustarÃ-a volver a nacer y no cometer las mismas estupideces que ha hecho en su primera encarnación, por eso a los hindúes se les ocurrió proponer una segunda existencia. La vida del millonario es aburrida: debe mirar, todos los dÃ-as, los indicadores económicos, siempre está asustado por el eventual robo de su caja fuerte, tiene unos hijos flojos e indolentes, que se las dan de jipies que, finalmente, terminarán tan gerentes como su padre, tiene que pagar, mensualmente, la garconier, en la cual su amante hace fiestas con amigos un tanto afeminados, debe conquistarse a señoras aristocráticas para lograr meter a la cama a niñitas de las monjas que nunca han visto el asta de la bandera masculina y se creen prostitutas cuando lo pasan bien en la cama. Dirán que eso era antes, porque hoy las cosas han cambiado. A pesar de tenerlo casi todo, el rico es un eterno insatisfecho; sus amigos de juerga repiten los mismos miedos de hace siglos: antes, el peligro de los comunistas, después el de los terroristas y hoy, la baja del dólar.  A los oligarcas siempre les gustó disfrazarse de roto o de mendigo: el flojo, pero buen mozo Emiliano Figueroa, aparecÃ-a en una de las fotos de la vida social, de comienzos de siglo, con un disfraz de roticuajo; pero cuando un escritor aristócrata como JoaquÃ-n Edwards Bello publicó su novela, El roto, cuya historia ocurrÃ-a en los alrededores de la calle Matucana y su personaje Esmeraldo era hijo de una prostituta que tenÃ-a tratos con pillines de la oligarquÃ-a, sus compañeros de clase lo condenaron al ostracismo. Una cosa es disfrazarse de roto y otra muy distinta, denunciar su vida miserable.  Los millonarios de antaño, que no eran unos rotos metidos a gente como los de hoy, disimulaban su riqueza: Federico Santa MarÃ-a, quien legó su cuantiosa herencia a la universidad, en ValparaÃ-so, que lleva su mismo nombre, atesoró enormes riquezas con la especulación del azúcar; nada que ver con la Iansa, de Guillermo Garretón; llegó a tal grado la capacidad accionaria de don Federico, que la Bolsa de ParÃ-s se vio obligada a cerrar por un dÃ-a ante el riesgo de una ruina segura. Este caballero era tan avaro que escribÃ-a encima de los sobres de las cartas que recibÃ-a para no comprar un block de papel. Don Jorge Alessandri vivió siempre en la casa de la familia, cual hijo regalón, en la calle Philips, jamás compró una botella de vino y sólo compró agua mineral Panimávida; a sus amantes no las invitaba ni a tomar té.  Ustedes comprenderán que la hazaña de Lúculo Piñera no tiene nada de original: ya Charles Chaplin presentó la amistad entre un pobre y un millonario en una pelÃ-cula famosa que, posteriormente, copió Cantinflas. Nada más rentable que el periplo de Lúculo, ahora “mendigo―, por obra y gracia de Felipe Camiroaga. Este “Animal Nocturno― logró tirar a la cada dÃ-a más aburrido Profesor Salomón, a las tetonas siliconadas de la fauna de Morandé y al Vértigo Extremo, de Lucho Jara. Lúculo también ganó, y mucho: como al Colo Colo le va pésimo y en Renovación Nacional nadie lo pesca, ante el peligro del anonimato más torturante, nada mejor que inventar una nueva aventura, disfrazado de mendigo. Poco importa que ninguno de sus lateros amigos lo haya querido recibir por hediondo, que su propia señora lo haya querido echar de la casa y que sólo un niño, en su inocencia y tontera, le regaló una barra de chocolate. Es que el mundo de los pobres y de los ricos no tiene nada que ver y jamás se encontrarán, salvo para algún dialéctico bobalicón que crea que de la tesis y antÃ-tesis surgirá la sÃ-ntesis. Es más fácil que un rico se disfrace de mendigo, que un mendigo lo haga de millonario.  Rafael Luis Gumucio Rivas  http://www.elclarin.cl _PDF_POWERED _PDF_GENERATED 19 November, 2016, 16:01