DE HISTORIA NATURAL. 93 moderna como el último que pudiera salir de Leipzig- ó Berlín, y tan español como pudieran componerlo Feijóo ó Torrubia, si resucitaran para ello, es resolver un problema que no h a tenido precedentes. »Mas con la misma sinceridad con. que, sin regatearle mis alabanzas, admiro la factura y originalidad de la obra de mi querido compañero, voy á señalar algunos puntos en que difiero de su opinión respecto al plan. ¿No hubiera sido más lógico tratar del origen y clasificación de los astros en la introducción y considerar luego la tierra como un caso particular, yendo del todo á la parte, como procura hacerlo siempre el Sr. De Buen? También entiendo que hubiera convenido estudiar la dinámica terrestre antes que la litología, pues las indicaciones que hace respecto á génesis y evolución de los minerales, tanto en general como sirviéndose del ejemplo de la sal común, en que toma, para honra mía, por base mi ensayo sobre esta sustancia, estas investigaciones, digo, tienen que resultar oscuras al que no h a y a leído la tercera parte. Y , por último, hallo que el estudio de las rocas y minerales, distribuido entre la mineralogía especial, la petrografía y la Geología comparada, al ocuparse de los meteoritos, queda disperso, perdiendo la unidad que, fuera de estos casos, tanto domina en la importante obra que critico. Quizás estas observaciones, lealmente expuestas por quien desearía que este libro no tuviese lunar alguno, merezcan la reflexión del Sr. í)e Buen, toda vez que pronto hemos de ver una nueva edición, según es grande la acogida que ha merecido. »Hay dos maneras completamente distintas de escribir l i bros de texto: una consiste en tener á la vista el mayor n ú mero posible de obras elementales análogas, y examinando cómo cada autor ha tratado los asuntos, inspirándose en unos y otros, redactar el suyo; otro sistema de componer tales l i bros es el de empaparse de las cuestiones en las obras latas y en las monografías, y hecha la composición de lugar, extractar lo sustancial de la doctrina, libremente y sin sujetarse al modo como los demás elementalistas lo hayan realizado. A s i mismo en la exposición se notan dos corrientes diversas: clásica la una, si así puede decirse, y moderna la otra. La primera, imperante en las obras francesas, da una importancia capital á las palabras, á los términos técnicos, siendo lo esen-