© Revista Temas, 28-03-12 Iglesia católica y Regla de Ocha-Ifá. Diversidad de creencias y convicciones religiosas del pueblo cubano Dra. Ileana Hodge Limonta Investigadora. Dpto. de Estudios Sociorreligiosos (DESR), Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS). Cuba posee hoy una cultura definida por un complejo proceso de transculturación con influencias religiosas de tres vertientes principales: la cristiana, con aportes católico y protestante; la africana, con un conjunto de formas concretas que han persistido a pesar de haber estado situadas durante mucho tiempo en condiciones de subalternidad; y la espiritista que por diversas razones, incluyendo el tipo de catolicismo introducido por los españoles, encontró un caldo de cultivo favorable para su difusión y enraizamiento a nivel poblacional. Estas tres corrientes, entre otras expresiones, conforman el campo religioso cubano. En el marco de la visita a Cuba del Papa Benedicto XVI, se impone realizar una breve reflexión sobre una expresión religiosa que en nuestro país goza de buena salud y tiene en sus fundamentos doctrinales y rituales el sello africano. Visualizarla, entre la euforia que ocasiona tan solemne visita, es reconocer su lugar en el cuadro religioso cubano, así como su nivel de aceptación popular. En este país no propiamente católico, las expresiones de origen africano tienen sabor a pueblo, tanto por su variedad como por su difusión a nivel nacional y la composición sociodemográfica de sus iniciados. Las integran el complejo Ocha-Ifá, las reglas de Palo Monte, las Sociedades Secretas Abakuá, entre otras de alcance local. Creen en los orichas o deidades, en los mpungos o ancestros, en la naturaleza, etc. Entre otros aspectos generales que las unen se encuentra el menosprecio oficial que durante años sufrieron los iniciados en estas creencias y prácticas ancestrales. Este artículo se centrará en el complejo Ocha-Ifá, portador del legado cultural yoruba, y su relación con la Iglesia Católica. En Cuba, las religiones de origen africano surgieron de sus estratos más pobres, crecieron y se reprodujeron a partir de las problemáticas sociales que querían y de hecho debían dar respuestas espirituales; forman parte de la cultura del pueblo que las vio nacer y desarrollarse. Desde este punto de vista, son religiones populares. No representan una élite o ideología oficial, ni una raza o color de piel, aunque desde sus inicios fueron estigmatizadas por sus orígenes negroafricanos, lo cual trajo consigo que sus practicantes sufrieran una triple discriminación social, racial y religiosa, al constituir la Iglesia católica la religión oficial y única durante el período de la colonia. 1 Esta Iglesia, oficializada como institución eclesial aliada e impuesta por el régimen colonial, monopolizó los bienes de salvación y estableció reglas de cumplimento para quien aspirara obtener la salvación de Dios, solo concedida después de la muerte. A pesar de los sometimientos y vasallajes a que estuvieron sometidos los africanos introducidos como mano de obra esclava, re-configuraron sus estructuras cosmogónicas, emparentaron sus creencias, fusionaron algunos de sus dioses y, siempre que pudieron, acercaron sus rasgos culturales y, con cierta autonomía, re-conformaron sus religiones, aunque la institución católica brindara determinados servicios religiosos desde su posición evangelizadora y exigiera, a cambio, fidelidad para sus doctrinas y preceptos. En este mal paraíso nace en Cuba Ocha e Ifá que, entre las expresiones de origen africano presentes en el complejo cuadro religioso cubano, es la más extendida y de mayor arraigo popular. Ocha-Ifá y catolicismo en el contexto religioso cubano Sociológicamente hablando, se hace difícil la precisión cuantitativa de la membresía de algunas de las agrupaciones religiosas existentes en el país. En el caso de la Iglesia católica, según datos censales recogidos en un proceso previo al Encuentro Nacional Eclesial Católico (1986), se calculó que el número de católicos practicantes no llegaba a 1% de la población cubana. Después del reactivamiento religioso que posibilitó la apertura de los años 90, en el que muchas personas asumieron abiertamente sus convicciones religiosas y otras se incorporaron a diferentes iglesias y grupos religiosos, la cifra de asistentes asiduos a las celebraciones católicas aumentó notablemente, aunque sin llegar a constituir nunca un porciento mayoritario de la población creyente cubana.1 Hacia finales de esa misma década, se conjeturaba que más de 10% de la población cubana tenía cierto grado de iniciación en los cultos ancestrales del complejo Ocha-Ifá. Si los estimados posteriores a la apertura religiosa son aplicables también a santeros y babalawos, el porciento aproximado de los iniciados en alguno de sus cultos sobrepasaría 20% de la población. Aunque la población cubana no se componga mayoritariamente de santeros y sacerdotes de Ifá, sí se puede afirmar que un porciento significativo está integrado por persona con fuertes compromisos religiosos dentro de esta expresión, en términos de grado de iniciación. Llegar a convertirse en sacerdote o sacerdotisa en esta expresión religiosa implica todo un proceso que da identidad, sentido de pertenencia, deberes, derechos, obligaciones, y poderes religiosos que solo son adquiridos en el mismo ejercicio de la religión. A pesar de este peso reconocido de la Santería, la Iglesia católica cubana nunca ha tenido un trato respetuoso hacia ella. Aunque el Concilio Vaticano II estuviera dirigido al mejoramiento de los vínculos entre religiones, en la práctica cotidiana, parece como si el catolicismo continuara siendo 1. Jorge Ramírez Calzadilla, “Iglesia católica, catolicidad y religiosidad popular ante el paso de Juan Pablo II por Cuba”, CD Aniversario 25 del Departamento de Estudios Sociorreligiosos, CIPS, La Habana, 2007. 2 el sostén ideológico de la sociedad cubana. La mayoría de los sacerdotes católicos cubanos insisten en desconocer que santeros y sacerdotes de Ifá son los máximos representantes del cuerpo sacerdotal del complejo Ocha-Ifá, y, en cambio, los consideran parte de la comunidad católica, por su condición de bautizados. Este indicador sigue siendo utilizado por la Iglesia como base para medir su membresía, aunque la utilización de ese servicio haya sido el único contacto de la persona con la institución católica. Actividades como bautizos y misas de difuntos han marcado históricamente el ciclo de vida activa de santeros y babalawos desde tiempos coloniales, porque los requisitos socioculturales impuestos entonces para los negros exigían la obligatoriedad de esos servicios religiosos como paso primordial para su evangelización, a través del cual recibían un nombre cristiano y el apellido de sus amos. Uno de los ardides del juego de identidades fue aceptar estos servicios, aunque después, en un nivel más intimo y de compromiso con su propia identidad regional, los iniciados conformaban una familia religiosa entre sus iguales, adquiriendo un nombre africano vinculado con los ancestros. Esta práctica ha quedado dentro de la tradición cultural del pueblo cubano como requisito para realizar la ceremonia de iniciación dentro de Ocha-Ifá.2 No obstante, el bautizo no les confiere a los iniciados ni sentido de pertenencia ni identidad católica. Es por ello, que dentro de las tendencias actuales del pensamiento doctrinal de santeros y babalawos se encuentra la admisión de personas no bautizadas para comenzar el proceso de iniciación. La vida religiosa de los iniciados en Ocha y en Ifá, en su más estricto significado, transcurre entre ceremonias cuyos objetos sagrados no los vinculan con la cristiandad y sí con costumbres y tradiciones que cualquier africano de la actual África Occidental, fiel a sus tradiciones religiosas ancestrales, puede comprender o referenciar, salvando la distancia entre las épocas y los elementos de modernidad que han podido ser incorporados. La Iglesia católica y Ocha-Ifá: actitudes recíprocas La verdad es que entre la Iglesia católica y el complejo religioso Ocha-Ifá no existe relación ni institucional ni ecuménica, pero sí prejuicios religiosos que se evidencian en la permanente ignorancia hacia esta última, aun cuando exista relación entre creyentes católicos e iniciados en Ocha-Ifá, o cuando algunos grupos de católicos y protestantes no compartan esta actitud. La anulación de las expresiones de ascendencia africana y otras no cristianas por parte de la Iglesia católica se evidenció de manera pública una vez más en 1998, en ocasión de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba. Durante el período de preparación de la visita, un grupo de babalawos solicitaron oficialmente a la Nunciatura que se les permitiera realizar un toque de tambor y ciertas ceremonias de agradecimiento y bendición en honor al Sumo Pontífice, en gesto de buena voluntad, y también respondiendo las convocatorias públicas que se estaban realizando por el 2. Ileana Hodge Limonta, “Cultura de resistencia y resistencia de una identidad nacional. La Santería cubana y el candomblé brasileño (1950-2000)”, Tesis Doctoral, Universidad Federal de Bahía, Brasil, 2009. 3 presidente Fidel Castro. Esta petición fue rechazada, alegando razones estrictamente religiosas. Los santeros tampoco fueron invitados al encuentro de la Nunciatura, en la que hubo representación de varias iglesias, incluidos los judíos. La actitud de subestimación implícita en ese rechazo tuvo eco también en palabras del propio Papa Juan Pablo II, al denominar a las expresiones de origen africano, en una de sus homilías públicas, como “cultos sincretistas”. Sobredimensionando los aportes católicos a la realidad nacional cubana, en acto de desconocimiento hacia nuestra diversidad cultural y raíces históricas, en el documento emitido por la Conferencia Episcopal se hace referencia a “ciertas manifestaciones culturales de religiosidad [que] no pueden ser consideradas como una religión [...] sino como un conjunto de tradiciones y creencias”, alegando que las religiones africanas en Cuba fueron permeadas por el catolicismo, sin mencionar el núcleo ortodoxo en sus derivaciones cubanas, es decir, sin definir esas creencias y prácticas y sin saber la influencia que han tenido en la religiosidad popular cubana, e incluso sus modos de expresarse. Utilizar los servicios de la Iglesia católica ha implicado también, a lo largo de la historia social cubana, para los santeros y babalawos, llenar los templos en días de festividades a determinadas figuras del santoral católico, por lo que significan deidades como Babalú Ayé, Obatalá, Ochún, Yemayá y Changó, entre otras. Su significación religiosa marca determinados compromisos con esos santos-deidades, mediante el cumplimiento de promesas, pedidos o agradecimientos, en los días señalados por el santoral católico. Llama la atención que, en ocasión de la visita de Benedicto XVI, como en la que realizara Juan Pablo II en 1998, la Iglesia la ha asociado con el peregrinaje a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Hay que reconocer que el recorrido nacional organizado por la Iglesia con la Virgen tuvo buena acogida entre la población cubana que la acompañó en su bregar por pueblos, ciudades, iglesia y plazas del país, con el júbilo propio con que se acogen las festividades en los templos y los pedidos habituales de milagrosidad de una población alejada de la doctrina católica ortodoxa. Sin embargo, no es la Virgen María de la Caridad la figura que más atrae a los creyentes cubanos, aunque haya sido declarada por la Iglesia, la Virgen Patrona, madre de todos los cubanos y utilizada como símbolo religioso por los mambises. Mientras la patrona de Cuba recorría el país de oriente hasta occidente, en el mes de diciembre, una gran masa de cubanos, más de ochenta mil de diferentes partes de Cuba, peregrinaban para rendirle culto a San Lázaro, y como cada año se movilizaron hacia su Santuario, ubicado en El Rincón, en Santiago de las Vegas, al oeste de La Habana. La fuerza de este impresionante evento religioso tiene lugar en torno a Babalú Ayé o el Lázaro el de las muletas. Estas figuras no se encuentran representadas en los altares del santuario, pero sí en los sentimientos y conciencias religiosas del pueblo que acude al lugar, o que le rinde culto en casas particulares. En las expresiones de origen africano, la fe religiosa de sus iniciados y simpatizantes no entra en conflicto ético ni con el sentido de pertenencia a otra expresión religiosa, ni con su conciencia 4 religiosa. De hecho, un santero puede tener iniciaciones en todas las expresiones que integran las religiones de origen africano, ser espiritista, masón y cumplir con todos sus compromisos religiosos y deberes sociales. Significado de la visita del Papa para la religiosidad cubana Como en la visita realizada por Juan Pablo II en 1998, el papa Benedicto XVI no ha encontrado en Cuba condiciones religiosas desfavorables para su acogida. Su visita no representará lo mismo para los todos los cristianos ni para el pueblo de Cuba, aunque reconozcan en él un símbolo religioso. Por su parte babalawos y santeros no esperan nada del Papa, aunque reconocen la importancia política de la visita, y saben que será provechosa sobre todo para la Iglesia católica, que busca ampliar aun más su marco de actuación social, pero que también redundará a favor del diálogo religioso con el Estado cubano y su prestigio como país plural. La Iglesia católica como institución no fomentará el dialogo ecuménico. De hecho, en la encíclica Evangelium Nuntiandi no se reconoce como auténticas las creencias no cristianas, lo que ha significado un retroceso en relación con el ecumenismo. Sin embargo, babalawos, santeros, paleros, espiritistas y abakuás, como parte de la población cubana han acogido con respeto al papa Benedicto XVI y han asistido a las misas públicas, más allá de sus creencias y convicciones religiosas. En medio de la muchedumbre reunida en las plazas donde se han celebrado las misas, los santeros pedirán paz, por intermedio de los espíritus, orichas, mpungos, nkisis y ancestros, junto a la imagen de Jesús Cristo y la Virgen de la Caridad del Cobre. Sus ideas y sentimientos hacia su religión giran alrededor de quienes trajeron consigo un caudal de conocimientos, costumbres y tradiciones culturales que la lejanía y distancia que separa esta isla de las costas africanas permitieron que se amalgamaran en las memorias de hombres y mujeres, quienes trataron de conservarlas con celo y autenticidad, para transmitirlas de boca a oído solo a los elegidos, a aquellos que se iniciaban en sus cultos ancestrales y se integraban para constituir una nueva familia, emparentados por lazos religiosos. Es a ellos para quienes invocan con fervor en cada nueva actividad religiosa. 5