PALABRAS DE AGRADECIMIENTO PROFESOR DR. D. DIEGO SALES MARQUEZ CON MOTIVO DE RECEPCION MEDALLA DE ORO DE LA UNIVERISDAD DE CADIZ “No hay mejor regalo, que el de que se acuerden de ti, en tu tierra”. Juan Cueto Excmo. Sr. Presidente de la Junta de Andalucía. Excmo. Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Cádiz. Excma. Sra. Rectora Magnífica de la Universidad de Málaga y presidenta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas. Rector Magnífico de la Universidad de Córdoba y presidente de la Asociación de Universidades Públicas de Andalucía. Rectores Magníficos de las Universidades de Sevilla, Granada, Jaén, Almería, Huelva, Pablo de Olavide e Internacional de Andalucía. Excmo. Sr. Consejero. Equipo de Gobierno de la Universidad de Cádiz. Medalla de Oro y ex rector de la Universidad de Cádiz. Autoridades civiles y militares. Claustro de la Universidad. Invitados, familiares, amigos y amigas. El Sr. Rector, el Consejo de Dirección y el Consejo de Gobierno de la Universidad de Cádiz han estimado conveniente que sea el portador de su máxima distinción, y lo acepto con orgullo y satisfacción ya que si algún mérito puedo tener es el de haber trabajado durante toda mi vida profesional por desarrollar una universidad mejor, más libre y más preparada, y el haber buscado y obtenido el compromiso de un conjunto de personas a las que traté de imbuirles ilusión y espíritu de superación en el trabajo en común, a pesar de las enormes dificultades con las que nos hemos enfrentado a lo largo de mis más de veinticinco años de gestión universitaria en distintos puestos de gobierno, especialmente a los que han estado conmigo en los ocho años de gobierno de la Universidad de Cádiz, por lo que esta medalla también la considero un premio colectivo. Cervantes, a través del Ingenioso Hidalgo, decía: "Entre los pecados mayores que los hombres cometen aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno. De este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón…” Para no ser desagradecido y para no arriesgarme a ser ingrato (como dijo Séneca), debería mostrar mi agradecimiento a tantas y tantas personas y a las instituciones que representan pero comprenderán que me han dicho que dispongo de “unas palabras”, por lo que solo me referiré a unos poquitos que intento representen al conjunto de los demás. En primer lugar, y empezando por el ámbito académico, al Rector Magnifico de la Universidad de Cádiz por ser el promotor de la idea, a su equipo de gobierno por secundarla y al Consejo de Gobierno por otorgarla. Al Presidente de la Junta de Andalucía y a su Consejo de Gobierno (él y su antecesor) por el trato con que siempre me ha distinguido y por presidir este acto. Es un regalo también el que se nos haga entrega de las Medallas de Oro en un día tan señalado como es la Apertura de Curso de las Universidades Andaluzas. Aun más, en este templo de la Libertad donde nos encontramos, donde se promulgó la primera constitución que unió a ambos hemisferios hace ahora doscientos años. A los rectores hoy aquí presentes, y a los que no han podido venir, ex rectores que compartimos trabajo e ilusión, por su amistad y por lo que me enseñaron a lo largo de estos años. A todos aquellos que compartieron conmigo éxitos y fracasos, ideas, ilusiones y compromisos en los distintos puestos que ocupé en esta universidad, en especial a aquellos que formaron parte de los distintos equipos rectorales que coordiné. Al hasta hace poco tiempo director de departamento, ahora decano de la Facultad de ciencias del Mar y Ambientales, profesor Quiroga, que ha sabido coordinar durante mis ausencias el grupo de investigación que hemos formado, de alta calidad científica y presencia internacional. En él personalizo a todos y cada uno de sus integrantes. Y a mi familia, a mis hijos David y Diego y Borja, y sobre todo a mi mujer, Victoria, a los que tanto tiempo robé por dedicarlo a mi formación y especialmente a la gestión. No puedo dejar de agradecer a quienes ejercieron la crítica y mostraron sus desacuerdos porque, sin duda, me ayudaron a pensar y enderezar aquellas propuestas o a conducirlas de otra forma, pero sin duda mi agradecimiento a todos aquellos que con su aprobación tácita o expresa me alentaron a proseguir con las acciones iniciadas. Como dije en mi despedida: mi vida profesional y laboral, como hasta ahora, seguirá estando en la Universidad de Cádiz, la Universidad del Mar, la Universidad de los Bicentenarios, la Universidad del Sur del Sur de Europa, la universidad puente entre tres continentes,…, pero, sobre todo, la universidad de la que me siento orgulloso por haber podido contribuir a su desarrollo en la medida de mis posibilidades, universidad a la que os pido sigáis ayudando dentro de la parcela de vuestras responsabilidades. Pero, pese a las tentaciones que me pudieran acechar tras haber sido rector y adornarme con esta medalla, mi convicción de continuar al servicio de la universidad pública es firme. Firmísima. Sostengo y sostendré que la universidad pública es el único camino para formar ciudadanos: competitivos, pero no competidores, y para garantizar, en consecuencia un estado social humanista y plural, al que repugnen los totalitarismos y las imposiciones, y en el que hablar del derecho a la felicidad no resulte un concepto devaluado. La universidad pública, además, es la única opción de que los procesos del entorno social tengan calado en las instituciones y de que éstas se hagan eco de esos procesos que, sólo así, servirán para avanzar. Para la universidad, la ciudadanía que protesta a sus puertas no debe ser nunca (y recojo la ironía del machadiano Juan de Mairena) "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa", sino LO QUE PASA EN LA CALLE. No interpretemos que un acto feliz como es la apertura del curso académico se haya visto ensombrecido, hoy, por las protestas de quienes, a la entrada, clamaban contra el desmantelamiento de la universidad pública. Yo quiero interpretarlo como todo lo contrario. Los que protestan (profesores, personal de administración, alumnos, ciudadanos todos) no ensombrecen, sino que iluminan, advierten a quienes ostentan el poder de que están al servicio de la ciudadanía, y les recuerdan, por tanto, que no son dueños de los recursos, sino administradores. “Nada grande se ha hecho sin pasión”, dice Hegel, y ninguna universidad será importante sin ella, continuaba diciendo el ex ministro Gabilondo cuando recibió la Medalla de Oro de la Universidad de Málaga: “Ahora bien, conviene que sea una pasión compartida, no vaya a ocurrir que, eufóricos, caminemos enarbolando la bandera y al volvernos, estemos solos como quijotes sin Sancho. Y lo que es peor, sin Dulcinea.” Rectores, presidente, tras haber concluido hace un algo más de un año mis mandatos como rector, me niego a contemplar la universidad como nuestro pícaro andaluz Guzmán de Alfarache, desde “la atalaya de la vida humana”, distanciándome para reprobar, sermoneando doctrinas. Prefiero pues continuar de galeote, remando con los demás, colaborando para que mi universidad llegue a buen puerto, al menos para que no naufrague. Agradezco, pues, esta medalla pero –no me lo tomen a mal- no estoy dispuesto, por su causa, a dar por terminado mi camino. Y menos en este momento, con la universidad pública amenazada por la ciega competencia de mercado, por el desprecio general a la cultura y por la idea perversa de que sólo unos pocos serán los elegidos. De todos modos, por mucho que yo me empeñe, esta medalla huele a jubilación, aunque los tiempos de crisis nos digan aquello de "Cuán largo me lo fiais" al pensar en jubilarnos. Acorde con este significado, justo será traer a colación versos de despedida, al menos de declaración de principios de lo que uno todavía puede hacer. Recuerdo a Blas de Otero porque quizás es momento de volver la mirada hacia la poesía social, hacia la palabra como arma cargada de futuro. Estos versos son de un poema de título simbólico hoy para mí: EN EL PRINCIPIO. “Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré como un anillo al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra...” Gracias a todos por prestarme este rato de atención.