EL ROMANTICISMO DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS: El romanticismo es un movimiento originado en Inglaterra y Alemania a finales del siglo XVIII que se extiende por el resto de Europa en las primeras décadas del XIX. Implica el fin del orden clásico (con su dominio de la monarquía absoluta, la razón y la regla), instaurando en cambio la democracia, la libertad, la voluntad individual. Con el romanticismo surge una escala de valores basada en el subjetivismo: predominio del yo y del idealismo frente a la realidad exterior; supremacía de lo popular frente a las aristocracias; proclamación de una libertad ilimitada frente a reglas sociales; culto del nacionalismo frente a lo universal; reivindicación de la historia europea frente al prestigio greco-romano; imitación de modelos nuevos (como Shakespeare, Dante, Calderón) frente a los clásicos antiguos. El romanticismo además invierte el orden de aproximación humana a la realidad: en vez de hacerlo de fuera adentro (dejando que lo exterior condicione lo interior) lo hace de adentro afuera modelando el mundo externo desde el mundo interno. Y desde esta libertad interior el individuo reclama la libertad come meta suprema. Los extranjeros tendieron siempre a considerar a España como un país típicamente romántico por diversas razones: por su pasado con sus héroes, el apego a la tradición, por el sentimiento patriótico, por la pervivencia de un espíritu heroico y por la curiosidad exótica hacia las reliquias de lo árabe y africano. Por estas razones los románticos europeos, hicieron de España una de las fuentes esenciales de su inspiración. El término romántico en España se utiliza por un periodo muy definido del siglo XIX que va de 1830 a 1850 aproximadamente España fue incorporándose lentamente al romanticismo. Las nuevas ideas llegaron por diversos caminos: gente que viajaba al extranjero o tenía que exiliarse; noticias en libros, revistas sobre lo que se pensaba fuera; y por supuesto las traducciones al castellano de Rousseau, Hugo, Dumas y otros románticos europeos. Las características más importantes de este movimiento son: La defensa de la libertad: hay una rebelión del individuo contra cualquier norma que le impida expresar sus propios sentimientos. El individuo mantiene una actitud idealista que no corresponde a la realidad que lo rodea y lo lleva a la rebeldía contra la patria, la sociedad e incluso contra Dios. Como consecuencia del enfrentamiento entre su espíritu idealista y la realidad, se produce el desengaño. Los románticos rompen con los moldes neoclásicos y reivindican la libertad creadora del autor; No les gustan las normas, prefieren la libertad creadora y el estilo personal. Subjetivismo. Exalta la importancia del individuo y su visión del mundo y reivindica la concepción subjetiva de la realidad. La literatura se convierte en expresión de la interioridad del artista. La búsqueda del ideal de felicidad y plenitud choca con la realidad que lo rodea, y el escritor expresa su fracaso existencial. Hay un interés por tipos humanos rechazados por la sociedad. Fuerte tendencia nacionalista de cada país: En contra de la uniformidad cultural defendida por el racionalismo ilustrado, los románticos aprecian y exaltan los valores nacionales, las tradiciones populares y el folclore de cada país, recuperan su pasado y lo idealizan. En España, el nacionalismo contribuye a la recuperación del gallego y del catalán en literatura. Soledad: los románticos huyen de la realidad refugiándose en si mismo. Por eso prefieren lugares solitarios. Pero la soledad produce dolor y conduce al artista a ansiar la integración, el amor ecc. Historicismo: El romántico es ante todo un nostálgico. Dirige la mirada a un pasado lejano e idealizado en que todo iba mejor, o vive del recuerdo de la felicidad perdida. Generalmente se siente ajeno al mundo y estima que los asuntos interiores son de mayor importancia que los asuntos del mundo. Se inspira en la tradición, las leyendas populares y le gusta los lugares exóticos. La supremacía del sentimiento frente a la razón: se rechaza el racionalismo ilustrado del siglo anterior y se valoran aspectos que son irracionales, como las pasiones, las emociones, la fantasía, los sueños... Si para el individuo neoclásico la verdad era igual a la belleza, para el romántico sólo la belleza es igual a la verdad. Para los románticos los sentimientos son más importantes que la razón; en sus obras intentan producir en el lector emociones y tocar su sensibilidad. Esto lo obtienen con un estilo altamente emotivo y imaginativo, con mezcla desigual de contrastes Los temas más importantes son la libertad (anhelo de libertad e individualidad frente a las estructuras sociales y contra los cánones literarios), el amor ( como fundamento ético y estético, generalmente exaltado emocionalmente) y la muerte (los cementerios, las tempestades, lo nocturno, el aislamiento, las despedidas, los presagios y premoniciones son motivos recurrentes) Hay una atracción por lo irracional, lo misterioso e inexplicable, que contrasta con el racionalismo. Tienden a una evasión de la realidad en la cual se revaloran la fantasía, lo medieval, el sentimiento religioso, un sentido de fatalidad y la omnipresencia de la muerte. La naturaleza por fin es muy importante: El paisaje abrupto, rural, solitario, es un reflejo de los estados de ánimo del poeta (identificación del individuo con la naturaleza). El romanticismo no es sólo un movimiento literario sino que se expresa en todas las manifestaciones de la vida, y especialmente en la política. Muchas de las figuras políticas de la época están impregnadas de ese espíritu romántico que es el de la libertad: Toreno, Argüelles, Riego, Mariana Pineda, Torrijos ecc. que tienen ese aire de héroe romántico que lucha contra la tiranía y entre ellos también Martínez de la Rosa que fue uno de los primeros comisionados para comprar armas a Inglaterra para luchar contra Napoleón. Además tiene un espíritu de libertad que le lleva a emplear la literatura como arma social para la libertad...el rasgo romántico por excelencia! LAS GENERACIONES ROMÁNTICAS: Los autores que se incluyen dentro del romanticismo español son los que escriben sus obras fundamentales entre 1830 y 1850. Treinta años constituyen el límite de una generación y dan suficiente campo para distinguir dentro de ella entre viejos y jóvenes. Se admite la existencia de unas generaciones románticas, pero se niega que los autores dentro de ellas hayan tenido conciencia de pertenecer a un grupo con unas intenciones, unos objetivos determinados y una estrategia para lograrlos. Dentro del romanticismo entonces se pueden distinguir tres generaciones románticas: - primera generación – El grupo de los “viejos” lo forman escritores nacidos antes del 1800 (finales de 1780, comienzo de 1790) a los cuales se suelen referirse como “los hombres de las Cortes de Cádiz” responsables en parte por la Constitución de 1812. Comenzaron su carrera literaria como neoclásicos bajo el magisterio de Moratín, Quintana y Meléndez Valdés y luego con mayor o menor afición se hicieron románticos durante su experiencia europea (en la emigración de 1823-1833) o bien por otros motivos. Son una generación de escritores que abren la cultura española y la sociedad al romanticismo. Eran liberales e ilustrados y a ellos les correspondió la introducción del movimiento en España. Son ellos Martínez de la Rosa, Blanco White, Antonio Alcalá Galiano, Ángel de Saavedra, Augustín Durán, Cecilia Böhl de Faber (cuyo seudómino es Fernán Caballero), Antonio Gil y Zárate, Manuel Bretón de los Herreros, Buenaventura Carlos Aribau, Serafín Estébanez Calderón. - Un segundo grupo viene constituido por los que nacen en la década siguiente, entre 1800 y 1810. Reciben todavía una educación clásica y maestro de todos fue Alberto Lista que los forma en el buen gusto y la moderación. Viven en su juventud la alternativa de “liberalismo o represión” siendo el Trienio Liberal y la Ominosa Década su experiencia histórica. La monarquía de Fernando VII era muy restrictiva del punto te vista de las nuevas ideas y de la información y por eso algunos emigraron, pero muchos prefirieron quedarse en el país. En su mayoría eran liberales y llevaron al romanticismo el entusiasmo juvenil y ardor doctrinario aunque algunos tendieran al conservadurismo. Triste sino de los mejores fue la muerte temprana: Larra (se suicidó), Espronceda, Gil y Carrasco. Se incluyen en este grupo José María Díaz, Santos López Pelegrín, Ramón Mesonero Romanos, Juan Arolas, Juan Cortada y Sala, Ramón López Soler, Modesto Lafuente, Juan Eugenio Hartzenbusch, Patricio de la Escosura, Ventura de la Vega, José de Espronceda, Manuel de Cabanyes, Francisco Pacheco, Mariano José de Larra, Juan Donoso Cortés, y Pascual Gayangos. - Finalmente existe una tercera generación, la verdadera generación romántica que comprende los nacidos entre 1810 y 1820. Se educan en pleno fervor romántico y su experiencia histórica decisiva es la guerra carlista y las luchas de moderados y progresistas por el poder. Buscan un romanticismo menos agresivo más histórico y tradicional, en suma más conservador. Sus primeras obras ya son románticas mientras que en las otras generaciones, hubo un proceso de transición. Aquí encontramos Jaime Balmes, Nicomedes Pastor Díaz, Miguel Augustín Príncipe, Pedro Mata y Fontanet, Tomás Aguiló, Antonio Gacía Gutiérrez, Vincente Boix, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Salvador Bermúdez de Castro, Enrique Gil y Carrasco, Eugenio de Ochoa, Leopoldo Augusto Cueto, Juan Ariza, José Zorrilla, Ramón de Campoamor, Pablo Piferrer, José Amador de los Ríos, José María Quadrado y Carolina Coronado. ORÍGEN DEL ROMANTICISMO: El Romanticismo surgió primero en Inglaterra y en Alemania, donde presentaba características comunes: el amor por la naturaleza, el interés por la poesía popular del pasado, la afición por el romancero, las leyendas históricas medievales y el teatro español del Siglo de Oro. El Romanticismo inglés floreció (como movimiento psicológico más que doctrinario) a comienzos del siglo XIX, aunque fue gestándose durante la centuria anterior. Las figuras literarias más conocidas del romanticismo inglés son Walter Scott (considerado como el auténtico creador de la novela histórica) y lord Byron. El Romanticismo alemán se agrupa a comienzos del siglo XIX en tres escuelas: la de Jena, la de Heidelberg-Berlín y la de Stuttgart y la figura más conocida del Romanticismo alemán es el poeta H. Heine. En Francia este movimiento se había mostrado conservador durante los primeros años de la Restauración, pero en el año 1827 se produjo un cambio sustancial de orientación gracias a la publicación por parte de Victor Hugo (considerado como el maestro de la escuela romántica francesa) del famoso prólogo a su Cromwell, en el que exponía su postulado de que el romanticismo es el liberalismo de la literatura. El estreno de su obra Hernani (drama de tema español basado en la época de Carlos I) en 1830 significó el definitivo enfrentamiento del Romanticismo, como movimiento de rebeldía, contra el clasicismo. Alrededor de 1830 el Romanticismo comienza a afectar a la política y se alea con el liberalismo. Otras figuras del romanticismo francés son Alphonse de Lamartine, Alfred de Vigny y Alfred de Musset. En Italia, el movimiento romántico está más cargado de un sentido político de liberación y de consecución de la unidad nacional. Es, por consiguiente, más patriótico. En España el Romanticismo presenta en general las mismas características que en el resto de Europa y sus antecedentes hay que relacionarlos con las guerras napoleónicas y con los conflictos civiles que tienen lugar en ambos países. Sin embargo, el triunfo de la revolución romántica en España no se produciría hasta el estreno en 1835 de la obra del duque de Rivas, “Don Álvaro o la fuerza del sino”. Desde el punto de vista literario entonces, la producción más importante tendría lugar a partir de la muerte de durante el reinado de Isabel II Fernando VII en 1833 y y su desarrollo estará condicionado por la situación política marcada por el absolutismo de Fernando VII. Contribuyen enormemente a que se introduzca el romanticismo en la península, la famosa polémica de Böhl de Faber; el erudito José Joaquín de Mora, exiliado en Francia, envió a los Böhl de Faber, los primeros romances románticos, y más tarde, durante su exilio en Londres en 1823, junto con Alcalá Galiano y Blanco White, fue uno de los impulsores del romanticismo español. Otra contribución vino tras la muerte del monarca con la vuelta de los emigrados que habían escapado de Fernando VII y que cuando volvieron trajeron las nuevas ideas románticas de Londres y París, y se encargaron de divulgarlas en su país. Se señala el año de 1834 como fecha del triunfo del romanticismo en España. Se estrenan entonces “La conjuración de Venecia”, de Martínez de la Rosa, “Macías” de Larra y se publican las “Poesías” de Salas y Quiroga. Algunos críticos señalan el fin del auge romántico hacia 1844, año del estreno del “Don Juan Tenorio” de Zorrilla. El principal exponente del romanticismo en España, que supo sintetizar en su vida y su obra el espíritu romántico, fue José de Espronceda, considerado por algunos el primer gran poeta español moderno. El origen del pensamiento y del sentir románticos está en el descontento con el presente, y en la convicción de que en el pasado se encuentran los auténticos valores de los pueblos. Así, se vuelve la mirada a épocas que habían sido rechazadas en la ilustración; la Edad Media y el Barroco. Este pasado histórico es visto de forma distinta por los autores que se distinguen (como en Europa) en una línea liberal y una línea tradicionalista. Los conservadores exaltaron las tradiciones nacionales y religiosas y aquí se sitúan escritores como Zorrilla y el Duque de Rivas; en cambio los progresistas acentuaron la rebeldía contra la realidad del presente en el que vivían y esto les condujo a plantearse críticamente el pasado para favorecer el progreso (Larra y Espronceda). Se denominan Romanticismo tradicional y Romanticismo liberal. ETAPAS DEL ROMANTICISMO: La literatura romántica española recibió distintas influencias europeas (alemanas, francesas, inglesas), que los escritores fueron integrando en sus obras. Por estas influencias se distinguen tres momentos: - Primera etapa: entre el 1780 y 1800 aproximadamente se da el primer romanticismo español. A principios del siglo XIX comenzó la difusión de las ideas de los románticos alemanes. En Cádiz, Johan Nicolás Böhl de Faber (alemán) divulgó las teorías de los hermanos Schlegel sobre el romanticismo en la prensa. En la revista El Europeo Buenaventura Carlos Aribau y Ramón López Soler incluyeron críticas y reflexiones sobre los nuevos postulados artísticos. En general predominó una visión tradicionalista, conservadora, unida a la defensa del catolicismo como seña cultural. Hay que esperas hasta 1823 para encontrar lo que legítimamente (desde el punto de vista cronológico no cualitativo) debe considerarse la primera creación romántica española: “Ramiro, conde de Lucena” novela histórica de Rafael Humara. - Segunda etapa: a mediados de 1830, de 1834 a 1844 precisamente. Una década apenas pero lo suficiente para transformar el panorama cultural, social y político de España. Coincidiendo con el liberalismo, triunfó el nuevo movimiento, al que se había añadido la influencia del romanticismo francés. El regreso de los liberales exiliados a Inglaterra y Francia durante el periodo absolutista impuso una nueva orientación de corte progresista. En estos años predominan las tragedias, odas patrióticas y las fábulas de intención política. Es durante esos años cuando el movimiento romántico adquiere su identidad: se inicia con una obra de teatro de Martínez de la Rosa “La Conjuración de Venecia” y se acaba con otra “Don Juan Tenorio” de Zorrilla. Entre las dos fechas se publican los mejores dramas de Hartzenbusch, García Gutiérrez, Gil y Zarate y del propio Zorrilla. Espronceda escribe sus poesías y Larra publica muchos de sus artículos. Florece el costumbrismo y la novela histórica alcanza su apogeo. - Tercera etapa o postromanticismo: se extiende desde 1830 a 1860 más o menos. En este periodo se produjo la influencia alemana y se reivindicó la poesía como forma popular y de expresión intimista. TEMAS ROMÁNTICOS (HISTORIA, SENTIMIENTO, CONFLICTOS SOCIALES...): Los románticos españoles prefirieron, para expresar su visión del mundo, unos cuantos temas que coinciden básicamente en su fondo con los del romanticismo europeo pero luego los adaptaron a su tradición lingüística, los nacionalizaron. Los temas románticos se pueden agruparlos en tres grandes categorías: la historia, los sentimientos y los conflictos sociales. - La historia – La literatura romántica es en gran parte histórica pero a diferencia del pasado, los románticos no se interesaban a la historia greco-romana, sino a la nacional diferenciándose de esta forma de los clasicistas. Muchas obras históricas del romanticismo son meras reconstrucciones del pasado, sin otro interés que el de divertir al lector. Pero otras son índices de los problemas y sentimiento del tiempo o del autor: en ellas se pusieron lecciones, matices, sensibilidad tales que la historia se transformó en un ejemplo, en un espejo que reflejaba el presente. Tal es el caso de “Macías” de Larra o “La Conjuración de Venecia” sobre los males de la tiranía. Había también un grupo no escaso de autores dedicado a exaltar el ideal regionalista que comenzaba a revivir (escogiendo hechos localizados en determinadas regiones y así dando a conocer su belleza y su importancia histórica). Prevaleció la historia nacional sobre la extranjera que no fue muy cultivada y la época preferida fue la Edad Media. La edad media va a ser fuente de inspiración constante para poetas, novelistas, y autores del teatro. A finales del siglo XVII vemos cómo la historia medieval sugiere un gran número de obras literarias (“El Pelayo“ por ejemplo) y recorre también los dramas de teatro. Gran parte de los mejores dramas románticos se asientan es sucesos del pasado medieval: “Macías” de Larra, “El Trovador” de Gutiérrez, “Los Amantes de Teruel” de Hartzenbusch ecc. Este medievalismo es uno de los elementos característicos del romanticismo porque en esta época los románticos encuentran no solo muchos temas sino también el espíritu heroico que lleva al desgarro de la violencia, la muerte y las pasiones más fuertes; al mismo tiempo la lucha contra la tiranía y la defensa, le permite acercar a su presente las ideas políticas contra la opresión de Fernando VII. Apasionó asimismo el problema de los templarios quizás porque en ellos se retrataba la situación contemporánea de la iglesia y las consecuencias de la desamortización de aquel período. Y al lado de todo esto se revivió naturalmente el ambiente caballeresco con sus damas y trovadores. Dentro de lo medieval reviste un carácter especial el mundo árabe; el orientalismo europeo cobra en España un matiz patriótico porque el oriente no sólo no le era ajeno, sino parte de su historia. Tras lo medieval se acudió en busca de temas del Siglo de Oro que pero fueron tratados con cierto recelo. Interesaron por fin personajes de la literatura y la política como Garcilaso de la Vega, Quevedo, Calderón ecc convertidos en más de una ocasión en protagonistas de dramas. - Los sentimientos – como en todas las épocas están presentes los grandes sentimientos del hombre ante los valores básicos: el amor, la religión, la vida y la muerte. El amor en particular fue uno de los valores claves para los románticos. No se trataba de un amor sereno y racional sino de un amor furioso, ciego, desatado que lleva a consecuencias extremas. Esto indica que el amor ha perdido en cierto modo el contacto con lo real y se ha convertido en fenómeno absolutamente subjetivo y de carácter posesivo. Este sentimiento suele revestir dos formas: la sentimental y la pasional ambas idealistas. La primera consiste en una actitud de melancolía, de tristeza íntima, de sueño irrealizable caracterizada por la mujer amada e imposible, el alma tímida del hombre y el paisaje compañero; es el campo preferido de la poesía. La segunda forma, la del amor pasión, surge de repente y se plantea en términos de todo o nada. Rompe las fronteras de las convenciones sociales: los amantes saltan encima de los padres, de los códigos morales, aun de Dios y para hacerlo posible se reclama la libertad del corazón y el derecho de la mujer a elegir su compañero. En relación con esto surge un papel nuevo de la mujer: es usual verla como un “ángel de amor” inocente, hermosa, que lleva al hombre a cimas de felicidad y virtud; pero puede ser también un demonio, perversa, vengativa que arrastra a la muerte y la destrucción. La religión se les presenta a los románticos españoles bajo una doble perspectiva: como sentimiento y como institución. El sentimiento religioso no es firme, sólido, Dios es con frecuencia un Dios inconcreto y universal. A él se dirige el escritor (cuando lo hace) en busca de consuelo, de apoyo a su dolor o su soledad. Esto es también un índice de que el catolicismo no vivía ya en muchos corazones. Con los románticos aparece la rebeldía frente a Dios, ese ser que ha hecho al hombre tan desgraciado y la rebeldía trajo como consecuencia la reivindicación del diablo. La religión como institución también atrajo la atención: mirando al pasado, se condena la Inquisición, las intrigas de las órdenes religiosas y el dominio del clero. Y los problemas contemporáneos se reflejan también con la quema de conventos, la desamortización, los frailes exclaustrados, la alianza de curas y carlistas ecc. La vida para los románticos se presenta negativamente: no es un bien sino un mal. El pesimismo envuelve todo. Si se mira a la juventud, el tiempo la destruye; si se sueña el amor, el desengaño prevalece; si la riqueza o la fama, pronto se desvanecen; si se mira la sociedad, la injusticia y el dolor ponen una nota de amargura ecc. Esto es el “fastidio universal”, el cansancio de existir que lleva a consecuencias importantes. El desprecio por la vida lleva al hombre a buscar (por compensación) aventuras, peligros, hazañas, acciones heroicas donde se pueda perder. En consecuencia la muerte es gran amiga de los románticos: es la libertadora, la que trae la paz al alma atormentada. En los paisajes mortuorios la luna y el ciprés ponen siempre una nota de reposo, de encanto, de suprema serenidad. Por eso, incluso, se busca deliberadamente con el suicidio: don Álvaro en la literatura y Larra en la vida constituyen los dos casos más espectaculares de este fenómeno. - conflictos sociales – La literatura romántica es una literatura muy comprometida. El artista se vuelve hacia la sociedad en que vive y toma postura ante sus problemas. Nunca el poeta, el escritor, han tenido tan aguda conciencia de su misión social (Espronceda y Zorrilla fueron particularmente sensibles ante este nuevo papel). Se proclama la libertad como eje de la vida pública y privada y en su nombre se declara el derecho de pensar y a decir lo que se piensa, con respeto absoluto a la opinión. En su nombre se ataca a los tiranos, a la opresión y a la censura. Políticamente se convierte al pueblo en origen y depositario del poder y desde él se critica el absolutismo monárquico. Pero cuando el pueblo a su vez se convierte en el tirano, se le condena, buscando el equilibrio que permita el ejercicio de la libertad sin amenazas de arriba o abajo. Es el ideal burgués (socialmente se elige el lado del individuo frente a la organización). Importante aspecto es el humanitarismo o sentimentalismo social. Hay simpatía hacia el desgraciado, el pobre o la víctima; se intenta entender el criminal y otorgarle dentro de su miseria una condición humana de dignidad. Cobra una nueva dimensión la conciencia nacionalista que se presenta en diversas formas y en los costumbristas, por ejemplo el nacionalismo se reviste de ataques a la falsedades difundidas por los extranjeros y de afanes por descubrir la verdadera identidad del país. Esto lleva a desear una creacción de una nación ideal, perfecta, tan avanzada como cualquiera de Europa. Finalmente el romántico siente una fuerte admiración por todos aquellos seres que están fuera de la ley (piratas, bandoleros, vagabundos), a los que considera como verdaderos símbolos de la libertad. Otro tema esencial por los románticos es la naturaleza. El romántico considera el paisaje como un elemento muy importante en su obra en cuanto este se convierte en el refugio del protagonista y en reflejo de sus sentimientos. Son lugares apartados y misteriosos como cementerios o ruinas, o bien abruptos y bravíos como acantilados que conecte con sus sentimientos tumultuosos. El ambiente suele ser de noche simbolizando la muerte o la decadencia. La naturaleza participa de los propios sentimientos del poeta y se convierte en una compañera con la que se comunica. Controlada por el clasicismo, con los románticos renace también la fantasía. El desencanto, la angustia existencial se produce porque la realidad no llega jamás a conformarse con la imaginación. La fantasía abarca temas que van de lo misterioso al sobrenatural. Personajes de origen desconocido como don Álvaro, situaciones ambiguas o zonas confusas donde se pierden los límites entre lo creíble y lo increíble: presentimientos, voces o clamores vagos, apariciones del más allá, etc. O milagros, como en Zorrilla. La fantasía recurre al sueño y a la visión, anunciando la exploración del subsconciente. El sueño positivo se relaciona con el paraíso, y pasó a ser sinónimo de lo deseado: sueños de amor y de gloria. El sueño negativo o pesadilla anuncia lo peor, la muerte, el fracaso. LA SITUACIÓN EN EL TEATRO: El romanticismo se alzó en nombre de la libertad y naturalidad y por consecuencia, proclamó el derecho a mezclar los géneros y sus variedades internas. El relativismo de la creación literaria se convirtió en principio fundamental así que cada país y cada individuo podían expresarse a su manera, a su modo de ser. Consecuentemente en el teatro se puso de moda el drama, en el que se funden elementos trágicos y cómicos, se toleró en él la lírica (en notas del paisaje o en discursos sentimentales), se permitió la mezcla de prosa y verso dentro de la misma obra teatral y por supuesto se rechazaron las tres unidades aunque solía respetarse la de acción. Frente a la fidelidad a las mismas, se enfatizó como norma suprema el mantener el interés del espectador. Muy pocas obras originales se estrenaron en España durante los treinta primeros años del siglo XIX. Concurrieron en ello varias causas: la rígida censura establecida por Fernando VII hacía peligrosa hasta la más inocente broma; los más nobles talentos se hallaban en destierro y los autores que seguían en patria estaban de hecho a la merced de empresarios y libreros sin que se respetase el derecho de propiedad. Después de la muerte del tirano se hicieron varios intentos para mejorar la situación; en 1833 se nombró una comisión para la reforma del teatro compuesta por Quintana, Lista y Martínez de la Rosa que propuso de suprimir la censura eclesiástica, establecer una empresa privada y permitir la representación de las obras prohibidas en la época de Fernando VII. Pero solo muy a fines de la época romántica se encaró con seriedad el problema; fue nombrada una Junta, se regularon los derechos y obligaciones de los autores, escritores y empresarios, se reclasificaron los teatros madrileños y fue creado un teatro nacional subvenciado, el Príncipe (ahora Teatro Español). A comienzo del siglo, Madrid contaba varios teatros: el del Príncipe y el de la Cruz (para las obras dramáticas); el de los Caños del Peral y el del Retiro (para la ópera). Un personaje muy importante en el escenario de los teatros de Madrid fue Juan Grimaldi que además de ser autor de una comedia de mucho éxito (“La pata de cabra o todo lo vence el amor”) decidió la suerte del teatro español de aquellos años introduciendo importantes novedades. Los actores en general no se distinguían por su refinamiento y buen gusto; no tenían una buena preparación, una buena dicción y en el vestuario a veces había anacronismo. De esto cuadro general destacan sólo algunos nombres ligados al estreno de las grandes obras románticas: actores importantes eran Carlos Latorre y Julián Romea (fueron ambos los titulares del Príncipe), mientras que entre las actrices sobresalieron Concepción Rodríguez (casada con Grimaldi) y las hermanas Bárbara y Teodora Lamadrid. Por lo que atañe las obras, seguían rapresentandose la comedia antigua o del Siglo de Oro (en versión original o en refundición); del siglo XVIII sobrevivieron el melodrama, la comedia y la tragedia clásicas; la comedia clásica derivó de Molière y Moratín. Varios ingenios del periodo romántico cultivaron la comedia moratiniana de costumbres, aunque no siempre sujetándose a las unidades requeridas. Tuvo también lugar la tragedia de la cual se representaban autores clásicos, especialmente franceses; Martínez de la Rosa y el Duque de Rivas iniciaron su carrera dramática como trágicos. A estos pueden añadirse aún otros dos tipos de obra teatral: por un lado la comedia ligera (con traducciones de escritores franceses como Ducange, Soulié y Delevigne) y por otro la comedia de magia. Larra expone en su artículo “Una primera representación” (1835) un elenco de los más destacados tipos de representaciones de la época en España y se pueden resumir así: - Lo que se llama “comedia antigua”, es decir, todas las anteriores a Comella - “Melodrama” traducido del francés - “Drama sentimental y terrorífico”, también traducido - “Comedia clásica” de Molière y Moratín - “Piececita de costumbres” - “Drama histórico”, una crónica puesta en verso o prosa poética - “Drama romántico” Por lo que atañe a uno de los espectáculos más frecuentados de la época como era la ópera, en esta época, por influjo italiano, esta se convierte en el espectáculo más destacado. Uno de los géneros más fecundos y más representados es el de la llamada “comedia de magia”, de ambiente muy popular y que recogió lo más destacados éxitos de la época. La grandiosidad de el espectáculo, los efectos escénicos, la sorpresa de los argumentos, la complejidad de las situaciones ecc. son aspectos que preparan al espectador para acercarse y aceptar con mayor fervor el nuevo drama romántico. EL DRAMA ROMÁNTICO: El drama romántico en España fue sobre todo social, enraizado con los conflictos de su tiempo; condenaba la sociedad española tal como era, arcaica, conservadora, cerrada en privilegios, supersticiosa y devota, inflexible y rígida, celosa de sus leyes y costumbres. De esta manera se dramatiza unas veces el horror de la represión política junto a la defensa de la libertad y del derecho a la revolución frente a los gobiernos tiránicos (“La Conjuración de Venecia”). Otras veces se sostiene la lucha de clases, mostrando la brutalidad de las dominantes, su cerrazón y la opresión de los débiles (“Don Álvaro”, “El Trovador”). O penetrando en el mundo del corazón, se proclama la primacía del individuo sobre los códigos morales (“Macías”, “Los amantes de Teruel”. “Don Juan Tenorio”). Finalmente, volviendo la vista a la historia nacional, se la juzga negativamente por el fanatismo religioso y la estupidez política (como en “Carlos II el Hechizado”). Los dramaturgos románticos reivindicaron la libertad creativa, ignoraron el fin didáctico y destacaron los aspectos no lingüísticos de la puesta en escena. Por lo que atañe las características, el drama romántico mostraba el fracaso del orden neoclásico, moral y racionalista en cuanto desaparecen las rígidas normas neoclásicas. Los asuntos son compuestos de amores imposibles de rebeldías de todo tipo y todo con destino trágico. Hay una preferencia por los temas legendarios, caballerescos o de la historia nacional. Se proyecta siempre hacia el pasado.; los dramaturgos románticos llevaron a la historia sus problemas, sus preocupaciones, sus teorías y desde ella analizaron el presente. Los temas principales son la fatalidad y el amor apasionado (la imposibilidad de alcanzar un amor puro y perfecto hace que los finales sean trágicos), la venganza, el poder y la autoridad, se apartan de las pautas de la época en asuntos como el adulterio, el suicidio y el honor, aparecen elementos melodramáticos y fantásticos. Los escenarios son muy variados (Los ambientes son tétricos, terroríficos a veces, oscuros) y el tiempo se acorta o se alarga a gusto del autor. Presenta un personaje oscuro, misterioso, tipos marginales, héroes gallardos y generosos pero inocente, maltratado por un destino cruel y sin sentido, que frustra su proyecto vital, en sus amores y pretensiones individuales. El protagonista, de origen misteriosa o desconocido, acaba siendo víctima de la fatalidad implacable y de una sociedad que no lo acepta. Las mujeres, condenadas al sufrimiento, aman apasionadamente hasta el sacrificio. Aparecen personajes marginados y otros que sitúan fuera de las normas sociales. El drama romántico mezcla tragedia y comedia (hay escenas de máxima tensión dramática y otras con estilo elevado y coloquial, lenguaje sencillo) El tono de la obra es vibrante: abundan las escenas violentas, duelos, suicidios, muertes, ambientes sepulcrales. Hay un rechazo de la regla de las tres unidades, las acciones se multiplican, el conflicto se desarrolla en diversos lugares y hay una ruptura de la unidad temporal. Como vehículo expresivo, los románticos vacilaron entre el empleo del verso o la prosa. “Macías” está escrito en verso; “La Conjuración de Venecia” en prosa; y el Duque de Rivas utilizó en su “Don Álvaro prosa y verso. Al final fue este que se impuso: la mezcla entre la prosa y el verso. La madurez del drama romántico llega con “Don Álvaro o la fuerza del sino” (1835) de Ángel Saavedra, duque de Rivas (1791-1865). Los dramas románticos mas notables son: “La conjuración de Venecia” de Francisco Martínez de la Rosa; “Macias” de Larra; “Don Álvaro o la fuerza del sino” del Duque de Rivas; “El trovador” de Antonio García Gutiérrez y “Los amantes de Teruel” de Juan Eugenio Hartzenbusch. Cuando, a lo largo de la década de los años veinte, los literatos españoles entraron en contacto con el romanticismo europeo, debieron enfrentarse con el problema de su hispanización: no era concepible un romanticismo español que se manifestase sencillamente como una copia del inglés o del francés. Particularmente viva fue tal preocupación entre dramaturgo y comediógrafos y al final los comediógrafos eligieron como punto de partida la comedia moratiniana, mientras que los dramaturgos se encontraron frente a diversas alternativas: convertir en romántico el teatro sentimental, recuperar el teatro del Siglo de Oro, volver a las tragedias clásicistas o más sencillamente insertar los temas extranjeros en el ambiente español. Al principio la solución más viable debió de parecer la de empujar hacia una coloración romántica esas piezas sentimentales que seguían gustando. No hay pues que extrañar que justamente el primer drama romántico, “La Conjuración de Venecia, año de 1310 manifestase ciertos rasgos que lo emprentaban a los dramas sentimentales. Lo que, por otro lado, no impide que se le considere el primer drama romántico.