Una vida de sumisión En el mundo de hoy la sumisión es vista como un signo de debilidad. Es más probable que nuestra cultura respete el poder, la fuerza, el control, y el orgullo, pero eso no es la vida a la que Cristo llama a sus seguidores. En la Escritura el poder de Dios se guarda para aquellos que están verdaderamente sometidos a Cristo. Sumisión: elegir voluntariamente ceder a otro. El acto de dejar de lado la propia voluntad en aras de la de otro. Si bien hay momentos en la vida cuando la sumisión es obligatoria, una sumisión bíblica es la que se elige libremente. Como creyentes, una de nuestras prioridades es llegar a ser como Jesucristo, que nuestra vida se parezca a la suya. Con esto en mente, debemos ver cómo se manifestó la sumisión en la vida de Cristo. En Mateo 6:10, Jesús ora al Padre: "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo." Cristo deseaba la voluntad de Su Padre por encima de todos lo demás. En el Huerto de Getsemaní vemos a Jesús agonizando en oración antes de ser arrestado y crucificado. En palabras de Jesús: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa. Sin embargo, no sea lo que yo quiero, sino como quieras tú" (Mat. 26:39). Sabiendo lo que le esperaba, aún así Jesús cedió sus propios deseos a la voluntad del Padre. Esta no fue solamente la manera de actuar de Jesús frente a la muerte, fue también la forma en que vivió. "Ciertamente les digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, lo hace también el Hijo." (Juan 5:19) Vemos que así como Cristo cedió al Padre, fue llevado a ceder también a otros en su vida diaria. Jesús cedió su agenda para incluir a aquellos que eran considerados pecadores o a los olvidados. Cristo cedió a las necesidades de los niños, de la mujer "impura" por el tema de la sangre, e incluso de los recaudadores de impuestos, que eran considerados los más grandes pecadores. Vemos estas mismas características en otros seguidores de Dios en las Escrituras: María, Moisés, José, Esther, David, Pablo, y muchos otros fueron usados poderosamente por Dios a causa de su disposición a rendir sus vidas a la voluntad de Dios. Santiago 4:7-10 resume la idea con estas palabras: "Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y el huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes”. La sumisión a Dios es un requisito previo a la intimidad con Dios. Aprender a someterse a las autoridades terrenales nos ayuda a entender la forma de someternos a Dios. Someternos a Dios nos da poder para someternos a las autoridades terrenales. Para aquellos que lo han aprendido de niños, es una gran ventaja cuando se está aprendiendo a relacionarse con Dios. Para aquellos que no están acostumbrados a someterse a otros, se les hace aún más difícil cuando se están pensando si deben o no seguir a Cristo. Someternos a Cristo nos debe llevar a ceder a otros. Efesios 5:21 dice: "Someteos unos a otros, por reverencia a Cristo." Las dos sumisiones se conectarán, pero ¿cómo? Tito 3:1-8 describe nuestra sumisión en términos de obedecer a las autoridades, estar dispuestos a hacer lo que es bueno, no calumniar a nadie, ser pacíficos y considerados, y mostrar verdadera humildad a todos los hombres. Seguidamente, se nos recuerda como solíamos ser antes de conocer a Cristo, y la diferencia que hizo cuando "la bondad y el amor de Dios apareció." A medida que nuestras necesidades son satisfechas en Cristo, somos liberados para someternos como Dios nos pide. Piensa en las razones de la vida que por lo general nos mantienen alejados de la sumisión: el orgullo, el respeto, el egoísmo, la amargura, la lucha por nuestros derechos, la justicia, la pereza, el control, y mucho más. Todos estos deseos fueron contestados en la cruz. Nuestro orgullo fue humillado, porque nos damos cuenta de nuestro pecado. Ya no tenemos que luchar por nuestro valor propio o para probarnos a nosotros mismos ante los demás. Nuestro valor está asegurado porque Cristo ha considerado que merece la pena morir por nosotros. Hemos sido perdonados, por lo que ahora somos capaces de perdonar a los demás. Tenemos el poder para tratar su pecado así como Cristo ha tratado el nuestro. La amargura puede ser liberada y se puede dar el perdonar. Porque Cristo ha demostrado que Él es Señor sobre todo, incluso la muerte, ya no tengo que luchar por mis derechos y mi agenda para controlar todo lo que me rodea. Puedo descansar en la soberanía de Cristo. Él está en control. Incluso cuando soy ofendido ya no tengo que juzgar a otros, porque entiendo que Dios los hará responsables por sus acciones. Como Cristo vive en mí estoy liberado de mi agenda, mi egoísmo, mi pereza, y a través del Espíritu Santo esto puede ser sustituido por amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, templanza, fe, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22). La sumisión a Cristo permite que Dios obre en nuestras vidas. En Cristo tenemos satisfechas las necesidades más profundas de la vida. Esta fuerza me da la posibilidad de "morir a mí mismo" y someterme a otros. Ya no tengo que luchar por mis derechos, mis necesidades, o por venganza. Dios, mi Padre, ahora es mi Proveedor, el Moldeador de mi alma, y el Juez a quien todo el mundo tendrá que rendir cuentas. Al igual que un Padre terrenal, mientras me mantenga cerca de Él, estaré bien atendido. La sumisión es posible cuando un creyente ve sus luchas desde la perspectiva de Dios. Ya sea para la gloria de Dios, para la salvación de los que nos rodean, o para nuestra propia santificación, debemos confiar en que mientras nos sometamos a Dios Él va a trabajar en nuestras situaciones para nuestro bien (Romanos 8:28-29). Algunos oirían esta idea de la sumisión y la rechazarían: "¡No voy a someterme a nadie! ¡Soy libre! Voy a hacer lo que yo quiera!" Lo contrario de someterse a Cristo no es libertad, es esclavitud. La esclavitud a la tentación, la esclavitud a agradar a los demás, la esclavitud a la amargura, la esclavitud a la codicia, la esclavitud del egoísmo, y mucho más. Cristo es el único que puede liberarnos de la esclavitud del pecado y de la naturaleza pecaminosa interna. El mundo puede reclamar libertad, pero simplemente ha negado ser siervo de Dios, para poder ser esclavo de los deseos pecaminosos que dominan su corazón. La elección de no vivir en sumisión no sólo trae consecuencias terrenales, también te lleva más y más a un lugar donde no puedes ser bendecido en tu relación con Cristo. Si Dios nos ha mandado someternos a los que tienen autoridad sobre nosotros y desobedecemos, entonces nuestra rebelión no es sólo contra nuestro prójimo, es contra Dios. ¿Así que vamos a ceder a los demás en cada situación? ¿Es ese el camino de Cristo? No, las Escrituras no nos llaman a una sumisión total a todo el mundo en todo momento. Las Escrituras nos proporcionan un equilibrio. Nosotros siempre cedemos ante Cristo. Eso determina si nos sometemos a los demás y cuándo. Por ejemplo, en Hechos 4 vemos a dos de los discípulos de Jesús ante los líderes religiosos en Jerusalén. Ellos habían sido llamados y se les ordenó no hablar ni enseñar en el nombre de Jesús. Su respuesta fue una ilustración de este equilibrio: “¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.” Se sometieron a Cristo y en su situación eso determinó que no se someterían a los líderes religiosos. El mismo principio se aplicó en el Imperio Romano cuando los primeros cristianos se negaron a decir "César es el Señor", eligiendo hacer frente a la persecución y la muerte. Se sometieron a Cristo y se negaron a obedecer el decreto de los romanos. En nuestro mundo de hoy este principio se puede aplicar de diferentes maneras. Si la familia de un hombre está en peligro, ¿debe éste someterse al atacante y permitir que su familia sea dañada? No. Él se somete a Cristo, que le ha llamado a ser el protector de su familia, y él toma las acciones necesarias para luchar por su seguridad. Él se ha sometido a Cristo y por eso no se somete al atacante. Otro ejemplo podría ser que se te ordena hacer algo ilegal en tu trabajo. Tienes que tomar una decisión. En primer lugar, te sometes a Cristo, que es también tu consejero todopoderoso y tu proveedor. En segundo lugar, porque estás sometido a Cristo, a continuación estás preparado para decidir si debes someterte a la orden de tu jefe o no. Un tercer ejemplo podría ser éste: Imagínate que estás conduciendo en medio del tráfico. Un coche viene en tu dirección queriendo que le cedas el paso. Como cristiano, ¿debes ceder el paso o no? Depende. En primer lugar, te sometes a Cristo. Si cediendo el paso no causas ningún problema y esto te permite expresar la bondad de Cristo, entonces cédelo. Pero si cediéndolo pones a tus pasajeros y los coches a tu alrededor en peligro, entonces no lo cedas. Cristo ha mandado que amemos a nuestro prójimo. Si a Cristo se le obedece mejor al negarse a ceder el paso, por el bien de todos los involucrados, entonces no lo cedas. La obediencia externa no siempre equivale a un corazón entregado o a un estilo de vida sumiso. En las Escrituras vemos que los demonios siempre se sometían a Cristo, cuando se encontraban con Él, pero eso no es lo mismo que un corazón entregado. Entonces, ¿cómo puedo saber si estoy realmente viviendo un estilo de vida de sumisión? Aquí hay algunas maneras rápidas para saber la dirección general de tu corazón acerca de la sumisión. Cuando estás en el supermercado y el empleado en el departamento de frutas y verduras se te acerca y te pide que te pongas los guantes de plástico de protección antes de seleccionar la fruta, ¿te enfadas o con mucho gusto te sometes a su solicitud? ¿Cuando estás en el autobús o el metro, piensas en dar tu asiento a alguien que está en mayor necesidad que tú o compites por un asiento? Cuando alguien te pide que hagas algo que consideras "por debajo" de tu nivel, ¿lo haces con el corazón alegre o tu orgullo emerge y se convierte en amargura? ¿Cedes a las preferencias, deseos y necesidades de los demás? ¿Estás abierto a las opiniones o perspectivas de otros? ¿Eres desinteresado, servicial, y humilde en Cristo? ¿Escuchas más de lo que hablas? ¿Interrumpes a otros mientras están hablando para poder contar tus ideas en su lugar? Al igual que Jesús en el huerto de Getsemaní, ¿vives con un corazón neutral abierto a la voluntad de Dios en tu vida? ¿O es que sólo le pides a Dios que bendiga tu agenda? En el nivel más profundo, una vida sometida a Cristo, y cedida a los demás, no es más que una expresión externa del Gran Mandamiento. "Amarás al Señor, y amarás a tu prójimo" (Mateo 22:37-40). Esta es una gran imagen de una vida sometida a Cristo: El Ejército de Salvación fue fundado en Londres en 1865 por William y Catherine Booth. Es una organización que proporciona alimentos para los hambrientos, ayuda para las víctimas de desastres, asistencia para los discapacitados, ayuda a los ancianos y enfermos, ropa y refugio a los desamparados y oportunidades para los niños desfavorecidos. Día tras día, el Ejército de Salvación sigue prestando servicios esenciales de la vida y de orientación, en más de 118 países, 9.0000 comunidades y 14.000 centros. Un día al señor Booth, cuando tenía alrededor de 80 años, se le pidió que revelara su secreto para el éxito. "Él vaciló un segundo, y las lágrimas brotaron de sus ojos y corrieron por sus mejillas, y luego dijo: „Te diré el secreto. Dios ha tenido todo lo que había en mí. Ha habido hombres con mejores cerebros que yo, hombres con mayores oportunidades; pero a partir del día en que los pobres de Londres se convirtieron en una carga para mi corazón, y tuve una visión de lo que Jesucristo podía hacer con los pobres de Londres, me decidí a que Dios tuviera todo lo que había en mí. Y si hay algo de poder en nuestra organización hoy en día es porque Dios tiene toda la adoración de mi corazón, todo el poder de mi voluntad, y toda la influencia de mi vida.‟” En la vida del señor Booth, era evidente que “la grandeza del poder de 1 un hombre es la medida de su entrega." Rendirse, ceder, someterse y obedecer. Que hoy el poder de Dios sea grande en tu vida porque eres totalmente suyo. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Hágase tu voluntad, en medio de nuestras pruebas. Hágase tu voluntad, en medio de nuestro dolor. Hágase tu voluntad, en medio de nuestras victorias. Hágase tu voluntad, en medio de nuestra espera. Hágase tu voluntad, en medio de nuestro arrepentimiento. Hágase tu voluntad. NOTAS 1. Paul Lee Tan, Encyclopaedia of 7700 Illustrations: A Treasury of Illustrations, Anecdotes, Facts and Quotations for Pastors, Teachers and Christian Workers, electronic ed. (Garland TX: Bible Communications, 1979; Published in electronic form by Logos Research Systems, 1997).