El comienzo de una Nueva Constitución

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El comienzo de una Nueva Constitución
Por Fabiola Gutiérrez, Periodista Observatorio de Género y Equidad
Manuel Antonio Garretón, Sociólogo. Académico Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Chile
En el mes de septiembre se realizó la Cumbre Social por un nuevo Chile,
espacio en el cual se habló de la necesidad de una Asamblea Constituyente
y Nueva Constitución, como un primer paso de articulación general de los
movimientos ciudadanos y de mejoramiento de la institucionalidad
democrática en el país.
1.- ¿Cómo evalúa Ud. la calidad de la política en Chile?
La calidad de la política está marcada en el mundo, por tres grandes cuestiones. La
primera es la desvalorización, la perdida de significado y vaciamiento de la política
que dice relación, por lo menos en los países de América Latina, con la
transformación colectiva, la manera de enfrentar problemas que tienen que ver con
la vida cotidiana, pero también con la pertenencia y proyecto de país. Es decir,
donde ha existido una relación entre subjetividad y política se ha pasado a un
mundo en el cual "esta política" pierde importancia y significado, quedando
entregada a la actividad solamente de un grupo que sería la "clase política", que
pareciera girar en torno a si misma. Esta desvinculación estructural que existe en el
mundo, en la medida que los procesos de globalización y procesos económicos que
atraviesan a los países donde pareciera que los poderes fácticos son los que toman
las decisiones.
Un segundo elemento es que la institucionalidad de la política chilena es lejos la
peor de América Latina, es la menos democrática porque consagra básicamente la
idea que "gobierna la minoría". Es decir, la minoría tiene derecho a veto en el
Parlamento, ya sea porque se transforma en mayoría o empate a través del sistema
binominal o por el sistema de quórums. De tal modo que las cuestiones centrales
que el país necesita no se pueden resolver por el empate político que se reproduce
en todas las instituciones. La gente piensa que el voto no tiene mayor interés, que
para qué se va a votar porque se sabe los que serán elegidos. La institucionalidad
chilena va en el mismo sentido de las tendencias anotadas anteriormente, pero las
profundiza en esta idea que la política es algo especializado para algunos y que no
sirve para organizar el país, lo que se explica porque no rige la ley de la mayoría,
sino que es la minoría, que expresa fundamentalmente el proyecto socioeconómico
de la dictadura, la que ejerce el poder de veto.
Y la tercera cuestión tiene que ver con que, particularmente en Chile, los partidos
políticos fueron el modo principal de expresión del movimiento social. Esto se ha
roto. Las movilizaciones de 2006 y 2011 implicaron una ruptura entre lo político y
lo social.
La institucionalidad, la pérdida de significación en el mundo contemporáneo y la
separación que hay entre la política partidaria y el movimiento social son aspectos
que configuran una situación muy complicada respecto de la calidad de la política
en Chile.
2.- ¿Cómo se pueden reformular las relaciones entre lo político y lo social?
La fórmula clásica es que el sistema de partidos expresaba al conjunto de la
sociedad, y los movimientos sociales encontraban su espacio en el mundo de la
política -basta ver al movimiento sindical, al estudiantil, el campesino- esa es una
relación que se rompió y no se vuelve a restablecer de la misma manera. Hoy día,
para la construcción de mayorías políticas, no basta con los acuerdos de las elites
de grupos políticos y de partidos políticos por buenos progresistas que sean, ya que
no dan cuenta de lo social.
Estamos en presencia de un proceso, probablemente a largo plazo, que es la
reconstrucción de un movimiento sociopolítico como lo fue la Concertación, la
Unidad Popular y la Democracia Cristiana, que no fueron sólo partidos políticos,
sino que sujetos sociopolíticos encargados de grandes tareas y de transformación
de la sociedad. Hoy día ese sujeto sociopolítico tendrá que contar con partidos y el
ideal es que estos se reestructuren. Por lo tanto, es estrictamente necesario un
nuevo sistema electoral, de tipo proporcional, que asegure que los partidos tendrán
que diversificarse y dar una mayor oferta. En consecuencia, es vital la refundación
partidaria, pero el actual sistema institucional no lo permite.
También es necesaria la presencia de los movimientos sociales por sí mismos,
porque ya no se van a representar únicamente a través de los partidos. Los
movimientos sociales, por si mismos no pueden gobernar una sociedad, tampoco
puede ser sólo la oposición, porque cuando ellos son el único y principal actor de la
vida política, es que hay una anomalía y están dando cuenta de un momento de
ruptura, para luego volver a reconstituir una relación entre ambos, donde debe
surgir el diálogo. No hay mejor camino, para el caso de Chile, que el proceso
Constituyente.
Todos los países reconstituyeron las relaciones entre lo político y lo social después
de una o dos dictaduras a través de procesos Constituyentes. Lo hizo Brasil,
España, Argentina, entre otros. Chile necesita un nuevo orden político que permita
un cambio económico y social que no sea el orden neoliberal, para eso no hay otra
forma que una Nueva Constitución que sea realmente democrática.
Este proceso significa que el pueblo, en el caso concreto de Chile, se manifiesta a
favor de una Asamblea Constituyente a través de un plebiscito y tiene que ver con
la fórmula propuesta que en las próximas elecciones presidenciales haya una Urna
plebiscitaria en que se le pregunte a la ciudadanía si quiere, o no, una Asamblea
Constituyente. Ese plebiscito, en el caso de ser aprobado, debiese dar origen a una
ley que genere una Asamblea Constituyente, en un tiempo acotado y que propone
una Nueva Constitución la que posteriormente debe ser refrendada.
Esta fórmula permite dar una Constitución democrática a un país que no la tiene,
porque no es legítima en su origen y no lo es en su contenido y ejercicio. Se le usa
de manera instrumental porque es lo único que está a la mano.
3.- ¿Existe un momento propicio para hablar de Asamblea Constituyente?
¿Por qué?
El momento propicio va a depender de la correlación de fuerzas, que haya mayoría
y que estén de acuerdo. Llevamos 20 años en que no podemos cambiar el sistema
electoral y para la reforma a la Constitución se demoraron 15 años.
Los tratados internacionales firmados por Chile nos hacen preguntar ¿Por qué no se
vuelve al soberano que es el pueblo? Creo que en forma ordenada e institucional es
posible hacer una reforma constitucional que permita al país decidir si quiere o no
un proceso constituyente. Es el momento, al menos, de plantear el debate y no de
silenciarlo, ni de descalificarlo.
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