BREVE HISTORIA DE SIGMUND FREUD SOBRE LA FORMACIÓN ACADÉMICA Prof. Agostina Ilari Bonfico Los comienzos en la zoología y la fisiología En su “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”1, Freud afirma: El psicoanálisis es creación mía, yo fui durante diez años el único que se ocupó de él, y todo el disgusto que el nuevo fenómeno provocó en los contemporáneos se descargó sobre mi cabeza en forma de crítica […] nadie puede saber mejor que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos de explorar la vida anímica, qué debe correr bajo su nombre y qué sería mejor llamar de otra manera. Freud creó el psicoanálisis, desarrolló su cuerpo teórico y su praxis, siendo el maestro de los futuros analistas. Pero, ¿quién formó a Freud?, ¿quiénes fueron sus maestros? No todos sus mentores se encuentran en el campo de las ciencias biológicas. Freud, también ha sido influenciado por la filosofía de su época. Sin querer que estas líneas se conviertan en un análisis meticuloso de la vida de Freud, pretendemos dar cuenta de cuál ha sido el camino que ha seguido Freud en su formación profesional y quiénes han oficiado de guía. Durante la década de 1870, Freud se encontraba en la Universidad de Viena cursando sus estudios de medicina, carrera que inició en 1873 y finalizó en 1881, a la edad de 25 años. Durante el primer año de su vida universitaria, se dedicó a estudiar temas humanísticos que, aparentemente, nada tenían que ver con su futura profesión de médico2. Movido por un gran interés en lo humano, más allá de lo biológico, Freud se dedico a la lectura de la filosofía. Animado por su curiosidad y apetito de saber, que sostendrá hasta sus últimos días de vida, Freud se introdujo en el ambiente del filósofo Franz Von Brentano (1842-1925), un ex sacerdote y exponente claro de la filosofía aristotélica y la psicología empírica. 1 Freud, S. “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”. Sigmund Freud Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 2008. Vol. XIV, Pág. 7. 2 Gay, Peter. Freud. Vida y legado de un precursor. Paidós, España, 2010. Pág. 52. Siguiendo la investigación biográfica de Roudinesco –gran historiadora del psicoanálisis y sus representantes–, nos enteramos que Freud obtuvo un doctorado en filosofía bajo la dirección de Brentano3. Resulta llamativo que en su “Presentación autobiográfica”, Freud no mencione en modo alguno nada acerca de este doctorado y de su paso por las clases de Von Brentano. Sin embargo, sus historiadores han sabido dar cuenta de la influencia que este primer maestro tuvo en la formación de Freud, influencia que no pasa desapercibida en su construcción teórica. Para Freud, Brentano se trató de un maestro que supo estimular a sus estudiantes, mostrando sin tapujos su creencia en Dios y un sumo respeto por las teorías de Darwin. Según los biógrafos de Freud, Von Brentano logró que el padre del psicoanálisis se cuestionara sobre sus convicciones ateas que había llevado consigo a la Universidad. Pero a fines de 1874, el romance con las ideas de su primer mentor comenzó a decaer. En una carta fechada en noviembre de ese año, Freud le confesó a su amigo Silverstein que se veía a sí mismo como “un estudiante de medicina empirista y sin Dios”.4 En aquella época, Freud volvió a su incredulidad y permaneció en ella. Pareciera ser que se había decepcionado de la filosofía en general, ya que la consideraba demasiado especulativa. Sin embargo, a pesar de este temprano desencanto, Von Brentano había logrado dejar huella en el pensamiento freudiano, sobre todo con sus escritos de psicología. Luego de haberse alejado de los caminos de Brentano y de la filosofía, Freud encamino su interés nuevamente hacia las ciencias médicas. En aquella década de 1870, la Universidad de Viena también contaba con un cuerpo docente de primera línea en ciencias biológicas. Entre ellos se encontraba Carl Claus (1835-1899), médico y zoólogo alemán, director del Instituto de Anatomía Comparada, y quien había introducido en Austria el pensamiento darwiniano. En 1875 Freud se encontraba trabajando en el laboratorio de Claus. Impulsado por su maestro, obtuvo una beca para estudiar en Trieste la vida de las anguilas macho 3 Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis, 2° ed. revisada y actualizada. Paidós, Argentina. 2008. Pág. 142. 4 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit.Pág. 53. de río. Así, en marzo de 1876 Freud partió a su nuevo destino. Durante su estadía en Trieste, mientras se centraba en la búsqueda de las gónadas de las anguilas, Freud se adiestró en la observación precisa y tranquila; el tipo de atención concentrada tan indispensable que necesitaría para escuchar a sus pacientes.5 Luego de dos estadías en Trieste, en 1977, Freud publicó un artículo sobre sus investigaciones. Según Roudinesco6, en ese texto se observa cómo Freud trabaja en la elaboración de una teoría de las células nerviosas (las futuras neuronas), teoría cuyas huellas se encontrarán en el “Proyecto de Psicología” de 1895. Pero Claus no era el único docente conocedor y defensor de las ideas de Darwin en la Universidad de Viena. Para esa misma época, Ernst Brücke (18191892), un famoso fisiólogo, impartía clases en esa casa de altos estudios. Durante los seis años que Freud se dedicó a trabajar en su laboratorio de fisiología, entre 1876 y 1882, su actividad estuvo centrada en el desciframiento del sistema nervioso, primero de peces inferiores y después de seres humanos. En su “Presentación autobiográfica”, Freud afirma que estando en el laboratorio de fisiología de Brücke halló “sosiego y satisfacción plena, así como las personas a quienes podía respetar y tomar como modelos”.7 De hecho, en el epílogo de “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”, no quedan lugar a dudas del lugar que ocupo este nuevo mentor en Freud: se trata de la máxima autoridad que ha influido en él.8 ¿Qué fue lo que deslumbró a Freud? Como dijimos, Brücke también era un defensor de la teoría de Darwin. Claramente, esta postura teórica ejerció una gran atracción en Freud, ya que él mismo confesó su “Presentación autobiográfica”, haber sido muy entusiasta con los postulados darwinianos, dado que prometían un extraordinario avance en la compresión del universo.9 “Con el riguroso trabajo histológico sobre el sistema 5 Gay, P. Ibídem. Pág. 56. 6 Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit.Pág. 384. 7 Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XX, Pág. 9. 8 Freud, S. “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XX, Pág. 237. 9 Freud, S.” Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 8 nervioso que Freud realizó para Brücke, participaba en el vasto esfuerzo colectivo tendiente a demostrar las huellas de la evolución”.10 Algunos de los primeros trabajos publicados de Freud, escritos entre 1877 y 1883, detallan descubrimientos que están lejos de ser triviales. Confirman el proceso evolutivo revelado en las estructuras nerviosas del pez que examinaba en el microscopio. Pero no solo fue Darwin los que unió a estos dos investigadores. Brücke era considerado el más brillante representante de la escuela positivista en Viena.11 Los devotos del positivismo esperaban poder aplicar los métodos y descubrimientos de las ciencias naturales, a la investigación de toda acción y todo pensamiento humano. Freud compartía con Brücke este modo de pensar el mundo. Y encontramos en el “Proyecto”, escrito 13 años después de haber trabajado con Brücke, las huellas que su mentor imprimió en el joven Freud. No podemos cerrar este apartado sin hacer mención a una magnífica monografía escrita Freud, que resulto ser su primer libro publicado en 1891: La concepción de las afasias (Estudio crítico). Se trata de un trabajo netamente neurológico, pero entre sus abundantes y completamente documentadas citas de autoridades, Freud esparció significativamente referencias a filósofos como John Stuart Mill y psicólogos como Hughlings Jackson. El intento de Freud, que tiende a subvertir una teoría de las perturbaciones del lenguaje cómoda y atractiva, llegaba a introducir un elemento psicológico en el cuadro clínico.12 Para aquella época, los especialistas consideraban que el deterioro afásico del lenguaje o la comprensión del mismo, tenían su fundamento en lesiones cerebrales localizadas. Por el contrario, Freud se orientó por el reconocimiento de que la significación del elemento de localización [fisiología del cerebro] ha sido sobreestimado en la afasia y de que es justo que nos preocupemos una vez por más por las condiciones funcionales del aparato del lenguaje.13 Rodeado por 10 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 60. 11 Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 146. 12 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 88. 13 Freud, S. “Fragmento de la correspondencia con Fliess. Carta 70” (3 y 4 de octubre de 1897).Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 303. neurólogos, Freud estaba comenzando a buscar causas psicológicas para los efectos psicológicos. El encuentro con la neurosis En 1882, Freud se alejó del trabajo en el laboratorio de Brücke para ocupar un puesto en el Hospital General de Viena. Permaneció en esa institución por un lapso de tres años. Durante ese tiempo, experimentó una variedad de especialidades médicas, al ir rotando de un departamento a otro: cirugía, medicina interna, psiquiatría, dermatología, enfermedades nerviosas y oftalmología. Para mayo de 1883, Freud se encontraba trabajando en la clínica psiquiátrica de Theodor Meynert (1833-1892). Su nuevo mentor, con quien pasó unos cinco meses, era un gran anatomista del cerebro. Pero no debe haber sido esta actividad lo que maravilló a Freud. Meynert había desarrollado “la hipótesis de un yo primitivo y un yo secundario, que sería retomado por Freud en 1895 en su ´Proyecto de Psicología´. Según este psiquiatra vienes, el yo primitivo es la parte genéticamente inferior de la vida mental, que se manifiesta en el momento en que el niño toma conciencia de la separación entre su cuerpo y el ambiente. El yo secundario es el instrumento para el dominio de la percepción”.14 Encontramos que las teorías desarrolladas por Meynert tuvieron cierto impacto en Freud. De hecho, si bien estas ideas se deslizan en el “Proyecto”, Freud las retoma 20 años después en su artículo “Pulsiones y destino de pulsión” de 1915, donde esboza una estructuración del yo en tres etapas. Durante el tiempo que Freud pasó junto a Meynert, tuvo la oportunidad de observar enfermos mentales hospitalizados que incluían casos estrictamente neurológicos y casos psiquiátricos en el sentido moderno de la palabra.15 De a poco, Freud fue adentrándose en la práctica clínica. Finalmente, en septiembre de 1885, gracias al apoyo de Meynert y Brücke, obtuvo el puesto de Privatdozent (docente adscrito), cargo que le permitió incursionar en la docencia, impartiendo algunos cursos de neuropatología. 14 Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 720. 15 Ibídem. Pág. 721. El interés de Freud estaba comenzando a centrarse cada vez más en la psiquiatría y en las enfermedades nerviosas. Pero para aquella época, el estudio y el trabajo sobre este tipo de afecciones nerviosas, era poco practicado en Viena. Freud necesitaba más de lo que la Viena de aquel entonces tenía para ofrecerle y en París, en la distancia, brillaba el gran nombre de Charcot.16 Movido por el interés de adentrarse por completo en el mundo de las enfermedades nerviosas, en el otoño de 1885, tras una recomendación de Brücke, Freud recibió una beca para viajar a París. Ingresó como alumno en el reconocido Hospital Salpêtrière, donde fue un discípulo más de Jean Martin Charcot (18251893). El nombre de Charcot es inseparable de la historia de la histeria, la hipnosis y de los orígenes del psicoanálisis. Último gran representante de la psiquiatría dinámica, desempeñó un papel fundamental en la formación del joven Freud, entre octubre de 1885 y febrero de 1886.17 Siguiendo la investigación biográfica realizada por Peter Gay, encontramos que fue Charcot quien apartó finalmente a Freud del microscopio y lo impulsó hacia la psicología18 De hecho, en una carta que Freud escribió a su esposa se refiere a Charcot en los siguientes términos: “No sé si la semilla dará fruto algún día, pero estoy seguro de que ningún otro humano ha actuado nunca sobre mí de este modo”.19 Hoy, más de 125 años después, seguimos asistiendo al fruto de esa semilla. En su “Presentación autobiográfica”, Freud reflexiona acerca de aquello que tanto lo impresionó sobre Charcot: sus últimas indagaciones acerca de la histeria.20 Charcot había diagnosticado la histeria como una dolencia auténtica y describió que también podía afectar a los hombres, contradiciendo de ese modo todas las nociones tradicionales. Pero uno de sus mayores logros, fue haber rescatado la hipnosis como herramienta al servicio de la curación mental. 16 Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 11 17 Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 166. 18 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 74. 19 Ibídem. Pág. 74. 20 Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 12. Aún hubo una lección mucho más valiosa para Freud, ya que Charcot defendía la práctica por encima de la teoría. Existió una frase dicha por su nuevo mentor que impresionó en grado sumo al joven Freud: la teoría está muy bien, pero no impide que los hechos existan.21 Esa fue la principal enseñanza que Charcot impartía: la obediencia sumisa del científico a la los hechos no es adversaria, sino fuente y sierva de la teoría. Y Freud fue un excelente alumno. En más de una ocasión modificó sus elaboraciones teóricas porque su práctica así se lo indicaba. Más allá de la admiración que Freud tenía por Charcot, persistía en él un fuerte interrogante acerca de la hipnosis. Por ese entonces, existían dos escuelas francesas con teorizaciones disímiles acerca de la hipnosis. Por un lado, Charcot desde París, afirmaba que el estado hipnótico era una condición producida artificialmente y sólo podía provocarse en pacientes histéricos. Por otro lado, Hyppolyte Bernheim (1840-1919) en Nancy, entendía que la hipnosis era una cuestión de sugestión, y por lo tanto, casi todas las personas podían ser hipnotizadas.22 En medio de ese debate académico sobre la hipnosis, Freud comenzó su actividad médica. Para ella, la sugestión hipnótica se convirtió en su medio principal de trabajo.23 Pero no pasó mucho tiempo hasta que comprendió las limitaciones que poseía esta herramienta terapéutica. Se quejaba que no lograba hipnotizar a todos los enfermos y cuando lo lograba, no le era posible sumirlos al estado de hipnosis profundo que hubiera deseado.24 Sin embargo, mientras que la hipnosis parecía ser una de las pocas herramientas útiles, a pesar de sus limitaciones, con el propósito de mejorar su técnica hipnótica, en el verano de 1889, Freud viajó a Nancy, donde permaneció varias semanas. Sobre su estadía recuerda que fue testigo de los asombrosos experimentos de Bernheim con sus pacientes de hospital, y recogió las más fuertes impresiones acerca de la 21 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 76. 22 Ibídem. Págs. 76-77. 23 Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 16. 24 Ibídem. Pág. 17. posibilidad de que existieran unos potentes procesos anímicos que, empero, permanecerían ocultos para la conciencia humana.25 Pero el entusiasmo por la hipnosis duraría mucho más. De regreso en Viena, Freud debió dar cuenta de lo realizado en París al honorable Colegio de Profesores de la Facultad de Medicina de Viena. A lo largo de este informe Freud se dedicó a exponer los logros de Charcot en la Salpêtrière. Recordemos que Freud fue becado en calidad de docente adscrito de neuropatología. Por tanto, resulta sumamente valiosa la siguiente frase, la cual, evidentemente caló hondo en Freud: Charcot comentaba que la anatomía, en líneas generales, ha consumado su obra, y la doctrina de las afecciones orgánicas del sistema nervioso esta, por así decir, acabada; y que ahora le tocaba el turno a la neurosis.26 Y Freud se tomó al pie de la letra que el tiempo de la neurosis había llegado. Sin lugar a dudas, el psicoanálisis le debe mucho a Charcot, ya que fue él quien introdujo a Freud en el mundo de la neurosis. Las enseñanzas de Anna O. No todos los maestros y mentores de Freud fueron académicos. Freud también aprendió mucho de la clínica de sus pacientes. Y si bien Anna O. no fue paciente suya, ésta le marcó el camino que el psicoanálisis debería emprender para el desarrollo de su praxis y cuerpo teórico. El caso de Anna O. es considerado el caso fundador del psicoanálisis. Pero como dijimos, no fue paciente de Freud, sino de su colega Josef Breuer (18421925). Breuer formaba parte del grupo de profesionales que trabajaban en el laboratorio de fisiología de Brücke durante la época en la cual Freud también se encontraba allí. Se conocieron en 1877 y se hicieron muy buenos amigos. Durante los años siguientes, intercambiaron grandes cantidades de correspondencia no solo referida a sus vidas privadas, sino también referente a sus logros y dudas profesionales. Sobre esta amistad, Freud reconoce haber sido el mayor 25 Ibídem. 26 Freud, S. “Informe sobre mis estudios en París y Berlín”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 10. beneficiado, debido a los intercambios científicos que se produjeron entre ambos, y porque consideraba que Breuer era un hombre de una inteligencia sobresaliente.27 Antes de que Freud viajara a París, Breuer le informó acerca de un caso de histeria que había tratado entre 1880 y 1882. El trabajo clínico realizado con Anna O. le permitió echar luz sobre la causación y significado de los síntomas histéricos. Sin dudas, Breuer merece un puesto destacado en la historia del psicoanálisis. Al confiarle la historia de Anna O., generó en Freud una gran ebullición de ideas. A lo largo de su producción psicoanalítica, Freud realizó numerosas menciones acerca del caso de Anna O. Inclusive, en su viaje a Estados Unidos en 1909, cuando fue invitado por la Clark University a dar un ciclo de conferencias, Freud decidió inaugurar sus charlas con el caso de Anna O. a fin de dar cuenta “acerca de la historia, la génesis y el ulterior desarrollo de este nuevo método de indagación y terapia”28, el psicoanálisis. El acontecimiento que precipitó el desencadenamiento de la histeria de Anna fue la enfermedad mortal de su padre. Dos meses antes de que muriera, Anna se vio obligada a dejar de cuidarlo y atenderlo, debido a su propia enfermedad. Durante el tiempo que transcurrió su enfermedad, Anna presentó una gran variedad de síntomas: parálisis con rigidez de las dos extremidades del lado derecho; perturbaciones en los movimientos oculares y múltiples deficiencias en la visión, dificultades para sostener la cabeza, una intensa tussis nervosa, asco frente a los alimentos y en una ocasión, durante varias semanas, incapacidad para beber no obstante una sed martirizadora; disminución de la capacidad de hablar, al punto de no poder expresarse o no comprender su lengua materna, y, por último, estados de ausencia, confusión, deliria, alteración de su personalidad toda.29 27 Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 19. 28 Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XI, Pág. 7. 29 Ibídem. Pág. 8. Breuer la visitaba a diario y la sumía en una suerte de hipnosis a fin de que informara acerca de las palabras que solía decir en sus estados de ausencia, de alteración psíquica con confusión. De este modo, reproducía ante el médico las creaciones psíquicas que la gobernaban durante las ausencias y se habían traslucido en esas pocas palabras inconexas.30 Por lo general, se trataba de fantasías muy tristes, referidas, casi todas ellas, a situaciones en que una muchacha se encontraba ante el lecho de su padre enfermo. Toda vez que contaba cierto número de esas fantasías, quedaba como liberada y se veía reconducida a la vida anímica normal.31 Así, Breuer junto con Anna, descubrieron juntos que este tipo de conversaciones aliviaban temporalmente sus síntomas. Anna encontró una expresión feliz para designar ese procedimiento, al que llamó “curación por la palabra” (talking cure) o, con humor, “limpieza de chimenea” (chimney sweeping). Mediante ese deshollinamiento del alma […] se conseguía hacer desparecer los síntomas patológicos cuando en la hipnosis se recordaba, con exteriorización de afectos, la ocasión y el asunto a raíz del cual esos síntomas se habían presentando.32 El punto decisivo de la curación por la palabra sobrevino cuando Anna sufrió el trastorno de la imposibilidad de beber. Una noche, mientras estaba en su estado hipnótico, se refirió a su dama de compañía inglesa, a quien no amaba, y relató, con todos los signos de la repugnancia cómo había ido a su habitación, y ahí vio a su perrito, ese asqueroso animal, beber de un vaso.33 Después de que saliera a la luz ese disgusto reprimido, la hidrofobia desapareció. Impresionado por los resultados que obtuvo, Breuer adoptó este método para aliviar a su paciente, pasando a investigar de manera planificada la patogénesis de los otros síntomas. 30 Ibídem. Pág. 10. 31 Ibídem. Pág. 10. 32 Ibídem. Pág. 10. 33 Breuer, J. & Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. II, Pág. 58. Una de las conclusiones más importantes se refiere a que casi todos los síntomas habían nacido como unos restos […] de vivencias plenas de afecto a las que por eso hemos llamado después «traumas psíquicos». Eran determinados por las escenas cuyos restos mnémicos ellos figuraban, y ya no se debía describirlos como unas operaciones arbitrarias o enigmáticas de la neurosis.34 Así, gracias a lo que Anna le enseñó, Freud comienza el largo recorrido que lo llevará a trabajar a los síntomas de la neurosis en relación a un sujeto, a una historia, siendo siempre el caso por caso. Lo que las histéricas le enseñaron a Freud La historia de los orígenes del psicoanálisis cuenta con un grupo de mujeres que le enseñaron mucho a Freud. De hecho, fueron las que pusieron a trabajar a Freud, quienes lo provocaron. El psicoanálisis comenzó a escribirse a partir de los historiales clínicos de estas mujeres. Desde luego, el tratamiento que Freud aplicó a sus primeras pacientes puede considerarse elemental teniendo en cuenta el desarrollo posterior que logró el psicoanálisis. Pero esto no les resta mérito a ellas ni a Freud. Estas histéricas tuvieron la capacidad para demostrarle a Freud algunos de los rudimentos más importantes del psicoanálisis. El abanico de síntomas conversivos que enfrentó Freud en esos primeros años de su práctica, abarcaron desde dolores en las piernas hasta escalofríos, desde estados de ánimos depresivos hasta alucinaciones intermitentes. Aún fiel a su formación médica y biologista, Freud no estaba preparado para abandonar la etiología neurológica de la histeria. Sin embargo, de poco había comenzado a comprender que las experiencias traumáticas tempranas podrían estar implicadas en el desarrollo de la enfermedad. De hecho, con Anna O. comenzó a madurar en él la idea de que aquellos singulares trastornos tenían una etiología sexual. A partir de los avances que la técnica psicoanalítica había logrado desde el caso de Anna O., la escucha pasó a ser un método privilegiado. Fue Emmy von N. una de las tantas pacientes que le indicó que el camino a seguir era el de la 34 Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Ob. Cit. Pág. 11. escucha. Durante 1889 y 1890, Freud atendió a esta viuda rica de mediana edad a quien aplicó el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis.35 Padecía tics convulsivos, inhibiciones espásticas del lenguaje y alucinaciones recurrentes y horribles sobre ratas muertas y serpientes que se retorcían. En el curso del tratamiento emergieron recuerdos traumáticos que Freud consideró sumamente interesantes. En este historial, Freud relata una secuencia que reconoce, quizá, como la primera oportunidad en que se empleó lo que más tarde sería el método de la asociación libre: la conversación que sostiene conmigo mientras le aplican los masajes no es un despropósito […] más bien incluye la reproducción, bastante completa, de los recuerdos e impresiones nuevas que han influido sobre ella desde nuestra última plática, y a menudo desemboca, de una manera enteramente inesperada, en reminiscencias patógenas que ella apalabra sin que se lo pidan. Es como si se hubiera apoderado de mi procedimiento y aprovechara la conversación, en apariencia laxa y guiada por el azar, para complementar la hipnosis.36 Conjuntamente con esta escena, Emmy von N. ha pasado a la historia del psicoanálisis por haberle exigido a Freud que dejara de preguntarle de dónde provenía esto o aquello, sino que le permitiera decir lo que ella tenía que decir. A partir de aquí, Freud se da cuenta que por más repetitivos y tediosos fueran los relatos de la paciente, no había ganancia en interrumpirla, sino que debería escuchar los relatos hasta el final. Este fue un momento decisivo, ya que lo impulsó a Freud a crear un nuevo método de tratamiento, ya no guiado por la hipnosis como herramienta infalible, sino sustentado en la escucha y la asociación libre. Si hubo alguna vez un médico inclinado a convertir sus errores en fuentes de comprensión, ése fue Freud.37 En el otoño de 1892, Freud comenzó el tratamiento de la señorita Elizabeth von R. La describió del siguiente modo: Parecía inteligente y psíquicamente normal, y sobrellevaba con espíritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato y 35 Ibídem. Pág. 71 36 Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 78. 37 Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 98. todo goce; lo sobrellevaba con la «belle indifférence» de los histéricos.38 Pero hubo algo más que condujo a Freud a diagnosticarla como histérica: cuando le pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperalgésica de la pierna su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor, lanzaba unos chillidos […], su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacía atrás”.39 Resultaba evidente que los gestos de la paciente no armonizaban con el dolor; probablemente se asociaban mejor con el contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la estimulación de las partes del cuerpo asociados con ellos.40 Estaba experimentando el placer sexual que se negaba en la vida consciente. De este modo, Freud descubría el carácter sexual de los síntomas histéricos. En este primer análisis completo de una histeria que Freud llevó a cabo, arribó a un procedimiento que luego elevó a la condición de método: la remoción del material patógeno estrato por estrato. Este nuevo procedimiento, Freud lo comparó con la técnica de la exhumación de una ciudad enterrada. Primero me hacía contar lo que a la enferma le era consabido, poniendo cuidado en notar dónde un nexo permanecía enigmático, e iba penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo.41 En la “Comunicación preliminar”, fechada en 1892, Breuer y Freud habían afirmado que los histéricos sufrían principalmente de reminiscencias.42 Por tanto, el trabajo a realizar tenía que ver con traer a la luz esos recuerdos sumamente significativos para los pacientes, que se resistían a recordar. Sabiendo que la hipnosis no era una de sus grandes habilidades, Freud se vio obligado a encontrar un nuevo método que le diera los mismos o mejores resultados. Así, recordó su pasó por Nancy, cuando Bernheim demostró que los recuerdo del sonambulismo 38 Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 151. 39 Ibídem. Pág. 153. 40 Ibídem. 41 Ibídem. Pág. 155. 42 Ibídem. Pág. 33. sólo en apariencia están olvidados en el estado de vigilia y se lo puede volver a convocar. Movido por este recuerdo, Freud partió de la premisa de que también sus pacientes sabían todo aquello que pudiera tener un significado patógeno, y que sólo era cuestión de constreñirlos a comunicarlo. Este nuevo método de trabajo le permitió independizarse de la hipnosis y le procuró una intelección acerca de los motivos que son con frecuencia decisivos para el «olvido» de recuerdos43 y pudo comprobar que ese olvido es a menudo deliberado, deseado y siempre, sólo en apariencia es logrado. Las vivencias de importancia patógena, con todas sus circunstancias accesorias, son conservadas por la memoria aun donde parecen olvidadas, donde al enfermo le falta la capacidad para acordarse de ellas. Así, junto con la señorita Elisabeth von R., Freud comprendió el lugar que ocupaban las resistencias en el tratamiento psicoanalítico. Rápidamente dejó de hipnotizarla, ya que se dio cuenta que la clave de la cura estaba en la palabra. Freud la animaba a que asocie libremente. Cuando, durante sus silencios, él le preguntaba qué estaba sucediendo y ella contestaba “Nada”, Freud se negaba a aceptar esa respuesta, ya que sabía con certeza que algo se le había ocurrido debido a dos razones:44 O bien Elisabeth ejercía sobre su ocurrencia una crítica a la que no tenía derecho –no lo hallaba lo bastante valioso, creía que no venía al caso como respuesta a la pregunta planteada–; O bien le horrorizaba indicarla porque le resultaba demasiado desagradable su comunicación. Siguiendo con su esfuerzo por lograr las comunicaciones de su paciente, Freud concluyó que su nueva técnica armonizaba con los resultados deseados: que comunicara todo cuanto sucedía en su cabeza. En el curso de este difícil trabajo empecé a atribuir una significación más profunda a las resistencias que la enferma mostraba a reproducir sus recuerdos, y a compilar con cuidado las ocasiones a raíz de las cuales aquella se denunciaba de un modo particularmente llamativo.45 43 Ibídem. Pág. 129 44 Ibídem. Pág. 168. 45 Ibídem. A fines de 1892, Miss Lucy R. inició su tratamiento con Freud. El síntoma que aquejaba a esta paciente era una intensa sensación olfativa de desagradable olor a pastelillos quemados, asociado con sentimientos depresivos. En lugar de minimizar esa alucinación perceptiva, Freud la convirtió en punto de partida del análisis, ya que sería la que lo guiaría a los orígenes de los padecimientos de esta joven inglesa. El lenguaje de los síntomas comenzaban a aclararse para Freud: debía haber una razón real y suficiente para que un olor particular estuviera ligado a un estado de ánimo particular. Y el modo de llegar a ese vínculo, era trayendo a la conciencia aquellas escenas aparentemente olvidadas, que habían provocado el síntoma. Por tanto, con ella, Freud perfeccionó la técnica aplicada a Elisabeth von R.: la asociación libre. Para finales de 1892, Freud ya había reunido los rudimentos de las técnicas psicoanalíticas: la observación atenta, la interpretación, la asociación libre no obstaculizada por la hipnosis, atención flotante y la elaboración.