ASOCIACIÓN DE CENTROS DE ESTUDIOS GNÓSTICOS, ANTROPOLÓGICOS, PSICOLÓGICOS Y CULTURALES A.C. Matrícula Cámara de Comercio S0-500484 de 2004 Personería jurídica 1294 de 1990. Nit. 800-160659-0 e-mail: asociaciondeestudiosgnosticos@yahoo.com REFERENCIA AL EGO EN EL APOCALIPSIS E l Apocalipsis de San Juan es una obra casi incomprensible para el común de las personas, tal vez se debe a esto, que es el único libro de la Biblia que no ha sido alterado. Está colmado de imágenes y visiones que podrían parecer hasta extravagantes si no supiéramos que ocultan tras de sí un sentido alegórico más allá de la interpretación literal. El Apocalipsis es ciertamente un libro profético que, al igual que su contraparte, el Génesis, abarca dos aspectos distintos, pero relacionados entre sí: El Individual y el Colectivo. El enfoque Colectivo se refiere a los procesos por los cuales la humanidad atravesará al final de los tiempos. En el aspecto Individual, señala procesos iniciáticos que se verifican o pueden verificarse en nuestro interior Desde el punto de vista Individual, “la bestia del Apocalipsis” con sus siete horribles cabezas, lo mismo que la Hidra de Lerna de los mitos griegos, nos recuerda al Ego y las siete cabezas de Legión que se enseñorean del ser humano: Ira, Orgullo, Lujuria, Codicia, Pereza, Envidia y Gula. Esta bestia posee además diez cuernos, que como las diez cabezas del demonio Ravana en el Ramayana, indican que el Ego retorna a nuevos cuerpos a través de diversas existencias en una rueda de recurrente dolor. “Y yo me paré sobre la arena del mar, y vi una bestia subir al mar, que tenía SIETE CABEZAS y diez cuernos; y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia”. (Apocalipsis 13, 1). “... y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia y quién podrá lidiar con ella?” (Apocalipsis 13, 4). “Y le fue dada boca que hablaba grandes cosas y blasfemias... Y abrió su boca contra Dios, para blasfemar su nombre y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo. Y le fue dado hacer guerra contra los santos y vencerlos. También le fue dada potencia sobre toda tribu y pueblo y lengua y gente. Y todos los que moran en la Tierra le adoraron... Si alguno tiene oído, oiga”. (Apocalipsis 13, 5-9). En el aspecto profético colectivo, este pasaje significa que al final de los tiempos, las fuerzas del Ego serán más poderosas que nunca y todo el mundo se dedicará al cumplimiento de sus deseos, siendo desdeñada y hasta perseguida la búsqueda de la santidad y la auto-realización del Ser. Esta visión de una humanidad degenerada, dedicada a la satisfacción de sus pasiones, sojuzgada por sus miedos, víctima de sus ambiciones y esclava de su orgullo, sumida en la lujuria y la fornicación, se vislumbra con mayor claridad en los siguientes versículos: “Y me llevó en espíritu al desierto: y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja (rojiza) llena de nombres de blasfemia Y QUE TENIA SIETE CABEZAS y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y de escarlata, y dorada con oro y ADORNADA con piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano lleno de abominaciones, y de la suciedad de su fornicación. Y en su frente un nombre escrito: MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Y vi la mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé maravillado de grande admiración”. (Apocalipsis 17, 3-6). En un sentido Individual, la Ramera y la bestia de siete cabezas, no están fuera sino dentro de nosotros. Babilonia La Grande es una ciudad ubicada en nuestro espacio psíquico; lo mismo ocurre en las siete Iglesias, los siete Ángeles, el Cordero y otros símbolos contenidos en las visiones apocalípticas. De la misma manera que Babilonia La Grande es quemada con fuego para que después pueda surgir, resplandeciente y pura, la Jerusalén Celestial, así también es necesario que el Fuego Sagrado y la Conciencia de cada uno de nosotros, terminen con nuestra ciudad infernal para que aparezcan las construcciones gloriosas de la Jerusalén Interior, desde donde regirá nuestro “Cordero de Dios”, el Ser. Tratado desde el ángulo colectivo, el Apocalipsis presenta a la humanidad de los últimos tiempos bajo la figura de una Ramera ricamente ataviada, apoyada en la bestia de siete cabezas, y con la insignia de una ciudad: “Babilonia La Grande, la Madre de todas las Fornicaciones y de las Abominaciones de la Tierra”. Es una humanidad completamente sometida al Ego, ahogada en la búsqueda de la satisfacción de sus defectos psicológicos, embriagada de fornicación y ciega a los auténticos Valores del SER. De acuerdo al Libro de la Revelación, esa Babilonia será destruida y quemada y de sus cenizas nacerá una nueva humanidad, alegorizada en el símbolo de la Jerusalén Celestial. Así se cumple aquel principio que dice: “Sólo con la muerte adviene lo nuevo”, o con las palabras del apóstol Pablo: “Necio lo que siembras no se vivifica, si no muriere antes”. (1ª: Corintios 15,3) Así, pues, ¿puede acaso esperarse algo bueno de la perversidad...? Cada cual llevamos la maldad dentro de sí mismo y el resultado lo tenemos a la vista: Crímenes monstruosos, hambre, amenazas de guerra, conflictos entre patronos y trabajadores, enfermedades desconocidas nunca antes vistas, aberraciones sexuales, prostitución, homosexualismo, lesbianismo y desesperación. La Tercera Guerra Mundial va tomando forma poco a poco y se acerca peligrosamente. Nadie está contento: Los Zorros de la Diplomacia y de la Política, con sus sistemas de apaciguamiento quieren solucionar conflictos internacionales, mas todo es inútil porque los odios continúan socavando las bases de las naciones y eliminando vidas. El Apocalipsis nos recuerda que estamos en un momento crítico para todos, en un instante supremo para todos, nos recuerda que el mundo está en tinieblas, que los tiempos del fin ya se iniciaron. Y que todos nosotros estamos sometidos en estos momentos al “Yo” Psicológico y pluralizado, esta es la gran bestia, y cada segundo que pasa se vuelve cada vez más y más complicado. Así, pues, nos encontramos en el preciso momento en que nosotros hemos de trabajar muy seriamente en la disolución de este “Yo”; ellos son los infieles, los demonios, los tenebrosos, los aspectos bestiales de los que hablan todas las Religiones. El Gnosticismo nos da la Didáctica para realizar este Trabajo sobre sí mismos...