CRÍTICA AL POSMODERNISMO y sus efectos en la enseñanza de la filosofía ENRIQUE PALLARES E n los últimos treinta años se ha hablado y escrito mucho sobre el posmodernismo; corriente intelectual que supuestamente ha suplantado al pensamiento racionalista moderno. El término comprende una gran variedad de ideas que van desde el arte y la arquitectura hasta las ciencias sociales y la filosofía. Su espectro es muy amplio y sería muy difícil en este espacio examinar tal amplitud de ideas. Según ciertos sociólogos, ha habido en las últimas dos o tres décadas cambios sociales, económicos y culturales tan profundos que es lícito decir que vivimos en una nueva fase histórica, la posmodernidad. Estas afirmaciones sociológicas son evidentemente discutibles; esto es, solo los estudios sociológicos o culturales podrían acercarnos a la verdad de ellas. Lo que aquí se intenta discutir, más bien, es una corriente filosófica e intelectual que queda subsumida bajo el término de posmodernismo y que está caracterizada por el rechazo, más o menos explícito, de la tradición racionalista de la Ilustración, por elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica, por discursos oscuros y a veces francamente surrealistas, y por un relativismo cognitivo que considera que la ciencia moderna no es nada más que una “narración”, un “mito” o una mera construcción social. Por otro lado, hay ciertos aspectos intelectuales del posmodernismo que han influido en las humanidades, las ciencias sociales y la filosofía; de tal modo que si no las examinamos estaríamos cometiendo un error para la propia enseñanza de la filosofía y las humanidades en general. En este análisis no se pretende juzgar la idea sociológica de posmodernidad, sino solo poner en tela de juicio las ideas filosóficas que se conocen como posmodernismo. 40 SynthesiS OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA ¿Cuáles son esos aspectos intelectuales de la corriente posmodernista que han influido en las disciplinas anteriormente mencionadas? a) La tendencia a elaborar discursos oscuros. b) Aceptación del relativismo epistémico unido a un escepticismo generalizado hacia la ciencia moderna y sus logros teóricos. c) El interés excesivo por las creencias subjetivas independientemente de su verdad o falsedad con un predominio del contexto cultural. d) El énfasis en el discurso y el lenguaje en oposición a los hechos a que aluden o incluso al rechazo de la idea misma de la existencia de unos hechos a los que es posible referirse. Dentro de este contexto, la parodia de Alan Sokal nos pone en alerta sobre ciertas confusiones de pensamiento muy extendidas en los escritos posmodernos y que tienen que ver con el contenido de la filosofía. La revista Social Text dedicó el volumen 14, números 46/47 a los estudios culturales y sociales de la ciencia. El físico Alan Sokal, de la New York University había enviado a esa revista, para su publicación (y aceptado publicar) un artículo pomposamente denominado “Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”.1 Dicha publicación es una de las más representativas exponentes del movimiento de los estudios culturales. La tesis del artículo consiste en afirmar que la ciencia de finales del siglo XX (y especialmente la física), que el autor llama ciencia posmoderna, finalmente ha superado el paradigma cartesiano-newtoniano mostrando que la realidad física es una construcción social y lingüística, que el conocimiento es un mero reflejo de las ideologías dominantes y de las relaciones de poder inherentes a la cultura que lo produce y que el discurso científico no puede aspirar a una posición epistemológica privilegiada respecto de los saberes de las comunidades marginales. Los argumentos aquí presentados, con 1 una gran cantidad de citas, se centran en el desarrollo de las teorías de la gravedad cuántica al desarrollarlos en varias etapas. El contenido y la metodología de la ciencia posmoderna –dice Sokal– proporciona un apoyo intelectual poderoso a un proyecto político de democratización radical. En los últimos párrafos del artículo nos dice que podemos encontrar indicios de una matemática emancipadora en la lógica multidimensional y no lineal de la teoría de los sistemas fuzzy. También señala que la teoría de las catástrofes, con su énfasis dialéctico de la continuidad-discontinuidad y metamorfosis-despliegue, desempeñará un papel importante en las matemáticas del futuro. El artículo, cuya retórica es la habitual en este tipo de trabajos, contiene 55 notas textuales y 213 referencias bibliográficas. Todo iba bien, al menos para los editores de Social Text, hasta que Sokal revelaba al día siguiente en The New York Times y posteriormente en la revista Lengua Franca, que lo anterior fue escrito en broma. Sokal aquí se preguntó que cómo es posible que los editores de Social Text no hayan advertido la parodia. Dos años más tarde, Sokal y Jean Bricmont publicaron Fashionable Nonsense: Posmodern Intellectuals’ Abuse of Science (hay traducción en español: Imposturas intelectuales). A continuación va explicando todas las falacias argumentativas que usó, la falta de seriedad en el manejo de conceptos físicos y matemáticos y las homologías disparatadas; por ejemplo, que el axioma de equivalencia de la teoría de conjuntos es análogo a las tesis feministas. La preocupación de este autor es desenmarañar los componentes de la producción intelectual que florece en los departamentos norteamericanos de literatura, historia, sociología, estudios culturales y humanísticos, estudios de género y estudios de la ciencia. La crítica a filósofos como Jaques Derrida, Michel Foucault, Althusser y teóricos de la posmodernidad como JeanFranpois Lyotard o J. Baudillard. En los EEUU, estos estudios se asocian muchas veces con las reflexiones de filósofos o sociólogos como Habermas, Gadamer, y psicólogos como Jacques Lacan y feministas como Luce Irigaray. Estas confusiones están caracterizadas por un hablar dilatado e impertinente sobre teorías científicas y problemas filosóficos, con una terminología en donde lo que menos importa es el significado de las palabras usadas, además de la incorporación a las humanidades y a las ciencias sociales de nociones propias de las ciencias naturales sin ninguna justificación conceptual o empírica y la exhibición de una erudición superficial en donde se bombardea con términos téc2 nicos en contextos en donde resultan absolutamente incongruentes y en donde parece ser que el único objetivo es impresionar. En Imposturas intelectuales, Sokal y Bricmont2 nos advierten que no se trata de un ataque a las humanidades, la filosofía o las ciencias sociales, sino de hacer conciencia, y sobre todo a los estudiantes, de la manifiesta charlatanería de algunos de los discursos filosóficos o humanísticos. Tampoco se trata de una guerra entre las ciencias y las humanidades. Si bien es cierto que el desarrollo de la ciencia y la tecnología (sociobiología, genoma humano, energías nucleares, etcétera) ha suscitado debates políticos y filosóficos, estos no se deben de entender como una “guerra” entre las ciencias físicomatemáticas y las humanas. Cualquier persona científica o no científica, con argumentos científicos y éticos, puede juzgar racionalmente y asumir distintas posturas sobre los temas anteriores; pero esto no significa que exista una guerra entre dos lenguajes o dos culturas. Los investigadores de ciencias sociales se sienten amenazados, legítimamente, por la idea de que la neurofisiología y la sociobiología desplazarán su disciplina y los investigadores en ciencias naturales se sienten atacados cuando Feyerabend habla de la ciencia como una “superstición particular” o cuando determinadas corrientes de la sociología de la ciencia dan la impresión de colocar la astronomía y la astrología en el mismo plano (véase Barnes, Bloor y Henry, 1996: Scientific Knowledge: A sociological Análisis). Sin embargo, hay que distinguir primeramente entre los programas de investigación que tienden a ser grandiosos y sus realizaciones o resultados, que por lo general son más modestos. También es cierto que hoy día los fundamentos de la química se basan en la mecánica cuántica; pero la química no ha desaparecido como disciplina autónoma. Del mismo modo, los avances de la biología no tienen porque hacer desaparecer a la ciencia del comportamiento. Todo aquel que quiera hablar de la ciencia (natural o social) –y nadie está obligado a hacerlo– ha de estar bien informado sobre el tema para evitar hacer afirmaciones arbitrarias sobre las ciencias o su epistemología; pero lo anterior no excluye la reflexión filosófica informada acerca de nociones científicas en aras de su clarificación. No todo lo oscuro es necesariamente profundo. Hay una enorme diferencia entre los discursos que son de difícil acceso por la propia naturaleza del tema tratado y aquellos que la oscuridad deliberada de la prosa oculta cuidadosamente la vacuidad o la banalidad (por cierto, OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA SynthesiS 40 este no es un problema exclusivo de las ciencias humanas). A veces se dice que en las ciencias naturales se utiliza un lenguaje técnico que solo se puede dominar tras un prolongado estudio; sin embargo, hay algunos criterios que pueden ayudar a salvar esas dificultades. Señalemos al menos dos caminos: 1. En los casos de dificultad auténtica se suele poder explicar en términos simples, a un cierto nivel, los siguientes puntos: a) Cuáles son los fenómenos que la teoría intenta analizar. b) Cuáles son sus principales resultados. c) Cuáles son los argumentos más poderosos a su favor. Por ejemplo, aunque no hayamos estudiado biología, podemos seguir hasta cierto nivel básico, los avances en ese campo a través de la lectura de buenos libros de divulgación. 2. Se puede indicar un camino claro, quizá largo, que conduzca a un conocimiento más profundo del tema que se trate. Pero qué sucede a veces en filosofía frente a ciertos discursos oscuros. Solemos tener la impresión de que para que haya comprensión, se invita a dar un salto cualitativo, que nadie sabe en qué consiste o vivir una experiencia parecida a una revelación. Tomaremos un pasaje del libro ¿Qué es la filosofía?, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, que por cierto fue un best seller en Francia en 1991. Entre los temas tratados es la distinción entre filosofía y ciencia. Según estos autores, la filosofía trata de conceptos (lo que en principio puede ser correcto) y la ciencia trata de funciones (lo cual no es correcto ni incorrecto, sino simplemente no tiene sentido). Pero veamos el párrafo en donde hace el contraste: [...] la primera diferencia estriba en la actitud respectiva de la ciencia y de la filosofía con respecto al caos. El caos se define menos por su desorden que por la velocidad infinita a la que se esfuma cualquier forma que se esboce en su interior. Es un vacío que no es una nada, sino un virtual, que contiene todas las partículas posibles y que extrae todas las formas posibles que surgen para desvanecerse en el acto, sin consistencia ni referencia, sin consecuencia. Es una velocidad infinita de nacimiento y desvanecimiento. Ahora bien, la filosofía quiere saber cómo se pueden mantener las velocidades infinitas sin dejar de ir adquiriendo mayor consistencia, otorgando una consistencia propia a lo virtual. El cedazo filosófico, en tanto que plano de inmanencia que solapa el caos, selecciona movimientos infinitos del pensamiento y se surte de conceptos formados así como de partículas consistentes que van tan de prisa como el pensamiento.3 40 SynthesiS OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA Con esta clase de discursos filosóficos, no solo no alentamos a los estudiantes a seguir filosofía, sino que algunos filósofos profesionales se empezarían a preocupar por no poder alcanzar tan profundos pensamientos. Si les parece incomprensible el párrafo, es por la sencilla razón de que no dice nada. Los textos ambiguos, sean de donde fueren, se pueden interpretar de dos modos diferentes: como afirmaciones verdaderas, pero banales o como afirmaciones radicales, pero claramente falsas. Muchos casos de ambigüedad o de vaguedad son deliberados. Una interpretación radical siempre tiene la ventaja, en caso de evidenciar lo absurdo de la afirmación, de que se trata de un mal entendido y, aceptar, en todo caso, la interpretación banal. Algunos autores posmodernistas han intentado trasladar términos, problemas y métodos de las ciencias naturales a las ciencias sociales o a las humanidades; sin embargo, independientemente de la metodología general, las ciencias sociales tienen sus propios problemas y sus métodos muy particulares. Por ejemplo, aunque en la actualidad las leyes físicas a nivel atómico se expresan en un lenguaje probabilístico, eso no impide que las teorías deterministas puedan ser válidas en otros niveles como la mecánica de fluidos o incluso para ciertos fenómenos sociales o económicos. El tipo de enfoque en cada ámbito de investigación habrá de depender de los fenómenos específicos estudiados. Los psicólogos, por ejemplo, no necesitan apoyarse en la mecánica cuántica para sostener en su ámbito de saber que “el observador influye sobre lo observado”. Esto es una perogrullada. La ciencia no es un “texto”, las teorías científicas no son como las novelas. Términos como “indeterminación”, “discontinuidad”, “raíz cuadrada de menos uno”, “caos”, “singularidad”, tienen un significado preciso. Su diferencia con respecto al uso común es sutil pero crucial y se comprenden solo dentro de una compleja trama de teoría, experimentación y observación. Sokal nos hace ver la manera tan absurda de cómo el psicólogo Jaques Lacan introduce la raíz cuadrada de menos uno en su teoría psicológica. Nos dice Sokal: Lacan se burla del lector cuando dentro de su ‘álgebra’ este autor dice: ‘¿Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada; de ahí que sea equivalente a raíz cuadrada de menos uno del significado obtenido más arriba, del goce que 3 restituye, a través del coeficiente de su enunciado a la función de falta de significante: (-1)’ (Lacan, “Position de l’ inconscient”, en Ecrits 2, pp. 193-217, Paris, Seuil). Los éxitos en las ciencias naturales y en las matemáticas pueden beneficiar a las ciencias humanas y a la filosofía; sin embargo, lo anterior no se obtiene a través de extrapolaciones de los conceptos técnicos que se han introducido en las ciencias naturales o en las matemáticas, pero sí con lo que tienen de positivo ciertos principios metodológicos; por ejemplo, en ciencias naturales, una proposición se evalúa en función de los hechos y los razonamientos que los apoyan y no de las cualidades personales o el estatus social o la fama intelectual de sus defensores o detractores. La epistemología de la Ilustración subrayó la importancia que tiene para el desarrollo del conocimiento el desconfiar justificadamente de los “textos sagrados” y de las “vacas sagradas” en cada tema específico. Metodológicamente, es buena cierta dosis de escepticismo, pero no hay que confundir el escepticismo específico con escepticismo radical. El primero consiste en la presentación de argumentos en oposición a una teoría concreta. El segundo, en cambio, es repetición de argumentos tradicionales sobre la imposibilidad del conocimiento. El primero resulta ser interesante y estimulante, el segundo estéril. El posmodernismo y el relativismo se han olvidado de lo empírico. Si bien es cierto que la crítica al empirismo como corriente epistemológica es válida, eso no significa que debemos de olvidar los perfiles de la realidad. Si por empirismo queremos significar aquel método que supuestamente permite obtener hipótesis y teorías de los hechos, su crítica es correcta. Hoy se sabe que la actividad epistémica del hombre presenta una complicada interacción entre la teoría y la observación. Si descartamos el apriorismo, los argumentos ad verecundiam (o apelación a la autoridad) y su modalidad, esto es, la referencia a textos sagrados, tenemos que una de las maneras para justificar de un modo u otro nuestras teorías acerca del mundo físico o social, científicas o metafísicas, es la contrastación sistemática de ellas con las observaciones y los experimentos que se realizan. No hace falta ser un popperiano estricto para admitir que toda teoría necesita el apoyo directo o indirecto de argumentos empíricos para ser tomada en cuenta. Del mismo modo, no se necesita ser un filósofo analítico para admitir que las teorías científicas o filosóficas necesitan tener coherencia (o consistencia) lógica para hacerlas plausibles. Por otro lado, algunos 4 textos que pretenden decir algo del mundo físico, social o cultural, hacen totalmente caso omiso del aspecto empírico y se concentran exclusivamente en el formalismo teórico y el lenguaje. El cientificismo es un término que se utiliza peyorativamente. Este se caracteriza como la ilusión de que determinados métodos objetivos o científicos nos permiten resolver problemas muy complejos. Torreti sostiene que designa una o más tendencias, por ejemplo: 1. A emplear los métodos y conceptos de las ciencias naturales en el estudio de la vida humana 2. A esperar de la investigación científica, así concebida, que produzca una solución de los grandes problemas sociales y morales que aquejan a la humanidad. 3. A utilizar los asertos de las teorías que gozan de mayor aceptación en la práctica científica para componer una visión científica del mundo que remplace la mitología del pasado. Desde luego que algunas de estas tendencias son quimeras, pues se parte de un conjunto de ideas que poseen una cierta validez en un ámbito dado y se extrapolan más allá de todo límite razonable sin recurrir a la realidad. Es lamentable que el cientificismo se confunda con la actitud científica propiamente dicha. Como resultado, hay una reacción completamente justificada de los posmodernistas contra el cientificismo que incluye una reacción injustificada contra la ciencia. Después de 1968, algunas variantes del estructuralismo y del marxismo, básicamente dogmáticas, han contribuido al nacimiento del posmodernismo. Para muchos (como por ejemplo el checo Václav Havel) la actual situación es un signo de que el pensamiento moderno –basado en la premisa de que el mundo es objetivamente cognoscible y que el conocimiento así obtenido puede ser generalizado absolutamente– ha llegado a su crisis final. Sin embargo, afirmaciones de este tipo resultan apresuradas. La combinación entre una buena dosis de dogmatismo cientificista y la falta de contrastaciones empíricas produce las peores lucubraciones. Cuando se ha creído dogmáticamente en un método simplista, como el de la ciencia y se ve que no funciona, produce una desmoralización, y de allí se concluye de manera errónea que el conocimiento es imposible o bien que es subjetivo. Lo que podemos decir aquí, es que esta forma de concluir resulta una errónea identificación de la fuente del problema. Uno de los productos de la actitud cientificista en ciencias sociales y humanidades es, paradójicamente, el programa fuerte de la sociología de la ciencia. En OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA SynthesiS 40 este programa, como es bien sabido, se intenta explicar el contenido de una teoría científica sin tener en cuenta la racionalidad interna de la actividad científica. Elimina a priori un elemento de la realidad evitando toda probabilidad de comprender los problemas.4 Pero el enfoque del programa fuerte sería legítimo si mostrara con argumentos empíricos o lógicos que los aspectos como la racionalidad interna de la actividad científica tiene poca importancia para la comprensión del mundo. Pero no se da ningún argumento en este sentido. Debemos de tener bien claro que el respeto a la claridad, la coherencia lógica de las teorías, la confrontación de estos con los datos empíricos (como elementos importantes de la actividad científica) son tan importantes en las ciencias naturales como en las sociales. En las ciencias sociales, especialmente en la antropología, una actitud “relativista” es metodológicamente natural, sobre todo cuando se estudian los gustos o las costumbres. No serviría de nada involucrar las propias preferencias estéticas en la investigación. Lo mismo cuando estudia aspectos cognitivos de una cultura (por ejemplo, el modo como operan las creencias cosmológicas), aquí no es importante saber si esas creencias son verdaderas o falsas. Sin embargo, esa actitud metodológica razonable ha llevado a algunos, de manera incorrecta (por malas inferencias), a confusiones lingüísticas y de pensamiento y por ende a un relativismo cognitivo radical. Por ejemplo, que los mitos tradicionales o las teorías científicas modernas puedan ser considerados verdaderos o falsos, solo en relación con una cultura particular. Lo anterior equivale a confundir las funciones psicológicas y sociales que juegan las creencias o un sistema de pensamiento en una sociedad específica, con su valor epistémico (por ejemplo, la función y el valor que tuvo en el pensamiento órfico, la creencia en la inmortalidad del alma). Un sociólogo o un psicólogo social pueden explicar la función que tiene la aceptación de ciertas creencias en la realización de los deseos, intenciones y necesidades de una comunidad independientemente del valor de verdad de dichas creencias. En cambio, el valor epistémico consiste en evaluar las justificaciones de las creencias de marras para asignarle un valor de verdad; pues aquí estriba en señalar las relaciones entre las creencias de esos individuos y otras creencias y operaciones cognoscitivas. En el pensamiento órfico, las creencias en la inmortalidad del alma, acallaba una necesidad imperiosa de sobrevivencia. Pero las razones que daba Platón en el Fedón para demostrar la inmortalidad del alma, no justifica esa creencia. Inclu40 SynthesiS OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA so en la misma época, Platón tiene sus retractores. Es decir, un sociólogo o un antropólogo no deben ignorar la fuerza de los argumentos teóricos y empíricos que se pueden esgrimir a favor o en contra de un sistema de pensamiento. Por otro lado, es importante admitir, como lo ha subrayado Sokal, que “toda creencia, incluso las míticas, están condicionadas, por lo menos en parte, por los fenómenos a los que se refiere”5 (Sokal y Bricmont: Imposturas intelectuales, p. 213 nota 19). Una de las confusiones que están en la raíz del relativismo consiste en no saber diferenciar entre conocimiento y mera creencia. Esta diferencia debe ser insistentemente subrayada en las discusiones filosóficas. Tanto en la filosofía como en la vida cotidiana, se entiende por conocimiento aquella creencia que es verdadera y está justificada, mientras que creencia a secas no tiene estos dos atributos. Cuando un relativista sostiene que A: “la ciencia es solo una forma entre otras de conocer el mundo”, la pregunta que hay que formularnos es ¿qué se quiere decir con “conocer el mundo”? Pues si se entiende en la forma indicada, entonces la afirmación A es falsa. Donde resulta claro es si nosotros transformamos A de la siguiente manera: B: “la ciencia solo es una creencia entre otras que se tiene acerca del mundo”, la cual es una afirmación verdadera pero banal. Se pueden tener simpatías políticas o culturales por personas con diferentes creencias a las nuestras, pero no existe ninguna justificación para aceptar acríticamente dichas ideas. Otro defecto que tiene la actitud relativista es que trata a una sociedad de manera monolítica: olvida los conflictos y las divergencias que puede haber en una sociedad. Seguramente, entre los aztecas no todos estaban de acuerdo o aceptaban que los sacrificios humanos satisficieran a los dioses. No todos los griegos creían en Zeus y toda su corte de dioses menores. Por otro lado, ¿qué acaso un antropólogo relativista tendría que aceptar que no se puede establecer objetivamente la verdad o la falsedad que los aztecas en ciertas ceremonias religiosas sacaban el corazón de algunas doncellas seleccionadas para el caso? Un argumento fuerte para estas posturas y en especial para el programa fuerte lo presenta S. Fuchs en los siguientes términos: “Si las descripciones científicas de la realidad no son representaciones objetivas de la realidad, sino, más bien, construcciones sociales, ¿qué decir acerca de las descripciones sociológicas de la ciencia como una construcción social?”6 Esto es, lo que podamos decir o no de la ciencia y sus implicaciones sociales, así como la descripción del “contenido social” 5 de las teorías científicas quedarían también como una construcción social y por ende carentes de toda credibilidad racional. La historia de las ideas y de la política nos muestra una larga tradición antirracionalista en algunas corrientes políticas de la derecha. Pero lo que resulta nuevo y curioso en el posmodernismo es que constituye una forma antirracionalista de pensamiento que ha seducido a una parte de la izquierda. Desde un punto de vista político, el examen del posmodernismo (como de cualquier otra forma de pensamiento) requiere de la distinción de los siguientes aspectos: primero, del valor intelectual intrínseco de dicho sistema de pensamiento. Es decir, cuál es el contenido teórico que sustenta y su superioridad o no con respecto a otros. Segundo, de la función política objetiva que desempeña en el contexto social, y por último, de los motivos subjetivos por los que distintas personas las defienden o atacan. En los dos últimos siglos, la política progresista se ha identificado con la ciencia y ha ido contra el oscurantismo, precisamente por creer en el pensamiento racional y el análisis sin cortapisas de la realidad objetiva (natural o social). Estos son los instrumentos adecuados por eliminar creencias místicas fomentadas por el poder; sin embargo, en los últimos 25 años, los estudiosos de las humanidades y las ciencias sociales “progresistas” se han apartado de la herencia de la Ilustración y es interesante que esto no suceda con los científicos de ciencias naturales, cualquiera que sean sus creencias políticas. Aquellos se han interesado más por tomar ideas como la descontrucción, la epistemología feminista o el relativismo epistémico. En los movimientos sociales (antirracistas, feministas, por los derechos de los homosexuales, etcétera) de los sesenta y los setenta del siglo anterior se observa una lucha contra formas de opresión que durante mucho tiempo los movimientos progresistas habían subestimado. Algunas tendencias dentro de esos movimientos sacaron la conclusión de que el posmodernismo, bajo una u otras formas, responde de un modo más adecuado a sus aspiraciones; sin embargo, no todo es color de rosa en esta conclusión, pues habría que hacer las siguientes reflexiones: ¿existe un nexo lógico en un sentido u otro, entre los nuevos movimientos sociales y el posmodernismo?; ¿hasta qué punto los componentes de estos movimientos se identifican con el posmodernismo y por qué razones?; ¿por qué existe descontento de los nuevos movimientos con las viejas ortodoxias de la izquierda? 6 Históricamente, vemos que las posturas progresistas tradicionales se vieron herederas de la Ilustración, de la ciencia y la racionalidad. Por ejemplo, el marxismo relacionó el materialismo filosófico con una teoría de la historia; pero la evidente estrechez de esta teoría llevó a estos nuevos movimientos a rechazar o al menos a desconfiar de la ciencia y la racionalidad; sin embargo, los marxistas no se percataron de que esto constituye un error conceptual, pues nunca se pueden deducir lógicamente las teorías sociopolíticas concretas de esquemas filosóficos abstractos. Esto ya lo había señalado claramente B. Russell en Teoría y práctica del bolchevismo y en Historia de la filosofía occidental. Entonces, vemos que el nexo sociológico entre el posmodernismo y los nuevos movimientos sociales puede presentarse como muy complejo. Por todo ello, nos atrevemos a conjeturar que la inclinación hacia el posmodernismo de los nuevos movimientos sociales es propia sobre todo del ambiente social que perdura, y, por ende, resulta mucho más frágil de lo que tanto los posmodernistas como la derecha tradicional suelen pretender que es. Para los posmodernistas, la ciencia se ha convertido en blanco fácil; y para los que enseñamos filosofía deberíamos preguntarnos qué se pretende con atacarla. En realidad, para ellos se trata de atacar cualquier cosa que esté vinculada con el poder establecido. La concentración del poder y del dinero está fuera del alcance, pero la ciencia vinculada al poder establecido sí está al alcance. Sokal subraya que en el ataque a la ciencia, los posmodernistas confunden o mezclan al menos cuatro sentidos de “ciencia”: 1. El empeño intelectual humano de alcanzar una comprensión racional del mundo. 2. El conjunto de ideas teóricas y experimentales que han sido aceptadas. 3. Una comunidad social (los científicos) con tradiciones, instituciones y vínculos sociales propios. 4. La ciencia aplicada y la tecnología (con la que más a menudo se confunde la ciencia). Pero este autor aclara que es innegable que en el sentido 3 la ciencia está vinculada al poder político, económico y militar y que con frecuencia la función social de los científicos es perniciosa. Que en el sentido 4 es claro que la tecnología surte efectos contradictorios y en ocasiones desastrosos y que rara vez aporta soluciones milagrosas. En la ciencia considerada en el sentido 2 se sabe, por propios y extraños, el quehacer científico resulta falible y en muchas ocasiones los errores de los científicos tienen sus raíces en prejuicios sociales, polítiOCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA SynthesiS 40 cos filosóficos o religiosos. Pero las críticas razonables a la ciencia en el sentido 2, siempre son bienvenidas si descansan en argumentos con arreglos a los cánones ordinarios de la buena ciencia. Sin embargo, la crítica, por desgracia, va más allá de los peores aspectos de la ciencia (militarismo, etcétera) y ataca los aspectos más positivos; esto es, el intento de alcanzar una comprensión racional del mundo, y a sus métodos, entendidos en sentido amplio, como el respeto a los datos empíricos y a la lógica. ¿Por qué es importante esclarecer y al mismo tiempo denunciar estos abusos? ¿Acaso representan un peligro real para la educación los posmodernos? Es curioso, pero para las ciencias naturales no. Al menos no para el contenido, pero sí para el financiamiento de la investigación. En cambio, sí lo es para las ciencias sociales. De acuerdo con Sokal, el posmodernismo presenta tres efectos negativos principales. 1. Una pérdida de tiempo en las ciencias humanas. 2. Una confusión cultural que favorece el oscurantismo. 3. Un debilitamiento del análisis serio de la política. Ninguna investigación, tanto en las ciencias naturales como de las humanidades –y aquí incluyo a la filosofía– puede progresar sobre una base conceptualmente confusa y radicalmente alejada de los datos empíricos. Lo que resulta más grave es el efecto nefasto que tiene el abandono del pensamiento claro sobre la enseñanza y la cultura. Los estudiantes aprenden a repetir y adornar discursos de los que casi no entienden nada. El posmodernismo es negativo por el enfoque extremo en el lenguaje: el uso de una jerga pretenciosa; un escepticismo integral que sumerge a los estudiantes más progresistas en el análisis meramente textual. Si todo discurso no es más que “un relato” o una “narración” y si ninguno es más verdadero que otro, entonces no queda otro remedio que admitir las teorías socioeconómicas más reaccionarias y los peores prejuicios racistas y sexistas como igualmente válidos, al menos como descripciones o análisis del mundo real. Obviamente, el relativismo es un fundamento en extremo débil para erigir una crítica del orden social establecido. 40 SynthesiS OCTUBRE-DICIEMBRE 2006 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA ¿Qué podemos esperar sobre todo esto? Como ya lo dijimos, el posmodernismo resulta de una complicada mezcla de ideas que resulta difícil de caracterizarlo como un vago Zeitgeist (o espíritu de la época). Comienza en la década de los sesenta; ataca a la filosofía empirista de la ciencia por Kuhn; critica a las filosofías humanistas de la historia (ejemplo Foucault) y presenta una gran desilusión de los grandes proyectos de cambio político. Ideas todas ellas que empezaron con un grano de verdad, pero que ahora resultan confusiones y banalidades. Nos dice Bricmont: “Creemos que el posmodernismo, fuese cual fuese originalmente su utilidad como correctivo de ortodoxias encallecidas, está pasado de moda y se dirige a su fase terminal”. Existe una gran preocupación, tanto intelectual como social: ¿Qué vendrá después del posmodernismo? De manera demasiado conjetural y aventurada podemos decir que: o viene una reacción que nos lleve a alguna forma de dogmatismo, misticismo o integrismo religioso, o los intelectuales se vuelven reacios (al menos por un tiempo) en emprender cualquier crítica a fondo del orden social existente y hasta pueden llegar a ser sus abogados o aparecerá una cultura intelectual racionalista, pero no dogmática, con mentalidad científica, pero no cientificista, amplia de miras, pero no frívola, políticamente progresista, pero no sectaria. Quizá esto último sea una quimera. S Referencias 1 2 3 4 5 6 Alan Sokal D.: “Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity” (publicación original), Social Text, Duke University Press, n. 46/47 (primavera-verano de 1996), pp. 217-252. Alan Sokal D. y Jean Bricmont: Imposturas intelectuales, Barcelona, Paidós, 1999. Gilles Deleuze y Felix Guattari: ¿Qué es filosofía?, Barcelona, Anagrama, 2a. ed., col. Argumentos, 1994, pp. 117-118. Véase los principios del programa fuerte en J. Echeverría: Filosofía de la ciencia, Madrid Akal, 1995. Sokal y Bricmont: Imposturas intelectuales, p. 213, nota 19. S. Fuchs: “Relativism and Reflexivity in the Sociology of Scientific Knowledge”, en: G. Ritzer (ed.): Metatheorizing, Londres, Sage, 1992, p. 154. 7