Llegó el tren...y se fue. Una vida muy particular.

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Jóvenes narradores
En el marco del Encuentro Intergeneracional “La memoria construye una Patria para todos”,
Llegó el tren...y se fue.
P OR TA L
ED U CAT IVO
En Lartigau, El Divisorio, Las Mostazas, El
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Pensamiento y en todos los parajes unidos por
las estaciones de trenes, se conoce la historia.
Pedro Barrere, conocido como Perico, era un
niño que vivía junto a sus 5 hermanos y sus
padres en la zona rural.
Su padre se dedicaba a las labores del campo y
su madre a las tareas del hogar, también realizaba
huerta y cosía para su familia. Mientras tanto,
los niños jugaban y se divertían recorriendo los
alrededores buscando nidos y cuevas de diversos
animales, a los que solían mirar horas enteras.
En una tarde lluviosa en la que nadie podía salir
de sus casas, su padre Dominic Barrere les contó
una historia sobre la construcción de las vías y
estaciones del Ferrocarril Mitre.
El relato comenzaba así:
- El inicio de las obras fue entre 1890 y 1900.
En esa época llegaron a estos lugares muchas
personas, que aportarían su trabajo para este
emprendimiento. El ramal uniría Rosario y
Almirante Solier, en Bahía Blanca.
Culminado el trabajo, llegó el día en que el tren
pasaría por primera vez.
Todos los que llegaron hasta allí, se emocionaron
por ver hecho realidad el sueño que durante
tantos años habían esperado.
Este transporte nos servía para...
- Para llevar los cereales y el ganado – dijo
Perico.
- Muy bien, también a personas que en busca de
provisiones debían trasladarse a otros lugares...
- Y los materiales que sacan de La Cantera – dijo
el niño recordando aquella que se encontraba
enclavada en el cordón serrano Pillahuinco
y producía piedras, pedregullo y arena para
distintas obras de infraestructura.
- Esa es otra historia, la dejamos para otro día
- contestó el padre.
- No papá, hoy también queremos conocer esa
historia.
- El material de esta cantera y gracias a que el
tren podía llevarlo, sirvió para construir el Puerto
de Ingeniero White de Bahía Blanca y más tarde
la ruta provincial 51.
Llegaba la noche y con la última chispa del fogón
toda la familia se fue a dormir. Pero a Perico,
motivado por el relato contado por su padre, le
costó mucho conciliar el sueño.
Pasaron muchos años.
Perico, su esposa Elena y sus hijos Julio y Oscar,
seguían utilizando el tren que pasaba con una
frecuencia diaria hasta que llegó a hacerlo sólo
dos veces por semana.
Una mañana del año 1976 funcionó por última
vez.
Todos los vecinos volvieron a reunirse ese
día, no ya emocionados por la llegada de este
transporte, como le había contado su progenitor,
sino en un intento de despedirlo con un dolor
silencioso, que no podía comprender las causas
que no alcanzaban para justificar tal hecho.
EPB N° 39 “Pasaje Ojo de Agua”
de Coronel Pringles
Alumnos: Yamila Soledad Ramos,
Iñaki Patricio Zubiri, Florencia Barrere,
Macarena Noemí Ramos, Agustina Zubiri,
María De Los Milagros Ramos.
Relator: Julio Vicente Barrere
Una vida muy particular.
Voy a contarles una historia que sucedió hace
muchos años.
En aquellos tiempos mi vida era como la de
algunas personas que vivían acá, en Germania.
Mi casa era muy humilde, un rancho de adobe
que compartía con papá, mamá y mis hermanos.
Tenía solo cuatro años, pero recuerdo cuando mi
papá, Policarpo Zárate, resero, viajaba a caballo
para transportar hacienda.
Mi padre salía de casa a cualquier hora del día,
eso sí, no tenía que llover para poder viajar
tranquilo. Se iba por unos cuantos días. No
podíamos comunicarnos con él durante ese
tiempo, pero sabíamos cuándo estaba llegando,
porque escuchábamos el cencerro lejano de la
yegua madrina.
¡Qué alegría nos daba! Corríamos a recibirlo.
Siempre nos traía algún regalito: pan, asado,
yerba, azúcar, todo lo que traía de su largo viaje.
Mi papá era muy feliz con lo que hacía.
Nos contaba que como no había reloj, había
aprendido a manejarse, de día por la ubicación
del sol y de noche por las estrellas.
También nos contaba que debía descansar con los
caballos y las vacas bajo las plantas. Buscaba un
lugar donde hubiera agua para que los animales
bebieran.
Un día vinieron a buscarlo de una estancia, tenía
que viajar hasta la ciudad de Córdoba. Preparó
contento sus cosas, avisó a sus compañeros y
partió. Nosotros quedamos tristes y esperábamos
ansiosos su regreso. A los treinta días más o
menos, escuchamos el sonido del cencerro.
Corrimos como siempre a esperarlo, pero al verlo
se desarrolló el Concurso “Cuentos y relatos entre mayores, jóvenes y niños”. Aquí algunos de los escritos.
Los patos y el licor de cerezas.
En una ocasión llegaron visitas a un campo
y como era tradicional en aquellos tiempos
no tan lejanos, los dueños de casa decidieron
abrir una exquisita botella de licor de cerezas,
que ellos mismos habían elaborado siguiendo
los lineamientos de una receta ancestral y
tradicional.
Después de varios y reiterados licores y brindis
por diferentes y alegóricos motivos, la botella
de licor de cerezas se vació, sólo contenía en
su fondo la pulpa de las cerezas. Las arrojaron
entonces al patio, donde los gansos se dieron
una panzada memorable, devorando la apetitosa
pulpa de las cerezas.
Mientras tanto, los dueños de casa continuaron
conversando con las visitas, hasta que a alguien
se le dio por asomarse al patio y... ¡Oh sorpresa!
¿Qué fue lo que vió?
Todos los gansos estaban muertos.
La dueña de casa, enterada de este insólito e
inesperado suceso, ordenó, diligente:
- Juntémoslos y aprovechemos las plumas,
porque seguramente todavía están tibios. Las
plumas nos vendrán bien para hacer algunos
almohadones que nos hacen falta - exclamó.
Y así lo hicieron. Los gansos fueron totalmente
desplumados con gran destreza, celeridad y
amabilidad. Concluida la labor solo les quedaba
la piel. Los gansos yacían desnudos y muertos en
el patio, cerca de la casa.
Pero hete aquí que transcurridas unas horas y
pasado el efecto del alcohol que contenían las
EGB N° 4 de Coronel Suárez
Alumno: Marianela Adam
Relator: Norma Meier
Margarita dice...
Nací en 1939, en mi casa sin médico ni partera
En Mar de Ajó solamente había médanos y unos
pocos aventureros que trabajaban mucho, mucho.
El mar hacía tanto ruido que siempre parecía que
estaba a punto de llevarse todo. Mis padres lo
observaban para encontrarlo cada vez inmenso,
majestuoso.
Papá abrió una carnicería con mástil y bandera
para indicar lugar y horarios.
Recuerdo que él pintó mis zapatos con
pintura blanca para que los pudiera usar en mi
Comunión.
Casi nada para comprar, casi nada para vender.
Las sandalitas me las ataban con alambre, no
había zapateros.
- ¿Tobogán había?- preguntó Leo.
- No me acuerdo, pero sí había hamacas. Había
hamacas para volar.
EEE N° 501 “Cirilo Lus”
de Mar de Ajó
Alumnos: Martín Ramírez,
Maximiliano Rivadeneira.
Relator: Margarita
Barbieri
E DU C ATI VO
Escuela N° 11 “Juan Bautista Alberdi”
de General Pinto
Alumnos: Emmanuel González,
Sergio Rubén Lemo
Relator: Nélida Zarate
cerezas, los gansos volvieron en sí, cobrando
vida súbitamente.
Despavoridos, salieron corriendo... mientras
los dueños de casa perplejos, confundidos y
horrorizados veían cómo los gansos resucitados
corrían sin plumas por todo el patio.
PO R TA L
entendimos que su cara nos estaba diciendo algo.
Nos dio la bolsa con los regalitos y reuniéndonos
a mi mamá, mis hermanos y a mí nos dijo:
-No se pongan tristes, pero éste es mi último
viaje, ya no existen los reseros, parece que ahora
se utilizarán los camiones, ellos serán los que
viajarán con la hacienda, nosotros debemos dejar
de hacerlo.
Esta es parte de mi historia, la que más quiero,
la que llevo dentro de mi alma, con los mayores
recuerdos. En la que con poco fuimos felices, en
la que como hija quedó grabada la vida del viejo
resero.
CUENTOS
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