ÍDOLOS EN EL CORAZON (Ezeq. 14:1-11) INTRODUCCIÓN Como sabéis Ezequiel profetizó casi todo el tiempo en el exilio, en tierra de los Caldeos. Fue uno de aquellos primeros 10.000 deportados de Judá y Jerusalén. Estando ya en Babilonia, la mayor parte de los profetas y profetisas judíos hablaban de una pronta restauración y vuelta a Jerusalén. Supongo que creían que debían animar al pueblo de esa manera, diciéndoles que pronto todo estaría bien. Pero Ezequiel veía la contradicción de esta manera de proceder, porque el corazón del pueblo seguía apegado a la idolatría que les había llevado al exilio. Y esos falsos profetas no hacían nada por producir un cambio profundo en el pueblo. Ezequiel compara la obra espiritual que los falsos profetas hacían con el pueblo como una pared, o un edificio de bonita fachada, pero con cimientos endebles. (cap.13) Con las falsas expectativas que les estaban dando no establecían un fundamento sólido para las personas. Eran como bonitas fachadas que un temporal derribaría descubriendo sus débiles fundamentos. Dios, y Ezequiel en sintonía con Él, tenían una percepción más radical y verdadera. Así que recibe a los jefes de Israel que vienen a consultarle y les señala la causa profunda por la que se encontraban en esa situación (leer v. 1,2). Ezequiel les dice que es un problema del corazón. Es allí donde han levantado un altar para los ídolos (leer v. 3). Es decir, se han arraigado fuertes deseos, por cosas que no son Dios, en los corazones del pueblo. En lugar de una dependencia satisfactoria de Dios mismo, que es quien da a todos, vida, aliento y todas las cosas. La cuestión es que el pueblo no es consciente de que adora ídolos. Ellos se siguen percibiendo como el pueblo de Yahvé, por eso consultan también al profeta Ezequiel. Pero en los dos primeros mandamientos Dios había dejado claro que no podían tener otros dioses, es decir, otros poderes en los que buscar sentido y satisfacción para sus vidas. Solo Dios era la fuente de todas las necesidades de cualquier tipo, y solo en Él deberían buscarlo. Ezequiel les resume el meollo de la cuestión a los jefes del pueblo y que nosotros dividiremos en tres apartados. En qué consisten los ídolos. Cuáles son las consecuencias para nuestra vida. Y cómo podemos ser librados de ellos. I.- EN QUE CONSISTEN LOS IDOLOS. 1 Los ídolos se alzan primero en el corazón humano. Son deseos sobre otras cosas que no son Dios, a los que llegamos a ver como capaces de traer satisfacción y felicidad a nuestras vidas. En cada persona pueden ser distintos, pero son esos deseos que vez tras vez resurgen en nuestra vida, y que nos traen la idea de que si tuviéramos eso o aquello, entonces, seríamos verdaderamente completos y felices. Detrás o debajo de cualquier pecado recurrente en nuestra vida, sea del tipo que sea, si cavamos un poco hallaremos un ídolo en nuestro corazón. Un deseo superlativo por algo que nos termina llevando a la acción pecaminosa. Los ídolos son generalmente cosas buenas de la creación de Dios. No son cosas que nos parecen horribles. Y pueden ser cosas que Dios ha provisto para nuestro bien. Pero que nosotros les damos un valor mucho mayor del que tienen, pensando que si tan solo tuviéramos “eso” nos sentiríamos felices y completos. Tener una novia, esposo, o esposa es algo bueno que seguramente Dios quiera poner en nuestro camino. Llegar a verlo como la solución de nuestra vida, lo que nos daría la felicidad es hacer de ello un ídolo en nuestro corazón, que seguramente nos cegará y nos hará tomar una decisión equivocada. Una razonable diversión y entretenimiento es algo bueno que, seguramente Dios, quiera proveernos. Ponerlo como la esperanza de cada fin de semana, para sentirme feliz supone un ídolo en nuestro corazón. El éxito en cualquier tipo de empresa puede ser que Dios lo quiera para nosotros. Pero valorar el éxito en nuestro interior como lo que le da sentido a nuestra vida, sintiéndonos frustrados si no llega, es haberlo hecho un ídolo en nuestro corazón. En fin, un hijo, el trabajo, una carrera, la salud, dinero, ministerio exitoso en la iglesia, cualquier cosa por buena que sea puede llegar a ser un ídolo, siempre y cuando es en ello que esperamos hallar nuestro gozo, identidad o sentido de la vida. Todas esas cosas, aunque a nosotros nos parecen excelentes para traernos satisfacción, por Dios son vistas como ídolos malolientes, porque usurpan la gloria de Dios y nos engañan, haciéndonos pensar que de ellos recibimos gloria, en vez de recibirla de Dios. Como dice el v. 3 “a su paso han colocado trampas” o Salm. 106:36 “Rindieron culto a sus ídolos y se les volvieron una trampa” Las trampas no van anunciando por ahí “¡soy una trampa!” sino que más bien aparecen atractivas para entrar en ellas. Así también aquellas cosas o deseos que hemos llegado a hacer ídolos en nuestro corazón, nos parecen mucho más capaces 2 delo que son de producirnos bienestar y felicidad. Su apariencia para dar satisfacción se agranda de manera que trae a nosotros el deseo de tenerla porque así tendremos satisfacción. Pero las trampas aunque no lo parezcan, de entrada, siempre traen a la vida complicaciones. II.- CONSECUENCIAS DE LOS IDOLOS. La respuesta del amor de Dios al pueblo que tiene a Dios y a su vez ídolos en su corazón pasa primero por su disciplina. “A todo israelita que haya hecho en su corazón un altar de ídolos malolientes, y que después de haber colocado a su paso trampas que lo hacen pecar consulte al profeta, yo el SEÑOR le responderé según la multitud de sus ídolos malolientes” Su respuesta será conforme a nuestros ídolos. Es decir, si antes no hay conciencia y arrepentimiento, la respuesta de Dios será dejarnos ir en la dirección que nos indican los ídolos de nuestro corazón. Los ídolos nos ciegan, entenebrecen nuestro corazón. Dios nos dejará ir a lo que ellos nos ofrecen. Y todo ese doloroso proceso es la forma como Dios busca cautivar, o alcanzar, cambiar y llenar nuestro corazón, en el que se habían establecido ídolos. “Así cautivaré el corazón de los israelitas que por causa de todos esos ídolos malolientes se hayan alejado de mí.” O como dice la versión de las Américas “a fin de alcanzar a la casa de Israel en sus corazones, que están apartados de mí a causa de todos sus ídolos” Yo no sé vosotros, pero personalmente he experimentado algunas de estas disciplinas. Me he metido en algunas aventuras en la vida, que han salido bastante mal. En el proceso de disciplina me he preguntado muchas veces ¿Cómo no me he percatado antes donde me metía? La respuesta es que la ceguera siempre la producen los ídolos del corazón y Dios nos deja pasar por tristes procesos para cautivar, para alcanzar nuestro corazón y así aprender a hallar sentido, significado y satisfacción solo en el Señor. Así llega a ser Él más nuestro Dios, en la práctica, y nosotros su pueblo, como termina diciendo el v. 11. III.- CÓMO LIBRARNOS DE LOS IDOLOS. Como dice Pablo: “Todo es nuestro, sea el universo o la vida o la muerte, o lo presente o lo por venir, todo es nuestro” Así que usemos las cosas sabiamente pero no hagamos ídolos de nada. Porque estamos en el verdadero, con su Hijo Jesucristo, Él es el verdadero Dios y la vida eterna. Aprendamos a hallar en el todo lo que necesita nuestra alma. 3 ¿Cómo librarnos de los ídolos? Pues de igual manera que entramos en la vida cristiana y de igual manera que crecemos en ella: Mediante el arrepentimiento y la confianza en nuestro Señor Jesucristo y su Evangelio. “¡Arrepentíos! Apartaos de una vez por todas de vuestra idolatría y de toda práctica repugnante” (v. 6) El arrepentimiento implica toma de conciencia, reconocimiento de una situación y volvernos e ir al Señor. Y la fe, la confianza, el deleite, en definitiva el contemplar y admirar a Jesucristo. La bendición que supone haber sido escogidos en Él antes de la fundación del mundo; su presencia con nosotros todos los días desde un lugar de todo poder; su intercesión permanente por todos y cada uno de los suyos; el cuidado que Él tiene de nosotros. El hecho de que Él nos oye antes de abrir nuestra boca para transmitirle la ansiedad que las circunstancias de la vida nos producen. En fin, su deseo de glorificarnos, de darnos más abundantemente de lo que pedimos o pensamos. El que no escatimó ni a su propio Hijo ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas? Las circunstancias en la vida no son las que pueden quitarnos la paz y el contentamiento, sino lo que nuestro corazón haga frente a esas circunstancias. “Cuando estés naufragando por un gran enojo, o por miedo por la causa que sea, o por cualquier clase de preocupación, cava profundamente en ti y descubre cual es el deseo que atenaza tu corazón, el ídolo. Y dile esto: Tú ni me has hacho ni me puedes destruir, ni tampoco me puedes librar porque no has muerto por mí. ¡Cristo si lo hizo, y quiere y puede librarme! Así que no necesito tenerte. ¡El Señor es quien me dará lo que verdaderamente necesito!” (Tim Keller) 4