JURADO TÉCNICO TERCER PREMIO JOSÉ JAVIER MARTÍN RAMIRO. CUANDO ABRÍ LOS OJOS Cuando abrí los ojos la bestia seguía allí. Cuando la bestia cambió de postura y dejó de aplastarme contra el suelo, noté uno a uno los guijarros del suelo que se estaban clavando en mi espalda desnuda, pero no me atreví a moverme, todavía no; tenía que luchar contra ese impulso. Ahuequé el dorso desnudo de una forma desesperadamente lenta pero aun así demasiado rápida para los afilados sentidos del animal. Fue más rápido que yo y más certero. Volví a notar todo su peso, su calor y en mi situación de hipersensibilidad, el pelaje, pero no en conjunto sino pelo a pelo de forma individual. La bestia acercó lentamente la boca a mi cara y pude contar sus dientes, sorprendentemente albos, apreció su rosada lengua asomando entre la balconada de la mandíbula y respiré su aliento. Algo me impidió apartar la cara respirando a la vez que la bestia y mis ojos se fundieron con los glaucos iris de la bestia en uno solo. Sentí una angustia que ascendía desde mi pecho, hasta notar un nudo en la garganta. Tuve que sentarme presa de fuertes temblores y entonces fui consciente de mi desnudez. Mis ropas yacían desperdigadas por el suelo, desgarradas formando un informe montón. Donde la bestia se había apoyado, mi piel aparecía enrojecida y sentí ardientes arañazos que recorrían mis antebrazos. Poco a poco fui reculando hasta apoyar la espalda contra la dura roca y entre mis piernas ví un oscuro charco que manchaba mis muslos empapando la tierra y un dolor profundo que se iniciaba en la pelvis y se extendía hasta un lugar cercano al ombligo. Mi pecho comenzó a agitarse presa de espasmos que eran el preludio, bien lo sabía, de los sollozos que vendrían a continuación. Pero apreté los puños y me negué a llorar. SEGUNDO PREMIO MARCELA MARTÍNEZ PÉREZ MUCHOS DE LOS LIBROS ERAN MÁGICOS Al bibliotecario le gustaba decir que él era como Alexander Fleming, el de la penicilina. Él también había hecho su descubrimiento por accidente. Eso sí, como se apresuraba a aclarar en las entrevistas, él era mucho más ordenado que el médico escocés. Pero aquel día, con el apagón, no había podido poner los títulos devueltos en su sitio. Quizás fue un milagro. Quizás fue el apagón. El caso es que los libros se quedaron todo el fin de semana allí amontonados y por eso se mezclaron las historias. Quién iba a decirlo. Tantos años trabajando en esa pequeña biblioteca y resulta que muchos de los libros eran mágicos. Y todo por dejar aquella enciclopedia de cocina vasca justo encima de Las Uvas de la Ira. El lunes encontró el libro de recetas vacío, las vajillas brillantes; el chef de apellido impronunciable fruncía el ceño en la portada. Los sonrientes Joad, sin embargo, lucían un aspecto de lo más saludable, subidos a su destartalado camión. Bajo el pesado volumen, una edición antigua de Los Últimos Días de Pompeya mostraba dramáticos grabados de la ciudad desierta, devorada por la lava del Vesubio. El anciano encontró a sus tiznados habitantes en el tebeo de más abajo (“Bueno, ahora lo llaman ‘cómic’”, sonrió al periodista), en la ciudad de Metrópolis. Superman se había pasado el fin de semana trasladándolos a todos a lugares seguros. No supo lo de Heathcliff y Ana Karenina hasta unos días más tarde, cuando el maestro vino corriendo, visiblemente emocionado, a devolver la novela y contarle el nuevo final: el inglés había arrebatado a la dama de las vías del tren en el último momento. Se habían fugado juntos y nada decía la novela de su paradero. Las visitas a la biblioteca se habían multiplicado por cien y habían tenido que contratar a 7 personas más. La compañera de los ojos color avellana cuya sonrisa le hacía temblar tuvo la idea: poner El Quijote junto a Romeo y Julieta. Y fueron Alonso y Sancho los que se llevaron a los jóvenes a Castilla, en una noche de luna que jamás será olvidada. PRIMER PREMIO SERGIO JOSÉ QUEVEDO TERUEL EL CAPITÁN MARBLE Y SU PATA DE PALO Los rayos del sol entraron tenues por la ventana de la habitación, a través de los pequeños orificios de la persiana, e iluminaron los libros del camarote del Capitán Marble. Muchos de los libros eran mágicos. Ese mínimo haz de luz es suficiente para despertar a este pirata temido en los 7 mares. Cogió su espada, se colocó su pata de palo y comenzó a dar órdenes a la tripulación del navío. “¡Avante toda!”, se escuchó. “¡Tenemos que llegar lo antes posible!”, gritó de nuevo el capitán. Dicho destino no era otro que una recóndita isla de apenas unos kilómetros cuadrados que no aparecía en ningún mapa conocido. Allí era donde nuestro intrépido pirata ocultaba todos sus tesoros. Al llegar el barco a la isla, se apresuró a tomar un bote y dirigirse a tierra. Profirió un ruido a dos de sus tripulantes más aventajados y éstos ya sabían que debían acompañarle. Se introdujeron en una gruta anexa a una playa de arena blanca y aguas cristalinas. Con una antorcha iluminaban cerca de las paredes y al hacerlo, se podían leer mensajes pintados en la roca que indicaban el camino a seguir. Tras un rato de travesía a oscuras llegaron a una gran estancia. “¡Al fin!”, exclamó el capitán. Lo que allí se ocultaba era impresionante: cientos de miles de monedas de oro, las joyas más bellas jamás vistas, muebles de gran valor,… De repente, se oyó un estruendo, como un disparo, y aparecieron decenas de soldados que apresaron al pirata y sus compinches. “¡No pongáis vuestras sucias manos en mis tesoros!”, gemía nuestro héroe. “¡Tranquilo, Álex. No te vamos a hacer nada!”, exclamaron. No me llamo Álex, mi nombre es Capitán Marble. Pero ya era tarde. Nuestro protagonista debía recibir un nuevo ciclo de quimioterapia. El tumor de fémur, que impedía caminar al valiente pirata de 4 años, le mantenía preso pero no se iba a rendir fácilmente…Su barco con forma de cama y sus libros de aventuras sobre ella esperan su regreso. JURADO POPULAR TERCER PREMIO MARGARITA AMOR-JURADO BARAHONA EL SUEÑO DE BUBA Me llamo Buba. No te preocupes en saber de dónde vengo. No me localices en el mapa ni me des un idioma. Mírame como una representación de tantos y tantos, que al igual que yo, un día decidieron romper con todo y embarcarse a la deriva hacia lo que creían un mundo mejor. Mis palabras son un canto para todos aquellos hermanos que pusieron sus vidas en manos de otros y cuyas balsas, nunca llegaron a una orilla. Mis palabras son un grito de ánimo para aquellos que aún llegando a tierra firme, nunca encontraron lo que vinieron buscando y dejaron atrás familia, amigos, hogar, trabajo... ¡Cuántos sueños rotos!...y no precisamente sueños de grandeza y poder, sino sueños de supervivencia, sueños de dignidad, de respeto. No me llames delincuente, llámame soñador. ¿Qué daño te hace mi manta? ¿De verdad crees que los grandes diseñadores pierden dinero porque yo estoy ahí? Realmente, todos aquellos que os paráis a mirarme, nunca fuisteis ni seréis clientes de esas marcas. Por favor, no me mandes a la cárcel, no me encierres en los Centros de Internamiento de Extranjeros. No me prives de lo más grande, "LA LIBERTAD". En mi país soñaba con el vuestro, nuestro Gobierno os idolatraba y nosotros, como niños golosos, queríamos lamer el pastel. En la biblioteca muchos de los libros eran mágicos a nuestros ojos y nos mostraban una realidad maravillosa, ayudando a forjar en nuestras mentes ideales respecto a vivir en Europa. ¡Qué azaroso es el destino! Nunca sabremos por qué yo nací allí y tu aquí. ¿Por qué hay seres que desaparecen de este mundo sin apenas haber existido porque nadie los ve? ¿Por qué hay personas que nunca podremos soñar?... SEGUNDO PREMIO GUADALUPE MATEO RUIZ ABUELA Cerraré, quizás un día, ese agujerito que se quedó vacío en mi corazón con los recuerdos de mi vida a tu lado. Mujer fuerte y sufridora, como las de antes, de esas de antaño que, ante las adversidades, se guardaban las penas y el dolor muy adentro, alzaban la cabeza y, con coraje, eran capaces de seguir adelante. Te dio la vida dos hombres con los que compartir tu vida, hijos, nietos y biznietos. Con todos ellos y con su pena nos dejas a tus 94 años. Una larga vida..., aunque para nosotros demasiado pronto. Nos quedan las lágrimas y los recuerdos para superar el dolor de tu marcha, el silencio de la Sierra de las Villuercas, donde siempre sonarán tus pasos recorriendo sus duros y empedrados caminos con alguna cesta a cuestas, de Cañamero al Brazo, de Gargantaquemá a Navezuelas. Eras tú quien con coraje nos alentabas, cuando éramos niños en las largas y duras jornadas de aceitunas y castañas. Tú, quien en las bonitas y entrañables jornadas de matanza, nos enseñó a "atar" nuestras primeras morcillas, quien sino tú, nos hacías esas ricas natillas, las roscas y prestiños y tus sabrosos quesos de cabra de leche recién ordeñá. Abuela, no olvidaré los besos y los abrazos de estos últimos días que espero fuesen suficientes, para que te sintieras la abuela más querida. Recuerdo tus preciosos ojos azules que me miraban y sentía la necesidad de que supieras cuánto te íbamos a extrañar. Recordamos aquellas largas tardes esperando a que las cabras volvieran al corral a descansar, el ordeño, los quesos, el corral, lleno de chivos para jugar, las matanzas, las aceitunas, las castañas y las tardes de lectura junto al calor de la lumbre. Muchos de los libros eran mágicos. Luchaste hasta el final. En los últimos años tus recuerdos se mezclaban desordenados en tu cansada mente y el bastón te ayudaba a seguir dando firmes pasos con la misma fortaleza de tus mejores años. Tus ancianas manos nos dieron esas caricias y abrazos que tanto nos reconfortaban en tu lucha final. Tus besos eran “tiritas” para nuestro dolorido corazón y tu mirada, la esperanza de que no sufrieras y vieras que no estabas sola y que nunca lo vas a estar. Descansa abuela junto al abuelo Juan....NUNCA TE VOY A OLVIDAR. PRIMER PREMIO JUAN MEJÍAS CALLAVED PUNTO Y COMA Hola, soy un punto; pequeño, redondo. Estoy solo, muy solo. Fuí pareja de una coma. Juntos éramos..., un punto y coma. Nuestra misión era unir oraciones. Todo acabó el día en que las Ciencias atacaron a las Letras, destruyendo las palabras y dispersando los signos de puntuación por todas partes. El mundo ahora no puede expresarse ni comunicarse por escrito. Busco a mi coma en un espacio desolador: libros por los suelos, hojas sin texto, interrogaciones, comillas, paréntesis, guiones…; todos dispersos y desconectados. Pregunté a una interrogación: ¿ha visto usted a una coma?, lo siento, me dijo; yo estoy buscando a una frase para interrogarla (normal, pensé, tratándose de una interrogación). Más allá encontré un signo de admiración. Le hablé de la gran pena que sentía por haber perdido a mi coma. Quedó admirado (lógicamente). Dos pares de comillas, buscaban algo que entrecomillar. En otro rincón, dos paréntesis discutían; los dos eran iguales, abiertos hacia la derecha. Intentaban convencerse el uno al otro para que se diera la vuelta y pudieran así formar una pareja útil a alguna frase. Muy cerca de allí, unos puntos suspensivos merodeaban alrededor de unos libros. Aseguraban que “muchos de los libros eran mágicos”. Me acerqué despacio a uno de ellos. Estaba entreabierto. Le pregunté…: perdone, ¿sabe usted donde está mi coma? Pasa, me dijo; entra en mi página 27 y allí encontrarás lo que buscas. Localicé la página. Fue fácil pues estaban numeradas y ordenadas. Los números habían sido respetados y no fueron atacados por las Ciencias, dada su afinidad por ellas. Allí, en la página indicada, encontré a mi coma, sola, encorvada, en una hoja en blanco. Nos fundimos en un abrazo, me situé sobre ella y fuimos, de nuevo, punto y coma para siempre. Soy un punto pequeño, pero feliz y poderoso desde aquel instante. Caminamos de nuevo “entre puntos y letras”.