El “Aquiles” javeriano Recientemente circuló la primera edición (junio, 2016) de la novela póstuma de Carlos Fuentes titulada Aquiles o El guerrillero y el asesino, en la cual se hace referencia explícita a la influencia de la educación jesuítica. Carlos Julio Cuartas Chacón* publicaciones E n el prólogo de Aquiles o El guerrillero y el asesino, fechado el 16 de diciembre de 2015, Julio Ortega cuenta las vicisitudes de esta obra del gran escritor mexicano Carlos Fuentes, fallecido hace cuatro años, que “está dedicada a «mi relación con Colombia» y parte de «un dramático episodio violento», la historia de Carlos Pizarro Leongómez (1951-1990), jefe guerrillero del M-19, quien abandonó las armas, se propuso como candidato a la Presidencia de la República y fue asesinado por un joven sicario a bordo de un vuelo de Avianca el 26 de abril de 1990”. Por su parte, Silvia Lemus, en la nota de los editores que precede al prólogo, nos advierte que el autor “trabajó en este manuscrito los últimos 20 18 años de su vida… y no quiso entregarlo a sus editores mientras el conflicto armado más antiguo de América Latina no llegara a su fin”. El propio Carlos Fuentes, en las primeras páginas del libro, luego de narrar el asesinato de Pizarro y compartir “la oración, el responso, el poema” con que cierra bellamente las líneas que dan testimonio de la conmoción a bordo del avión, analiza su interés de “hablar de Colombia, cantar la cólera del Aquiles colombiano, pero también, sin duda, descubrir la pasión de Aquiles, sus amores, razones, dudas. Su itinerario. Más que su destino, -continúa el autor-, me interesaba su itinerario. Más que su ideología, me interesaba su viaje. De la familia a la guerrilla y de la guerrilla a la política y de la política a la muerte. Mi viajero había muerto. Este Aquiles fue, también, Odiseo”. Llama la atención en la obra de Fuentes, escrita sobre una base histórica, las referencias al padre Teilhard de Chardin, porque los esposos Pizarro Leongómez lo leían; a Ignacio de Loyola y la educación impartida por los jesuitas, “donde todos nosotros, los cuatro hermanos varones, -hablan ellos en el texto-, potenciamos nuestra educación familiar, tomamos de los jesuitas la razón implacable, la lógica inmisericorde para aplicar los métodos que sean necesarios a fin de alcanzar las metas que deseamos. Todo modo es bueno para alcanzar los fines de Dios y la salvación de las almas”. Un personaje de la novela es el padre Filópater, que aparece como profesor de Carlos y sus hermanos en “la universidad jesuita”, lugar de paso en el viaje de Aquiles. Cuenta el autor que cuando el padre de los cuatro hermanos, “el almirante, fue a sacarlos de la universidad jesuita, nada más le dijo: -Yo le entregué a cuatro muchachos católicos, Registro de solicitud de admisión a la Facultad de Derecho y Ciencias Socioeconómicas, de Carlos Pizarro Leongómez. Archivo Histórico Javeriano “Juan Manuel Pacheco, S.J.” julio 2016 Hoy en la Javeriana apostólicos y romanos y usted me los devolvió ateos y comunistas”. A juicio del autor de la nota en la hojita dominical, “el hogar ha realizado una tarea y el centro educativo no la ha continuado, al menos así parece indicarlo el resultado… ¿La confianza del padre en el centro educativo no fue correspondida?”. Pues bien, el cuestionamiento a la Universidad mereció una carta del Rector, de fecha 28 de agosto de 1990, cuya copia reposa en el Archivo Histórico Javeriano. En ella el Padre Arango advierte que en el comentario mencionado, “se ignora la responsabilidad fundamental que reside en el educando, quien tiene libertad para hacer sus opciones en la vida en un medio que no solamente determinan la familia y el centro educativo”. Líneas adelante, anota el Rector: “los espacios educativos permiten al estudiante exponerse ante valores y principios que sólo él puede hacer suyos en la teoría y en la práctica de su vida. Pero de ninguna manera en ellos se busca dominar el pensamiento ni el comportamiento de las personas”. La carta concluye con una anotación y una pregunta: “Resulta extraño registrar que al mismo tiempo se hayan formado en el mismo claustro javeriano otros compañeros universitarios que como Luis Carlos Galán, Rodrigo Lloreda y Ernesto Samper siguieron rumbos diferentes. ¿Por qué no ver en estos el esfuerzo que esta Institución hace por colaborar en la misión evangelizadora de la cultura?”. Si bien la carta del Rector recibió respuesta por parte del autor de la nota en El Domingo, quien era su director, en la cual reconoció que su nota “no fue feliz”; el mensaje del Padre Arango no tuvo divulgación. A propósito del libro de Carlos Fuentes y del suceso referido, cabe recordar que Carlos Pizarro Leongómez, alumno del Colegio Berchmans y Bachiller del Instituto de La Salle en 1968, estudió primero y segundo año de Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas. Su solicitud de admisión, su registro de matrícula, abierto el 30 de diciembre de 1968, así como la copia del certificado de calificaciones expedido el 9 de febrero de 1971, se encuentran también en el Archivo Histórico Javeriano. Igualmente, se conserva el borrador de una nota escrita de puño y letra por el P. Gabriel Giraldo, S.J., Decano de Disciplina y Secretario de Facultad, dirigida a Juan Antonio Pizarro, en Cali, en la cual se le planteaba la conveniencia de un cambio de universidad para sus hijos Carlos y Eduardo. Estas son las huellas documentales del “Aquiles” de Carlos Fuentes, que también fue javeriano y que como lo dice el escritor mexicano, fue “la voz que les decía a los demás: No sólo soy coraza de guerra. También soy cabeza de paz” *Asesor del Secretario General. Hoja de El Domingo, publicada el 26 de agosto de 1990, con la nota “La queja de una madre”. Copia de la carta enviada el 28 de agosto de 1990 por el Rector de la Universidad, P. Gerardo Arango, S.J., al Director de El Domingo. Archivo Histórico Javeriano “Juan Manuel Pacheco, S.J.” 19 publi cacion es apostólicos y romanos, y usted me ha devuelto a mi casa a cuatro comunistas”. Este detalle en el texto de Carlos Fuentes me hizo volver sobre un episodio guardado en mi memoria, que tuvo lugar durante la rectoría del P. Gerardo Arango, S.J. y que resulta ahora oportuno recordar con precisión histórica. El 26 de agosto de 1990, en una página de la publicación El Domingo que repartieron en las iglesias con las lecturas de la misa, se incluyó una breve nota titulada “La queja de una madre”, con una reflexión a propósito del comentario que doña Margoth, la madre de los Pizarro Leongómez, había hecho durante una entrevista, publicada en Cromos el 7 de mayo de ese año. Carlos había sido asesinado el 26 de abril anterior. A la pregunta de la periodista “¿Cuándo se dio usted cuenta de sus inclinaciones políticas?”, respondió doña Margoth: “Cuando vinieron a la Universidad Javeriana. Cuando ellos se fueron de Cali, vinieron a la universidad católicos, apostólicos y romanos. Lo que yo le puse en una carta una vez al padre Giraldo: yo le envié a mis hijos, cuando llegaron a la Javeriana eran católicos,