¡Nosotros Hundimos el Lusitania!

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V
MAJESTUOSAMENTE, el irifantesco Lusitania leva anclas con rombo a un
puerto extranjero. Lejos estaban de sospechar sos innumerables pasajero
el tráfico fin que les esperaba.
'l
Por el Teniente Weisbach
M/L 8ÜBMARINO U-20 se baianceaba suavemente en las rizada
aguas del río Eras, en el Mar del Norte. Estaba anclado Junto a
muelle del puerto de Emden, centro de operaciones de la flota risue*tarde de primavera del mes de abril de 1915, mientras inspeccionaba la carga de los torpedos, que en menos de una quincena aquellos mortíferos proyectiles habían de despertar la
Indignación y furia del mundo entero.
Pero estaba dispuesto que asi fuese.
La guerra submarina contra el enemigo estaba en su apogeo
Dos meses antes, en represalia del bloqueo del Canal por los
ingleses. Alemania ha ola declarado guerra submarina sin
restricción.
En las primeras horas de la mañana siguiente, hablamos de salir de Emden con rumbo a la Gran Bretaña. Teníamos instrucciones de llegar a la boca del rio Mersey,
J/Á
que desemboca en el Mar de Irlanda, y allí acechar un
m
transporte, que. según noticias secretas recibidas por el "departamento de Información "Óe
Alemania, habla de salir, cargado de tropas, del
puerto de Liverpool.
A las siete de la mañana del 30 de abril, el
U-20, con su tripulación de 26. bajo el mando
del capitán Schweiger, salió de Borkum Roads
en su peligroso viaje.
Llegamos al Mersey sin ningún contratiempo. No encontramos ninguna patrulla enemiga
que hiciera fuego contra nosotros o que perturbase nuestra tranquilidad, lanzando
al agua bombas submarinos, mientras
nosotros nos deslizábamos suavemente
a una profundidad de 40 pies. Tuvimos,
desde luego, después de haber entrado
/
en aguas inglesas, que navegar la mayor parte del tiempo bajo la superficie
del mar. Sólo de noche osábamos salir
a la superficie, protegidos por el manto
de la obscuridad.
Llegamos al Mersey a las primeras
horas del S de mayo, pero el mar estaba
cubierto por una densa neblina, que imposibilitaba por completo la visibilidad.
Pasamos casi todo el día cerca del
estero, unas veces navegando lentamente
por la superficie, y otras sumergiéndonos tan pronto como la sirena de nieblas nos advertía que había barcos enemigos en los alrededores. A intervalos
se disipaba la niebla, y pudimos torpedear tres barcos ingleses, uno un buque
de vela, y los otros dos de carga.
El día siguiente, la niebla seguía envolviendo el mar, como paño mortuorio,
aunque el manto no era tan tupido Sin
embargo, la neblina era lo suficientemente densa para obligar a nuestro comandante que abandonara su proyecto
original. Tratamos de acercarnos más
a la bahía de Liverpool, pero tuvimos
que desistir del empeño. Mientras más
M
Esto fué lo que los oficiales del submarino alemán vieron por el periscopio. El hundimiento del gigantesco trasatlántico, dibujado por el
célebre artista Luis Riedermann.
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¡Nosotros Hundimos el Lusitania!
nos adelantábamos por el
río Mersey, mayor era el
número de barcos hostiles.
Nos metimos en el canal
de San Jorge, donde en vano buscamos algunos barcos
mercantes que hundir.
El
dia siguiente salimos para
la rosta sur de Irlanda. Y
aquí* comenzó a desarrollarse el drama que había de
conmover al mundo entero.
La suerte comenzaba a sernos propicia.
Poco después del mediodía, se disipó la
niebla que hasta entonces había sido un
obstáculo. Salió el sol. y el mar parecía
un enorme monto cubierto de rutilantes
diamantes. En el horizonte apareció
un tiznón de humo. Esabamos navegando por la superficie, pero cuando el comandante Schweiger, que estaba conmigo en el puente, vio la señal de una
nueva presa. Inmediatamente dio la orden: "Bajo el agua inmediatamente, y
cada hombre a su puesto". Antes de bajar, pudimos darnos cuenta de que se
"Jamás podré elvidar aquella trágica escena. Humo y fuego.
El
gran trasatlántico
se hundía.
El
enorme casco y
las macizas chimeneas se hablan
bandeado pesadamente 'hacia estribor".
La Tragedia Más Grande de la Guerra
Vista a Través del Periscopio por un
Oficial del Submarino Alemán U-20
trataba de un barco gigantesco de cuatro chimeneas. Pocos segundos después
el mar se cerraba sobre el U-20.
Con los ojos pegados al periscopio,
el comandante Schweiger observaba
atentamente, sus laglos fruncidos en un
gesto de decisión, sus manos moviéndose nerviosamente. Pocos minutos después anunció que estando nosotros en la
zona de guerra. íbamos a atacar el barco. Sin embargo, como quiera que la
velocidad del barco era de unos diez a
doce nudos más que la del submarino,
se decidió no darle la señal de que se
detuviese. Era evidente que un barco
tan enorme y tan valioso tenia que es-'
tar armado, y si a pesar de su mayor
rapidez no lograba escapársenos, podía
hundirnos con sus cañones. Teníamos
instrucciones del Cuartel General, al
efecto de que en circunstancias como
ésta, el submarino no debía exponerse
a riesgos Innecesarios, saliendo a la superficie.
Jamás podré borrar de mí mente
los acontecimientos que comenzaron con
el sumergimiento del U-20 y terminaron con una de las tragedias más grandes de la guerra. Primeramente, el profundo silencio, interrumpido solo por el
apagado zumbido de los motores eléctricos, y los gemidos lastimeros de Nelly,
la perrlta que habíamos salvado el hundir un buque mercante en el viaje anterior
Severas y lacónicas eran las órdenes del capián. Había izado el periscopio y vigilaba el progreso del barco predestinado a la destrucción. El tiempo
se arrastraba lentamente. Cada minuto parecía una eternidad. 'Estámabos
maniobrando hacia el barco, que zlg-*
zagucaba hacia el Mar del Norte Evidentemente sabia que era presa fácil
para el emboscado enemigo. Hubo un
momento en que pareció que se alejaba
pero cambió de rumbo y se dirigió hacia
nosotros. De no haber estado navegando en zigzags, seguramente se nos hubiera escapado, ya que su velocidad era
mucho mayor que la nuestra.
Por fin vino la orden: "Preparad los
torpedos. Listos para hacer fuego".
Este era mi trabajo. "Preparada los
torpedos.
Listos para hacer fuego",
repetí a la tripulación.
Silencio profundo. Oran tensión en
todos los rostros. Con la familiar sacudida que sigue siempre al disparo de
un torpedo el submarino cabeceó lige-
(PrnplMUÍ Itterarto ratfrtraéa por RIMO FESTtRES BYNDICATE, loe.
JJH
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ramente Esperamos. El comandante 8chweiger corrió hacia el periscopio.
Pasaron cinco segundos.
Diez. Quince. Veinte. Treinta.
El barco estaba a más de un
cuarto de milla de distancia.
Miré el reloj. Eran las dos y
cuarto. Cuarenta segundos.
Cincuenta. Sesenta.
¿Habla
fallado la puntería? Pasó un
minuto, y entonces oímos la
detonación
atronadora
del
acero al chocar con el acero,
terminando en un estruendo
prolongado y ensordecedor. De
nuevo, un silencio profundo.
Un suspiro se escapó de nuestros pechos. Y, casi inmediaEl Capitán Schweiger, del submarino alemán
tamente, una segunda detona1-2(1. quien lanzó el torpedo que hundió el
ción, tan atronadora como la
Lusitania cerca de las costas de Irlanda.
primera. Perplejos, miramos a
nuestro comandante, pero éste
estaba tan perplejo como nosotros, pues estallar, han roto sus compartimientos
habíamos disparado un sólo torpedo. herméticos. Así se explica segunda exPocos momentos después se dirigió de plosión que oímos".
nuevo al periscopio. De pronto, se puso
Vr»lvi a mirar por el periscopio' El
pálido como un muerto. 'Dios mío", exgran barco iba a dar su Ultimo cabeceo.
clamó "Es el Lusitania".
lanchas salvavidas, repletas de genDejó caer los brazos, como si las Las
te, cuan en el mar, algunas de proa,
fuerzas le hubieran abandonado por
de popa. Los pasajeros y la tricompleto. Nunca le había \isto tan con- otras
pulación
se lanzaban al agua, nadando
movido. Me llamó y con un gesto me
frenéticamente
hacia los botes que se
indicó el periscopio. Jamás podré olvia flote. Horrorizado, cerró
dar lo quo vi por aquel pequeño ojo de mantenían
los ojos. Una mancha de humo que
vidrio.
i
pareció en el horizonte nos Índico que
El barco se hundía rápidamente. venían
a auxiliar el barco desgraciado,
Pude ver llamas y humo. El enorme
pues la costa estaba a sólo pocos millas
casco y las gigantescas chimeneas se ha- de
distancia.
bían inclinado hacia estribor. Parecía
haber gran confusión en la cubierta suEl comandante Schweiger dio la orperior. La gente corría de un laúu a den, y el U-20 cambió de rumbo, aleotro. Aquí y allá, gran número de per- jándose del debacle. Veinte minutos
sonas estaban agrupadas alrededor de después el submarino detuvo su marcha,
los botes salvavidas. Algunas de las y Schweiger miró de nuevo por «•] pelanchas colgaban perpendicularmente riscopio.
del pescante. En la febricitante prisa
"El Lusitania ha desaparecido", dijo.
por botarlas al agua, las sogas de un
Miré
mi reloj. Eran las dos y tretntí■sólo lado hablan sido desatadas, y los
cinco de la tarde. El gigantesto barco
botes salvavidas no podían ser usados. se
había hundido en poco más de un
Las lanches de haber no pocian ser
descolgadas, debido a la inclinación del cuarto de hora.
barco.
'
Lo que más me espantaba era la
rapidez con que el barco se iba a pique.
Me volví hacia Schweiger y le pregunté cómo se explicaba esto. Movió la
cabeza tristemente. "Es como me lo
imaginaba", me respondió. "El Lusitania llevaba municiones, las cuales, al
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Prohibid, la reproáarelon lo ful • parcial)
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