EL MISTERIO DEL LUSITANIA ¡Torpedo!... ¡Torpedo a estribor! Ese fue el aterrorizado grito que lanzó el vigía del trasatlántico británico Lusitania, que surcaba las aguas a gran velocidad, a la altura de la costa meridional de Irlanda, el 7 de mayo de 1915. Pero no hubo tiempo para corregir el rumbo, para tratar de evitar la acción del proyectil, que se estrelló contra su objetivo. A veinte kilómetros de distancia, en la Old Head Kinsale, una punta que se asoma al mar, al sur de Cork, una multitud admiraba el paso del gigantesco trasatlántico construido por la Cunard Steam Ship Co. Quienes tenían prismáticos quedaron perplejos al ver cómo empezaba a elevarse del barco una débil columna de humo. Un hombre controló su reloj: eran las 2,11 de la tarde. Dieciocho minutos después, el Lusitania se había hundido bajo las olas arrastrando consigo a 1198 personas, 124 de las cuales eran americanas. Ese último dato terminó por cambiar el curso de la historia, porque la muerte de los pasajeros norteamericanos condujo a la intervención de Estados Unidos de América en la Primera Guerra Mundial y aseguró así la victoria de los aliados. El hundimiento del Lusitania no fue sólo uno de los sucesos clave en el curso de la guerra más sangrienta que el mundo hubiera conocido hasta entonces. También enfrentó a los historiadores con un misterio que hasta hoy todavía no ha sido resuelto. El misterio puede ser descrito en pocas preguntas ¿Era el Lusitania un barco de pasajeros o era un buque de guerra? ¿Es cierto que transportaba armas? ¿Fue el trasatlántico sacrificado intencionadamente, a fin de obligar a Estados Unidos de América a intervenir en la guerra? El Lusitania fue proyectado con el objetivo de ganar la Cinta Azul, condecoración reservada al barco que cruzaba el Atlántico en menos tiempo; dos líneas marítimas alemanas se habían repartido el trofeo anual desde 1897. La construcción del trasatlántico fue subvencionada par el almirantazgo británico mediante acuerdos secretos con la Cunard, que no fueron revelados hasta mucho tiempo más tarde. El buque media 203 metros de largo; estaba capacitado para transportar, con gran lujo, a 2300 pasajeros y a los 900 tripulantes. Navegaba a 25 nudos y estaba artillado con doce cañones de 6 pulgadas. El último viaje del trasatlántico, de Nueva York a Liverpool, comenzó el 1 de mayo de 1915. Los alemanes advirtieron a los pasajeros que pensaban viajar en el Lusitania que desistieran de su propósito y cancelaran sus reservas. Subrayaron que todo barco de pasajeros perteneciente a un país enemigo que entrara en aguas de la zona de guerra se exponía a ser atacado. Se prevenía a los gobiernos neutrales de que no deberían permitir que sus tripulaciones, pasajeros o mercancías utilizaran esos barcos. La embajada alemana en Washington llegó incluso a publicar en los periódicos americanos anuncios que advertían: “A los viajeros que proyecten embarcarse en una travesía por el Atlántico, se les recuerda que existe estado de guerra entre Alemania y Gran Bretaña, y que los barcos de bandera británica pueden ser destruidos. Los pasajeros que viajen por la zona de guerra en barcos de Gran Bretaña o de sus países aliados, lo harán bajo su propia responsabilidad”. A pesar de todo, 188 americanos reservaron pasajes a bordo del Lusitania, en cuya “inocente” declaración de carga no figuraban las más de 4000 cajas de municiones que transportaba, destinadas a contribuir al esfuerzo de guerra de los aliados. Mientras el trasatlántico se alejaba de Nueva York, muchas personas, al otro lado del Atlántico, temían por la suerte del Lusitania. Winston Churchill, por entonces primer lord del almirantazgo, organizó una reunión en la que participaron lord Fisher, jefe de la marina, y varios expertos en inteligencia naval; éstos habían recibido el encargo de preparar un informe sobre las consecuencias probables del hundimiento de un trasatlántico con pasajeros norteamericanos a bordo. Casi al mismo tiempo, el embajador de Estados Unidos de América en Londres se preguntaba, en una carta dirigida a su hijo, qué haría “el Tío Sam” si un trasatlántico lleno de pasajeros americanos fuera volado en pedazos. Por su parte, el rey Jorge V concedió una audiencia al coronel Edward House, enviado especial del presidente Woodsow Wilson; durante la entrevista, se dice, el rey formuló al coronel esta pregunta: ¿Qué hará América si los alemanes hundieran el Lusitania? Todos los elementos estaban preparados para el desastre. El 7 de mayo, el Lusitania se aproximaba a la costa irlandesa; el capitán, comandante William Tumer, apodado Bowler Bill (Bill el Lanzador) sólo había recibido un aviso del peligro que tenía delante: se trataba de un radiomensaje firmado par el vicealmirante sir Henry Coke -cuyo cuartel general estaba situado en Queenstown, Cork- que rezaba: “Submarinos en actividad a la altura de la costa meridional de Irlanda”. Uno de esos submarinos era el U-20, y estaba bajo el mando del comandante Walter Schwieger el U-20, que había permanecido en el mar desde el 30 de abril anterior y viajaba de regreso a su base, en Wilhelmshaven, fue el primero en avistar el barco. Pero al principio Schwieger no reconoció el trasatlántico; sólo pudo describirlo como “un bosque de mástiles y chimeneas”. Por entonces, el Lusitania era el más imponente de los barcos del mundo. Cuando se acercaba a la punta de Kinsale, el trasatlántico cambió de rumbo. - A partir de ese momento se dirigió en línea recta hacia nosotros - contaba Schwiegerno podía haber elegido un rumbo más perfecto si hubiera tratado, deliberadamente, de ofrecemos un blanco. Cuando el barco se hubo acercado a solamente 365 metros, el capitán Schwieger ordenó que se disparara el torpedo. Hizo blanco en el barco, sobre estribor, por debajo del puente. El agua entró con una presión demasiado fuerte y no pudo ser contenida por los 119 compartimentos estancos de que estaba dotado. La proa desapareció bajo un mar calmo, al tiempo que el barco comenzaba a inclinarse hacia estribor. Cuando la proa chocó con el fondo del mar, a 96 metros de profundidad, la popa quedó un rato al aire, con sus enormes hélices apuntando hacia el cielo. Luego, el inmenso casco del trasatlántico se deslizó, arrojando humo y burbujas, hacia el fondo del mar... La superficie marina se pobló de pronto con patéticas figuras; el Lusitania estaba bien equipado con salvavidas, pero no hubo tiempo de usarlos. De las 1198 personas que perecieron, 785 eran pasajeros, y de estos 125 eran niños. Una mujer embarazada, que dio a luz durante el viaje, pereció junto con su pequeño hijo. A partir de entonces, se ha desarrollado una rigurosa controversia entre los historiadores. Se trata de saber si los alemanes tenían razón al juzgar al Lusitania como un objetivo de guerra legítimo; también se intenta aclarar si el trasatlántico iba armado y si transportaba un cargamento bélico. Pero la pregunta más inquietante es: ¿Envió el gobierno británico al Lusitania a una ruta suicida, a través de aguas infestadas de submarinos alemanes, con el objeto de forzar a los americanos a entrar en la guerra? Los misterios que rodean el hundimiento del Lusitania fueron exhaustivamente examinados por los historiadores, de manera especial por el escritor Colín Simpson, cuyo libro sobre el tema proponía varias polémicas conclusiones acerca de la tragedia del Lusitania. La primera de ellas indica que el barco iba armado con, por lo menos, doce cañones de 6 pulgadas v que transportaba un abundante cargamento de municiones v explosivos. Simpson daba cuenta de que el Lusitania fue sometido, en un dique seco de Liverpool, en 1913, a modificaciones que lo capacitaban para ser dotado de artillería pesada en caso necesario. Así el trasatlántico quedó en realidad transformado en un crucero de guerra auxiliar. El autor sostenía que una de las calderas del buque fue convertida en un depósito de cartuchos, dotado de montacargas que podían elevar los proyectiles hasta la cubierta. Más discutible es la segunda aseveración de Simpson, según la cual el almirantazgo británico (de esto culpa directamente a Churchill) retiró los destructores escolta que protegían el Lusitania, a pesar de que se sabía que los submarinos alemanes interceptarían su ruta. Lo cierto es que el capitán Tumer no recibió nunca la información de que los barcos de guerra que custodiaban su barco habían sido desviados v enviados a otro destino. El propio Tumer, que sobrevivió al hundimiento, afirmó durante el resto de su vida que había recibido un mensaje en código naval, con la orden de modificar el rumbo de la nave y dirigirla hacia el punto donde el submarino alemán la estaba esperando. Durante los años que dedicó a la investigación, Simpson exhumó documentos hasta entonces no publicados, procedentes de los archivos nacionales de Washington, del almirantazgo y de la empresa naviera Cunard. Esto documentos lo llevaron a creer, igual que a otros muchos historiadores, que después del desastre norteamericanos v británicos se pusieron de acuerdo paró tender sobre el caso un tupido velo encubridor. Se afirma hoy que la declaración de carga del buque fue falsificada; además, en los partes oficiales de sir Henry Coke, tanto como en el registro de señales del almirantazgo, faltan las entradas correspondientes al 7 de mayo: son las únicas páginas perdidas de los documentos oficiales en todo el periodo de la guerra. Uno de los grandes misterios que ha dejado perplejos a los investigadores es la causa de que el Lusitania se hundiera tan rápidamente. El torpedo disparado por el submarino alemán era del tipo “G”, cuyo poder de destrucción y de penetración es sólo moderado. Sin embargo, ese único torpedo hundió un inmenso trasatlántico en sólo 18 minutos: este hecho no ha sido explicado. Se afirma que el trasatlántico tenía un peligroso defecto de diseño en su estructura. Los motores y la maquinaria ocupaban demasiado espacio, por lo que parte del carbón que transportaba el barco tenía que ser almacenado en compartimentos que no habían sido proyectados para ese fin. Fueron los mecánicos quienes eligieron, para almacenar el carbón, los compartimentos estancos especiales, un elemento destinado a aumentar la segundad del barco. Estos compartimentos o cámaras de aire, que deberían haber mantenido al Lusitania a flote, estuvieron, durante el trágico viaje, cargados de carbón hasta los topes. Pero hay otra razón, más siniestra, que explicada el rápido hundimiento del buque. Los buzos que descendieron hasta el fondo del mar para revisar el trasatlántico hundido, informaron que uno de los costados y la parte inferior del casco habían sido destruidos par una explosión producida en el interior de la nave. Esta explosión debió haber sido mucho más poderosa que la causada por un torpedo de tipo “G”. Lo que pudo causar una explosión de esa naturaleza es algo que continúa siendo un misterio. Una explicación plausible se da que, en las bodegas del Lusitania, a pesar de lo que aseguraba la declaración oficial de carga, no sólo se almacenaba manteca, queso, planchas de latón y conservas de carne. ¿Estaban allí las 4000 cajas de municiones que, como se admitió más tarde, viajaban clandestinamente a bordo? ¿Era el Lusitania en realidad un transporte de material bélico, que camuflaba su verdadera naturaleza detrás de 1198 personas inocentes y enviadas al sacrificio?