“SIDDHARTA”, UNA EXPRESIÓN TÍPICA DEL INDIVIDUALISMO DE HESSE Úrsulo Hernández Camargo Todo hombre debe tratar de vivir su propia vida y si tiene suerte hasta de morir su propia muerte, naturalmente muy pocos lo logran, porque es más fácil y cómodo marchar con el rebaño . Herman Hesse. Zharatustra a la juventud alemana Un repaso somero a las principales novelas de Herman Hesse, “El lobo estepario” y “El juego de abalorios”, en las que se transmiten las tragedias de seres que deben vivir a contrapelo de su comunidad, su familia y su cultura, nos permite confirmar que la obra literaria del escritor alemán, laureado con el premio Nobel en 1946, se distingue por un individualismo exacerbado. Hesse proviene de una familia de pastores protestantes que lo conducen a estudiar la carrera religiosa, lo que le aparta de sus aspiraciones poéticas, que son su verdadera vocación. Como consecuencia de esta crisis existencial deserta de la escuela e incluso intenta suicidarse, debiendo ser atendido en una institución para enfermos mentales. Con el tiempo se dedica a escribir llegando a convertirse en un autor de éxito, pero ese punto de partida lo marcará de tal modo que esa problemática se repetirá en muchos de sus textos. Años después, cuando, el escritor estudia la cultura India, se siente identificado con la figura de Buda, pues el Sakyamuni se opuso al deseo de su padre por convertirlo en rey, resolviéndose a caminar por su cuenta, abandonando su castillo, su padre, su esposa y su hijo. Tomando como base estos hechos históricos y su propio drama personal, Hesse desarrolla “Siddharta”, una novela en la que, a través de 12 capítulos, nos muestra las diferentes etapas por las que pasa el hijo de un brahmán, en el camino hacia la iluminación. Llama nuestra atención que el escritor utilice el nombre completo de Buda, Siddharta Gautama, para referirse a dos personajes distintos de su obra: Siddharta para el protagonista y Gautama para Buda, como si con ello quisiera significar que toda búsqueda espiritual exitosa, concluye necesariamente en la integración del hombre consigo mismo. Siddharta es un joven perteneciente a una familia de brahmanes que está siendo preparado para seguir la carrera religiosa, pero que se siente insatisfecho con su condición actual puesto que no tiene a su alrededor ningún ser humano que, por haber conseguido la paz interior, le sirva como referencia, ni siquiera su propio padre, que es un sacerdote muy respetado. Por eso, cuando se entera que unos ascetas pasan por la ciudad, aprovecha la oportunidad para marcharse con ellos e iniciar la práctica de sus disciplinas. Con verdadero entusiasmo se ejercita en la meditación y el ayuno con el propósito de dominar la mente y los sentidos, soportando estoicamente todos las sacrificios que le impone su tarea porque tiene la esperanza de encontrar su tesoro interior, pues piensa que: “Una vez que todos los egoísmos hubiesen sido superados y estuvieran muertos, una vez que cada deseo y necesidad hubiesen sido silenciados en el corazón, entonces tendría que despertar la última parte de sí, la parte más interior del ser, que ya no es yo, sino el gran secreto.” Sin embargo, después de tres años de aprendizaje, descubre con decepción que ni siquiera el más viejo de los samanas ha conseguido apagar su sed interior. En consecuencia Siddharta decide dejar la práctica del ascetismo y dirigirse en busca de Buda, un ser humano que afirma haber resuelto el problema del sufrimiento. Lo hace ya con cierto desgano, porque ha empezado dudar en su corazón de la posibilidad de la enseñanza directa de la verdad, no obstante quiere ver con sus propios ojos que existe la meta hacia la cual ha encaminado todos sus esfuerzos. Y efectivamente constata que Buda es un hombre santo, pero también que ha llegado hasta donde está gracias a su esfuerzo personal y no a la enseñanza. Al despedirse de él experimenta la angustia del que no tiene a dónde ir, incluso piensa en la posibilidad de regresar a casa con su padre, pero finalmente se da cuenta de que ya no hay marcha atrás. Siddharta ha estado nada más un día con Buda, pero ha sido suficiente para tener ante sus ojos una prueba de que existe la meta que persigue, aunque todavía no sepa cómo llegar a ella. Ahora se siente más solo que nunca. En cada vuelta del camino se ha ido desprendiendo de algo, primero de su padre y la religión de su tribu, después de los samanas, y esta vez de su amigo Govinda que se convierte en monje budista y del “deseo de tener maestros y escuchar sus enseñanzas”. Empujado por sus instintos Siddharta se propone buscar pareja, para lo que le pide a una cortesana que le enseñe las artes amatorias, una clase de servicio que no tiene con que pagar, por lo que le es necesario encontrar empleo. Así, de una manera abrupta el antiguo brahmán da un golpe de timón para experimentar la vida del hombre común, algo completamente distinto a su experiencia religiosa a la que se ha dedicado desde su nacimiento. Kamaswami, el comerciante que lo contrata, se sorprende con la respuesta que le da Siddharta cuando le pregunta lo qué sabe hacer, porque el antiguo samana sólo ha aprendido a pensar, ayunar y esperar, lo cual efectivamente parece muy poco. De todas maneras logra emplearse con el comerciante porque sabe leer y escribir. En un principio se dedica a aprender su nuevo oficio con Kamaswami y a disfrutar de la recién descubierta experiencia sexual, mientras mantiene una distancia prudente que le impide involucrarse en las actividades que realiza, lo que le proporciona una mayor ecuanimidad frente a los acontecimientos externos y por lo tanto menor cantidad de sufrimiento. No pierde de vista, entre tanto, que al salirse del camino ha decidido aprender el amor humano, ya que “Con Kamala encontraba el valor y propósito de su vida presente, no en los negocios de Kamaswami.” Aunque era claro que tampoco a ella le entregaba su corazón. Con el paso del tiempo el antiguo brahmán se fue involucrando más en la experiencia cotidiana hasta olvidar su antiguo propósito. Atrás había quedado “la tensa expectación, el orgulloso estado de encontrarse solo, sin doctrinas y sin maestro, el deseo de escuchar la voz divina en su propio corazón”. Fue dejando atrás las antiguas disciplinas, siendo capturado por el disfrute de los sentidos y, “finalmente por ese vicio que más había despreciado por ser el más absurdo de todos: la avaricia.” Preso de todos los excesos adquiere además una afición desmedida por el juego de dados, hasta que llega el momento en que toca fondo y le sucede como si hubiera tomado una clase de revulsivo que lo hace sentirse hastiado de sí mismo y en una especie de shock que le induce a reflexionar. Pasa todo un día analizando su vida para concluir buscando a su alrededor alguien que le sirva de guía. Concluye “pensando en su padre, en Govinda, en Gautama. ¿Había tenido que dejarlos para convertirse en Kamaswami?” Entonces revisa su condición actual: sus apegos, sus quereres, y concluye que de todo lo que tiene lo único significativo ha sido Kamala, pero que aun ese vínculo se ha agotado. De modo que armándose de valor después de casi 20 años decide abandonar todas sus posesiones para seguir con su camino. Ignora entonces que la cortesana ha quedado embarazada por la última vez que estuvieron juntos. Profundamente deprimido se detiene a descansar a la orilla de un río donde se le ocurre lanzarse a la corriente. A punto de hacerlo se arrepiente al escuchar el “OM” sagrado que brota de su interior y de su pasado de brahmán. Después de un sueño profundo despierta con una nueva actitud, como si se hubiera reconciliado con la vida. No sabe, de momento, de dónde proviene ese nuevo estado de ánimo, pero elucubra que pudo originarse en el descanso, en el “OM” o en la fuga total que acaba de emprender. Finalmente concluye que se siente feliz por haber constatado que, no obstante las vicisitudes por las que ha atravesó, su voz interior no ha muerto. Comprende que fracasó como brahmán y como asceta porque siempre estaba compitiendo con los demás. “En el sacerdocio, el yo se refugiaba en la arrogancia y la espiritualidad, fincando su reino y prosperidad, mientras él creía destruirlo con ayunos y meditación.” Por lo tanto hubo de salir al mundo para que pudiera morir el samana y el sacerdote de su interior. En el presente le estaba sucediendo lo mismo al Siddharta mundano. Decide quedarse a la orilla del río donde ha estado a punto de morir y hacerse barquero, para lo cual le pide al hombre que se ocupa de pasar a los viajeros, que lo acepte como su asistente y le enseñe el oficio. Para Vasudeva queda claro desde el principio que Siddharta ha desistido de suicidarse porque lo ha detenido el llamado del río, pues éste que constituye un obstáculo en el viaje de la mayoría de los hombres, se vuelve sagrado para aquellos que han escuchado su voz. Siddharta se inicia en su nueva ocupación pero al mismo tiempo aprende del río a “escuchar, a poner atención con el corazón tranquilo, con el alma sosegada y abierta, sin pasión, sin deseo, sin juicio, sin opinión.” Por esa época empieza a conocerse la noticia de que Buda está a punto de morir por lo que se produce una gran peregrinación de monjes que acuden a despedirse del Iluminado. Entre los viajeros que pretenden atravesar el río se encuentran Kamala y el hijo de Siddharta quienes se detienen en el bosque cercano. Ahí muerde una serpiente venenosa a la antigua cortesana lo que obliga a Siddharta a hacerse cargo de su hijo. Para el antiguo comerciante esta es una nueva experiencia que lo llena de felicidad porque hasta ahora se ha mantenido emocionalmente al margen de la vida. Pero estas relaciones se complican porque Siddharta y su hijo tienen intereses encontrados. Mientras que Siddharta ha aplicadosu voluntad para llegar hasta donde está se muestra satisfecho con el actual estado cosas, pero su hijo por otra parte ha llegado hasta ahí sólo de una manera circunstancial de modo que termina por escapar y huir a la ciudad para regresar al mundo de donde viene. Herido por una pena de esa naturaleza, tan ajena para alguien que no había querido a nadie, empieza a ver con otros ojos a los demás seres humanos, a los que siempre consideraba en una situación inferior. Y hasta empieza a mirarlos como sus iguales, con la única diferencia que los demás no tienen la percepción de la unidad de lo viviente que tiene el sabio, pero aun eso a veces le parece que no es tan importante, sino que puede ser un juguete de la gente pensante. Un día que la herida le quemaba violentamente intentó de nuevo ir a buscar a su muchacho y al atravesar por el río, al mirarlo, vio en él un rostro que le trajo lejanos recuerdos y entonces se acordó de su padre que el mismo había dejado atrás y sintió que era justo de toda justicia que su hijo también se fuera. Entonces regresa para contarle todo a Vasudeva, el maestro de la atención y éste lo lleva de nuevo a escuchar el río para darle la última clase y entonces es capaz de escuchar en el río la unidad de todo lo viviente y al final de ello, como una segunda etapa, el om sagrado. “En esta hora Siddharta dejó de pelear contra su destino, dejó de sufrir”. Con esto se despide de él Vasudeva para perderse en el bosque, como si esto fuera lo único que hubiera estado esperando.