LUZ Y REFLEJO: LA INTERVENCIÓN AL PABELLÓN DE BARCELONA POR IÑAKI BONILLAS Ernesto Gadea Recientemente, el artista mexicano Iñaki Bonillas intervino el célebre Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe (1929, reconstruido en 1986). La obra, llamada simplemente Intervención al Pabellón, consistió en la colocación de unas luminarias de color rosa dentro del lucernario que baña de luz cenital el interior. El juego lumínico sólo podía observarse durante la noche, en el momento en que es necesario encender la luz artificial de la caja de cristal para que esta continúe prestando su función. Una obra que por su factura podría asociarse a las intervenciones con luz realizadas por el artista James Turell. La instalación fue el colofón a su primera exposición individual en España, el Archivo JR Plaza, presentada en el ProjecteSD. En primera instancia, la obra de Bonillas plantea un diálogo con Mies, transformando su edificio con el color. A pesar de que la luz rosa provenía de un sólo origen, su influencia no dejaba indiferente a ninguno de los elementos dispuestos por el arquitecto alemán. Este efecto no es una casualidad, los juegos lumínicos son esenciales en el pabellón. Mies tenía la tarea de construir un edificio que representara a la Alemania de finales de los años 20's y su respuesta consistió en un edificio que mostraba los logros de la industria germana al tiempo que los materiales producían un delicado juego de reflejos. Pero, en todo caso, el reflejo engaña, es una distorsión de lo real. Tal vez, la Alemania de entreguerras no fuera más que una imagen distorsionada de la nación moderna que pretendía ser. Lo cierto es que los materiales escogidos por Mies, y su disposición dentro del pabellón, refuerzan una serie de reflejos en donde tienen especial importancia los juegos lumínicos. Algo que tenía claro desde su proyecto del rascacielos de cristal para la Friedrichstrasse (1921), acerca del cual apuntó: “...lo que importa cuando usamos el cristal no son los efectos de luz y sombra, sino el auténtico juego de reflejos lumínicos.” Luz y reflejo, la materia prima del Pabellón. Por otra parte, la utilización del color rosa por un mexicano no puede pasar desapercibida. La referencia es tal vez demasiado obvia; ¿será que en México todo es rosa, o que desde afuera todos lo quieren ver así? Pero Bonillas no buscaba la respuesta fácil. El diálogo se convierte en triangulo para incluir la voz de Luis Barragán, tal vez el último que pudo utilizar este color sin ser redundante. De hecho, esta intervención es la continuación de un proceso que empezó cuando intervino la CasaEstudio de Tacubaya, del mismo Barragán, dentro de la Exposición El aire es azul (2002) que tuvo como curador a Hans Ulrich Obrist. En esa ocasión, se limitó a colgar una fotografía en un clavo perdido, en un muro del vestíbulo, en donde se podía ver una pizarra verde colocada frente a la escuela Vallarta de las Arboledas, también del arquitecto mexicano. Posteriormente visitó el pabellón y según su propio testimonio: “...llamó mi atención un muro de cristal que presentaba una mayor luminosidad. Me tomó considerables minutos darme cuenta que aquel muro era una caja de luz natural provocada por una apertura en el techo. Ese muro de cristal, el color de la luz y Barragán mismo se unieron en mis pensamientos para darle forma a un proyecto de intervención al Pabellón: una caja de luz color rosa mexicano". Luz y color, la materia prima de la Intervención al Pabellón. El inocente juego, en realidad esconde el complejo encuentro Mies-Barragán. Teniendo, claro está, al propio Bonillas como interlocutor. Aunque la obra de estos dos arquitectos pudiera parecer distante, ambos se interesaron a su manera en la luz, color y reflejo. Basta con recordar que la luz en Barragán también es efecto, como en las Capuchinas, o también es reflejo, como en la casa Gilardi. Sin olvidar los espejos de agua y el espacio condensado que anunciaban las esferas de vidrio dispuestas estratégicamente en sus casas. Pero más allá de las convergencias, resulta interesante que esta intervención los reúna con un elemento de su obra con el que de alguna manera se reivindica la identidad de su país; Alemania y México. De Mies ya hemos hablado del encargo de petrificar la Alemania industrial con su edificio, una nación que en los años posteriores se refugiaría en el historicismo más rancio y que despreciaría la arquitectura moderna por 'extranjera' y no representar el espíritu ario -seguramente entendiendo esta situación es que Mies prefería ver a su país a través del filtro que proporcionan los reflejos antes que ver de frente el horror que se venía-. Por su parte Barragán apelaba la identidad de su país por medio de un color que antes de ser barraganiano era mexicano y que a pesar de ser del dominio público, pocos arquitectos modernos se atrevían a usarlo. Si bien es cierto que la asociación de Barragán con el color rosa es más que obvia, lo que no es evidente es como se plasma el espíritu de su obra en el pabellón. Para entender este edificio hay que concebirlo desde su esencia y no desde sus formas más obvias, algo que supo leer bien Bonillas. La fluorescencia rosa transforma el edificio desde su núcleo, desde los juegos lumínicos. Una obra sutil, pero que utiliza la propia lógica del pabellón para fortalecerse. Cuando la luz se pinta -gracias a la paleta limitada de Barragán- se evidencian los efectos. Una radiografía, como si se tratara de revelar el lenguaje oculto del calidoscopio miesiano, haciéndolo explícito. Pero, siguiendo con esta reflexión, no podríamos percibir a Barragán desde lo elemental, tendríamos que buscarlo en el campo de lo efectos y representaciones. De tal manera que en donde en realidad podremos encontrarlo es en el reflejo de la luz rosa en los cristales, travertino, acero y agua. Difícilmente existiría un diálogo entre estos dos arquitectos que no sea desde la abstracción de los juegos lumínicos. Lo que vemos reflejado en los diferentes elementos del pabellón es una distorsión de la obra Barragán, sólo una imagen. De la misma manera ambos buscaban materializar la esencia de su país -o al menos lo que ellos veían-, pero que únicamente podrían ser su reflejo. Si la intervención se ve de frente no tiene ningún sentido, tal vez deslumbre.