José Lino Yáñez C., s.d.b. Profesor de la Facultad de Teología, U.C. El laico nace y crece en la celebración litúrgica como Hijo, Hermano, Señor En la perspectiva del Sínodo sobre los laicos queremos ensayar una reflexión inspirada en la liturgia. Estamos lejos, sin duda, de la anécdota contada por el Cardo Gasquet y recogida por el P. Cangar en sus Jalones para una teología del laicado. Un catecúmeno preguntaba a un sacerdote católico acerca de la posición del laico en la Iglesia. La posición del laico en la Iglesia, le respondió el sacerdote, es doble: De rodillas delante del altar, esa es la primera posición, y sentado frente al púlpito, esa es su segunda posición. El cardenal agregaba: se olvidó una tercera posición: ¡la mano en el portamonedasl (1). Estamos lejos también de los tiempos en que se hablaba del laico como de un cristiano subdesarrollado, el "proletariado de la Iglesia", en que, por una parte, había concepciones que favorecían su infantilismo y, por otra, había una especie de lucha adolescencial por conquistar autonomía (2). Desde que se dijo que había sonado la hora de los laicos (3), pasando por el estímulo determinante del Concilio Vaticano n, se ha realizado en la Iglesia una promoción impresionante del laica do. El Vaticano II, en particular, con su "ecIesiología de comunión" (4) en un único pueblo de Dios, puso de relieve la base laical de toda la Iglesia. Antes de ser obispos, presbíteros, diáconos, religiosos, consagrados, todos somos fundamentalmente laicos. Es en esta laicidad radical, recibida en el bautismo, que todos somos hermanos. "Si, pues, los seglares, por designación divina, tienen a Jesucristo por hermano, que, siendo Señor de todas las cosas, vino, sin embargo, a servir y no a ser servido, así también tienen por hermanos a quienes, constituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y gobernan- (1) (2) (3) (4) Y. CONGAR,falons pour une Théologie du Laicat, Paris, Du Cerf, 1954, p. 7. Como ejemplo de estas tensiones puede leerse una polémica surgida en Santiago, en pleno Concilio y recogida en: J. SUBERCASEAUX, El Laico, Proletario en la Iglesia Católica, Santiago, 1966. Una contribución grande vino de los Congresos Mundiales para el Apostolado de los Laicos a partir de 1952. C. VAGAGGINI,"La ecclesiologia di 'comuniones' come fondamento teologico principale della rHorma liturgica nei suoi punti maggiori". En AA. VV., Liturgia opera divina e umana. Ed. Liturgiche, Roma, 1982, pp. 59-131. 174 JaSE LINO YAI"EZ C. do con la autoridad de Cristo, apacientan la familia de Dios, de tal modo que se cumpla por todos el mandato nuevo de la caridad. A este respecto, dice hermosamente San Agustín: "Si me aterra el hccho de que soy para vosotros, eso mismo me consuela, porque cstoy con vosotros. Para vosotros soy el obispo, con vosotros soy el cristiano. Aquél es el nombre del cargo; éste el de la gracia; aquél, el del peligro; éste, el de la salvación" (LG, 32). Con estas afirmaciones conciliares se superaron siglos de desvalorización laical (5). Queda, sin embargo, mucho camino por recorrer para que los laicos asuman plenamente su ser y quehacer; más todavía, para que le den a toda la Iglesia un rostro laica!' Porque de eso se trata: no sólo de "suscitar y hacer crecer en la Iglesia universal a los laicos, individualmente y asociados" (6), sino de hacer que toda la Iglesia sea más laical, más pueblo de Dios. ¿Qué aporta la liturgia al desarrollo del laico y de una "Iglesia con rostro laical"? Muchas cosas. En primer lugar, la liturgia, a través de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, Bautismo, Confirmación, Eucaristía, nos entrega al laico con un perfil claramente definido. Este perfil, producto del proceso sacramental, inscrito en la realidad ontológica del cristiano, es más una semilla por desarrollarse que un fruto plenamente logrado. La liturgia le ofrece un camino de crecimiento en la participación litúrgica. La Iniciación Cristiana en la antigüedad culminaba siempre con la participación eucarística. La Eucaristía es para el laico la tierra prometida de su realización cristiana (7). El desarrollo del laico a través de la participación litúrgica, en particular en la Eucaristía, no es algo automático. De hecho, la experiencia nos muestra a miles de laicos vegetando en la Iglesia. El "opus operatum" no da fruto sin la colaboración del "opus operantis" del individuo, por su participación activa interna y externa: su reunirse en asamblea, su escucha de la Palabra que llama a conversión, su dejarse tocar por el misterio. Pero se requiere también la intervención del "opus operantis Ecc1esiae", o sea, una adecuada celebración litúrgica que sea expresión y camino de crecimiento de esa Iglesia, pueblo de Dios, con rostro laica!' (5) (6) (7) En otro lugar hemos mostrado cómo, en parte determinante, esa desvalorización se vinculaba o se justificaba con la trilogía marcada por los sacramentos caracterizantes (Bautismo, Confirmación, Orden) por la cual se asignaba a los ordenandos un nivel superior de perfectos y se dejaba para los bautizados y confirmados niveles inferiores. Cfr. J. L. YÁÑEZ,"La Confirmación, Sacramento clave en la Renovación Pastoral", Servicio, 66 (1982), p. 14. Nótese cómo resuena esta visión desvalorizante en una ponencia del 2<:> Congreso Mundial para el Apostolado Laico: "La Iglesia, corno sabernos, está dividida en dos partes: el clero y el laicado. El laicado es inferior en rango, si puede decirse que posea rango, pero numéricamente forma la gran mayoría ... La Iglesia en la tierra está en guerra: es, pues, un ejército. Sus oficiales son el clero, nosotros somos las filas de combatientes, simples soldados ... " F. J. SHEED,en Los Laicos en la Iglesia, Roma, 1958. SÍNODO DE LOS OBISPOS, Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo, veinte años después del Concilio Vaticano n. Lineamenta, 1985, p. 41. Antiguos ritos litúrgicos, vigentes en Roma hasta el s. VI subrayaban este carácter de tierra prometida con la colación a los neófitos de leche y miel. Cfr. R. BERAUDY, en La Iglesia en Oración, Herder, 1965, p. 604. EL LArca NACE y CRECE Concentraremos EN LA CELEBRACION LITURGrCA nuestra reflexión en dos partes: El perfil del laico: Hijo, Hermano, La participación 1. EL PERFIL 175 litúrgica: Señor. camino de crecimiento laical. DEL LAICO: HIJO, HERMANO, SE~OR El perfil del laico, como surge de la Iniciación Cristiana, puede describirse profusamente a partir de los ritos y palabras del Bautismo y de la Confirmación. Así, por el Bautismo aparece: "partícipe de la vida nueva de Cristo Resucitado, incorporado al Pueblo de Dios, hijo de Dios, movido por su Espíritu, consagrado como miembro del Pueblo Sacerdotal, marcado por Dios para toda la vida, ungido y fortalecido por su fuerza para la lucha contra el mal ... (8). La Confirmación "completa y desarrolla la realidad ya presente en el Bautismo, con una nueva pedagogía sacremental de signos centrados en la donación del Espíritu y en la misión eclesial" (9). En nuestra reflexión quisiéramos seguir otro camino más global y dinámico. Queremos ensayar poner en relación tres coordenadas y a partir de ellas describir el perfil del laico en sus rasgos más fundamentales. La iniciación Cristiana en cuanto acción litúrgica es acción, en primer lugar, de las personas divinas. Toda la Trinidad interviene en toda acción "ad extra", pero es posible, y tradicionalmente se ha hecho, atribuir de un modo especial ciertas acciones a una Persona específica. Así, la Eucaristía es el Sacramento del Hijo, y la Confirmación, del Espíritu Santo. En este sentido, aunque menos tradicional, nos parece que se puede poner en relación el Bautismo con el Padre. Esta es la primera coordenada. La segunda recoge una trilogía que se ha generalizado bastante para describir a Jesús: Hijo, Hermano, Señor (10). Podemos ver que el proceso de la Iniciación Cristiana configura al hombre Hijo, Hermano, Señor. Esto, a través de todos los sacramentos de Iniciación, pero también aquí podemos, sin forzar mucho las cosas, relacionar el ser Hijo con el Bautismo, el ser Hermano con la Eucaristía, el ser Señor con la Confirmación (11). La tercera coordenada y que en definitiva es la que estimula estos alcances, se inspira en la lectura de un sicólogo, Erik Erikson (12). (8) ]. ALDAzABAL,"La figura del laico cristiano a la luz de los Sacramentos de Iniciaci6n", Phase, 140 (1984) 110. (9) lb., pp. 112-115. (10) En un escrito de 1975, a prop6sito de la Espiritualidad Salesiana, desarrollamos esta trilogía. Cfr. L. RICCERI- J. L. YÁÑEZ, Espiritualidad Salesiana, Santiago, Ed. Salesiana, 1975, pp. 22-28. (11) Nos topamos aquí con el problema del orden tradicional de la Iniciaci6n Cristiana que estamos "rompiendo" con esta presentaci6n. Más adelante expondremos nuestro pensamiento en forma más desarrollada. (12) Infancia y Sociedad, Buenos Aires, Hormé, 1966; Identidad, Juventud y Crisis, Buenos Aires, Paid6s/Hormé, 1971; Sociedad y Adolescencia, México, Siglo XXI. Ed. (6), 1981. 176 JOSE LINO YA1'lEZ C. Erikson postula ocho estadios en el arco de la vida. Los primeros estadios se recapitulan en el quinto, configurando el proceso de identidad de la persona. Una vez lograda la identidad, el hombre está capacitado para la intimidad, o sea, para abrirse a una verdadera vida relacional. Finalmente, cuando la identidad y la intimidad se han establecido, la persona está capacitada para la generatividad. Veamos, pues, cómo el laico cristiano va madurando, logrando identidad, ifltimidad, generatividad en el encuentro con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, para llegar a ser plenamente Hijo, Hermano y Señor. El proceso "ad christianum faciendum", como en la antigüedad se designaba a la Iniciación Cristiana (13), tiene tres momentos sacramentales. Estos momentos sacramentales, que antiguamente constituían una unidad litúrgica, una sola celebración, ubicada, preferentemente, en la noche pascual, ahora se han distanciado hasta constituir, para la mayoría de los cristianos, instancias completamente separadas, tres sacramentos. A pesar de su separación, sin embargo, es necesario considerar estos sacramentos como momentos complementarios de un único proceso. 1.1. En la Iglesia, seno materno, nace el cristiano HIJO La Iglesia se hace seno materno en el proceso bautismal. Este seno materno se condensa en la fuente bautismal, fecundada por el Espíritu que inyecta en ella Cristo resucitado (14). De este seno materno emerge el cristiano marcado por una fisonomía espiritual que la liturgia destaca con su elocuente lenguaje de signo y palabra. El cristiano que nace es fundamentalmente un Hijo. Es, primeramente, un "Hijo de la Comunidad". Es un hijo nacido en una familia de la comunidad, el que luego, a través de la signación realizada por el celebrante, padres y padrinos, es reconocido como suyo por la comunidad cristiana (15). La comunidad cristiana toma conciencia a través de la Palabra de Dios de la significación del acto de dar a luz un cristiano y de su responsabilidad. Por eso invoca el auxilio de Dios (oración de los fieles) y se solidariza con la comunidad de los santos (Letanía) (16). (13) (14) (15) (16) L. DUCHESNE,Origines du Culte Chrétien, étude sur la liturgie latine avant Charlemagne, Paris (5 ed.), 1920, p. 308. Esa designación recoge la convicción que "fiunt, non nascuntur christiani" (Tertuliano, Apolog. 17). La presentación del catecumenado y el del bautismo como un proceso de concepción, gestación y alumbramiento es tradicional en la teología patrística. Cfr. Orígenes, Hom. in Ex. 10, 3-4 (SC 16,225-227); Ambrosio, Exp. Evang. seco Lucan 10, 24.28 (SC 52, 164.7); Paciano, Sermo de Bapt. 6 (PL 13, 1092); Gregorio Magno, Moralia Lib. 19, 12, 9 (PL 16, 158). La mejor expresión de este tema se encuentra en el rito de consagración de la pila bautismal. Cfr. Th. MAERTENs,Histoire et Pastorale du rituel du Catéchuménat et du Bapteme, Bruges, Biblica, 1962, pp. 158-167. Ritual del Bautismo. Rito de Acogida. Seguimos la Edición del Celam, 1976. Ritual del Bautismo. Liturgia de la Palabra. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA 177 La comunidad, finalmente, rodea la fuente bautismal. En ella se concentra su dimensión maternal. Es en su fe, en su capacidad de acogida de la acción de Dios, que se producirá el alumbramiento. Por eso, todos los que son Iglesia, en ese momento, renuevan su renuncia a la muerte, al pecado y su adhesión a Cristo, el Señor de la vida. Es en esa fe, '1a fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar", en la que el hombre se va a sumergir (17). La primera parte del rito muestra en forma elocuente que el cristiano es Hijo de la Comunidad. La comunidad, sin embargo, sería un seno seco, estéril, si no fuera activada por la acción de Dios. Es en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que el "Hijo de la Comunidad" se convierte en "Hijo de Dios", renaciendo a la vida nueva (ablución, traje blanco, luz) (18), quedando marcado por el ritmo pascual de una vida de "Hijo en el Hijo", puesto que "en el bautismo no se recuerda ni se vive otra cosa sino el misterio pascual" (19). La fisonomía fundamental del laico que nace en el Bautismo es, en consecuencia, la de Hijo, "Hijo de la Comunidad", "Hijo del Padre", "Hijo en el Hijo", todo por obra y gracia del Espíritu Santo. En el Bautismo el hombre se encuentra con el Padre; llamado y justificado por El, se siente reconocido y amado. A la luz de su palabra descubre su positividad iluminada por la gracia, como reflejo del ser de Dios. ¿Qué prueba mejor de que Dios es su Padre que este experimentarse "a imagen y semejanza suya" (Gen. 1,27) y seguro de su amor? (Rom. 8,31-39). En este encuentro el cristiano resuelve radicalmente su problema de identidad. El es el Hijo. El Hijo que en forma radical afirma su confianza en lo que es, se pone de pie, y superando las vergüenzas, las culpas y los complejos, está pronto para expresar su ser en la acción (20). 1.2. En la Iglesia, comuni6n fraterna, se desarrolla el cristiano HERMANO La realidad de Hijo está estrechamente unida a la dimensión de Hermano. El bautizado es Hijo de la Comunidad-madre, pero en ella es hermano de los otros hijos de esa comunidad. Es, sobre todo, Hijo de Dios y, por eso mismo, hermano de Jesús, el Primogénito. Esta dimensión relacional de fraternidad pertenece, sin duda, a la psencia del Bautismo, pero se desarrolla, se despliega en todas sus virtualidades, en la Eucaristía. Es interesante destacar cómo esta orientación del Bautismo a la Eucaristía queda de manifiesto en la conclusión del rito bautismal que se realiza en el altar de la Eucaristía, y que incluye, junto con una monición que vincula Bautismo y Eucaristía, la oración del Pildre Nuestro. La separación del Bautismo y la Confirmación permite que esta proyección eucarística no quede en un simple gesto insinuado, sino que, de hecho, (17) (l8) (19) (20) Ritual del Bautismo. Liturgia del Sacramento. Bendici6n del agua, renuncia fesi6n de fe. Rito del Bautismo. Abluci6n y Ritos complementarios. Introducci6n General al Bautismo, n. 6. Cfr. ERIKSON, Identidad, Juventud y Crisis, pp. 75-79. y pro- 178 JaSE LINO YAI'iEZ C. pueda desarrollarse plenamente. La participación eucarística permite así que el cristiano, junto con seguir consolidando su identidad de Hijo, vaya desarrollando su capacidad de Hermano, su intimidad, su relación. Aceptar, y aún más, aprovechar esta situación de hecho de la separación entre el Bautismo y la Confirmación con la consiguiente intercalación de la Eucaristía, suena a herejía para muchos liturgistas clásicos (21). Para ellos, el orden Bautismo, Confirmación, Eucaristía no implica simplemente algo "disciplinar", sino que importa una realidad teológica: el Bautismo pide ser completado por la Confirmación y ambos sacramentos piden terminarse en la Eucaristía. Es cierto que esta praxis no ha sido siempre respetada; es cierto que en la Iglesia hay diversas praxis. Esto no significa que todas ellas sean igualmente válidas y que no haya algunas que reflejen mejor la naturaleza de los sacramentos. La Eucaristía es doctrina conciliar, es la cumbre de toda vida cristiana y, en particular, de toda la vida litúrgica (SC, 10; LG, 11). Ella es también la culminación de la Iniciación Cristiana. Eso es así, sin embargo, no porque se dé en tercer lugar, sino porque ella es siempre cumbre y fuente. Y, además, es viático, o sea, alimento que ayuda a caminar, a madurar. La Eucaristía, en efecto, por ser un sacramento que se repite, es un viático que va conduciendo a una experiencia eucarística y eclesial más y más plena. De un modo particular, son eucaristías en camino, las que se ubican entre el Bautismo y la Confirmación. A través de ellas, en efecto, el cristiano necesita ir abriéndose, relacionándose, aprendiendo a vivir la comunión. En los encuentros periódicos de la Eucaristía, con la Palabra, con el Cuerpo y Sangre entregados, el cristiano se encuentra con Jesús el Hijo, y en El se encuentra con la comunidad a un nivel de fraternidad, de relaciones interpersonales, que le ayuda a madurar su intimidad. Es el tiempo para abrirse a Jesús y a los hermanos y madurar así en su ser Hermano (22). 1.3. En la Iglesia, experiencia pentecostal, el cristiano SEtvOR La Iglesia, que se hace seno materno en torno a la fuente para dar a luz al cristiano por el Bautismo, se hace experiencia pentecostal y se manifiesta en todo el estallido de la vida plena, para comunicar al cristiano la "fuerza de 10 alto" (Lc. 24,49). Así fue en los Pentecostés iniciales que sacudieron a la Iglesia primitiva, en Jerusalén, Samaria, Efeso (23). Así sigue siendo en su prolongación ritual, que es, en forma muy particular, la celebración del sacramento de la Confirmación. (21) (22) (23) Este problema se suscita periódicamente, especialmente a propósito de la edad de la confirmación. Un encuentro de alto nivel fue el que se dio entre B. BOTTE, por el orden tradicional, y C. VAGAGGINI, por el orden "pastoral". Cfr. Rivista Lit. 54 (1967), pp. 103-109; 110-118. La afirmación de la Intimidad, en la lectura sicológica, es en primer lugar intimidad sexual. Sin embargo, el proceso se extiende a toda la realidad. La persona tiene que experimentar una unidad íntima con su entorno si no quiere sentirse aislado. Cfr. EIUKSON, Identidad ... , pp. 110-112. E. SCHILLEBEECKX, Cristo, Sacramento del Encuentro con Dios, pp. 45-48. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA 179 La comunidad, presidida por el Obispo (O por alguien especialmente delegado por él), se reúne penetrada de aspiraciones profundas: "ser por el Espíritu templo de la gloria de Dios", "ser ante el mundo testigo del Evangelio", "llegar a la madurez de la plenitud de Cristo", "al conocimiento de toda la verdad" (24). Las expresiones citadas de la liturgia de la Confirmaci6n muestran que la comunidad reunida para celebrar el sacramento se experimenta como una comunidad pentecostal, portadora de la plenitud del Espíritu Santo, de una vitolidad desbordante y renovadora, de una fuerza incendiaria y revolucionaria, de una fuerza misionera (25). Esta comunidad, renovada en su conciencia de comunidad pentecostal por las lecturas bíblicas, es la que confirma, o sea, la que procura el encuentro del bautizado con el Espíritu Santo para que, enriquecido por sus dones y bajo la guía de ese mismo Espíritu, pueda "amar y servir a todos los hombres, como Cristo que no vino a ser servido sino a servir" (26). La imposici6n de manos invoca sobre los confirmados la plenitud del Espíritu, que luego, en forma personal, se reitera con la unci6n con el santo crisma: "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" (27). La f6rmula ritual de la Confirmaci6n recoge la certeza de la Iglesia: por este sacramento se comunica el Espíritu Santo (28). Pero como en todo sacramento actúa el Espíritu Santo, la pregunta más pertinente no es si se da el Espíritu Santo en la Confirmaci6n, sino "para qué se da en ella el Espíritu Santo". A través de tanteos que se enredaron en f6rmulas guerreras ("para la lucha") inspiradas en la Pseudo-Melquíades y en f6rmulas "apost6licas" (para predicar a los otros) inspiradas en Rabano Mauro (29), con Santo Tomás se ubica el sentido de este don del Espíritu en la perspectiva de la plenitud de vida, de la vida correspondiente a la "edad perfecta" (30). "La Iniciaci6n Cristiana para un hombre es la entrada en la Iglesia, comunidad mesiánica pentecostal. Para estar plenamente iniciado en ella no basta una vitalidad cristiana 'suficiente para la propia salvaci6n', como decía la teología medieval para describir el Bautismo, sino que es necesaria una vitalidad sobreabundante capaz de ser y promover la vivencia pentecostal, capaz de defender dicha vida y de propagarla como ap6stoles de la renova- (24) (25) (26) (27) (28) (29) (30) Ritual de la Confirmación. Rito de Entrada. El adjetivo "incendiaria" es sugerido por las lenguas de fuego (Hechos 2,3) y el adjetivo "revolucionaria" por la descripción que en Hechos 17,6 se da de los primeros discípulos: "esos que han revolucionado todo el mundo". Ritual de la Confirmación. Hornilla modelo. Ritual de la Confirmación. Imposición de las manos y unción con el Crisma. Cfr. D. BOROBIO,Confirmar hoy, Bilbao, Descleé de Br., 1978, pp. 158-173: "Si alguna cosa aparece con claridad a lo largo de la tradición de la Iglesia respecto a la Confirmación es, precisamente, que ésta nos da el don del Espíritu Santo", p. 158. M. B. CARRA,"Le Sacrement de Confirmation. Notes Historiques", Lum. et Vie 51 (1961) 16-58. J. LATREILLE,"L'adulte chrétien ou l'effet du sacrement de Confirmation chez Saint Thomas d'Aquin", Ret;. Thom. 57 (1957) 5-59; 58 (1958) 214-244. JOs E LINO YAl"lEZ C. ISO ci6n del mundo con el fermento del Evangelio. Integrado plenamente en la 'comunidad mesiánica pentecostal', el confirmado participará de las características propias del Señor resucitado -'Espíritu vivificante' en torno al cual se va convocando la comunidady de la comunidad que en él y en torno a él se va reuniendo" (31). El encuentro con el Espíritu Santo abre así al cristiano a la fecundidad apost6lica, a la generatividad (32). Por la Confirmaci6n, el cristiano queda constituido en Señor. No es trata, evidentemente, de un señorío de poder y riqueza. El señorío cristiano es el "dominio del Espíritu, que hace saltar todos los límites y que impulsa, a partir del cuerpo resucitado de Cristo, la nueva creaci6n". A través de los sacramentos de la Iniciaci6n Cristiana, del Bautismo, la Confirmaci6n y la Eucaristía, el cristiano queda radicalmente configurado como Hijo, Hermano y Señor. Cada uno de estos rasgos mayores podrían desglosarse sin mucha dificultad, a partir de la Sagrada Escritura y de la liturgia, en muchos aspectos complementarios. Sin forzar, luego, veríamos que los rasgos del hijo: confianza, alegría, positividad, se relacionan con la Identidad; los rasgos típicos del hermano dicen referencia a la Intimidad y, finalmente, los rasgos involucrados en el ser "señor" tienen que ver con la Generatividad. Más que entrar en estos análisis nos interesa señalar que estos rasgos que se relacionan con las Personas trinitarias y con los sacramentos de la Iniciaci6n Cristiana, son un germen que necesita desarrollarse para que toda la Iglesia vaya creciendo en estos rasgos y para que cada laico vaya viviéndolos en forma más plena. Algunos laicos dispondrán de recursos especiales de crecimiento: retiros, jornadas, acompañamiento espiritual. Para la mayoría, sin embargo, el gran camino de crecimiento es la participación litúrgica. Es el camino básico. Sobre él nos detendremos en la segunda parte de este trabajo. 2. LA PARTICIPACION LITURGICA: LAICAL COMO HIJO, HERMANO, CAMINO SEl\JOR DE CRECIMIENTO La Iglesia a través de la Liturgia de la Iniciaci6n "hace al cristiano", hace al laico. Pero como toda realidad viva, hace al laico como algo germinal que necesita desarrollarse. La Iglesia-Madre es una madre responsable y, por eso, bus ea estar de múltiples maneras junto al laico, estimulando y alimentando su crecimiento. En (31) (32) J. L. YÁÑEZ, Servicio a.c., p. 15. La generatividad, para ERIKSON, se refiere, en primer lugar, a la procreación y cuidado de los hijos. Pero más allá de eso "la generatividad constituye, fundamentalmente, la preocupación por afirmar y guiar a la generación siguiente, aunque hay, por supuesto, muchas personas que, por alguna desgracia o a causa de dotes especiales y genuinas de otro tipo, no aplican este impulso a sus propios hijos, sino a otras formas de interés y creatividad altruista que puedan absorber esta clase especial de impulso fraternal". Cfr. Identidad ... , p. 112. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA 181 particular, lo acompaña a través de la liturgia. Lo acompaña en los momentos más claves de su vida a través de la Eucaristía, de los sacramentos y sacramentales. Y, para quienes desean vivir en forma más plena e intensa su "sacerdocio común"(33), les ofrece la riqueza de la Liturgia de las Horas. La Iglesia reza, también, por sus hijos laicos. Una de las novedades que trae el Misal de Pablo VI es, precisamente, un formulario eucológico "por los laicos". ¿Qué pide la Iglesia para ellos? En la oración colectiva pide a Dios "conceder a los fieles llamados a vivir en este mundo, impregnarse del espíritu de Cristo" para que puedan "por el ejercicio de su profesión construir y proclamar su Reino". En la oración después de la Comunión se pide al Señor que los fieles "comprometidos en las tareas temporales, junto con la fuerza de la Eucaristía, sean valiosos testigos del Evangelio y hagan que la Iglesia se mantenga presente y activa en el progreso de este mundo" (34). A continuación nos detendremos a ver cómo la participación litúrgica es un camino privilegiado para el crecimiento laical; cómo en ella el laico puede desarrollar su ser Hijo, Hermano, Señor. 2.1. La participación: camino de crecimiento laical La "participación" es el concepto clave para operacionalizar la renovación litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II (35). La participación es el objetivo último que guía toda la pastoral litúrgica, puesto que la Iglesia "desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del Bautismo, el pueblo cristiano, linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (SC, 14). La participación es, también, uno de los criterios principales que orientan toda la renovación. Por eso el artículo 14, citado en su primera parte, continúa: "al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano ... ". Consecuente con esta afirmación, la Constitución conciliar señala los principios de la reforma (SC, nn. 22-40). Todos buscan que el pueblo cristiano pueda comprender la liturgia y participar en ella "por medio de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC, 21). A esto mismo se orientan los apar- (33) (34) (35) Este es un tema cuya ausencia pena en este trabajo. Vaya esta nota a n.odo de excusa. Entrar en él nos habría llevado muy lejos. Es, por lo demás, un tema muy tratado. Cfr. B. BAHOFFIO, arto "Sacerdozio", en el NDL, pp. 1233-1253. Misal Romano de Pablo VI, Misas y Oraciones para diversas circunstancias. I: Por la Santa Iglesia; 12: Por los laicos. Cfr. A. M. TIUACCA, "partecipazione" en el NDL, pp. 1015-1040. A este tema dedicó la Rev. Phase su nún:ero 144 de 1984, con interesantes artículos y bibliografía. 182 JOSE LINO YAAEZ C. tados de la Constitución sobre la vida litúrgica de las diócesis y parroquias y sobre el fomento de la pastoral litúrgica (SC, nn. 41-46). Sin entrar en el análisis de la participación, nos interesa preguntamos por qué la Iglesia se muestra tan interesada en promoverla. La respuesta básica es aportada ya por el primer documento que habla de participación, el Motu Proprio de Pío X "Tra le sollecitudini", del 22 de octubre de 1903. Presentando el programa de su pontificado "Instaurare omnia in Christo", el Papa Sarto considera que "es necesario proveer, antes que nada, a la santidad y dignidad del templo, en que precisamente se reúnen los fieles para tomar el Espíritu (de Cristo) en su primera e indispensable fuente que es la participación activa a los sacrosantos misterios, y a la oración pública y solemne de la Iglesia". El subrayado es nuestro) (36). Pío XII en su Enc. "Mediator Dei" se extenderá en forma más amplia sobre la participación, especialmente en la celebración eucarística. Señala que en la misa se participa ofreciendo el sacrificio conjuntamente con el sacerdote y ofreciéndose a sí mismo como víctima (37). El Papa Pacelli, sin embargo, junto con presentar la participación eucarística en su dimensión esencial, se muestra receloso, sea respecto a las formas de participación, sea, y esto es más grave, respecto a la centralidad e importancia de la experiencia litúrgica para la vida del cristiano. En la alternativa, recogida por el Papa, entre la "piedad objetiva (liturgia) y la "piedad subjetiva" (devociones), se percibe que el corazón del Pontífice se carga en favor de la segunda. Hay que esperar hasta el Vaticano 11 para que en forma categórica y al mismo tiempo muy equilibrada se presente la liturgia como "la cumbre y fuente de la vida eclesial" (SC, n. 10), y retomando a Pío X, "como la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano" (SC, n. 14) (38). La participación litúrgica es, en consecuencia, la gran posibilidad que tiene el laico para desarrollarse plenamente. Es sintomático que el llamado a la participación lanzado por Pío X en 1903 haya sido recogido y operacionalizado, de un modo particular, por un encuentro laical: el Congreso de las Obras Católicas de Malines en 1909. En ese Congreso hizo un llamado a la participación litúrgica don Lamberto Beauduin. Su llamado fue recogido en la conclusión por un laico, el historiador Godofredo KURTH, quien dijo: "Para mí, una de las causas de la ignorancia religiosa, si no la mayor, es la ignorancia litúrgica... Es necesario devolver a los fieles la inteligencia y en seguida el amor a los misterios que se celebran en el altar; poner en sus manos el misal, que ha sido reemplazado por tanto libro vulgar y mediocre, es la verdadera manera de enseñar la religión; mantener en el tem- ( 36) (37) (38) A. BUGNINI, Documenta pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia (19031953), Roma, 1953, p. 34. Ene. Mediator Dei, Il Parte: El Culto Eucarístico. II Participación de los Fieles en el Sacrificio Eucarístico. Cfr. A. M. TRIACCA, "Partecipazione aBa celebrazione líturgíca. Per un bilancio pastorale a vent'anni della Constítuzione sulla Liturgia". Notitiae 20 (1984) 18-19. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA 183 plo a quienes todavía lo visitan, y acercar, después, a los que se han alejado" (39). La anécdota lejana de Malines me recuerda una de Santiago que oí contar a un sacerdote del Presidente FreL Reunidos algunos sacerdotes amigos suyos con él, entonces candidato a la presidencia, le preguntaron cómo podían ayudarlo. Su respuesta fue: "Enseñando a gustar y vivir el Evangelio y el misal a los jóvenes. Así nos formaron a nosotros. Una vez formados en el espíritu cristiano y litúrgico, los jóvenes sabrán hacer las opciones adecuadas". 2.2. La participación litúrgica: desarrolla al laico Hijo, Hermano, Señor El laico está llamado a desarrollarse como Hijo, Hermano y Señor en íntima comunión con Cristo Jesús, Hijo, Hermano y Señor. "Esta vida de unión íntima con Cristo en la Iglesia se nutre con los auxilios espirituales comunes a todos los fieles, muy especialmente con la participación activa en la Sagrada Liturgia" (AA, n. 4). En la Sagrada Liturgia, en efecto, y en particular en la Eucaristía y en los Sacramentos, se encuentra con el Misterio Pascual del Señor (SC, nn. 6-7). y el Misterio Pascual es el camino efectivo a través del cual Jesús se fue haciendo plenamente Hijo, Hermano y Señor. Jesús es el Hijo. Desde el seno de María es el Hijo de Dios en carne humana, pero sólo a través del proceso pascual de su vida llegará a vivir la plenitud de la filiación. A lo largo de sus años irá aprendiendo a ser Hijo: orientándose hacia las cosas de su Padre, a los 12 años en el Templo (Le. 2, 41-50); buscando el proyecto del Padre, entre las tentaciones que le vienen de las expectativas mesiánicas de su pueblo (Lc. 4, 1-12); viviendo el camino del Hijo, del Siervo de Yahvé que lo conduce a la pasión y muerte. Con razón la Carta a los hebreos dirá que Jesús "aún siendo Hijo, con lo que padeció aprendió la obediencia, y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación para todos los que le obedecen" (Hebr. 5, 8-9). Jesús, Hijo eterno del Padre, Hijo por el nacimiento en Belén, llega a través del camino de Hijo obediente hasta la muerte de Cruz (Fil. 2, 8), a constituirse por su resurrección Hijo de Dios en poder, en plenitud (Rom. 1, 4) (40). Jesús es Hermano. También desde la encarnación Jesús es don, es comunión. La capacidad infinita de amor se encuentra, sin embargo, condicionada y limitada por la sicología egocéntrica propia de todo niño. Al llegar a la edad adulta, Jesús está en mejores condiciones para expresar y comunicar el amor infinito que es, para manifestarse Hermano. Su entrega, sin embargo, está todavía limitada: se cansa, le da hambre, sed ... On. 4, 6), es resistido por su raza, su ley (Le. 9, 51-53; Mc. 7, 24-27). Esta limitación le viene de su cuerpo adámico (Le. 3, 23-27). El revela y al mismo tiempo opaca al Dios-Amor. Será necesario que en la cruz se (39) (40) O. ROUSSEAU, Histoire du Mouvement 1945, pp. 221-222. J. L. YÁÑEZ, Espiritualidad Salesiana Liturgique O.C., (Lex pp. 22-24. Orandi 3), Paris, Du Cerf, 184 JaSE LINO YAÑEZ C. rompa la greda de su cuerpo para que la llama de su amor brille sin obstáculo (Cfr. Jueces 7, 20). Será necesario que la roca de su cuerpo sea golpeada On. 19, 34) para que brote el agua viva de su Espíritu (Cfr. Jn. 7, 37-39; 1 Cor. 10, 4.). Por la muerte y la resurrección Cristo se transforma en puro amor, en pura donación, en el "Espíritu vivificante" (1 Cor. 15, 45). Por su muerte y resurrección llega a ser plenamente el Hermano que va reuniendo en torno a sí a los hermanos (Hechos 2, 42-27) (41). Jesús es Señor. La liturgia navideña tiene razón al cantar en sus antífonas "Cuando salga el sol, veréis al Rey de reyes que viene del Padre ... " (42). "Hoy nos ha nacido un niño que se llamará Dios poderoso" (43). Es cierto lo que cantan las antífonas, pero es cierto también que este Rey poderoso tiene la fragilidad de un niño recién nacido. A lo largo de su vida terrena, Jesús recibirá más de una vez el apelativo de "Señor"(44). Este título, sin embargo, será característico del Jesús resucitado, en que recibe la connotación de una verdadera profesión de fe. "El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón" (Lc. 24, 34). "Hemos visto al Señor" comentan los discípulos al incrédulo Tomás. Este lo reconoce diciéndole: "Señor mío y Dios mío" (Cfr. Jn. 20, 24-28). Al kerigma que anuncia que "el Señor resucitó", sigue la catequesis que, invirtiendo los términos, enseña que, precisamente, "Jesús es Señor en virtud de la resurrección". Por la resurrección "Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes han crucificado" (Hechos 2, 36). "Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de muertos y vivos (Rom. 14, 9). Por eso la fe cristiana de los primeros tiempos se concentrará en este grito: "Cristo Jesús es el Señor" (Fil. 2, 11; Rom. 10, 9). ¿Qué significa estor Significa que en Jesús, Dios se ha manifestado plenamente, haciendo explotar todos los límites voluntariamente asumidos al tomar la condición de siervo y someterse a la esclavitud de la carne, de la ley y de la muerte. Significa que en el Señor, en su Misterio Pascual, la vida y el amor han obtenido la victoria definitiva. Por la resurrección, Jesús es el Señor que vive, y no sólo en forma individual, sino en cuanto Primogénito de toda la nueva creación. En esta forma la comunión con Jesús el Señor convierte al laico en un testigo de la fuerza de la resurrección (Rom. 8, 11) Y en un colaborador con este Espíritu de Vida (45). Toda la vida de Jesús puede leerse en esta clave: un camino pascual que lo va haciendo Hijo, Hermano, Señor. Y al vivir El esta tensión, va invitando a sus discípulos a seguir su mismo camino. Por eso podemos decir que toda la misión de Jesús es un entregarse para hacer de los hombres Hijos, Hermanos, (41) (42) (43) (44) (45) Id., pp. 24-25. Primeras Vísperas. Ant. al Cántico Evangélico. Laudes: 3.a Antífona. Cfr. Me. 7,28; In. 4,11; 5,6. En el trato corriente la expresión es más o menos equivalente a "maestro" (rabbi). J. L. YÁÑEZ, Espiritualidad Salesiana o.c., pp. 25-28. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA 185 Señores. Hijos libres, Hermanos en comunión, en alianza, Señores, testigos de la vida plena. En esta perspectiva podemos releer también la última Cena, como el último esfuerzo de Jesús para ratificar este sentido supremo de su vida. A tenor del relato de la institución consignado por los sinópticos, Jesús se entrega, en ese contexto pascual, como Cordero Pascual, o sea, por la libertad de los hijos, de los primogénitos; se entrega como Sangre de la alianza, para establecer la comunión, la fraternidad definitiva; se entrega como Cordero de la expiación "para que tengan vida y vida abundante" (46). He aquí, pues, el misterio en el que el laico está invitado a participar. El misterio que constituyó a Jesús Hijo, Hermano y Señor, cristalizado en la Eucaristía y en toda la liturgia que de ella se deriva y a ella conduce, para que, en esa forma, también el laico vaya aprendiendo a ser Hijo, Hermano y Señor. En este punto podríamos entrar a detallar cómo no sólo la Eucaristía sino toda la liturgia se orienta a alimentar esos rasgos del laico cristiano. Cómo la filiación se desarrolla en la escucha de la Palabra de Dios o en la Oración litúrgica, que despiertan a la acción de gracias, que permiten vivir en diálogo admirado con el Padre, porque "todo es gracia". Podríamos detenernos a desarrollar cómo la Eucaristía cultiva nuestro ser fraternal; cómo contribuye también la Reconciliación a una vida de hermanos; finalmente, señalar cómo la liturgia despierta la vida que nos permite manifestar el Señorío de la Resurrección. No vamos a entrar en ese camino. Después de recordar el perfil del laico, cómo es generado por la Iniciación Cristiana y cómo es llamado a desarrollarse en la participación litúrgica, queremos terminar sugiriendo algunas pistas que permitan que este "ser ontológico" del laico sea algo existencial. Esto nos ocupará en el próximo y último apartado. 2.3. Celebración y participación litúrgica vitalizantes La participación litúrgica es el camino privilegiado que tiene el laico a su disposición para crecer y desarrollarse cristianamente. ¿Es así? ¿Es la liturgia un ambiente vitalizante que desarrolle al laico en su realidad de Hijo, Hermano y Señor y que lo proyecte a una misión transformante del mundo? Me impresionó leer, años atrás, esta observación. En los años de la postguerra, 1946-47, "más una parroquia era misionera, más ella estaba ganada para la renovación litúrgica. Aún más, la liturgia aparecía como el signo por el cual se reconocía una parroquia como misionera ... Hoy, en cambio, a pesar del viento conciliar, la situación parece inversa. Más una parroquia se declara misionera, menos impOltancia asigna a la liturgia. La liturgia, en otro tiempo epifanía de la misión, es considerada hoy día como un écran o un alibí" (47). Me temo que estas palabras sigan básicamente válidas. (46) (47) Este tema lo hemos desarrollado en el librito La Celebración Eucarística. Proceso de amor y compromiso. Santiago, Ed. Salesiana, 1980, pp. 19-27. A. AUBRY, Le temps dela liturgie est-il passé?, Paris, Du Cerf, 1968, p. 15. 186 JOSE LINO Y~EZ C. No basta afirmar que en la liturgia está vivo y palpitante el Misterio Pascual para que éste actúe automáticamente la transformación laical. Es necesario cuidar que la acción litúrgica sea no solamente válida y lícita, sino también fructuosa (SC, n. 11). Para eso es necesario que la celebración y la participación se den en forma plena. La liturgia, acción salvífica de la Trinidad y participación plena. La liturgia no es solamente un rito, expresión de la religiosidad del hombre, ni un momento didáctico catequístico orientado a la educación de la fe de los participantes. Tampoco la liturgia se limita a ser una interacción de personas en una asamblea. La liturgia es una acción salvífica de la Trinidad, es la actuación de la gesta salvadora del Padre, en Cristo y por el Espíritu Santo. El avance fundamental del Concilio Vaticano II fue, precisamente, presentar la liturgia en la perspectiva de la historia de la salvación (48). La liturgia continúa, extiende hasta cada hombre, la salvación del Padre, en Cristo y por el Espíritu. Por eso las Personas divinas son los primeros protagonistas de la celebración litúrgica. La celebración "es hacer presente lo que las Personas divinas han realizado para la salvación de cada hombre o mujer, al interior del pueblo que Ellos se han escogido. Así, participar es hacerse alcanzar en el modo más adecuado, en Cristo y por la fuerza del Espíritu Santo, por la intervención de Dios en la historia" (49). La celebración debe destacar este protagonismo divino. Toda la animación litúrgica necesita orientarse a poner al laico en contacto con el Padre que salva por Cristo y en el Espíritu. ¿Cómo? Destacando que el Padre es la fuente y el término de donde deriva y a donde va toda acción litúrgica. Del Padre viene la convocación, la Palabra; del Padre vienen los dones que se ofrecen. .. y a través de ellos vamos hacia el Padre. La liturgia no pierde nunca de vista al Padre (50). El laico tiene que sentirse en diálogo con su Padre, sentirse en el ambiente cálido y libre de la "casa del Padre". Luego, la animación litúrgica orientará al laico a sentirse en íntima unión con el Cuerpo sacerdotal de Cristo que configura con todos sus hermanos con-celebrantes. Toda la variedad de signos que muestran la presencia de Cristo, encabezando la alabanza al Padre de todos los hermanos, debe ser puesta de relieve una y otra vez: la asamblea reunida es el Cuerpo de Cristo, el ministro que preside es Cristo Cabeza, la Palabra que el Padre les dirige, se resume en Cristo, Evangelio, en el cual se van transformando todos para llegar a ser, por la comunión, Cuerpo sacramental de Cristo. Todo, desde la arquitectura, el altar, la cruz, hasta la reiteración de los saludos "El Señor está con vosotros", o de la final de las oraciones: "por Cristo Nuestro Señor", afirma que los fieles reunidos son hijos en el Hijo, celebran al Padre en Cristo Nuestro Señor. (48) (49) (50) S. MARSILI,en Anamnesis, Roma, Marietti (3), 1981, pp. 88-92. A. M. TRIACCA,NDL a.c., p. 1028. Todas las oraciones se dirigen a Dios Padre. Son excepcionales las que se dirigen a Cristo. Se las identifica de "origen galicano" y algo decadentes respecto a la liturgia clásica de Roma. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACIO:\l LITURGICA 187 Todo, también, especialmente la vitalidad, la alegría de la celebración: canto, gestos, clima; y la unción de la misma: devoción, intimidad, debe expresar que la celebración "nace de adentro", no de un cumplimiento, sino del amor; que la celebración está animada, no por los recursos histriónicos de algunos, sino por el Espíritu que nos hace exclamar "Abba" (Rom. 8, 11-15). Es fácil constatar que la animación litúrgica de la celebración suele destacar cualquier cosa, menos este protagonismo de la Trinidad. O se habla de Dios, globalmente, confusamente, sin propiciar el encuentro del laico con cada una de las personas trinitarias en lo específico que significan para su vida y en los signos litúrgicos más afines a su realidad personal. Estas afirmaciones invitan a cuidar en los laicos no sólo su participación activa, sino sobre todo su participación consciente y plena, o sea, participar no sólo en el "envoltorio" ritual de la celebración, sino fundamentalmente en su contenido mistérico sustancial. "Si no se da la comunicación al nivel profundo del Misterio, habrá que decir que la celebración ha quedado atascada a mitad de camino, que no ha alcanzado su objetivo" (51). Sólo una participación consciente y plena, en una celebración manifiestamente mistérica, desarrollará al laico en sus dimensiones básicas. La liturgia, celebración eclesial y participación responsable. La liturgia es acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso trasciende a todos y a cada uno de los participantes. Nadie puede pretender monopolizar la celebración. "Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia ... , por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiestan y lo implican; pero cada uno de los miembros de este Cuerpo recibe un influjo diverso según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC, n. 26). La expresión que con cierta frecuencia oímos los sacerdotes: "muy bonita su misa", quiere ser una alabanza, pero, de hecho, acusa una apropiación indebida de la celebración por el clero. La progresiva "tecnificación clericalista": ritos, lenguaje, legislación, etc., ha ido marginando al laico, el cual, por lo general, a pesar de las traducciones y adaptaciones, sigue sintiéndose en la celebración como en tierra extraña. "¿Cómo cantar al Señor en tierra extraña?" (Ps. 136). ¿Cómo podrá crecer y desarrollarse el laico en un ambiente que no siente suyo? Para que el laico se sienta a gusto en la liturgia, necesita, sin duda, estar bien informado, bien iniciado en ella. La formación litúrgica es el primer paso para lograr una participación activa (SC, n. 19) (52). Es necesario, sin embargo, algo más: que la liturgia sea efectivamente eclesial, o sea, una liturgia de todo el pueblo de Dios, pueblo de Dios que mayoritariamente son laicos. Aquí es necesario postular otra modalidad de participación que es, tal vez, la primera denotación del término y que, sin embargo, no suele aplicarse a la liturgia. Hablamos de participación, en efecto, cuando las persnas son implicadas activamente en los procesos y decisiones que los (51) (52) l. P. "Participar del Misterio Salvador", Phase 144 (1984) 471-474. "Por unas celebraciones educativas", Phase 146 (1985) 107-116. OÑATIBIA, TENA, 188 JOSE LlNO YAÑEZ C. atañen. O, en forma más técnica, "la participación se define como un compromiso mental y emocional de una persona en una situación de grupo, que le anima a contribuir a las metas de éste y a compartir las responsabilidades que implican" (53). La participación, en consecuencia, no es un simple actuar, sino, en primer lugar, una actitud. Esta actitud surge de la oportunidad que se les da a los individuos, de liberar sus propios recursos de iniciativa y actividad al servicio de la organización. Resultado de esto es el sentido de "nosotros" que se logra. Entonces, la celebración no será "del cura", sino "nuestra" y será preocupación de todos su realización. En todo el proceso de reforma litúrgica la participación creativa y responsable de los laicos ha sido mínima. La razón es obvia: no son competentes. Los competentes son los clérigos. Así se llega a una liturgia extraña para los laicos, que no los involucra en su vida, en sus problemas, en su lenguaje. En la liturgia preconciliar había un ejemplo clásico de esta liturgia extraña, por decir lo menos, a la realidad laica!' Era la oración de postcomunión del 29 Domirlgo de Adviento. En ella se pedía como gracia "terrena despicere et amare coelestia" (54). El misal actual evita cosas como éstas, pero, de todos modos, hay muchas expresiones y concepciones que, a pesar de estar en castcllano, para los laicos suenan como idioma extranjero. Y no es sólo cuestión de traducción, sino de concepción del mundo y de la salvación. El laico para desarrollarse plenamente necesita una liturgia en la que se sienta a gusto, porque la siente suya, familiar. La liturgia, celebración sinfónica y participación activa. Con esta expresión, sinfónica, elegida para titular el artículo 28 de la Constitución Conciliar de Liturgia, se quiere poner de relieve que en las celebraciones litúrgicas "cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas". Este artículo busca abrir espacio a la participación activa de los fieles y poner en guardia a abusivas entromisiones. La Iglesia es una realidad viva, articulada y esto tiene que reflejarse en la celebración litúrgica. En ella hay espacio para que todos vivan y se expresen, "según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC, n. 26). Entre las órdenes, propias de la jerarquía, y la participación de todo el pueblo de Dios se abre el campo de las "funciones" que corresponden a los diversos ministerios y servicios laicales que se han ido multiplicando en la Iglesia postconciliar (55). Es una forma específica de participación activa laical que, al igual que la participación de los ministros consagrados, debe orientarse (53) (54) (55) K. DAVIS,"Administración por participación", en W. SEXTON, Teorías de la Organización, México, Trillas, 1977, p. 142. Misal Romano de Pío V. El Misal de Pablo VI ha retomado esta oración en el mismo Domingo de Adviento, dando esta hermosa versión: "que la participación en este sacramento nos enseñe a valorar rectamente los bienes de la tierra con la mirada puesta en tu Reino eterno". P. GY, "La fonction des laics dans la Liturgie", LMD 162 (1985) 43-54. EL LAICO NACE Y CRECE EN LA CELEBRACION LITURGICA ----------------- 189 a promover y expresar la participación activa de todos. Una participación que alcance a cada uno en su interioridad e identidad, abriéndolo al encuentro con el Padre y los hermanos en Cristo y liberando en él todas sus energías de vida nueva (56). La participación ministerial y funcional de los laicos debería, entre otras cosas, dar más calidad técnica a la vida litúrgica. El laico tiene el sentido de la profesionalidad, de lo técnico. ¡Cuánto ganaría la celebración y la vida de la Iglesia dando posibilidad de expresión a todas las habilidades presentes en una comunidad cristiana y en una asamblea litúrgica! ¡Cuánta mediocridad de realización litúrgica podría superarse! No es fácil encontrar este sentido técnico y profesional prescindiendo de los valores laicales. Para hacer volar un avión no basta la intuición, ni la poesía, ni la buena voluntad, ni la oración. Como acertadamente escribe Gilsón: "Se dice que la fe construyó las catedrales medievales; es verdad; pero la fe no habría construido nada sin arquitectos ... Nosotros los católicos, que profesamos el valor eminente de la naturaleza, porque es obra de Dios, debemos demostrar nuestro respeto por ella poniendo como primera regla de nuestra acción que la devoción no dispensa nunca de la técnica" (57). <1 <1 " "El gran beneficio de la participación es que restaura al hombre que trabaja su legítimo derecho de ser miembro creativo de un grupo". Esta afirmación tomada del contexto de la organización laboral nos ayuda a terminar. Ella sigue con la pregunta: "¿Cuánto pierde la organización al privar al trabajador de las relaciones creativas con su trabajo? Me atrevo a decir que ha perdido más de lo que ha ganado" (58). La participación en la vida eclesial y, de un modo particular, en la vida litúrgica, es el camino más inmediato para la restauración plena del laico en su dignidad de Hijo, Hermano y Señor. Una liturgia poco expresiva de la realidad laical no sólo empobrece al laico, sino a toda la Iglesia. (56) (57) (58) L. MARTÍN, "La participación de los fieles según los libros litúrgicos actuales y en la práctica", Phase 144 (1984) 487-510. Cfr. Y. CONGAR, o.c., pp. 548. K. DAVIS, O.C., pp. 144-145.