13 - WinPer

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LECTURAS
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Lecturas del 13-septiembre-2012 (Domingo de la Semana 24)
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 5-9a
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a
los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no
retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso,
endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar?
¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se
acerque hasta mí!
Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un
hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan
en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo
mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente
muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, las obras.» A ese
habría que responderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en
cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe.»
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 9)
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
R. Caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el
camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas.»
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»
Pedro respondió: «¿Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que
no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con
toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo:
«¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres.»
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su
vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.»
Amo al Señor, porque él escucha
el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco. R.
Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor:
«¡Por favor, sálvame la vida!» R.
El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó. R.
El libró mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.
Yo caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes. R.
Palabra del Señor.
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LECTURAS
Homilía de J. A. Pagola
sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su
causa.
TOMAR EN SERIO A JESÚS
RECONOCER A JESÚS EL CRISTO
El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de
Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos
una pregunta decisiva: "¿Quién decís que soy yo?". En nombre de todos, Pedro
le contesta sin dudar: "Tú eres el Mesías". Por fin parece que todo está claro.
Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen para colaborar
con él.
El episodio ocupa un lugar central y decisivo en el relato de Marcos. Los
discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento
en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es
lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su
proyecto?
Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es
fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa
seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que
Jesús "empezó a instruirlos". No es una enseñanza más, sino algo fundamental
que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco.
Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que
más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los
enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿Quién
es este hombre en quien sienten tan presente y tan cercano a Dios como Amigo
de la vida y del perdón?
Desde el principio les habla "con toda claridad". No les quiere ocultar nada.
Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de abrir
caminos al reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes religiosos y
morirá ejecutado violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios está con él.
Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero
a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo?». No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos
acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa,
reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá
vivo su mensaje? ¿Qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿En qué
terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a
Jesús consigo y se lo lleva aparte para "increparlo". Había sido el primero en
confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer
comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a
que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los
rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de
la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a
Pedro con estas palabras:"Ponte detrás de mí, Satanás": vuelve a ocupar tu
puesto de discípulo. Deja de tentarme. "Tú piensas como los hombres, no como
Dios".
Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras.
Las repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás. "El que quiera
venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me
siga".
Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero
hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos
seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y
dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a
proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los
Pero la cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente.
No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que
conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que
han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú
eres el Mesías».
La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la
crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que
será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que
les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca,
lo irán descubriendo con fe creciente.
Para los cristianos es vital reconocer y confesar cada vez con más hondura el
misterio de Jesús el Cristo. Si ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí
misma. Si no lo conoce, no puede conocer lo más esencial y decisivo de su
tarea y misión. Pero, para conocer y confesar a Jesucristo, no basta llenar
nuestra boca con títulos cristológicos admirables. Es necesario seguirlo de
cerca y colaborar con él día a día. Ésta es la principal tarea que hemos de
promover en los grupos y comunidades cristianas.
José Antonio Pagola
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LECTURAS
Reflexión
El Evangelio de la misa de hoy nos presenta a Jesús con sus discípulos en
Cesarea de Filipo. Mientras caminan, Jesús pregunta a los apóstoles: «¿Quién
dice la gente que soy yo?»,No tenía el Señor necesidad de hacer esta pregunta
pues Él conocía bien las opiniones y conversaciones del pueblo; pero el Señor
preparaba el terreno para otra cuestión más definitiva. La respuesta que dieron
los apóstoles fue sencilla: «Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que
Elías o alguno de los profetas.» Todos reconocían en Jesús, cuando menos,
que era comparable a los hombres más ilustres de la historia de Israel. Y
después que ellos dijeran las diversas opiniones de la gente, Jesús les hace la
pregunta fundamental, directamente a ellos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?»
El Papa, al comentar este pasaje dice que “todos nosotros conocemos ese
momento en que no basta hablar de Jesús repitiendo lo que otros han dicho...,
no basta recoger una opinión, sino que es preciso dar testimonio, sentirse
comprometido por el testimonio, y después llegar hasta los límites de las
exigencias de ese compromiso. Los mejores amigos, apóstoles de Jesús fueron
siempre los que percibieron un día dentro de sí la pregunta definitiva, que no
tiene vuelta de hoja, ante la cual, todas las demás resultan secundarias: “Para
ti, ¿quién soy Yo?.
Juan Pablo II nos dice que la vida y todo el futuro dependen de esa respuesta,
nítida y sincera; sin retórica ni subterfugios, que pueda darse a esa pregunta”
Pedro contestó categóricamente: “Tú eres el Mesías”. Cuando el Sumo
Sacerdote pregunta al Señor, en los momentos previos a su Pasión: ¿Eres tú el
Mesías, el Hijo de Dios?, Jesús le contesta: “Yo soy, y verás al Hijo del Hombre
sentado a la diestra del Padre, y venir sobre las nubes del cielo”. En esta
respuesta, Jesús no solo da testimonio de ser el Mesías esperado, sino que
aclara la trascendencia divina de su misión. En ese momento y ahora, sólo
existe una única respuesta verdadera a la pregunta de Jesús: “Tú eres el Cristo,
el Mesías, el Hijo Unigénito de Dios. La Persona de la que dependen todas
nuestras vidas, nuestros destinos, y nuestra felicidad”.
Sabemos muy bien, -son palabras del Papa-, que ante Jesús no podemos
contentarnos con una simpatía simplemente humana, ni es suficiente
considerarlo sólo como un personaje digno de interés histórico, teológico,
espiritual, social o como fuente de inspiración artística. Jesucristo nos
compromete absolutamente y por enteros. Nos pide que al seguirle
renunciemos a nuestra propia voluntad para identificarnos con Él. Pidamos a
María, nuestra Madre, que renovemos con firmeza nuestra decisión de seguir
de cerca a Jesús, para que nos acoja como a uno de sus discípulos más
próximos.
(Extractado parcialmente del Servicio “Unos Momentos”)
Comentario Teológico.
Cuando los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista,
inhumano y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su
labor apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los
opresores romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos
que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la
carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo
contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco
duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del
imperio y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan
de ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que
queda y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad humana.
Si la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa realidad
de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga transformarla
afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para remediar la
injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La solidaridad de
una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible» y que el
destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana no es tal si
se contenta con mirar, desde la barrera, el circo en el que mueren tantas
personas inocentes.
El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la
solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas. La persona que opta por
la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una
muerte ignominiosa. Esto puede sonar un poco «patético», sin embargo, basta
leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de
Jesús, su opción y su camino.
El camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y
ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para
reconocer la identidad de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del
camino que su interés no era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio,
en todas sus posibilidades, sin embargo, los seguidores se empeñaban en
hacerse una imagen triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debe recurrir a
duras palabras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían.
Pedro, Juan y Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la
ideología del caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en
Jesús al «siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.
Este episodio marca el centro del evangelio de Marcos y es el punto de quiebre
en el cual el camino de Jesús sorprende a sus seguidores. Ninguno está de
acuerdo con él, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de
esta crisis del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de
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LECTURAS
enderezar la mentalidad de sus discípulos, torcida por las ideologías sectarias y
triunfalistas.
El anuncio que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la «Pasión», la
«Cruz», debe ser tomada siempre como una consecuencia inevitable, no como
algo buscado... Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros... Véase
el amplio comentario al respecto que hacemos mañana día 14, fiesta de la
«exaltación» de la Cruz.
Para la revisión de vida
Hay preguntas decisivas en la vida de todas las personas; incluso no
darles una respuesta clara y consciente es ya una manera de responder a esas
preguntas. Una de ellas es la que Jesús hizo en una ocasión a los suyos y, a
través de ellos, a toda la humanidad, incluidos nosotros. ¿Quién es Jesús para
mí? Sólo que esta pregunta tiene un grave riesgo: que la contestemos con la
respuesta aprendida de memoria en el catecismo infantil, en vez de contestar
con el corazón. La pregunta ‘¿Quién es Jesús?’ no podemos ponerla entre
preguntas del tipo ¿quién fue Napoleón, quién descubrió la penicilina o en qué
año acaeció la Revolución francesa?, sino que hemos de ponerla entre
preguntas del tipo ¿quiénes son mis amigos, cuánto quiero yo a mi familia, qué
estoy dispuesto a hacer por aquellas personas alas que quiero? Consciente de
todo esto, debo preguntarme: ¿quién es Jesús para mí, qué significa en mi
vida?
Para la reunión de grupo
Muchas veces hemos entrado en la discusión de si lo importante es la
fe o son las obras. ¿No sería mejor ser consciente de que son las dos caras de
una misma moneda, que si bien es cierto que es la fe la que nos salva, como
dice san Pablo, también es cierto que una fe sin obras significa que no hay
realmente fe?
Después de casi 500 años de separación y enfrentamiento hasta la
excomunión y el cisma, las Iglesias Católica y Luteranas han acordado una
intepretación conjunta por la que ambas opiniones son conciliables y las dos
son verdaderas... ¿Qué reflexiones nos plantea este hecho histórico, que
incluye tantos enfrentamientos, condenas, separación...?
La pregunta la podría hacer también Jesús hoy en nuestro círculo de
estudio o grupo de reflexión: ¿Quién dice la gente que soy yo? Respondamos a
esa pregunta. Y también nos haría Jesús su segunda pregunta: ¿y ustedes
mismos, quién dicen que soy yo? Compartamos también en el grupo la
respuesta que cada uno de nosotros le daría.
Para la oración de los fieles
Por nosotros, Iglesia, para que anunciemos de palabra y, sobre todo,
con las obras, que Jesús es el único Señor. Oremos.
Por todos los cristianos, para que seamos fieles a la llamada que
hemos recibido del Padre, aunque ello nos traiga las injurias e incomprensiones
de la gente. Oremos.
Por todos nosotros, para que nuestro seguimiento de Jesús sea el fruto
de una decisión personal, libre y responsable. Oremos.
Por todos los que sufren incomprensiones, persecución y calumnias a
causa del evangelio, para que se mantengan fieles en su misión y en su amor a
todos. Oremos.
Por esta comunidad nuestra, para que sepa ver y valorar siempre la
vida y la historia, las personas y las cosas con los ojos de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Escucha,
Padre,
nuestra oración, abre nuestros
oídos para que sepamos
escuchar
siempre
las
continuas llamadas a la
Justicia que Tú nos haces por
medio de los pobres; abre
nuestros ojos para que
sepamos ver la miseria y el
dolor de nuestro mundo, que
nosotros
tenemos
que
transformar en dignidad y
esperanza; abre nuestros
corazones para que sepamos
ver a todas las personas
como a tus hijos, nuestros
hermanos y hermanas. Te lo
pedimos por Jesucristo N.S.
(Extractado parcialmente
del Servicio “Koinonía”)
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