FRENAR EL EMPOBRECIMIENTO DE LA POBREZA

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POLÍTICA
25S
Sábado 10.09.16
EL DIARIO VASCO
TRIBUNA
CARTA A LOS
CANDIDATOS
ECONOMÍA Y
POLÍTICAS
SOCIALES
FRENAR EL
EMPOBRECIMIENTO
DE LA POBREZA
JOSEBA ZALAKAIN
DIRECTOR DEL CENTRO
DE DOCUMENTACIÓN
Y ESTUDIOS SIIS
ESTIMADOS
CANDIDATOS:
El Eustat difundió en julio una
nota señalando que Euskadi registra uno de los índices de desarrollo humano más altos del
mundo. En efecto, los datos
certifican que la vasca es una
sociedad rica y relativamente
igualitaria. Otras voces insisten, sin embargo, en que está
lejos de ser el oasis social que
algunas instituciones quieren
dibujar.
Definir los retos que el Gobierno entrante habrá de afrontar en materia social exige, en
primer lugar, partir de un diagnóstico básico común. Ese diagnóstico pivota sobre tres fenómenos: por una parte, el crecimiento del desempleo, la pobreza y la precariedad laboral,
en un marco definido por el
‘empobrecimiento de la pobreza’ (es decir, la desigualdad crece porque los pobres son cada
vez más pobres, y no porque los
ricos sean cada vez más ricos);
por otra, el envejecimiento demográfico y las crecientes dificultades que tienen las familias
para cuidar de sus miembros
dependientes; y por último, la
inmigración y la creciente diversidad interna de las sociedades europeas. En un contexto
de crisis institucional, política,
económica y demográfica, el
modelo de protección social europeo del siglo XXI no puede
sostenerse sobre las mismas bases que el del siglo XX.
A partir de ese primer diagnóstico, y bajando a tierra,
¿cuáles son los retos básicos
que en materia de protección
social deberá afrontar el nuevo
Gobierno?
El primero tiene que ver sin
duda con el crecimiento de la
pobreza, y con la necesaria actualización del modelo de lucha contra la exclusión. Tras el
traspaso de la RGI a Lanbide, la
legislatura ya finalizada se ha
caracterizado por la ruptura del
consenso social en relación a
esta prestación, la emergencia
de dificultades en su gestión y
el incremento de los perceptores, con el consiguiente impacto presupuestario. A partir del
reconocimiento del papel decisivo que la RGI ha tenido en la
contención de la pobreza y en
la generación de cohesión social, el reto del siguiente gobierno será el de recuperar el
consenso en relación a esta
prestación, construyendo un
sistema más ágil y más normalizado, más fácil de gestionar,
mejor engarzado con los servicios sociales y con otros dispositivos, como el fiscal.
El segundo reto tiene que
ver con el envejecimiento y,
particularmente, con la necesidad de facilitar todos los apoyos
necesarios a las personas mayores o con discapacidad que viven en sus domicilios en una
situación de fragilidad. Ello requiere reforzar el sistema de
servicios sociales, lastrado por
su compleja arquitectura institucional, mediante dos estrategias: la primera pasa por el refuerzo de las herramientas comunes que dan coherencia,
unidad y cohesión al sistema.
La segunda, por reforzar los servicios sociales de atención primaria, actualmente de competencia municipal. Sin necesidad de cambios aparatosos, durante los próximos cuatro años
las instituciones deberían ser
capaces de introducir medidas
que permitan una mejor estructuración territorial de los
servicios sociales vascos. Y
también de reforzar la capacidad del sistema para la intervención socioeducativa y el
acompañamiento social.
El tercer reto se refiere a la
necesidad de invertir en las familias y en la infancia, haciendo realidad en Euskadi el paradigma de la inversión social
que propugnan las instituciones europeas. Los distintos partidos incluyen en sus programas una batería amplia de medidas de apoyo a las familias y a
la infancia, y se podría decir
que el consenso es amplio. El
desafío, en todo caso, es importante: si hay un ámbito de las
políticas sociales en el que la
distancia respecto a Europa es
grande es el de las políticas de
familia, con un gasto que apenas llega a un tercio del gasto
medio europeo, lo que se traduce en una de las tasas de fecundidad más bajas de la UE.
La necesidad de este cambio
de paradigma tiene que ver,
fundamentalmente, con la
emergencia de la pobreza infantil y la constatación de que,
en la sociedad del conocimiento, las desigualdades se fijan ya
desde la infancia. Una creciente evidencia científica sugiere
que la mayor desigualdad de ingresos que se registra en la actualidad hace que el contexto
familiar juegue un papel cada
vez importante a la hora de determinar el nivel de vida futuro
de los y las jóvenes, mientras se
debilita el impacto que el esfuerzo personal tiene en las
condiciones de vida futuras.
Frente a esa situación, garantizar la igualdad de oportunidades exige un Pacto por la Infancia que amplíe las ayudas económicas a las familias, refuerce
la atención infantil de calidad,
la equidad educativa, la conciliación familiar, la igualdad de
género o los programas de pa-
Uno de los retos del
nuevo gobierno será
recuperar el consenso
en torno a la RGI
Financiar derechos
sociales tan amplios
–tan caros– exige
ajustes en la fiscalidad
rentalidad positiva. En ese sentido, reorientar el modelo vasco de protección social hacia la
infancia y la juventud y generar un modelo más orientado a
la prevención –tan basado en la
preparación como en la reparación, en la predistribución
como en la redistribución− habría de ser el principal ‘leit motiv’ de las políticas sociales vascas.
Todo ello teniendo en cuenta las limitaciones que al respecto tiene cualquier Gobierno
autonómico: el primero, el
margen de autonomía que permiten las instituciones estatales, que son quienes determinan las políticas de Extranjería,
desempleo o Seguridad Social.
En ese sentido, habrá que ver
qué medidas articula el nuevo
Gobierno –cuando se constituya− en relación, por ejemplo, a
los permisos parentales, el ingreso mínimo vital o el complemento salarial. La segunda
limitación se refiere a la imposibilidad de mantener un sistema amplio de protección social
amplio sin un modelo productivo sólido que lo sustente.
Siendo imprescindible, la voluntad política es por sí misma
insuficiente para garantizar los
derechos sociales: es también
necesario un mercado de trabajo inclusivo, que genere ingresos fiscales y empleos de calidad. Ello requiere, a su vez, resituar la economía vasca, y particularmente su industria, en la
economía global. Por último, financiar unos derechos sociales
tan amplios –es decir, tan caros− exige ajustes en la fiscalidad que probablemente deberán ir más allá de la lucha contra el fraude.
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