Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: semanariovirtual@viva.org.co www.viva.org.co HU UH H U ¿Y la sociedad civil? cómo “Pecáut” Daniel El sociólogo que nos visita es también escéptico sobre el éxito electoral de las Farc, “no es tarea fácil que los ex de las Farc logren construir una fuerza política poderosa,” a la vez que anota con sabor de denuncia: “Más preocupante es el comportamiento de los que se oponen a la restitución de tierras y no vacilan en matar a dirigentes agrarios”. Miguel Ángel Herrera Zgaib Director Proyecto XI Seminario Internacional A. Gramsci, Octubre 18-20. En el mes de junio estuvo por Bogotá, Daniel Pecáut, un sociólogo francés que vino a Colombia hace un siglo atraído por la cuestión sindical, y terminó convertido en un especialista de la violencia, quien ha recibido distinciones académicas hasta de la Universidad Nacional, donde tiene reconocimientos por sus críticas a la reflexión de los violentólogos que dieron fama al debut del IEPRI, cuando fue establecido por la primera rectoría de Marco Palacios. Antecedentes cercanos “Hasta ahora no se ha prestado mayor atención a los efectos de esta nueva experiencia de veinte años de violencia. A corto plazo, esta experiencia significa la imposibilidad de cualquier acción colectiva autónoma. En las zonas controladas por los actores armados, cualquier movilización está supeditada a su visto bueno”. Daniel Pecáut, Guerra contra la sociedad, 2001, p. 291. En los comienzos del tercer milenio, el travieso Daniel se despachó con un libro, un conjunto de ensayos que tituló “Guerra contra la sociedad (2001), donde se atrevió a aproximarse al asunto de la paz, cuando ésta intentaba negociarse en San Vicente del Caguán. El último capítulo de aquel libro era un escrito aparecido en Depaz, el 1o. de septiembre de 2000. Titulado así, “Sobre las perspectivas del conflicto armado y del proceso de la negociación”. Allí establecía que había tres protagonistas del conflicto armado: guerrillas, Fuerzas Armadas y paramilitares. (p. 282). El intelectual francés, quien también oficia de filósofo, recordaba sus críticas a los violentólogos: “No se trata de volver a la idea según la cual habría dos violencias sin nexos, la del monte y la ordinaria…la violencia “política” favorece el auge de la violencia “desorganizada”, y la generalización de esta última crea, a su turno, condiciones favorables para la difusión de la violencia política” (p.283). De manera más rotunda, Pecáut señalaba el carácter atroz de la guerra, “no se trata solamente de una guerra irregular, sino también de una guerra que en muchos aspectos es una guerra de proximidad…De ahí que la venganza se vuelva un ingrediente siempre más notable de la guerra (p.288)”. Daniel destaca, igualmente, que los dos campos “tienen algo más en común: el esfuerzo sistemático por acallar a la sociedad…las guerrillas tampoco dejan un espacio para que la población pueda expresarse en las regiones que dominan. No deja de ser preocupante que las Farc-EP hayan formulado en varios escritos su rechazo al concepto de “sociedad civil” y más todavía al de “neutralidad” por medio del cual ciertas poblaciones pretender afirmar su voluntad de mantenerse fuera del conflicto (p. 289)”. El miedo a la paz y las incertidumbres de la “sociedad civil” “La sociedad civil organizada padece los mismos problemas que el Estado. No puede tener sino una representatividad limitada, por la desorganización y el miedo que afecta a gran parte de la población. Le faltan mediaciones sólidas debido a la crisis de casi todas las organizaciones sociales previas…podría ser un hecho positivo que se conformen nuevos partidos a partir de estas organizaciones” Daniel Pecáut, op. Cit., p. 306. “Este es un país donde toda una generación de líderes sociales ha sido eliminada.” Daniel Pecáut, ET, 9/06/16, p. 16. La conclusión del capítulo 8 la cerró Pecáut con dos preguntas. La última era del siguiente tenor: ¿Dentro de cincuenta años no se aplicará a los actores armados de ahora el juicio que se aplica al papel desempeñado por los partidos tradicionales durante la violencia? Así contestó Daniel entonces: “Los partidos políticos apelaron a la necesidad de “regenerar” a la sociedad, pero terminaron por luchar por intereses que no eran sino los suyos, y frecuentemente inconfesables, y dejaron a un país en ruina y escéptico sobre la posibilidad de futuro. La misma suerte pueden correr los actuales grupos armados”. (308) En la entrevista de 9 de junio, conducida por el compañero Hernando Corral, publicada en la sección “Debes leer” de El Tiempo, Pecáut encaró nuevas preguntas. Cuando estamos al borde del acuerdo de paz, y cercano su cierre; a diferencia del año 2000, cuando agitaban tempestades al escenario del Caguán, y el “lobito” no había asomado sus orejas. Aunque ya se realizaban reuniones clandestinas en Santafe de Ralito, como luego se supo por lo dicho entonces por Miguelito de la Espriella. Hernando arranca con el tópico del “escepticismo” sobre la paz con las Farc. Pecáut insiste en que las Farc “no han reconocido su responsabilidad en muchos de los hechos más atroces que han sucedido en este país (ET, 9/06/16, p. 11). Más adelante reitera un lugar común entre los analistas, que “gracias al conflicto armado Colombia lleva años sin tener que enfrentar fuertes protestas ni reivindicaciones sociales…El conflicto armado ha contribuido más bien a que se mantengan las estructuras sociales y políticas del país…Los actores armados no han dejado espacio para las movilizaciones autónomas.” (ET, p. 11) El sociólogo que nos visita es también escéptico sobre el éxito electoral de las Farc, “no es tarea fácil que los ex de las Farc logren construir una fuerza política poderosa,” a la vez que anota con sabor de denuncia: “Más preocupante es el comportamiento de los que se oponen a la restitución de tierras y no vacilan en matar a dirigentes agrarios”. De otra parte, en materia de justicia, el pronunciamiento es favorable a los mecanismos de justicia transicional pactados en La Habana, pero ningún sistema judicial puede reparar los daños padecidos. Pecáut destaca que le “parece exagerado hablar de impunidad”, pero anota también que “No sabemos muy bien cómo se va a manejar la noción de delitos conexos”. Indica que “Una de las vergüenzas de las cuales tienen que responder las Farc es la banalización del secuestro, una vergüenza de la cual la izquierda política no sale inmune ya que no se atrevió durante años a denunciar esta práctica”. (ET, p. 11) Vuelve también a suscribir algo que es común oír por estos días, que existe el riesgo que “una vez se desmovilicen las Farc, unos combatientes de esa organización armada vayan a unirse, sea con el ELN o sea con las bandas criminales, como ocurre ya en las zonas de Nariño y Catatumbo”. El entrevistado discurre sobre lo que él denominó el desafío mayor: “¿Qué puede significar un acuerdo si no hay un acuerdo mínimo dentro de la clase política para reconocer la importancia de tal acuerdo y participar conjuntamente en la implementación de los programas de reconstrucción?” Al respecto, en lugar de miedo, Daniel insiste en la sorpresa, por la actitud de Álvaro Uribe, quien “durante su segundo mandato intentó establecer contactos con la guerrilla. Sabía muy bien (que)… el solo uso de la fuerza no podía acabar completamente con el problema”. Además, porque no ve “diferencias programáticas significativas en el campo económico entre el Centro Democrático y los santistas. Ni los unos ni los otros van a hacer un revolcón democrático”. Y cierra con el riesgo inminente que Colombia vuelva a ser “El Tíbet de la América del Sur”, como lo señalaba el difunto López Michelsen. Por último, Pecáut recuerda que “el posconflicto no va a significar que se acabe la violencia de un momento a otro… (Pero sí) dará la oportunidad de implantar estrategias para hacer frente a la violencia periférica y a la delincuencia urbana”. Los silencios de Daniel Nuestro interlocutor que para el año 2001 escribía de la Guerra contra la sociedad, quince años después, muy poco nos dice del papel de la sociedad civil, ad portas de culminar la guerra civil irregular. Tampoco menciona los procesos que a partir del año 2010 le da existencia a dos agrupaciones de amplio espectro, en que los subalternos sociales vuelcan sus acciones y propósitos, Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos. De otra parte, la sociedad civil de los de abajo, antes y después de 2010 se ha manifestado de diversas formas, para resistir a la guerra, y a las políticas del programa económico que comparten Uribe Vélez y Santos. En tal sentido, las movilizaciones de la minga indígena y social, las protestas contra la guerra del maestro Gustavo Moncayo, el caminante por la paz, quien se movilizó desde Sandoná hasta el Capitolio nacional, desafiando la intemperancia de Álvaro Uribe. O la reunión del Cric, en la que Feliciano Valencia le cantó la tabla al presidente de la “seguridad democrática”. No, parece que la distancia de Daniel Pecáut, quien se la pasa en París, y tiene la conflictividad ambiente a flor de piel, le ha pasado la cuenta. Por ejemplo, qué tal lo hecho por la lucha estudiantil para combatir la contra-reforma a la educación superior; o el paro agrario, que según el presidente de la paz neoliberal, no existía, como a su turno, decía Uribe Vélez, a propósito de la guerra. Da la impresión que el miedo fuera contagioso, y que se trasladara al quehacer protagónico, autónomo de los subalternos sociales que a lo largo de estos quince años se han manifestado. Y muestran, para alguien que no desconoce las contribuciones de Antonio Gramsci, que después del Caguán está claro que la disputa es por la hegemonía en la sociedad civil, y que hay cuando menos tres bloques que compiten en ello, el reaccionario, con la conducción del ex Uribe Vélez, la centro derecha, con el presidente repitente, y uno que configura la izquierda política en interlocución tímida con la insurgencia subalterna. En los tres escenarios, la sociedad civil de abajo va madurando, pone en cuestión con más brío la sociedad heterónoma colombiana, forjada así desde los tiempos coloniales. Y ésta se dispone, de modo plural para la lucha, no solamente para aprobar el plebiscito sino lo que es más importante para el posconflicto/posguerra, dándole alas a la democracia en medio de este juego de tronos caducos, para darle arraigo a la paz subalterna que reclama y exige la materialización de la igualdad social. Este actor no existe, está borrado del análisis de Daniel Pecáut. Edición 501 – Semana del 1º al 7 de Julio de 2016