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ARCH SOC ESP OFTALMOL. 2014;89(8):e58–e60
ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD
ESPAÑOLA DE OFTALMOLOGÍA
www.elsevier.es/oftalmologia
Sección histórica
La ceguera de las nieves en el resplandor
de la Antigüedad
Snow-blindness in the splendor of Antiquity
S. Barbero Briones
Instituto de Óptica, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España
Setenta años antes de la trascendental victoria de Alejandro
Magno sobre el ejército de Dario III, en la batalla de Gaugamela
(331 a.C.), ya se había intentado derrocar al más poderoso reino
de la Antigüedad: el imperio persa. El rey persa Dario II tuvo 2
hijos: el mayor, de nombre Artajerjes, y su hermano Ciro. Rencillas y ambiciones hicieron que ambos hermanos acabaran
enfrentados. Ciro, sátrapa de Asia Menor, preparó una rebelión organizando un ejército con el cual atravesó buena parte
del imperio persa para enfrentarse con su hermano. Lo más
selecto de este ejército eran los mercenarios griegos reclutados por Ciro. Ciro y Artajerjes se enfrentaron en la batalla de
Cunaxa (401 a.C.), en la cual Ciro cayó en combate por la certera flecha de un arquero persa. Paradójicamente, el ejército
de Ciro ganó la batalla, pero los mercenarios griegos, al perder
a su benefactor, se vieron obligados a emprender una larga
huida hacia el mar. La odisea de estos aguerridos guerreros
tratando de alcanzar la costa, remontando el rio Tigris, es el
hilo conductor del relato conocido como Anábasis (en griego
clásico «expedición hacia el interior»), que fue escrito algunos
años más tarde por Jenofonte de Atenas, quien participó en la
gesta.
En el libro cuarto de Anábasis, Jenofonte relata las penurias sufridas por los griegos al atravesar en pleno invierno
los páramos y montañas de Armenia —la figura 1 muestra el
recorrido de la llamada Expedición de los Diez Mil— perseguidos
por el enemigo. Muchos hombres sufrieron de desnutrición,
y debido al frío y la nieve Jenofonte recuerda que: «quedaban
atrás los soldados que habían sido cegados por la nieve y que
tenían gangrenados los dedos de los pies debido al frío. Los
ojos estaban protegidos de la nieve, si se avanzaba con algo
negro puesto delante de ellos. . .» (p. 150, Libro IV, 5. 12-14)1 .
Se trae esta cita a colación por 2 motivos: en primer lugar,
Jenofonte describe la «ceguera de las nieves» —siendo quizás
la primera referencia histórica a ella— y, en segundo lugar,
explica cómo se podía prevenir: mediante una protección ocular con un objeto negro. Conviene recordar que la llamada
«ceguera de las nieves» es una conjuntivitis aguda provocada
por una exposición excesiva de radiación ultravioleta en el ojo
proveniente del albedo de la nieve, o hielo, de las montañas.
El relato de Jenofonte no cayó en el olvido, al menos en
la Antigüedad. Galeno de Pérgamo (130-200 d.C.) escribió un
metódico libro sobre la anatomía del ojo humano: libro X Sobre
la utilidad de las partes del cuerpo humano. En este libro Galeno
se apoya en el testimonio de Jenofonte para argumentar que
la luz tiene naturaleza luminosa: «ha sido demostrado con
hechos, y más bien acuérdate de cómo nuestros ojos son heridos por una luz brillante y viva. Tal vez ignoras hasta qué punto
los soldados de Jenofonte, que caminaban a través de una gran
cantidad de nieve, sufrieron daños en sus ojos.» (p. 868)2 ; el
estilo directo a un tú lector resulta chocante para el lector
moderno. Posteriormente, Galeno —de quien se muestra una
representación en la figura 2— relata la historia de Dionisio,
tirano de Sicilia, quien mando construir una cárcel en la cual
existía una estancia con una luminosidad extrema, gracias a
que la pared de la estancia estaba cubierta con cal viva. El
suplicio ideado por Dionisio era mantener a los prisioneros en
profunda oscuridad de manera que cuando súbitamente se les
llevaba a esta sala, al verse expuestos a un nivel tan alto de
Correo electrónico: sergio.barbero@csic.es
0365-6691/$ – see front matter © 2013 Sociedad Española de Oftalmología. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.
http://dx.doi.org/10.1016/j.oftal.2014.02.015
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Figura 1 – Marcha del ejercito descrita en Anábasis. Reproducida en The Cambridge Ancient History. Volume IV. The Persian
Empire (Cambridge, 1960).
Figura 2 – Claudio Galeno. Litografía por Pierre Roche
Vigneron (ca. 1865). Imagen bajo dominio público.
luminosidad, quedaban ciegos por contraste con la situación
de oscuridad previa. Previendo un lector incrédulo respecto al
testimonio de Jenofonte, Galeno reta al lector: «Pero incluso te
es posible a ti aprender por medio de un experimento cuánto
daño representa para la vista caminar a través de la nieve, si
es que no crees a Jenofonte» (p. 868)2 .
Galeno, aún siendo un autor ecléctico —a veces se le interpreta cómo síntesis del saber médico de la Antigüedad— era en
buena parte deudor de las ideas aristotélicas, destacando
entre ellas su concepción teleológica de la naturaleza. Sin
embargo, la teoría de la visión galénica es más platónica que
aristotélica: la visión se produce por la fusión de luz que llega
del exterior y de una sustancia que emana del ojo. El fenómeno
de la saturación visual también tuvo influencia aristotélica.
Aristóteles —representado en un oleo de José de Ribera en
la figura 3— describe los problemas de saturación visual en
uno de sus pequeños tratados sobre la naturaleza: Parva Naturalia. Dentro de este el libro De los sueños, el filósofo analiza la
naturaleza de los sueños. Argumenta que los sueños son fruto
de la sensibilidad, de manera que acontecen como una postimpresión de la sensación: «la impresión sigue a la sensación,
por ejemplo, cuando uno pasa del sol a la oscuridad: ocurre en
efecto que uno no ve nada, porque el movimiento causado
en los ojos por la luz subsiste todavía» (p. 102)3 . Según la teoría de la visión aristotélica4 , la sensación visual que se genera
en el ojo, es producida por una realización de la transparencia
del medio sensible a través de la luz. Ahora bien, la realización
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de lo transparente tiene una inercia o mejor dicho una histéresis. Continua Aristóteles: «Y si nosotros dejamos mucho
tiempo los ojos fijos en un solo color, sea blanco o amarillo, este
aparece tal, allí hacia donde dirigimos nuestra vista» (p. 102)3 .
Teofrasto de Ereso, sucesor de Aristóteles en el Liceo (escuela
creada por Aristóteles), también hace una breve mención al
efecto negativo sobre la visión de la nieve, según se refiere en
un tratado medieval Lumen animae La luz del alma5 .
Se ha visto, pues, como Galeno era consciente del fenómeno de saturación visual debido a niveles excesivos de
exposición lumínica, y concretamente como, en el caso
de sufrir una exposición en demasía de luz reflejada por la
nieve, esto podía originar ceguera, como agudamente dedujo
a partir del relato histórico de Jenofonte en Anábasis.
bibliograf í a
Figura 3 – Aristóteles. Óleo de José de Ribera (1637). Museo
de Arte de Indianápolis. Imagen bajo dominio público.
1. Jenofonte, Anábasis Presentación de Carlos García Gual.
Traducción Carlos Bach Pellicer Ramón. Madrid: Editorial
Gredos; 2010.
2. Galenus. Sobre la utilidad de las partes del cuerpo humano en
diecisiete libros, vol. 2. Madrid: Ediciones Clásicas; 2009.
3. Aristóteles. Parva Naturalia. Madrid: Alianza Editoral; 1993.
4. Barbero S. Los defectos ópticos de la visión explicados por
Aristóteles. Asclepio. 2013;65:1–10.
5. Sharples RW. Snow-blindness and underground
fish-migration: 2 more notes on Theophrastus. J Warbg Court
Inst. 1988;51:181–4.
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