Mijail Scholojov: El Don apacible

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EL DON APACIBLE
MIJAIL SCHOLOJOV – EL DON APACIBLE
La granja de los Melekhov se encuentra al extremo de la aldea. Al norte de la
propiedad, la puertecilla de la alquería sobre el río. Descendiendo la margen
escarpada, de unos veinte metros de altura, por un senderillo abierto en medio
de terrones cretosos cubiertos de musgo, se llega al ribazo sembrado de
conchas nacaradas. Un festón gris e irregular de guijarros bañados por las
ondas bordea la corriente espumosa del Don, rizada por el viento.
Mijail Scholojov (1893-1984) es uno de los grandes escritores de las
letras rusas, aunque es un completo desconocido en nuestro país. A pesar
de escribir varias novelas y poemas, debe su fama a su primera obra titulada
“El Don apacible” (1935). Esta no es sólo un gigantesco mural descriptivo
de los acontecimientos que sacudieron la estepa rusa entre los años catorce
y veinte de nuestro siglo, sino también una estudiada combinación de
elementos formales y estéticos, que, en conjunto, componen una auténtica
epopeya del héroe moderno, agitado por las dudas y las pasiones,
arrastrado por unas circunstancias contra las que poco puede hacer.
Epopeya y alegato contra el absurdo de la guerra, es también la exaltación
de un lugar concreto, las tierras del Don, en las que el río es el impasible
testigo que da cohesión a la obra.
El autor no intenta adoctrinar, es completamente objetivo hasta el
punto que la obra no toma partido, excepto por el hombre, por el cosaco
despojado de su tierra, por los soldados que luchan sin saber por qué, o
que sabiéndolo son traicionados por unos y otros. El relato se convierte en
el testimonio de personas que no confían en la gran Historia, que creen que
nadie en el futuro sabrá sus inquietudes y su dolor. El personaje principal
ve los crímenes de ambos bandos y su conciencia le prohíbe cerrar los ojos
y dejarse llevar únicamente por el prejuicio personal o por los principios
revolucionarios.
Leer “El Don apacible” conlleva una labor dura y constante, pero
merece la pena. Sus más de mil quinientas páginas son un impresionante
fresco histórico y el autor aparece como un guía que nos muestra un
museo espectacular salpicado de impulsos poemáticos, donde lo épico se
combina con lo lírico. Y es sorprendente que en una obra tan recurrente y
dilatada siempre acuda un destello de poesía a sellar todas las heridas,
como si poesía e historia se entrelazarán para que todo el dolor y la
tragedia se hicieran soportables.
Lo apunté más arriba. Después de estas páginas geniales,
Scholojov no volverá nunca a volar tan alto. Los gozos y dolores de su
obra más alta quedaron enterrados y su vida y su obra pasaron a ser la de
un dócil escritor próximo al poder.
Aún así, una obra enorme en todos los sentidos.
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Al día siguiente por la mañana estaba frente a Tatarski, a orillas del Don.
Pálido de emoción y de alegría contempló durante mucho tiempo su casa
natal. Luego descolgó el fusil y el macuto (…) Disponía todavía de doce
cargadores y veintiséis cartuchos sueltos.
Al final de la pendiente el hielo se había abierto en amplias grietas junto a la
orilla. El agua, verde y transparente, chapoteaba lamiendo las aristas del hielo.
Tiró al agua sus cartuchos, la pistola y el fusil. Luego, se limpió
cuidadosamente las manos con el capote.
Cruzó el Don, aguas abajo del pueblo sobre el hielo azul de marzo, roído ya
por el deshielo, y se acercó a la casa con paso decidido. Vio de lejos a
Michatka, en la pendiente que llevaba al embarcadero, y le costó trabajo
contener sus deseos de correr hacia él.
Llegado debajo de la cuesta, Grigori, jadeante llamó a su hijo con voz ronca:
-¡Michenka! ¡Hijo mío!
Michatka lo miró asustado y bajó los ojos. Había reconocido a su padre en
aquél hombre barbudo de terrible aspecto. Todas las palabras acariciadoras y
tiernas que Grigori murmuraba por la noche en el bosque, cuando pensaba en
sus hijos se habían borrado repentinamente de su memoria. De rodillas,
besando las manecitas frías y rosadas de su hijo, repetía sin cesar con voz
quebrada por la emoción.
-Hijo mío…hijo mío… (…)
Se había realizado lo poco con que Grigori soñaba en sus noches en blanco.
Estaba allí ante la puerta de su casa natal y tenía a su hijo en brazos.
Era todo lo que le quedaba en la vida, lo que lo unía aún a la tierra y a aquel
mundo enorme, que resplandecía, bajo el frío sol del invierno.
En vano buscaremos las obras de Scholojov por las mesas de
novedades de las librerías. En estos momentos parece que lo único que
interesa promocionar de la mucha y buena literatura que se produjo en la
Unión Soviética son los escritos de los condenados y los perseguidos. Es
esta una imagen monocolor, deformada, y muy característica de cómo el
mercado se manipula al servicio de la ideología en el poder. Sin embargo,
esta ausencia puede ser provechosa si nos empuja hacia ese territorio
ubérrimo de caza y descubrimiento que son las librerías de viejo. En ellas
es fácil encontrar viejas ediciones de la obra de Scholojov.
La Biblioteca
H O J A V O L A N D E R A , 47
(Información bibliográfica)
NOVELAS:
- El Don apacible (1966) Plaza y Janés
- Lucharon por la patria (1984) Seix Barral
- Campos roturados
- Cuentos del Don
I.E.S. “ L A N C I A ”
Autor de esta Hoja Volandera: Álvaro Acebes Arias
Curso 2007/2008
Diciembre 07
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